Freud: el psicoanálisis una práctica sin pensar [1], por Alberto Sladogna
([1])publicado el 05/04/2004 en http://www.elsigma.com)
Freud inicia su obra canónica, La interpretación de los
sueños (1900 -1899- ), con este epígrafe:
Flectere si nequeo superos,
Acheronta movebo
"Si no puedo convocar a las fuerzas
celestiales, moveré a las del infierno". Se trata de una invocación a las
fuerzas del averno ¿De cuál infierno? Del infierno de aquello que el llamó el
inconsciente y sus manifestaciones, en particular, el deseo. ¿Dónde se ubica
ese infierno?
La respuesta puede encontrarse en la fuente citada, se trata de
Ferdinand Lasalle (1825-1864), uno de los fundadores del movimiento socialista.
De allí tomó Freud la cita y no de Virgilio
como se ha creído, creencia que Freud dejo correr. El recorrido es que la cita
de Virgilio le llega a Freud mediante la obra de un dirigente político,
Lasalle. Su obra y el tema de ella, los sueños, quedan articulada con las
formaciones sociales que Lasalle estudiaba y se proponía cambiar. En
consecuencia los sueños, su tratamiento por el psicoanálisis, no están al
margen del infierno que conforma la sociedad donde vivimos y viven quienes tienen
sueños y van al consultorio de un analista para hablar de ellos. Encontramos
allí la pertinencia de interrogar las relaciones del psicoanálisis con el
actual lazo social, llamado posmodernidad y su perspectiva de instalar una
sociedad global.
¿Cómo ubicar la cura analítica ante los combates de la
posmodernidad contra el anterior desorden subjetivo[1]? En occidente estamos
viviendo una era poscristiana. Ese hecho fue señalado entre otros por Jacques
Lacan, un psicoanalista, y Peter Sloterdijk, un filósofo. Esa era, ya no
encuentra en las Sagradas Escrituras de la tradición cristiana y judía los
elementos para comprender lo que ocurre, lo que nos ocurre. Conviene precisar
la posmodernidad no tiene por enemigo al psicoanálisis, sin embargo, su estructura
tiende de manera creciente a la eliminación de la subjetividad tal como la
hemos conocido. Otto Petras señalaba en 1935:
El cristianismo, el movimiento histórico más poderoso de
nuestro planeta, ha agotado su fuerza configuradora y nosotros vivimos post
Christum en un sentido más profundo que el del calendario[2].
Situemos una coordenada: allí donde se retiran las Sagradas
Escrituras, la ciencia toma la estafeta, en la vida cotidiana de manera
creciente. Los descubrimientos científicos se producen fuera de nuestro
alcance, luego sin solicitar permiso o autorización aparecen funcionando en
nuestra casa. La ciencia reducida sólo a un “discurso” es un abuso de la
metáfora que no contiene ningún exceso. Jacques Lacan sostendrá al respecto lo
siguiente:
No digamos que he escogido mis términos, sea lo que tenga
que decir, bien que no sea vano recordar aquí que el discurso de la ciencia, en
la medida en que sería recomendable por la objetividad, por la neutralidad, por
la grisalla y hasta por el género sulpiciano, es tan deshonesto y tan negro de
intenciones como cualquier otra retórica. (Escritos 2, apéndice. La metáfora del
sujeto)
Esas líneas nos enseñan una figura retórica –el discurso de
la ciencia-, no se trata del “discurso
científico” como un concepto definido en la doctrina del psicoanálisis. Las
múltiples reiteraciones de Jacques Lacan sobre el tema no alcanzan el estatuto
de un discurso, p.e., ese “discurso” no integra sus famosos cuatro discursos:
el amo, la histérica, el universitario y el analítico (26/11/1969). Entonces,
queda en el aire una pregunta: el estallido de una bomba atómica, la
modificación de la secuencia de un ADN; la clonación; el desciframiento del
alfabeto que permitirá leer el libro de la naturaleza ¿son sólo hechos discursivos
o constituyen el orden de actos singulares? Si son actos pueden, a posteriori
generar una serie finita o no de discursos. Tenemos el sorprendente caso de un
acto –de la ciencia- donde no está presente la subjetividad, a pesar de la
participación del científico y cuyas consecuencias modifican el territorio
subjetivo. Es posible leer sus consecuencias en el síntoma revelado en las
crisis sufridas por los científicos ante los descubrimientos donde tuvieron un lugar protagónico.
