Freud: el psicoanálisis una práctica sin pensar [1], por Alberto Sladogna


     
          Freud: el psicoanálisis una práctica sin pensar,  por Alberto Sladogna
               ([1])publicado el 05/04/2004 en http://www.elsigma.com)

Freud inicia su obra canónica, La interpretación de los sueños (1900 -1899- ), con este epígrafe: 
                                  Flectere si nequeo superos,

                                      Acheronta movebo


"Si no puedo convocar a las fuerzas celestiales, moveré a las del infierno". Se trata de una invocación a las fuerzas del averno ¿De cuál infierno? Del infierno de aquello que el llamó el inconsciente y sus manifestaciones, en particular, el deseo. ¿Dónde se ubica ese infierno?
                                    
La respuesta puede encontrarse en la fuente citada, se trata de Ferdinand Lasalle (1825-1864), uno de los fundadores del movimiento socialista. De allí tomó Freud la cita  y no de Virgilio como se ha creído, creencia que Freud dejo correr. El recorrido es que la cita de Virgilio le llega a Freud mediante la obra de un dirigente político, Lasalle. Su obra y el tema de ella, los sueños, quedan articulada con las formaciones sociales que Lasalle estudiaba y se proponía cambiar. En consecuencia los sueños, su tratamiento por el psicoanálisis, no están al margen del infierno que conforma la sociedad donde vivimos y viven quienes tienen sueños y van al consultorio de un analista para hablar de ellos. Encontramos allí la pertinencia de interrogar las relaciones del psicoanálisis con el actual lazo social, llamado posmodernidad y su perspectiva de instalar una sociedad global.
¿Cómo ubicar la cura analítica ante los combates de la posmodernidad contra el anterior desorden subjetivo[1]? En occidente estamos viviendo una era poscristiana. Ese hecho fue señalado entre otros por Jacques Lacan, un psicoanalista, y Peter Sloterdijk, un filósofo. Esa era, ya no encuentra en las Sagradas Escrituras de la tradición cristiana y judía los elementos para comprender lo que ocurre, lo que nos ocurre. Conviene precisar la posmodernidad no tiene por enemigo al psicoanálisis, sin embargo, su estructura tiende de manera creciente a la eliminación de la subjetividad tal como la hemos conocido. Otto Petras señalaba en 1935:
El cristianismo, el movimiento histórico más poderoso de nuestro planeta, ha agotado su fuerza configuradora y nosotros vivimos post Christum en un sentido más profundo que el del calendario[2].
Situemos una coordenada: allí donde se retiran las Sagradas Escrituras, la ciencia toma la estafeta, en la vida cotidiana de manera creciente. Los descubrimientos científicos se producen fuera de nuestro alcance, luego sin solicitar permiso o autorización aparecen funcionando en nuestra casa. La ciencia reducida sólo a un “discurso” es un abuso de la metáfora que no contiene ningún exceso. Jacques Lacan sostendrá al respecto lo siguiente:
No digamos que he escogido mis términos, sea lo que tenga que decir, bien que no sea vano recordar aquí que el discurso de la ciencia, en la medida en que sería recomendable por la objetividad, por la neutralidad, por la grisalla y hasta por el género sulpiciano, es tan deshonesto y tan negro de intenciones como cualquier otra retórica. (Escritos 2, apéndice. La metáfora del sujeto)
Esas líneas nos enseñan una figura retórica –el discurso de la ciencia-,  no se trata del “discurso científico” como un concepto definido en la doctrina del psicoanálisis. Las múltiples reiteraciones de Jacques Lacan sobre el tema no alcanzan el estatuto de un discurso, p.e., ese “discurso” no integra sus famosos cuatro discursos: el amo, la histérica, el universitario y el analítico (26/11/1969). Entonces, queda en el aire una pregunta: el estallido de una bomba atómica, la modificación de la secuencia de un ADN; la clonación; el desciframiento del alfabeto que permitirá leer el libro de la naturaleza ¿son sólo hechos discursivos o constituyen el orden de actos singulares? Si son actos pueden, a posteriori generar una serie finita o no de discursos. Tenemos el sorprendente caso de un acto –de la ciencia- donde no está presente la subjetividad, a pesar de la participación del científico y cuyas consecuencias modifican el territorio subjetivo. Es posible leer sus consecuencias en el síntoma revelado en las crisis sufridas por los científicos ante los descubrimientos  donde tuvieron un lugar protagónico.
