Jacques Lacan: "Jamás hable de formación analítica...no hay formación..." 3/11/1973
Jacques Lacan "Sobre la experiencia del pase" 3/11/1973 ( Agradezco la ayuda de Carlos Faig para localizar versiones de esta intervención, así como al blog de Pablo Peusner para emplear su versión, a la que introduje un párrafo en francés pues considero que el paso al castellano no da la fuerza que tiene en esa lengua de origen):
La experiencia del pase es una
experiencia en curso. El modo con el cual la produje fue la proposición, toda
ella impregnada de prudencia, una prudencia quizás humana, demasiado humana: no
veo cómo habría podido ser yo más prudente.
Mi prudencia se hallaba impuesta
por el estado de cosas existente: éste es el principio mismo de la prudencia.
Así fue que no quise poner en manos de otros, que no fueran los que ya poseían
un título correspondiente, en efecto, a una selección, el de Analista de la
Escuela, la tarea de conglomerar personas cuya sola presencia entre ellos
cambiaba por completo el alcance de ese título. Esto es lo que se produce en
todo conglomerado humano cuando los seres reclutados se sitúan en ese real en
nombre de principios muy diferentes de los que anteriormente permitieron
constituir una clase. El hecho de que esa clase, conservando el mismo nombre
esté habitada por una especie muy diferente de individuos, es susceptible de
transformar enteramente, no ciertas estructuras fundamentales, sino la
naturaleza del discurso.
No fue ése ciertamente, por mi
parte, un acto de autoridad, un acto de amo * , ya que el primer resultado que
me ocasionó fue la huida alocada de cierta cantidad de personas cuyo sostén y
fidelidad yo estimaba. La fidelidad no es noción de amo: si leen ustedes un
poquito mis escritos, aquellos que pueden concernir al orden de la política,
verán que la fidelidad no constituye su valor principal. No diré que no vacilé
al arriesgar esta salida, porque conscientemente no asumí ningún riesgo,
pensando que los persuadiría.
En efecto, a esto me consagré en
reuniones restringidas; y fue en cierto modo sin aviso, después de haberse
puesto ellos de acuerdo entre sí, cuando durante una reunión llamada
"Congreso de la Escuela" recibí de ellos -eran tres personas a las que
todo el mundo conoce-el anuncio colectivo y firmado de su renuncia. No se puede
decir que si yo hubiera apostado sobre lo que podemos llamar mi prestigio,
habría alcanzado el éxito. Sin embargo, la cosa me pareció ligera, sumamente
ligera, como también sucedería en el futuro con cualquier persona que quisiese
seguirlos. El problema no es ése.
El problema es saber cómo
funcionó efectivamente hasta ahora la sociedad analítica, cuyos primeros
lineamientos trazó Freud y que después fue cobrando una forma cada vez más
precisa. Estas sociedades acabaron siendo demasiado prudentes, pues funcionan
según las leyes ordinarias el grupo, donde siempre, en efecto, es absolutamente
necesario que se manifieste el amo, como creí poder decir en ocasión del gran
revoltijo de mayo del 68. Lo que ustedes quieren-decía yo a los que, por el
hecho de estar en Vincennes, donde yo simplemente había aceptado ir, se
imaginaban que estaba allí por delegación de los poderes superiores y creían
necesario armar jaleo, mientras que por lo general cuando hablo esto no
sucede-, lo que ustedes quieren, es un amo. Lo cual quedó bien demostrado
después, al no haber tenido la crisis del 68 otras consecuencias que un máximo
fortalecimiento de lo que yo había definido, ¡gracias a Dios, antes de esa
crisis!, como "el mercado del saber"; quiero decir que el saber es
reducido a convertirse en mercancía. Y después de mayo del 68 la Universidad
presenció cómo su prestigio hacía, literalmente, un "boom", hasta tal
punto que no hay forma alguna de meterse en ella que no sea objeto de codicia y
luchas salvajes.
Justamente, hice la proposición
con la finalidad de aislar lo que concierne al discurso analítico. Consideré
que la delegación, por reconocimiento común, de una autoridad -por qué no
decir, "de un poder"-, iba a resultar mas adecuada a lo que tendría
que ser un reclutamiento verdadero si instaurábamos ese modo de testimoniar que
constituye el pase. En efecto, el pase permite a alguien que piensa que puede
ser analista, a alguien que se autoriza él mismo a ello, o que está a punto de
hacerlo, dar a conocer qué fue lo que lo decidió, e introducirse en un discurso
del cual pienso que por cierto no es fácil ser el soporte.