En la actualidad se despliega una batalla silencio entre la
cultura y la ciencia. Se aduce que la cultura es todo aquello que queda cuando
se elimina la ciencia[3]. Hoy, se afirma sin pudor alguno qué no se sabe qué
causa más dolor si no ser culto o no ser humano. Esa oposición binaria afirma que “Culto” es científico sin lo
“humano”. En esa dualidad la humanidad queda enfrentada la ciencia y no por
dual es menos real. ¿Y el terreno subjetivo? La subjetividad real se produce
cuando los humanos sueñan, tienen síntomas, producen lapsus, causan errores,
mientras la ciencia tiende a eliminar o prescindir o disminuir al máximo
posible cualquiera de esas variantes del error humano. En los accidentes de
aviación los informes de las compañías aéreas dividen las causas en: a.- Los
errores humanos; b.- Las fallas de las máquinas de control del vuelo. El orden
subjetivo (equívocos, pasiones, amores, odios, afectos, angustias, visiones del
mundo,…) suele oponerse al orden objetivo; se inserta el orden subjetivo del
lado de aquel que habla, por ello suele decirse que es un espejismo, una
ilusión, un engaño, carece de objetividad pues deforma el orden objetivo. Los
medios de masivos hacen publicidad de su “información objetiva y veraz”. La
dimensión hasta ahora eludida del psicoanálisis, es que lo subjetivo no está
del lado del que habla. El terreno subjetivo es algo que encontramos en el real
de los sueños, de los lapsus, los errores, los actos fallidos, los síntomas que
provienen del lazo cultural que nos recibe y alberga[4]. El orden subjetivo no
es producto de quien tiene tal o cual
idea, sino al contrario, él padece esa subjetividad real. El desorden subjetivo
en el cual vivimos está producido por una objetividad causa de nuestro malestar
en la cultura. El privilegio indebido otorgado al carácter simbólico del sujeto
y la subjetividad tiende a opacar el
componente real del sujeto[5].
La ciencia sirve al género humano y cobra ese servicio con
una desaparición, p.e., una contestadora telefónica elimina la voz del humano.
Si se escucha una grabación de “nuestra voz” se hace una experiencia subjetiva
intensa pues no la reconocemos como siendo “nuestra”, nos viene de otro lado.
Si volvemos a la máquina de responder mensajes localizamos una pregunta: ¿Se
puede pedir a ese aparato que responda dejándose llevar por el fluir de las
palabras y los tonos de la voz? En el clásico y antiguo hotel Waldorf Astoria
de la ciudad de New York se instaló un
sistema de cómputo que permite al usuario retirarse sin hacer ningún trámite.
Ese cambio científico-tecnológico modifica la cortesía y hospitalidad
cotidiana: nadie le dará al huésped un saludo de despedida o una reconvención
por su comportamiento. La cortesía con su carga erótica, de amor y de odio,
dejó paso a la frialdad del cálculo.
La ciencia y sus agentes desconfían de las llamadas ciencias
humanas por un hecho de estructura: ella no requiere de sujetos, más aún de
preferencia los excluye. Cada robot en la industria elimina puestos de trabajo
y trabajadores como tales. Andres Openheimer, intelectual de Miami, EEUU,
afirma que “ mientras EEUU, Europa, China
producen científicos, América Latina esta ahogada por la producción de
filósofos y psicólogos”. La inserción de la psiquiatría en los cánones
científicos de la medicina ha eliminado su antigua práctica de dejar hablar al
paciente, y quizás, esté eliminando a esa práctica como especialidad. Los practicantes de las “ciencias” humanas
subrayan un hecho a tomar al pie de la letra: la ciencia ignora la condición humana,
es decir, la condición de que haya un sujeto que toma siempre algo por otra
cosa. Un saludo suele tomarse como signo de cortesía para pasar a otra cosa,
p.e., un encuentro amoroso[6].
La posmodernidad surgida de la experiencia del campo de
concentración conlleva como herencia de origen la introducción de la ciencia en
la vida cotidiana. En efecto, las “fábricas de cadáveres”, definición mínima
del campo de concentración nazi, estaban regidas por criterios “científicos”,
por “delirios científicos” y por prácticas de la ciencia, en particular, a
nivel biológico. Conviene tener a la vista una advertencia: en la luz de la
razón del siglo llamado de las luces[7] brilla también el fuego del horno
crematorio y la cámara de gas de la catástrofe. ¿Acaso no fue dentro de la
cultura alemana –Hegel, Kant, Heidegger, Beethoven, Wagner, Plant, Mach,
Einstein, Hermann Hess para citar sólo algunos de sus constructores- donde se
levanto el campo de concentración? Uno de los países más cultos de América
Latina, Argentina, conoció la barbarie de haberle sido eliminada una generación
debido a sus convicciones políticas, practicando, además, una política de
limpieza de la herencia, mediante el secuestro de infantes.
La ciencia basa su eficacia, entre otros motivos, en la
certeza de sus efectos, a diferencia de la humana incertidumbre de la vida[8] .
La certeza científica cuya inundación padecemos parece única ¿Fue siempre esto
así? No, basta con recordar que los cazadores (la sociedad humana más
primitiva) conocían sin tener ciencia alguna la certeza de alcanzar a su presa.
Cuando sus flechas alcanzaban su blanco acertaban, tenían un acierto vital. Su
pensamiento era adecuado al acto y al hecho, era una forma de la verdad. Algo
semejante ocurría en la sociedad de recolectores, ellos carecían de la
astronomía y de la meteorología, a pesar o gracias a esa ausencia,
recolectaban[9]. Recolectaban lo correcto, acertaban y tenían la certidumbre de
comer eso, su grado de verdad tenía una certidumbre elevada.