En la actualidad se despliega una batalla silencio entre la cultura y la ciencia. Se aduce que la cultura es todo aquello que queda cuando se elimina la ciencia[3]. Hoy, se afirma sin pudor alguno qué no se sabe qué causa más dolor si no ser culto o no ser humano. Esa oposición binaria  afirma que “Culto” es científico sin lo “humano”. En esa dualidad la humanidad queda enfrentada la ciencia y no por dual es menos real. ¿Y el terreno subjetivo? La subjetividad real se produce cuando los humanos sueñan, tienen síntomas, producen lapsus, causan errores, mientras la ciencia tiende a eliminar o prescindir o disminuir al máximo posible cualquiera de esas variantes del error humano. En los accidentes de aviación los informes de las compañías aéreas dividen las causas en: a.- Los errores humanos; b.- Las fallas de las máquinas de control del vuelo. El orden subjetivo (equívocos, pasiones, amores, odios, afectos, angustias, visiones del mundo,…) suele oponerse al orden objetivo; se inserta el orden subjetivo del lado de aquel que habla, por ello suele decirse que es un espejismo, una ilusión, un engaño, carece de objetividad pues deforma el orden objetivo. Los medios de masivos hacen publicidad de su “información objetiva y veraz”. La dimensión hasta ahora eludida del psicoanálisis, es que lo subjetivo no está del lado del que habla. El terreno subjetivo es algo que encontramos en el real de los sueños, de los lapsus, los errores, los actos fallidos, los síntomas que provienen del lazo cultural que nos recibe y alberga[4]. El orden subjetivo no es producto  de quien tiene tal o cual idea, sino al contrario, él padece esa subjetividad real. El desorden subjetivo en el cual vivimos está producido por una objetividad causa de nuestro malestar en la cultura. El privilegio indebido otorgado al carácter simbólico del sujeto y la subjetividad  tiende a opacar el componente real del sujeto[5].
La ciencia sirve al género humano y cobra ese servicio con una desaparición, p.e., una contestadora telefónica elimina la voz del humano. Si se escucha una grabación de “nuestra voz” se hace una experiencia subjetiva intensa pues no la reconocemos como siendo “nuestra”, nos viene de otro lado. Si volvemos a la máquina de responder mensajes localizamos una pregunta: ¿Se puede pedir a ese aparato que responda dejándose llevar por el fluir de las palabras y los tonos de la voz? En el clásico y antiguo hotel Waldorf Astoria de la ciudad de New York  se instaló un sistema de cómputo que permite al usuario retirarse sin hacer ningún trámite. Ese cambio científico-tecnológico modifica la cortesía y hospitalidad cotidiana: nadie le dará al huésped un saludo de despedida o una reconvención por su comportamiento. La cortesía con su carga erótica, de amor y de odio, dejó paso a la frialdad del cálculo.
La ciencia y sus agentes desconfían de las llamadas ciencias humanas por un hecho de estructura: ella no requiere de sujetos, más aún de preferencia los excluye. Cada robot en la industria elimina puestos de trabajo y trabajadores como tales. Andres Openheimer, intelectual de Miami, EEUU, afirma que “ mientras EEUU, Europa, China  producen científicos, América Latina esta ahogada por la producción de filósofos y psicólogos”. La inserción de la psiquiatría en los cánones científicos de la medicina ha eliminado su antigua práctica de dejar hablar al paciente, y quizás, esté eliminando a esa práctica como especialidad.   Los practicantes de las “ciencias” humanas subrayan un hecho a tomar al pie de la letra: la ciencia ignora la condición humana, es decir, la condición de que haya un sujeto que toma siempre algo por otra cosa. Un saludo suele tomarse como signo de cortesía para pasar a otra cosa, p.e., un encuentro amoroso[6].
La posmodernidad surgida de la experiencia del campo de concentración conlleva como herencia de origen la introducción de la ciencia en la vida cotidiana. En efecto, las “fábricas de cadáveres”, definición mínima del campo de concentración nazi, estaban regidas por criterios “científicos”, por “delirios científicos” y por prácticas de la ciencia, en particular, a nivel biológico. Conviene tener a la vista una advertencia: en la luz de la razón del siglo llamado de las luces[7] brilla también el fuego del horno crematorio y la cámara de gas de la catástrofe. ¿Acaso no fue dentro de la cultura alemana –Hegel, Kant, Heidegger, Beethoven, Wagner, Plant, Mach, Einstein, Hermann Hess para citar sólo algunos de sus constructores- donde se levanto el campo de concentración? Uno de los países más cultos de América Latina, Argentina, conoció la barbarie de haberle sido eliminada una generación debido a sus convicciones políticas, practicando, además, una política de limpieza de la herencia, mediante el secuestro de infantes.
La ciencia basa su eficacia, entre otros motivos, en la certeza de sus efectos, a diferencia de la humana incertidumbre de la vida[8] . La certeza científica cuya inundación padecemos parece única ¿Fue siempre esto así? No, basta con recordar que los cazadores (la sociedad humana más primitiva) conocían sin tener ciencia alguna la certeza de alcanzar a su presa. Cuando sus flechas alcanzaban su blanco acertaban, tenían un acierto vital. Su pensamiento era adecuado al acto y al hecho, era una forma de la verdad. Algo semejante ocurría en la sociedad de recolectores, ellos carecían de la astronomía y de la meteorología, a pesar o gracias a esa ausencia, recolectaban[9]. Recolectaban lo correcto, acertaban y tenían la certidumbre de comer eso, su grado de verdad tenía una certidumbre elevada.