¿Que sucedió entonces? Al
incorporar a este nuevo miembro, el jurado de confirmación tuvo que hacer
cambiar de sentido el término "Analista de la Escuela". Siempre me
pareció que la manera con que nuestras sociedades juzgaban a los individuos
seleccionados participaba, por qué no decirlo, de esas leyes de la competencia
que permiten funcionar a la mayoría de los grupos humanos. Yo deseé otro modo
de reclutamiento: el pase. A mi entender, era el primer escalón de un
reclutamiento de estilo diferente, de un orden modelado muy precisamente sobre
lo que entonces consideré que daba especificidad al discurso analítico.
Hace un momento se hizo alusión a
mis llamados "cuatrípodos". Si por estos cuatrípodos y su rotación
pude especificar el discurso del amo, como también otros discursos, en
particular el discurso universitario en cuanto distinto del discurso
científico, esto sólo fue a partir del discurso analítico. Si no existiera
discurso analítico, nunca habría pensado yo el discurso del amo como,
simplemente un determinado tipo, un determinado modo de cristalización de lo
que constituye, en resumidas cuentas, el fondo de nuestra experiencia, a saber:
la estructura misma del inconsciente; antes que yo, nadie había pensado en
referir a eso el discurso del amo. Es notable, y a mí mismo me sorprendió, que
se di era allí como necesario, bajo el término del "plus-de-gozar",
lo que en el discurso capitalista Marx supo detectar como la plusvalía. El
llamado discurso capitalista es una cierta variedad del discurso del amo, y se
distingue de él tan sólo por un pequeñísimo cambio en el orden de las letras.
Es un hecho que al detectar, en el sentido del discurso capitalista, la
plusvalía como su resorte esencial, Marx confirió de pronto al discurso del amo
una consistencia y un poder cuyos resultados no han terminado ustedes de percibir.
Es absolutamente seguro que el capitalismo de estado reinante en la U.R.S.S.
nos habrá de mostrar que más vale que el discurso del amo sepa lo que hace. No
carece de interés, en mi opinión, el que, en cuanto le concierne, el discurso
psicoanalítico no sólo tome cuerpo sino que haya tomado cuerpo desde ahora, lo
quieran ustedes o no. Y este Congreso es testigo del hecho de que finalmente
hay interés, un interés poderoso y universal, en que ese discurso se mantenga:
para que esto funcione o no es forzoso que los propios psicoanalistas hayan
tomado conciencia de ello. Además, ahí esta, precisamente, su drama: ellos
responden a una demanda, pero si tal demanda no ve más allá de sus narices, no
será otra cosa que demanda de un lisiado, cuando podría ser algo muy diferente.
Lo que viene a ocupar el lugar de
la plusvalía, y que denominé "plus-de-gozar", es una función mucho
más radical que la de la plusvalía en el discurso capitalista. Es una función
de fundamento, ligada a la dependencia del hombre con respecto al lenguaje. El
discurso analítico permite advertir que por ese lenguaje se ve el hombre
separado, taponado respecto a todo lo referente a la relación sexual, y que por
ahí hace su entrada en el real; para ser más exactos, por ahí resulta faltar a
ese real. Por ahí tiene una pequeña posibilidad, en la medida en que quedan
abiertas para él algunas vías hacia un cierto número de puntos, que atestiguan
la presencia misma del real en el origen de su. discurso.
Lo que, en el llamado discurso
del amo, viene a ocupar el lugar del plus-de-gozar es algo que hace ya largo
tiempo denominé "objeto a". A fin de cuentas, este objeto no
representa otra cosa que un cierro número de enigmas polarizados, que para los
que hablan se presentifican en estas grandes funciones que no dejan de estar
ligadas al cuerpo: el seno nutricio, el residuo, el desecho, la mierda, para
llamarla por su nombre, o incluso cosas que, no por tener un aspecto más noble,
dejan de ser estrictamente del mismo nivel: la mirada y la voz.
Ahora bien: sucede que el objeto
a puede trocar su lugar con el significante-amo, puede sustituirlo en el lugar
seudo-rector, y desde allí funcionar como debe funcionar el analista. El
analista funciona en el análisis como representante del objeto a; a fin de
cuentas no es seguro que yo mismo capte incluso todo el sentido de esta
formula, pero estoy convencido de que tal es, efectivamente la manera en que
eso tiene que escribirse, y esto es lo que expresan exactamente los cuatrípodos
que designan el discurso del amo y el discurso analítico.
Entonces, aun suponiendo-recurso
demasiado conocido-que simplemente con poner un analista estamos otra vez
frente a una de esas viejas sociedades asentadas en el discurso del amo, aun
desde ese punto de vista no veo qué cosa impediría a alguien que estuviese
colocado en la posición rectora del S1, la del amo, discernir algo de las
relaciones entre este S1 y lo que forma parte del mismo discurso, pero en otro
lugar, el objeto a, y en particular apreciar, en ese momento que yo llamo el pase,
por qué alguien asume el riesgo loco de convertirse en aquello que el objeto a
es.