Es necesario tomar nota de un olvido muy moderno. Las
actuales prácticas científicas, sus investigaciones, olvidan su deuda con esas
ancianas tradiciones de cazar y recolectar. La modernidad y la posmodernidad
son una suerte de amnesia permanente con tendencia a la generalización. A mayor
aumento de capacidad de la memoria de las computadoras avanza el alzheimer
compartido: se pierde la memoria y se pierde la historia. En esas antiguas
tradiciones la verdad está presente por la articulación de los medios con los
fines, de allí su grado de certeza. La diferencia estriba, como señala Peter
Sloterdijk, en que los hallazgos de la ciencia no dejan en claro que harán con
nosotros, y agregamos ¿qué harán de nosotros?:
Por que se apartan de la pequeña relación de búsqueda y
hallazgo y hacen saltar por los aires todas las formas de vida conocidas hasta
ahora. Estos inventos y hallazgos arrollan el mundo como una marea viva que aún
no tiene verdad propia[10].
En el mundo cotidiano todavía persisten arcaicas funciones
de la verdad que han legado una gran cantidad de conceptos que determinan lo
correcto, justo y oportuno en las prácticas locales: para la medicina
tradicional es apto lo que remedia; para el sastre es correcto lo que ajusta;
para los músicos es adecuado aquello que armoniza; para el carpintero el
acierto consiste en aquello que ensambla; para un albañil está bien hecho
aquello que se mantiene de pie; para el psicoanálisis la respuesta del
analizante confirma cuando una intervención llega a su blanco. Llevado a un
extremo sostendremos con Sloterdijk que toda la gramática generativa de Noam
Chomsky no serviría para saber si una frase es correcta o no, si no supiéramos
qué es un pantalón que no cae bien. Esta imagen del sastre no es lejana a la
imagen de Freud inventando el cuerpo del psicoanálisis y sus ropajes. Este fue
el terreno de las prácticas cotidianas de múltiples culturas de la
correspondencia y la adecuación en los pensamientos, los actos y los hechos o
situaciones. En esa tierra ya abonada se insertaron las verdades, de la
metafísica, la religión, la estética y por último, llegó la ciencia para
levantar imponentes edificios derrumbando las anteriores construcciones.
Las prácticas de las sociedades humanas todavía se dejan
guiar por el paradigma de la conjetura. Ese paradigma permite sostener la
singularidad de cada sujeto con sus experiencias irrepetibles y gracias al
cáncer del lenguaje humano[11] producen una transmisión por la vía del equívoco
– Si hay equívocos, todavía hay humanos- dando a nuestra vida la sal, la
pimienta, el aceite y el vinagre que sazonan la existencia que nos tocó vivir.
Ahí, en esa ensalada se localiza la experiencia y la doctrina del
psicoanálisis[12]. El orden de la secuencia importa: 1.- la experiencia; 2.- la
doctrina; 3.- la transmisión de la segunda causada por la existencia de la
primera. La serie contiene los elementos del paradigma conjetural constitutivo
de nuestra práctica. Kant nos recordó, en sus obras, la existencia no sólo de
una teoría pura sino también de una experiencia pura. Con pureza o sin ella, él
reconocía su existencia.
El psicoanálisis se sitúa a contrapelo de la posmodernidad y
es una respuesta probable ante la inhibición, síntoma y angustia provocados por
ella. Hamlet ya constataba el desquiciamiento del tiempo presente, un temblor
sacude nuestras vidas y afecta a las formas de la armonía y de la desarmonía,
del acierto y del error, y socava los fundamentos de todas las posibilidades de
rectitud conocidas. Acabamos de vivir una guerra cuya causa, la búsqueda de
armas de destrucción masivas, sólo tenían una certeza: no existían, así lo
verosímil necesario y su correlato de verdad quedaron afectados[13]. Cuando se
realiza en esa escala un complot, ¿se puede seguir hablando de la paranoia de
las teorías del complot? En el plano cotidiano de los encuentros humanos, la
diferencia entre hombre y mujer, llamadas identidades sexuales – si es que
alguna vez lo fueron, al menos para el psicoanálisis- ya no rigen con su
antiguo vigor los síntomas de vivir la vida sexual. Asistimos a una disolución
creciente de las diferencias anatómicas y visuales de los sexos[14], la moda
llamada, hace algunos años, “unisexo”, presentaba ya esa disolución. Hoy, la
diversidad de géneros (hetero, homo, lesbico, gay, transexual, transgénero),
con su nueva carga de clasificaciones zoológicas, tan caras a Borges, son los
últimos vestigios para disfrazar, mediante una disimulación honesta, la única
diferencia: la entrada por salida del pistón fálico en sus diferentes formas. Cada
género requiere para su goce sexual, erótico de un agujero más un instrumento
para recorrerlo –entra y sale; si ese instrumento es un pene, un ojo, un
sonido, un perfume, un brazo, un dedo, una lengua, etcétera, en nada modifica
el recorrido. La caída de esos referentes genera nuevos temores y temblores
posmodernos. Entonces ¿Cómo recibir en el diván del psicoanalista los “nuevos”
sufrimientos para pasar a otra cosa? El psicoanálisis no está en condiciones de
ofrecer el regreso a un pasado idílico, de corte paradisíaco, pues como cada
paraíso ya está irremisiblemente perdido y perimido. Sin embargo, tampoco tiene
la función de convertirse en el ideólogo de las formas de vida sin renuncia a
su acto mínimo: analizar.