Es necesario tomar nota de un olvido muy moderno. Las actuales prácticas científicas, sus investigaciones, olvidan su deuda con esas ancianas tradiciones de cazar y recolectar. La modernidad y la posmodernidad son una suerte de amnesia permanente con tendencia a la generalización. A mayor aumento de capacidad de la memoria de las computadoras avanza el alzheimer compartido: se pierde la memoria y se pierde la historia. En esas antiguas tradiciones la verdad está presente por la articulación de los medios con los fines, de allí su grado de certeza. La diferencia estriba, como señala Peter Sloterdijk, en que los hallazgos de la ciencia no dejan en claro que harán con nosotros, y agregamos ¿qué harán de nosotros?:
Por que se apartan de la pequeña relación de búsqueda y hallazgo y hacen saltar por los aires todas las formas de vida conocidas hasta ahora. Estos inventos y hallazgos arrollan el mundo como una marea viva que aún no tiene verdad propia[10].
En el mundo cotidiano todavía persisten arcaicas funciones de la verdad que han legado una gran cantidad de conceptos que determinan lo correcto, justo y oportuno en las prácticas locales: para la medicina tradicional es apto lo que remedia; para el sastre es correcto lo que ajusta; para los músicos es adecuado aquello que armoniza; para el carpintero el acierto consiste en aquello que ensambla; para un albañil está bien hecho aquello que se mantiene de pie; para el psicoanálisis la respuesta del analizante confirma cuando una intervención llega a su blanco. Llevado a un extremo sostendremos con Sloterdijk que toda la gramática generativa de Noam Chomsky no serviría para saber si una frase es correcta o no, si no supiéramos qué es un pantalón que no cae bien. Esta imagen del sastre no es lejana a la imagen de Freud inventando el cuerpo del psicoanálisis y sus ropajes. Este fue el terreno de las prácticas cotidianas de múltiples culturas de la correspondencia y la adecuación en los pensamientos, los actos y los hechos o situaciones. En esa tierra ya abonada se insertaron las verdades, de la metafísica, la religión, la estética y por último, llegó la ciencia para levantar imponentes edificios derrumbando las anteriores construcciones.
Las prácticas de las sociedades humanas todavía se dejan guiar por el paradigma de la conjetura. Ese paradigma permite sostener la singularidad de cada sujeto con sus experiencias irrepetibles y gracias al cáncer del lenguaje humano[11] producen una transmisión por la vía del equívoco – Si hay equívocos, todavía hay humanos- dando a nuestra vida la sal, la pimienta, el aceite y el vinagre que sazonan la existencia que nos tocó vivir. Ahí, en esa ensalada se localiza la experiencia y la doctrina del psicoanálisis[12]. El orden de la secuencia importa: 1.- la experiencia; 2.- la doctrina; 3.- la transmisión de la segunda causada por la existencia de la primera. La serie contiene los elementos del paradigma conjetural constitutivo de nuestra práctica. Kant nos recordó, en sus obras, la existencia no sólo de una teoría pura sino también de una experiencia pura. Con pureza o sin ella, él reconocía su existencia.
El psicoanálisis se sitúa a contrapelo de la posmodernidad y es una respuesta probable ante la inhibición, síntoma y angustia provocados por ella. Hamlet ya constataba el desquiciamiento del tiempo presente, un temblor sacude nuestras vidas y afecta a las formas de la armonía y de la desarmonía, del acierto y del error, y socava los fundamentos de todas las posibilidades de rectitud conocidas. Acabamos de vivir una guerra cuya causa, la búsqueda de armas de destrucción masivas, sólo tenían una certeza: no existían, así lo verosímil necesario y su correlato de verdad quedaron afectados[13]. Cuando se realiza en esa escala un complot, ¿se puede seguir hablando de la paranoia de las teorías del complot? En el plano cotidiano de los encuentros humanos, la diferencia entre hombre y mujer, llamadas identidades sexuales – si es que alguna vez lo fueron, al menos para el psicoanálisis- ya no rigen con su antiguo vigor los síntomas de vivir la vida sexual. Asistimos a una disolución creciente de las diferencias anatómicas y visuales de los sexos[14], la moda llamada, hace algunos años, “unisexo”, presentaba ya esa disolución. Hoy, la diversidad de géneros (hetero, homo, lesbico, gay, transexual, transgénero), con su nueva carga de clasificaciones zoológicas, tan caras a Borges, son los últimos vestigios para disfrazar, mediante una disimulación honesta, la única diferencia: la entrada por salida del pistón fálico en sus diferentes formas. Cada género requiere para su goce sexual, erótico de un agujero más un instrumento para recorrerlo –entra y sale; si ese instrumento es un pene, un ojo, un sonido, un perfume, un brazo, un dedo, una lengua, etcétera, en nada modifica el recorrido. La caída de esos referentes genera nuevos temores y temblores posmodernos. Entonces ¿Cómo recibir en el diván del psicoanalista los “nuevos” sufrimientos para pasar a otra cosa? El psicoanálisis no está en condiciones de ofrecer el regreso a un pasado idílico, de corte paradisíaco, pues como cada paraíso ya está irremisiblemente perdido y perimido. Sin embargo, tampoco tiene la función de convertirse en el ideólogo de las formas de vida sin renuncia a su acto mínimo: analizar.


La cura analítica es una práctica en acto, debido a esa situación carece de un sistema de pensamiento estructurado en una unidad teórica, sólo tiene una doctrina  como lo revela Freud, en Tres ensayos de teoría sexual (1905) [Drei Abdhandlungen zur Sexualtheorie ]: el psicoanálisis se ocupa de los efectos de inhibición, síntoma y angustia producidos por las teorías sexuales infantiles. Los analizantes aportan una gran cantidad y diversidad de teorías. El psicoanálisis localizó en cada sujeto la posibilidad de inventar su teoría respecto de la sexualidad, y los sujetos acuden al análisis cuando encuentran algún descalabro en su “sistema teórico” o “sistema de pensamiento” para enfrentar con él, la vida. ¿Qué ocurre cuando alguna de esas “teorías” adquiere su nivel de hecho en la realidad compartida?  Quizás convenga, en lugar de proponer “teorías”, seguir a Freud y estudiar las nuevas teorías sexuales en los tiempos de la muerte de Dios.
Algunos casos relatados por Freud muestran los descalabros “teóricos” como la causa de ir a consulta: Dora, sufre el descalabro cuando se ve obligada a efectuar una declaración sexual; el llamado “Juanito” queda sorprendido al localizar la ausencia de pene en su pequeña hermana; Schreber vive el inicio de su psicosis cuando se imagina ser una mujer en el momento del coito; Serguei C. Pankejeff, el hombre de los lobos, queda sometido a los penares del mundo cuando una gonorrea rompió a sus dieciocho años su camisa fetal.  
La conjetura del acto en la cura analítica
¿Qué clase de acto inventó Freud? Un acto  sin pensamiento, y esa cualidad se lee en el inicio de su invento cuando escribió, Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria (1898), recapitulado luego como abertura de su ensayo Sobre la psicopatología de la vida cotidiana (Sobre el olvido, los deslices en el habla, el trastocar las cosas confundido, la superstición y el error (1901) El título ya indica la ausencia de un pensamiento como metáfora de un sistema teórico. La neurología debido a su sistema teórico consideró y aún considera, esos elementos como “basura informática”, lo importante para ella es el sistema neuronal y su cadena de transmisión. En ese texto inaugural se lee lo siguiente:
La ocasión que me indujo a considerar en profundidad este fenómeno del olvido temporal de nombres fue observar ciertos detalles que, si bien no se presentan en todos los casos, en algunos se disciernen con bastante nitidez: en estos últimos no sólo se produce un olvido, sino un recuerdo falso… acuden a la conciencia otros -nombres sustitutivos...Con otras palabras: conjeturo que el nombre o los nombres sustitutivos mantienen un nexo detectable con el nombre buscado.
Y luego, en consecuencia, no tiene más remedio que indicar:
El mejor procedimiento para apoderarse del nombre buscado consiste, como es sabido, en «no pensar en él», vale decir, distraer de la tarea la parte de la atención sobre la cual se dispone a voluntad. Pasado un rato, el nombre buscado se le «descerraja» a uno (S. Freud, en Obras completas, volumen III, Amorrortu Editores, buenos Aires, 1976, pp.281-282) 
Cuando dejamos de pensar en un término, éste se impone de tal manera que rompe la cerradura del olvido: “se le «descerraja» a uno; imposible abstenerse de proferirlo en voz alta, para gran asombro del interlocutor, quien ya ha olvidado el episodio y participó muy poco en los empeños del hablante”. Las palabras, los sueños, los actos fallidos, las angustias, los deseos, nuestra vida sexual y erótica tienen un común denominador: son impuestas, las vivimos o sufrimos como proviniendo de un otro ajeno, hasta que hacemos el acto de iniciar la apuesta de un análisis, allí eso ajeno se hace nuestro: Donde ello era, yo ha de advenir. Este aserto freudiano recuperado por Lacan, tiene un determinativo, es decir, sólo es válido para un sujeto que “acepta” la determinación previa, p.e.: la anatomía es destino. Nuestro problema clínico y doctrinario es que en las actuales condiciones esas determinaciones pueden ser modificadas y dejan de ser tales.
El lector puede constatar la dificultad de abrir una cerradura con pensamientos. A partir de abrirla pensamos. Así una vez que abrimos la puerta de un análisis comenzamos a pensar en él. El texto de Freud sobre el olvido trata del análisis de un olvido vivido por él, para recuperar lo olvidado hace el análisis.  El olvido y su reconstitución ofrecen una enseñanza en condiciones de transmitirse a otros: lo olvidado nunca es borrado de forma total, en su lugar quedan restos, huellas, señales e indicios.“Leyendo” los restos de aquello que no está visible lo reconstruimos de manera tanto o más exacta que cualquier ciencia dura. Siguiendo al historiador Carlo Ginzburg, emplear el verbo “leer” es un exceso de metáfora[15].