La cura analítica es una práctica en acto, debido a esa
situación carece de un sistema de pensamiento estructurado en una unidad
teórica, sólo tiene una doctrina como lo
revela Freud, en Tres ensayos de teoría sexual (1905) [Drei Abdhandlungen zur
Sexualtheorie ]: el psicoanálisis se ocupa de los efectos de inhibición,
síntoma y angustia producidos por las teorías sexuales infantiles. Los
analizantes aportan una gran cantidad y diversidad de teorías. El psicoanálisis
localizó en cada sujeto la posibilidad de inventar su teoría respecto de la sexualidad,
y los sujetos acuden al análisis cuando encuentran algún descalabro en su
“sistema teórico” o “sistema de pensamiento” para enfrentar con él, la vida.
¿Qué ocurre cuando alguna de esas “teorías” adquiere su nivel de hecho en la
realidad compartida? Quizás convenga, en
lugar de proponer “teorías”, seguir a Freud y estudiar las nuevas teorías
sexuales en los tiempos de la muerte de Dios.
Algunos casos relatados por Freud muestran los descalabros
“teóricos” como la causa de ir a consulta: Dora, sufre el descalabro cuando se
ve obligada a efectuar una declaración sexual; el llamado “Juanito” queda
sorprendido al localizar la ausencia de pene en su pequeña hermana; Schreber
vive el inicio de su psicosis cuando se imagina ser una mujer en el momento del
coito; Serguei C. Pankejeff, el hombre de los lobos, queda sometido a los
penares del mundo cuando una gonorrea rompió a sus dieciocho años su camisa
fetal.
La conjetura del acto en la cura analítica
¿Qué clase de acto inventó Freud? Un acto sin pensamiento, y esa cualidad se lee en el
inicio de su invento cuando escribió, Sobre el mecanismo psíquico de la
desmemoria (1898), recapitulado luego como abertura de su ensayo Sobre la
psicopatología de la vida cotidiana (Sobre el olvido, los deslices en el habla,
el trastocar las cosas confundido, la superstición y el error (1901) El título
ya indica la ausencia de un pensamiento como metáfora de un sistema teórico. La
neurología debido a su sistema teórico consideró y aún considera, esos
elementos como “basura informática”, lo importante para ella es el sistema
neuronal y su cadena de transmisión. En ese texto inaugural se lee lo
siguiente:
La ocasión que me indujo a considerar en profundidad este
fenómeno del olvido temporal de nombres fue observar ciertos detalles que, si
bien no se presentan en todos los casos, en algunos se disciernen con bastante
nitidez: en estos últimos no sólo se produce un olvido, sino un recuerdo falso…
acuden a la conciencia otros -nombres sustitutivos...Con otras palabras:
conjeturo que el nombre o los nombres sustitutivos mantienen un nexo detectable
con el nombre buscado.
Y luego, en consecuencia, no tiene más remedio que indicar:
El mejor procedimiento para
apoderarse del nombre buscado consiste, como es sabido, en «no pensar en él»,
vale decir, distraer de la tarea la parte de la atención sobre la cual se
dispone a voluntad. Pasado un rato, el nombre buscado se le «descerraja» a uno
(S. Freud, en Obras completas, volumen III, Amorrortu Editores, buenos Aires,
1976, pp.281-282)
Cuando dejamos de pensar en un término, éste se impone de
tal manera que rompe la cerradura del olvido: “se le «descerraja» a uno;
imposible abstenerse de proferirlo en voz alta, para gran asombro del
interlocutor, quien ya ha olvidado el episodio y participó muy poco en los
empeños del hablante”. Las palabras, los sueños, los actos fallidos, las
angustias, los deseos, nuestra vida sexual y erótica tienen un común
denominador: son impuestas, las vivimos o sufrimos como proviniendo de un otro
ajeno, hasta que hacemos el acto de iniciar la apuesta de un análisis, allí eso
ajeno se hace nuestro: Donde ello era, yo ha de advenir. Este aserto freudiano
recuperado por Lacan, tiene un determinativo, es decir, sólo es válido para un
sujeto que “acepta” la determinación previa, p.e.: la anatomía es destino.
Nuestro problema clínico y doctrinario es que en las actuales condiciones esas
determinaciones pueden ser modificadas y dejan de ser tales.
El lector puede constatar la dificultad de abrir una
cerradura con pensamientos. A partir de abrirla pensamos. Así una vez que
abrimos la puerta de un análisis comenzamos a pensar en él. El texto de Freud
sobre el olvido trata del análisis de un olvido vivido por él, para recuperar
lo olvidado hace el análisis. El olvido
y su reconstitución ofrecen una enseñanza en condiciones de transmitirse a
otros: lo olvidado nunca es borrado de forma total, en su lugar quedan restos,
huellas, señales e indicios.“Leyendo” los restos de aquello que no está visible
lo reconstruimos de manera tanto o más exacta que cualquier ciencia dura.
Siguiendo al historiador Carlo Ginzburg, emplear el verbo “leer” es un exceso
de metáfora[15].