Esta singular lectura tiene la organización de una conjetura. Freud en su obra Tótem y tabú… (1912-1913) escribe:
Todavía debo mencionar un ensayo de explicar la génesis del horror al incesto; es de índole muy diferente a los considerados hasta ahora. Se lo podría caracterizar como una deducción histórico-conjetural.
Luego, en Algunas lecciones elementales sobre psicoanálisis (1938) sostendrá que el psicoanálisis no es más conjetural que la física respecto del supuesto de las fuerzas básicas con que opera. Un año después en Moisés y la religión monoteísta (1939 [1934-1938]) precisa su propuesta:
Hay que admitirlo: este panorama histórico-conjetural {historisch} es lagunoso y en muchos puntos incierto. Pero quien pretendiera declarar puramente fantástica nuestra construcción del acontecer histórico primordial {Urgeschichte} incurriría en una enojosa subestimación de la riqueza y la fuerza probatoria del material que la íntegra.
La cura del psicoanálisis opera caso por caso gracias a un disparador: el despliegue de un acto conjetural organizado a partir de una dependencia con el análisis organizada por ese fenómeno extraño y bullanguero, que tiene el nombre de amordio de transferencia. La conjetura es seguir la secuencia ordenada, la forma, de las huellas, trazas, señales, de un objeto que causa un sujeto. Es decir, p.e,, cuando en un parque vemos la cantidad de basura del fin de semana, “leemos” por aquí pasaron humanos, los animales sólo dejan desechos orgánicos. La conjetura de una cura analítica se despliega en el terreno libidinoso de un amordio, que como amor verdadero recibió el calificativo de transferencia. Ese amor comparte las desgracias y las enormes bondades de todo amor: sin él no se puede vivir, con él se vive de manera incomoda pero se vive.  Y si el amor, ese dar lo que no se tiene trastabilla, se quiebra, comienza a extinguirse, al menos como lo hemos vivido y analizado hasta ahora ¿Qué  está ocurriendo hoy con el amor?
El amor en la cura analítica contiene la dialéctica de una opción: la bolsa o la vida, al querer conservar la bolsa se pierde la vida, ésta se la puede arriesgar a condición de tener una vida sin bolsa o con una bolsa agujereada. La opción recuerda a Hegel cuando lanzó su opción ¡La libertad o la vida! La cura requiere del analizante desprenderse de la libertad para arriesgarse a vivir una vida en el juego del deseo. Este amor de transferencia confirma otra vez, la tendencia del psicoanálisis de nadar a contrapelo, p.e., de la oferta posmoderna de una libertad  o felicidad sin límites. Si los humanos, de acuerdo a Aristóteles, Freud y Lacan buscan la felicidad ¿qué ocurre cuando el lazo social se la proporciona? Así cuando un padre ha prometido traer dulces a su hijo y llega a la casa sin ellos, puede indicarle al crío: “Los tenía pero se cayeron por el agujero del bolsillo”. No es lo mismo, ni sustituible por la oferta sin perdida de los dulces de la publicidad, sólo que hoy, ese padre podría ser enjuiciado por “maltrato”.
El amor de transferencia permite al sujeto, sea cual sea su identidad sexuada, acceder a los eventos que le provocan sufrimiento, y en ciertas circunstancias, construirá el objeto que causa un deseo. Es decir, p.e., en lugar de gozar de los “beneficios” de un síntoma, una inhibición o una angustia, gracias al amor de transferencia logra sustraer un fragmento a ese goce y con eso construye la causa de un deseo.
Este es el punto de gozne de un análisis frente a los malestares vividos por los habitantes de la posmodernidad. Ella tan cargada de normas y derechos no repara, ni se detiene ante el hecho insólito de la posibilidad de un sujeto sostenido por deseo que no se guía por un estándar sino por la singularidad de aquello que lo causa. Así se localiza la operación conjetural de cada análisis: la vía por la cual el amor permite al goce condescender a un deseo. Ese deseo sostiene con vida al sujeto, y con eso le será factible sostenerse viviendo ante tanta invasión del saber. ¿Será tan fuerte el deseo? La posmodernidad nos condena a cambiar la sociedad del trabajo por una sociedad del aprendizaje, llamado “capacitación”, y allí, los expertos nos retacan de saberes para capacitarnos, ese aumento de entrenamiento genera un crecimiento geométrico de la estupidez compartida.
Veamos al respecto un caso extraído de otra de las obras canónicas, es decir, el canon del acto del psicoanálisis, se trata de La interpretación de los sueños. Freud hace referencia a un sueño que el tomó de una obra homónima de Artemidoro de Daldis, originario de Efeso, quien a su vez escribe el accionar de:
Según creo, Aristandro también tuvo suerte al interpretar una visión de Alejandro de Macedonia consistente en que un Sátiro bailaba sobre su escudo. Aquél había rodeado a la ciudad de tiro y mantenía el sitio, más se impacientaba por el paso del tiempo y por ello estaba disgustado…Pues bien, tras dividir el nombre en de Sátiro en Sa –Tiro, incitó al monarca a que intensificase la lucha, de forma que éste conquistó la plaza. (Artemidoro de Daldis, La interpretación de los sueños, Biblioteca clásica Gredos, Madrid, 1988, pp. 390-391)
El intérprete genera las condiciones para dar un lugar a un sujeto renovado surgido de ese acto. ¿De qué acto? El acto de suprimir una inhibición sufrida por Alejandro. ¿Qué ocurría? Alejandro era presa de una inhibición, el sueño le muestra –un actino-out onírico- la dirección para solucionar la cuestión y el onirocrítico lo conduce al acto que levanta la inhibición. Alejandro da el paso y cambia su vida, a tal grado que cambiará su nombre, con él entrará en la historia: Alejandro Magno, el emperador de un basto imperio[16]. No hay en ese fragmento de cura, ni en el sueño traza alguna de pensamiento, luego, a posteriori, Nachträglichkeit dirá Freud, Alejandro pensará en su nueva vida, tendrá pensamientos junto con una vida distinta de la anterior. Si, en efecto, hay pensamientos inconscientes que tienen una estructura particular: no son sistemáticos y sólo ocurren en un tiempo posterior a las gamas del acto que atraviesan a un analizante. En este caso, el acto de Aristandro al empujar a Alejandro para que no retrocediera ante eso propuesto por el sueño. Hoy, quizás, Aristandro podría recibir la acusación de violar los derechos humanos del soñante pues lo incito al acto y ejerció violencia contra él, la violencia de efectuar un deseo. 
Entonces, para concluir: hemos indicado que la cura psicoanalítica es una práctica conjetural conducida por el amor. La cura está organizada a partir del acto, y él provoca que surjan pensamientos. La interpretación de los sueños; Psicopatología de la vida cotidiana, El chiste y su relación con lo inconsciente, son una construcción subversiva de alcance mayor que la supuesta herida narcisista infringida al género humano por el inconsciente. En esas obras se trata de localizar el carácter constituyente para cada uno de nosotros de los restos, las huellas, los indicios que nos permiten construir aquello que no está visible y que sostendrá nuestra vida en vida deseante hasta que llegue el momento de abandonarla. Hay muertes producidas sólo cuando el objeto de ella se agota, ese agotamiento afecta la vida.  
Lacan, otro psicoanalista, escribió en 1945, El tiempo lógico y el aserto de certidumbre anticipada[17] donde desplegó la lógica conjetural siguiendo los signos, restos, y huellas para reconstruir el color que lleva cada prisionero. Tres prisioneros convocados por el director de la cárcel deben resolver un enigma que él les propone, saber cuál es el color de un disco que les será colocado en sus espaldas. A ese saber deberán llegar sin ver y dando las razones de su conclusión, así obtendrán la libertad. Los prisioneros al darse color –identificarse con el color que los identifica- obtienen la salida de su encierro. Los penalistas y los psiquiatras forenses han señalado los problemas de identificación, darse color, como la causa del reingreso de los liberados a su condición de presos. 
Siguiendo las huellas conjeturales, p.e., la fechas de una las reescrituras de ese texto (1945), se reconocerá que Lacan abordaba de esa manera las perspectivas atroces para el género humano del campo de concentración. En los campos de concentración nazis los prisioneros llevaban en la parte delantera de su uniforme una estrella de distintos colores que indicaba su “origen”. Mientras que en el brazo recibían un trazo numérico que borraba, quizás para ellos y para los otros del poder, el trazo unario de su origen. Hoy ese campo de concentración es el paradigma que rige la posmodernidad. Allí los prisioneros estaban encerrados por pensar, p.e., en el caso de los judíos, algunos pensaban que “ya no lo eran”,  sólo al dejar de hacerlo algunos lograron salir y sobrevivir. Primo-Levi da un testimonio de lo que fue el olvido de su origen judío, sólo recuperó cuando es enviado a Auschwitz por la Gestapo.  Debe recordarse que los campos de concentración fueron la primera fábrica destinada a producir cadáveres[18].
Luego, Lacan siguió de cerca las travesías de los protagonistas de “La carta robada”, un cuento de Edgard Alan POE, el recorrido y la constitución subjetiva de los diversos protagonistas se realiza sin la participación de pensamiento alguno. El texto por otro lado es una crítica devastadora del estado policíaco, algo que hoy se presenta como viable de forma universal a partir de la reciente guerra contra Irak: un solo estado se erige como policía del mundo. Mientras seguimos pensando en ese estado, él ya se instaura entre nosotros[19].
Se puede argumentar un dato: Freud al inventar el psicoanálisis hablo de los pensamientos inconscientes. Esa objeción tiene una condición, ubicar el estatuto de esos pensamientos: los sueños, los lapsus, los actos fallidos, los actos logrados, los errores, la reparación de los errores, la inhibición, el síntoma, la angustia. Tenemos frente a nosotros una serie de actos que el analizante vive sin tener ningún control sobre ellos, incluso la experiencia indica que cuando el analizante  piensa, en ciertas condiciones bloquea los “pensamientos inconscientes” y en otras, piensa a partir de esas formaciones: el pensar no es un pensamiento es un acto a la espera de un sujeto, cuando X o Y es habitado por un sueño suele ocurrir que el sueño sin pensar interpreta  un deseo que espera al soñante para transformarlo en sujeto del mismo[20]. Se concluye entonces que el sueño ya es una interpretación efectuada sin pensar. El acto analítico permitirá en tal o cual condición llevar a cabo una operación disimulada: la “lectura” de ese deseo ya interpretado.