Esta singular lectura tiene la organización de una
conjetura. Freud en su obra Tótem y tabú… (1912-1913) escribe:
Todavía debo mencionar un ensayo
de explicar la génesis del horror al incesto; es de índole muy diferente a los
considerados hasta ahora. Se lo podría caracterizar como una deducción histórico-conjetural.
Luego, en Algunas lecciones elementales sobre psicoanálisis
(1938) sostendrá que el psicoanálisis no es más conjetural que la física
respecto del supuesto de las fuerzas básicas con que opera. Un año después en
Moisés y la religión monoteísta (1939 [1934-1938]) precisa su propuesta:
Hay que admitirlo: este panorama
histórico-conjetural {historisch} es lagunoso y en muchos puntos incierto. Pero
quien pretendiera declarar puramente fantástica nuestra construcción del
acontecer histórico primordial {Urgeschichte} incurriría en una enojosa
subestimación de la riqueza y la fuerza probatoria del material que la íntegra.
La cura del psicoanálisis opera caso por caso gracias a un
disparador: el despliegue de un acto conjetural organizado a partir de una
dependencia con el análisis organizada por ese fenómeno extraño y bullanguero,
que tiene el nombre de amordio de transferencia. La conjetura es seguir la
secuencia ordenada, la forma, de las huellas, trazas, señales, de un objeto que
causa un sujeto. Es decir, p.e,, cuando en un parque vemos la cantidad de
basura del fin de semana, “leemos” por aquí pasaron humanos, los animales sólo
dejan desechos orgánicos. La conjetura de una cura analítica se despliega en el
terreno libidinoso de un amordio, que como amor verdadero recibió el calificativo
de transferencia. Ese amor comparte las desgracias y las enormes bondades de
todo amor: sin él no se puede vivir, con él se vive de manera incomoda pero se
vive. Y si el amor, ese dar lo que no se
tiene trastabilla, se quiebra, comienza a extinguirse, al menos como lo hemos
vivido y analizado hasta ahora ¿Qué está
ocurriendo hoy con el amor?
El amor en la cura analítica contiene la dialéctica de una
opción: la bolsa o la vida, al querer conservar la bolsa se pierde la vida,
ésta se la puede arriesgar a condición de tener una vida sin bolsa o con una
bolsa agujereada. La opción recuerda a Hegel cuando lanzó su opción ¡La
libertad o la vida! La cura requiere del analizante desprenderse de la libertad
para arriesgarse a vivir una vida en el juego del deseo. Este amor de
transferencia confirma otra vez, la tendencia del psicoanálisis de nadar a
contrapelo, p.e., de la oferta posmoderna de una libertad o felicidad sin límites. Si los humanos, de
acuerdo a Aristóteles, Freud y Lacan buscan la felicidad ¿qué ocurre cuando el
lazo social se la proporciona? Así cuando un padre ha prometido traer dulces a
su hijo y llega a la casa sin ellos, puede indicarle al crío: “Los tenía pero
se cayeron por el agujero del bolsillo”. No es lo mismo, ni sustituible por la oferta
sin perdida de los dulces de la publicidad, sólo que hoy, ese padre podría ser
enjuiciado por “maltrato”.
El amor de transferencia permite al sujeto, sea cual sea su
identidad sexuada, acceder a los eventos que le provocan sufrimiento, y en
ciertas circunstancias, construirá el objeto que causa un deseo. Es decir,
p.e., en lugar de gozar de los “beneficios” de un síntoma, una inhibición o una
angustia, gracias al amor de transferencia logra sustraer un fragmento a ese
goce y con eso construye la causa de un deseo.
Este es el punto de gozne de un análisis frente a los
malestares vividos por los habitantes de la posmodernidad. Ella tan cargada de
normas y derechos no repara, ni se detiene ante el hecho insólito de la
posibilidad de un sujeto sostenido por deseo que no se guía por un estándar
sino por la singularidad de aquello que lo causa. Así se localiza la operación
conjetural de cada análisis: la vía por la cual el amor permite al goce
condescender a un deseo. Ese deseo sostiene con vida al sujeto, y con eso le
será factible sostenerse viviendo ante tanta invasión del saber. ¿Será tan
fuerte el deseo? La posmodernidad nos condena a cambiar la sociedad del trabajo
por una sociedad del aprendizaje, llamado “capacitación”, y allí, los expertos
nos retacan de saberes para capacitarnos, ese aumento de entrenamiento genera
un crecimiento geométrico de la estupidez compartida.