He aquí entonces, los elementos mínimos y muy débiles con los que cuenta el psicoanálisis en la cura y en la doctrina: huellas, señales, signos de un objeto. Estos elementos pueden colaborar a una ubicación posible de la práctica psicoanalítica ante los desafíos formulados por la posmodernidad, se trata de ofrecer un lugar donde aún sea viable a partir del amor y del odio de transferencia, la constitución de un sujeto en condiciones de sostenerse deseando algo en la vida. Así retomamos el dilema entre una cultura expurgada de la ciencia o la ciencia expurgada de la conjetura humana nos queda ahora una alternativa un poco distinta: el psicoanálisis no puede practicarse sin que el analista este advertido en una medida amplia de las leyes impersonales y descubrimientos que la ciencia puja por colocar en el centro de la vida cotidiana. Quizás, sólo quizás, esa sea una forma para que el analizante construya los utensilios para contrarrestar, en grados variables y desde ya modestos, los efectos de una ciencia que tiende a borrar al género humano tal lo hemos conocido hasta ahora. Por ejemplo, el caso del analizante al cual el biopoder, le sopló al oído la posibilidad de inhabilitar a su cría –padecía una forma de psicosis- y le añadía, además, la conveniencia de someterla a una extirpación de sus órganos reproductores.
En este momento de cerrar el texto hacemos nuestro un hallazgo de Jacques Lacan de 1966:
Aquí no aparece ya aceptable la oposición que podría trazarse de las ciencias exactas con aquellas para las cuales no cabe declinar la apelación de conjeturales: por falta de fundamento para esta oposición. Pues la exactitud se distingue de la verdad, y su conjetura no excluye el rigor. Y si la ciencia experimental toma de las matemáticas su exactitud, su relación con la naturaleza no deja por ello de ser problemática. (Función y campo de la palabra y del lenguaje en psicoanálisis, presentado en Roma)[21]
Lacan llego hasta allí, sólo nos resta la posibilidad, de que a partir de ese límite construyamos las condiciones para pasar a otra cosa antes de que nos pasen al lugar de los museos o nos eliminen. Sobre esta última posibilidad, el reciente acto de Giorgio Agamben, filósofo italiano, no sólo nos alerta sobre la vitalidad del acto ante tanta obscenidad, al tiempo que indica cómo, hoy, cada humano es  situado como un peligro a perseguir y candidato a recibir el tratamiento dado a los judíos por los nazis. Vitalidad del acto, es su acto de cancelar sus seminarios en los EEUU para no someterse a las nuevas medidas de control a cargo del biopoder. ¿Seguiremos ante ello sosteniendo la indiferencia?

Bibliografía:

[1] Ese desorden subjetivo permite a S. Freud escribir, El malestar en la cultura (1929-1930)
[2] Citado por Peter Sloterdijk en Eurotaoísmo. Aportaciones a la crítica de la cinética política, Seix Barral, Los tres mundos, Barcelona,2001, p 57.p.
[3] Al respecto es sugerente la lectura de las pistas abiertas por el suplemento cultural  Babelia de la edición mexicana del periódico El país, cuyo tema era: Ciencia y cultura, una fusión fría (4/10/2003). Se notará el tono irónico dado al mencionado encuentro.
[4] Lacan, J. Las Psicosis. Buenos Aires, Paidós; Lacan in Italia, Giacomo B. Contri, La salamandra, 1976
[5] El canon simbólico del sujeto lo indicó Lacan: "El significante representa un sujeto para otro significante" (1968); años después él mismo tomaba nota del fracaso de tal formulación ante ciertos hechos clínicos que revelaban un sujeto no sostenido por la cadena significante o simbólica.
[6] Al respecto se puede consultar el clásico estudio de  Lord Charles P. Show, Las dos culturas, Ediciones Nueva Visión, Buenos Aires, 2000.
[7] En América Latina, el “camarada Gonzalo”, estudio en La Sorbonne, Paris, su licenciatura de filosofía. Este “camarada” llamó a su organización “Sendero Luminoso”; junto con él, con poca diferencia de tiempo, Pol Pot, estudiaba en esa Universidad, él fundo una organización, el” Khmer Rojo”. Son dos casos prácticos donde las luces conducen a una carnicería.
[8] Esa incertidumbre no se deja atrapar por la incertidumbre descubierta por la física a principios del siglo pasado, ni por la incertidumbre del mercado.
[9] Las denuncias ecológicas respecto de los productos del agro modificados genéticamente, los llamados transgénicos, revelan que no siempre el progreso es el paraíso.
[10] Peter Sloterdijk, Eurotaoísmo. Aportaciones a la crítica de la cinética política, Seix Barral, Los tres mundos, Ensayos, Barcelona, 2001, pp. 184-185. Jacques Lacan, algunos antes de este filósofo se formulaba éste último interrogante ante el avance de los transplantes, lo hacía en el curso de seminario oral, 1962/1963, L’angoisse.
[11] Un cáncer pues la metástasis del lenguaje es su equívoco permanente: “El deseo del Otro” ¿A qué apunta esa frase? Un lenguaje constituido por palabras, por imágenes y los componentes reales del cuerpo.
[12] La invención del psicoanálisis sucede cuando en la cultura se enfrentan las formas tradicionales de pensar con los balbuceos de una generalización de la ciencia. Baste con recordar un dato: Freud al inventar el psicoanálisis optó por abandonar su prometedora carrera en el campo de la ciencia ( descubrimiento del carácter anestésico de la cocaína; avances en la neurología) Acaso, no sin tino sus notas preliminares fueron bautizadas con el título de “Proyecto de una psicología para neurólogos” (1895). El enfrentamiento afectaba a las formas paternas y al nombre del padre, cuyo síntoma macro social era la crisis del Imperio Austro-Húngaro, régimen abatido por un regicidio, una forma de crimen edípico, según la tradición freudiana.
[13] Después de esa experiencia cómo distinguir la “realidad normal” de una trama organizada por las “fuerzas de un complot” sean estás del signo que sean. Pasamos de la paranoia compartida a la efectuación de una realidad paranoica unificada..
[14] En Discovery Channel, destinado a los avances científicos en el terreno biológico, se ofrece un programa donde Pat Califia, quien se define por ser un hombre transgénero, escribe obras teóricas al respecto. Él se cambio el sexo, gracias a al ciencia, se “identifica” como un trans bisexual. En ese programa publicita los efectos benéficos del empleo de la testosterona y de la hormona del crecimiento. Es decir estamos no ante un “freack” americano sino ante un humano genéticamente modificado.  Conviene recordar el filme El huevo de la serpiente, donde se muestran los experimentos biológicos  luego desplegados al máximo por la ciencia médica en el campo de concentración nazi. Pat Califia es un caso de cuestionamiento al psicoanálisis, pues él se cambio en la actualidad el sexo y no espero que pasen varios miles de años para el surgimiento de una nueva raza de hombres como indicaba un caso estudiado por Freud, el Dr. Daniel P. Schreber. 
[15] Carlo Ginzburg, Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia, Gedisa, Barcelona, 1989.
[16] Alejandro Magno, llamado el Grande, era rey de Macedonia 356- 323 AC, discípulo de Aristóteles, destruyo la ciudad de Tebas, sometió a toda Grecia, ocupo Fenicia, Israel, Egipto, llegó con su ejército hasta la India, dominó Persia creando el mayor Imperio de la antigüedad.
[17] Para un estudio detallado de los avatares de las diferentes versiones y contenidos de este texto el lector cuenta con la investigación de Eric Porge, Se compter trois. Le temps logique de Lacan, Littoral, Editions Erès, Toulouse, 1989.
[18]  Ver, Giorgio Agamben, Homo sacer. El poder soberano y la nuda vida; Lo que queda de Auschwitz. El archivo y el testigo. Homo sacer III, Pretextos, Valencia, 1998 y 2000. Además consultar la revista Metapolítica, Las barbaries de la civilización, 28, volumen 7, marzo/abril 2003, México DF.
[19] Las enseñanzas clínicas y doctrinarias podría ser objeto de una sola crítica, ellas revelan una carencia de pensamientos, o muchos de un sistema de pensamientos. En muchas ocasiones sus “conceptos” son una cosa, luego otra para terminar siendo todo lo contrario.
[20] Léase al respecto el seminario oral de Jacques Lacan, El deseo es su interpretación (1958/1959).
[21] Este es sólo uno de los momentos donde Jacques Lacan abordó el tema del psicoanálisis como práctica de la conjetura, sería necesario otro trabajo para hacer un recorrido por los mismos, al igual que por la presencia del término en la obra de Freud.

1 comentario:

  1. Me parece que solo en tanto la doctrina del psicoanálisis este articulada a la época, el análisis tendrá lugar, lo digo porque en este escrito localizo esos elementos: doctrinarios y de época. A su vez, en consecuencia se localiza un efecto político, el analista en la polis; lo escribo porque me parece un muy buen texto.
    La articulación de las huellas, los indicios y los trazos en relación al objeto que causa el deseo, no lo había hallado, me sorprendió.
    Me atrevo a leer que la noción dicha, como que no quiere la cosa, de "la condición de que haya un sujeto que toma siempre algo por otra cosa." que esta en la primer parte del escrito, toma en cuenta la caída de la cadena significante y se monta en la formulación mínima del signo de Pierce y retomada por Lacan, me parece una hipotesis a seguir...
    Por último, la frase " pensar no es un pensamiento es un acto a la espera de un sujeto" me parece interesante en tanto que a la oposición pensamiento y acto le introduce un vector, una puesta en marcha del pensar que tiende a algo para que el pensamiento desaparezca devenga el acto.
    Saludos.

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