Veamos al respecto un caso extraído de otra de las obras
canónicas, es decir, el canon del acto del psicoanálisis, se trata de La
interpretación de los sueños. Freud hace referencia a un sueño que el tomó de
una obra homónima de Artemidoro de Daldis, originario de Efeso, quien a su vez
escribe el accionar de:
Según creo, Aristandro también
tuvo suerte al interpretar una visión de Alejandro de Macedonia consistente en
que un Sátiro bailaba sobre su escudo. Aquél había rodeado a la ciudad de tiro
y mantenía el sitio, más se impacientaba por el paso del tiempo y por ello
estaba disgustado…Pues bien, tras dividir el nombre en de Sátiro en Sa –Tiro,
incitó al monarca a que intensificase la lucha, de forma que éste conquistó la
plaza. (Artemidoro de Daldis, La interpretación de los sueños, Biblioteca
clásica Gredos, Madrid, 1988, pp. 390-391)
El intérprete genera las condiciones para dar un lugar a un
sujeto renovado surgido de ese acto. ¿De qué acto? El acto de suprimir una
inhibición sufrida por Alejandro. ¿Qué ocurría? Alejandro era presa de una
inhibición, el sueño le muestra –un actino-out onírico- la dirección para
solucionar la cuestión y el onirocrítico lo conduce al acto que levanta la
inhibición. Alejandro da el paso y cambia su vida, a tal grado que cambiará su
nombre, con él entrará en la historia: Alejandro Magno, el emperador de un
basto imperio[16]. No hay en ese fragmento de cura, ni en el sueño traza alguna
de pensamiento, luego, a posteriori, Nachträglichkeit dirá Freud, Alejandro
pensará en su nueva vida, tendrá pensamientos junto con una vida distinta de la
anterior. Si, en efecto, hay pensamientos inconscientes que tienen una
estructura particular: no son sistemáticos y sólo ocurren en un tiempo
posterior a las gamas del acto que atraviesan a un analizante. En este caso, el
acto de Aristandro al empujar a Alejandro para que no retrocediera ante eso
propuesto por el sueño. Hoy, quizás, Aristandro podría recibir la acusación de
violar los derechos humanos del soñante pues lo incito al acto y ejerció
violencia contra él, la violencia de efectuar un deseo.
Entonces, para concluir: hemos indicado que la cura
psicoanalítica es una práctica conjetural conducida por el amor. La cura está
organizada a partir del acto, y él provoca que surjan pensamientos. La
interpretación de los sueños; Psicopatología de la vida cotidiana, El chiste y
su relación con lo inconsciente, son una construcción subversiva de alcance
mayor que la supuesta herida narcisista infringida al género humano por el
inconsciente. En esas obras se trata de localizar el carácter constituyente para
cada uno de nosotros de los restos, las huellas, los indicios que nos permiten
construir aquello que no está visible y que sostendrá nuestra vida en vida
deseante hasta que llegue el momento de abandonarla. Hay muertes producidas
sólo cuando el objeto de ella se agota, ese agotamiento afecta la vida.
Lacan, otro psicoanalista, escribió en 1945, El tiempo
lógico y el aserto de certidumbre anticipada[17] donde desplegó la lógica
conjetural siguiendo los signos, restos, y huellas para reconstruir el color
que lleva cada prisionero. Tres prisioneros convocados por el director de la
cárcel deben resolver un enigma que él les propone, saber cuál es el color de
un disco que les será colocado en sus espaldas. A ese saber deberán llegar sin
ver y dando las razones de su conclusión, así obtendrán la libertad. Los
prisioneros al darse color –identificarse con el color que los identifica-
obtienen la salida de su encierro. Los penalistas y los psiquiatras forenses
han señalado los problemas de identificación, darse color, como la causa del
reingreso de los liberados a su condición de presos.
Siguiendo las huellas conjeturales, p.e., la fechas de una
las reescrituras de ese texto (1945), se reconocerá que Lacan abordaba de esa
manera las perspectivas atroces para el género humano del campo de
concentración. En los campos de concentración nazis los prisioneros llevaban en
la parte delantera de su uniforme una estrella de distintos colores que
indicaba su “origen”. Mientras que en el brazo recibían un trazo numérico que
borraba, quizás para ellos y para los otros del poder, el trazo unario de su
origen. Hoy ese campo de concentración es el paradigma que rige la
posmodernidad. Allí los prisioneros estaban encerrados por pensar, p.e., en el
caso de los judíos, algunos pensaban que “ya no lo eran”, sólo al dejar de hacerlo algunos lograron
salir y sobrevivir. Primo-Levi da un testimonio de lo que fue el olvido de su
origen judío, sólo recuperó cuando es enviado a Auschwitz por la Gestapo. Debe recordarse que los campos de
concentración fueron la primera fábrica destinada a producir cadáveres[18].
Luego, Lacan siguió de cerca las travesías de los
protagonistas de “La carta robada”, un cuento de Edgard Alan POE, el recorrido
y la constitución subjetiva de los diversos protagonistas se realiza sin la
participación de pensamiento alguno. El texto por otro lado es una crítica
devastadora del estado policíaco, algo que hoy se presenta como viable de forma
universal a partir de la reciente guerra contra Irak: un solo estado se erige
como policía del mundo. Mientras seguimos pensando en ese estado, él ya se
instaura entre nosotros[19].
Se puede argumentar un dato: Freud al inventar el
psicoanálisis hablo de los pensamientos inconscientes. Esa objeción tiene una
condición, ubicar el estatuto de esos pensamientos: los sueños, los lapsus, los
actos fallidos, los actos logrados, los errores, la reparación de los errores,
la inhibición, el síntoma, la angustia. Tenemos frente a nosotros una serie de
actos que el analizante vive sin tener ningún control sobre ellos, incluso la
experiencia indica que cuando el analizante
piensa, en ciertas condiciones bloquea los “pensamientos inconscientes”
y en otras, piensa a partir de esas formaciones: el pensar no es un pensamiento
es un acto a la espera de un sujeto, cuando X o Y es habitado por un sueño
suele ocurrir que el sueño sin pensar interpreta un deseo que espera al soñante para
transformarlo en sujeto del mismo[20]. Se concluye entonces que el sueño ya es
una interpretación efectuada sin pensar. El acto analítico permitirá en tal o
cual condición llevar a cabo una operación disimulada: la “lectura” de ese
deseo ya interpretado.
He aquí entonces, los elementos mínimos y muy débiles con
los que cuenta el psicoanálisis en la cura y en la doctrina: huellas, señales,
signos de un objeto. Estos elementos pueden colaborar a una ubicación posible
de la práctica psicoanalítica ante los desafíos formulados por la
posmodernidad, se trata de ofrecer un lugar donde aún sea viable a partir del
amor y del odio de transferencia, la constitución de un sujeto en condiciones
de sostenerse deseando algo en la vida. Así retomamos el dilema entre una
cultura expurgada de la ciencia o la ciencia expurgada de la conjetura humana
nos queda ahora una alternativa un poco distinta: el psicoanálisis no puede
practicarse sin que el analista este advertido en una medida amplia de las
leyes impersonales y descubrimientos que la ciencia puja por colocar en el
centro de la vida cotidiana. Quizás, sólo quizás, esa sea una forma para que el
analizante construya los utensilios para contrarrestar, en grados variables y
desde ya modestos, los efectos de una ciencia que tiende a borrar al género
humano tal lo hemos conocido hasta ahora. Por ejemplo, el caso del analizante
al cual el biopoder, le sopló al oído la posibilidad de inhabilitar a su cría
–padecía una forma de psicosis- y le añadía, además, la conveniencia de
someterla a una extirpación de sus órganos reproductores.
En este momento de cerrar el texto hacemos nuestro un
hallazgo de Jacques Lacan de 1966:
Aquí no aparece ya aceptable la
oposición que podría trazarse de las ciencias exactas con aquellas para las
cuales no cabe declinar la apelación de conjeturales: por falta de fundamento
para esta oposición. Pues la exactitud se distingue de la verdad, y su
conjetura no excluye el rigor. Y si la ciencia experimental toma de las
matemáticas su exactitud, su relación con la naturaleza no deja por ello de ser
problemática. (Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis,
presentado en Roma)[21]
Lacan llego hasta allí, sólo nos resta la posibilidad, de
que a partir de ese límite construyamos las condiciones para pasar a otra cosa
antes de que nos pasen al lugar de los museos o nos eliminen. Sobre esta última
posibilidad, el reciente acto de Giorgio Agamben, filósofo italiano, no sólo
nos alerta sobre la vitalidad del acto ante tanta obscenidad, al tiempo que
indica cómo, hoy, cada humano es situado
como un peligro a perseguir y candidato a recibir el tratamiento dado a los
judíos por los nazis. Vitalidad del acto, es su acto de cancelar sus seminarios
en los EEUU para no someterse a las nuevas medidas de control a cargo del
biopoder. ¿Seguiremos ante ello sosteniendo la indiferencia?
Bibliografía:
[1] Ese desorden subjetivo permite a S. Freud escribir, El
malestar en la cultura (1929-1930)
[2] Citado por Peter Sloterdijk en Eurotaoísmo. Aportaciones
a la crítica de la cinética política, Seix Barral, Los tres mundos,
Barcelona,2001, p 57.p.
[3] Al respecto es sugerente la lectura de las pistas
abiertas por el suplemento cultural
Babelia de la edición mexicana del periódico El país, cuyo tema era:
Ciencia y cultura, una fusión fría (4/10/2003). Se notará el tono irónico dado
al mencionado encuentro.
[4] Lacan, J. Las Psicosis. Buenos Aires, Paidós; Lacan in
Italia, Giacomo B. Contri, La salamandra, 1976
[5] El canon simbólico del sujeto lo indicó Lacan: "El
significante representa un sujeto para otro significante" (1968); años
después él mismo tomaba nota del fracaso de tal formulación ante ciertos hechos
clínicos que revelaban un sujeto no sostenido por la cadena significante o
simbólica.
[6] Al respecto se puede consultar el clásico estudio
de Lord Charles P. Show, Las dos
culturas, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2000.
[7] En América Latina, el “camarada Gonzalo”, estudio en La
Sorbonne, Paris, su licenciatura de filosofía. Este “camarada” llamó a su
organización “Sendero Luminoso”; junto con él, con poca diferencia de tiempo,
Pol Pot, estudiaba en esa Universidad, él fundo una organización, el” Khmer
Rojo”. Son dos casos prácticos donde las luces conducen a una carnicería.
[8] Esa incertidumbre no se deja atrapar por la
incertidumbre descubierta por la física a principios del siglo pasado, ni por
la incertidumbre del mercado.
[9] Las denuncias ecológicas respecto de los productos del
agro modificados genéticamente, los llamados transgénicos, revelan que no
siempre el progreso es el paraíso.
[10] Peter Sloterdijk, Eurotaoísmo. Aportaciones a la
crítica de la cinética política, Seix Barral, Los tres mundos, Ensayos,
Barcelona, 2001, pp. 184-185. Jacques Lacan, algunos antes de este filósofo se
formulaba éste último interrogante ante el avance de los transplantes, lo hacía
en el curso de seminario oral, 1962/1963, L’angoisse.
[11] Un cáncer pues la metástasis del lenguaje es su
equívoco permanente: “El deseo del Otro” ¿A qué apunta esa frase? Un lenguaje
constituido por palabras, por imágenes y los componentes reales del cuerpo.
[12] La invención del psicoanálisis sucede cuando en la
cultura se enfrentan las formas tradicionales de pensar con los balbuceos de
una generalización de la ciencia. Baste con recordar un dato: Freud al inventar
el psicoanálisis optó por abandonar su prometedora carrera en el campo de la
ciencia ( descubrimiento del carácter anestésico de la cocaína; avances en la
neurología) Acaso, no sin tino sus notas preliminares fueron bautizadas con el
título de “Proyecto de una psicología para neurólogos” (1895). El
enfrentamiento afectaba a las formas paternas y al nombre del padre, cuyo
síntoma macro social era la crisis del Imperio Austro-Húngaro, régimen abatido
por un regicidio, una forma de crimen edípico, según la tradición freudiana.
[13] Después de esa experiencia cómo distinguir la “realidad
normal” de una trama organizada por las “fuerzas de un complot” sean estás del
signo que sean. Pasamos de la paranoia compartida a la efectuación de una
realidad paranoica unificada..
[14] En Discovery Channel, destinado a los avances
científicos en el terreno biológico, se ofrece un programa donde Pat Califia,
quien se define por ser un hombre transgénero, escribe obras teóricas al
respecto. Él se cambio el sexo, gracias a al ciencia, se “identifica” como un
trans bisexual. En ese programa publicita los efectos benéficos del empleo de
la testosterona y de la hormona del crecimiento. Es decir estamos no ante un
“freack” americano sino ante un humano genéticamente modificado. Conviene recordar el filme El huevo de la
serpiente, donde se muestran los experimentos biológicos luego desplegados al máximo por la ciencia
médica en el campo de concentración nazi. Pat Califia es un caso de
cuestionamiento al psicoanálisis, pues él se cambio en la actualidad el sexo y
no espero que pasen varios miles de años para el surgimiento de una nueva raza
de hombres como indicaba un caso estudiado por Freud, el Dr. Daniel P.
Schreber.
[15] Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e
historia, Gedisa, Barcelona, 1989.
[16] Alejandro Magno, llamado el Grande, era rey de Macedonia
356- 323 AC, discípulo de Aristóteles, destruyo la ciudad de Tebas, sometió a
toda Grecia, ocupo Fenicia, Israel, Egipto, llegó con su ejército hasta la
India, dominó Persia creando el mayor Imperio de la antigüedad.
[17] Para un estudio detallado de los avatares de las
diferentes versiones y contenidos de este texto el lector cuenta con la
investigación de Eric Porge, Se compter trois. Le temps logique de Lacan,
Littoral, Editions Erès, Toulouse, 1989.
[18] Ver, Giorgio
Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida; Lo que queda de
Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo sacer III, Pretextos, Valencia, 1998 y
2000. Además consultar la revista Metapolítica, Las barbaries de la
civilización, 28, volumen 7, marzo/abril 2003, México DF.
[19] Las enseñanzas clínicas y doctrinarias podría ser
objeto de una sola crítica, ellas revelan una carencia de pensamientos, o
muchos de un sistema de pensamientos. En muchas ocasiones sus “conceptos” son
una cosa, luego otra para terminar siendo todo lo contrario.
[20] Léase al respecto el seminario oral de Jacques Lacan,
El deseo es su interpretación (1958/1959).
[21] Este es sólo uno de los momentos donde Jacques Lacan
abordó el tema del psicoanálisis como práctica de la conjetura, sería necesario
otro trabajo para hacer un recorrido por los mismos, al igual que por la
presencia del término en la obra de Freud.
Me parece que solo en tanto la doctrina del psicoanálisis este articulada a la época, el análisis tendrá lugar, lo digo porque en este escrito localizo esos elementos: doctrinarios y de época. A su vez, en consecuencia se localiza un efecto político, el analista en la polis; lo escribo porque me parece un muy buen texto.
ResponderEliminarLa articulación de las huellas, los indicios y los trazos en relación al objeto que causa el deseo, no lo había hallado, me sorprendió.
Me atrevo a leer que la noción dicha, como que no quiere la cosa, de "la condición de que haya un sujeto que toma siempre algo por otra cosa." que esta en la primer parte del escrito, toma en cuenta la caída de la cadena significante y se monta en la formulación mínima del signo de Pierce y retomada por Lacan, me parece una hipotesis a seguir...
Por último, la frase " pensar no es un pensamiento es un acto a la espera de un sujeto" me parece interesante en tanto que a la oposición pensamiento y acto le introduce un vector, una puesta en marcha del pensar que tiende a algo para que el pensamiento desaparezca devenga el acto.
Saludos.