Se trata de una experiencia
radicalmente nueva que nosotros hemos establecido, pues el pase no tiene nada
que hacer con análisis. Y es perfectamente comprensible que del jurado de
confirmación, dado su reclutamiento hasta el presente, sólo puedan llegar a
ustedes testimonios de perplejidad y confusión; pero también es cierto que
algunos de los pasantes nunca podrán olvidar lo que fue para ellos, que se
hallaban, digamos en principio, en un final de análisis, la experiencia del
pase. En esta reunión lo que falta es su testimonio. Utilizando una palabra que
tomé de una persona a la que oí en una de estas salas, diré que el pase era
algo así como el relámpago.
Esto despertó inevitablemente en
mí el eco de una célebre frase de Heráclito comentada por Heidegger en un libro
publicado hace poco en francés, y que dice:ta panta oizeiqueraunos. Lo cual
significa: El trueno rige ta panta, esto es intraducible. Diels, quien reunió
los fragmentos de Heráclito y formó con ellos la recopilación en cierto modo
definitiva, autentificada, traduce esto como "el universo", y con
ello lo falsea todo. Ta panta es algo así como "los todos", "los
todos" en cuanto diversos, en cuanto que hay un montón de todos. Hay un
montón de todos que son radicalmente distintos. "A todos los rige el
relámpago" Quizá los lance un poquito hacia el universo, pero ciertamente
demuestra que no lo hay. Como lo manda nuestra posición subjetiva, sin duda
estamos forzados a pensar el mundo como un universo, entre el empuje de los
seres vivos y las condiciones más o menos estelares en las que imperiosamente
tienen que habitar . El origen de la vida: con esto todavía no terminó nadie.
Nos empeñamos en destapar ese agujero, pero ¿lo conseguiremos?: no se sabe.
Digamos, para no decir nada mas, que la enunciación de los ta panta procede de
la idea verdaderamente capital de una heterogeneidad entre las cosas.
¿Puede el pase poner
efectivamente de relieve ante quien se ofrece a él, como es capaz de hacerlo un
relámpago, con una luz totalmente distinta, un cierto sector de sombras de su
análisis? Es una cosa que incumbe al pasante. Puedo asegurarles, y creo que en
el jurado de confirmación nadie, ni siquiera Leclaire, me desmentirá, que el
pase fue para algunos una experiencia absolutamente conmocionante.
He aquí, pues, lo que obtengo
tras haber propuesto esa experiencia. Obtengo algo que en modo alguno pertenece
al orden del discurso del amo, y mucho menos del dómine **. Habría que saber
reparar en las cosas de las que no hablo: nunca hablé de formación analítica,
hablé de formaciones del inconsciente. No hay formación analítica. Del análisis
se desprende una experiencia, a la que es completamente errado calificar de
didáctica. La experiencia no es didáctica. ¿Por qué creen, si no, que procuré
borrar por completo el término "didáctico", y que hablé de
psicoanálisis puro?
El año pasado les di una lección
sobre lo que está en juego en la experiencia pretendidamente interrogativa con
respecto al animal. (Transcribo el párrafo en francés, tal como fue publicado en Lettres de l'école, el 3/11/1973: Voilà ce que j’obtiens après avoir proposé cette
expérience. J’obtiens quelque chose, qui n’est justement absolument pas de
l’ordre du discours du maître ni du magister, encore bien moins, quelque chose
qui partirait de l’idée de formation, j’ai parlé des formations de
l’inconscient, mais il faudrait savoir remarquer les choses dont je ne parle
pas, dont je n’ai jamais même laissé une trace : je n’ai jamais parlé de
formation analytique. J’ai parlé de formations de l’inconscient. Il n’y a pas
de formation analytique, mais de l’analyse se dégage une expérience, dont c’est
tout à fait à tort, qu’on la qualifie de didactique. Ce n’est pas l’expérience
qui est didactique, je dis ça parce que tout à l’heure on parlait de la
psychanalyse didactique ; pourquoi croyez vous que j’ai essayé d’effacer
tout à fait ce terme de didactique, et que j’ai parlé de psychanalyse
pure ? Cela avait bien quand même une certaine direction, n’est-ce
pas ? Ça n’empêche pas une psychanalyse d’être didactique, mais le
didactisme de la chose, voici comment nous le situerons au mieux : je vous
ai fait une leçon l’année dernière, dans un des tout derniers séminaires, sur
ce qui est en jeu dans l’expérience prétendue interrogative à l’égard de
l’animal.)
Se pone a diversos animales en pequeños laberintos, donde
quedan entrampados ***, como ratas precisamente, y se intenta enseñarles a
aprender ****. No es para nada evidente que eso esté de acuerdo con su
temperamento ni que sean capaces de ello, como sucede entre nosotros. Pues
bien: si vemos las cosas desde este ángulo, un análisis implica por cierto la
conquista de.un saber que está ahí, antes de que lo sepamos, esto es, el
inconsciente, y desde luego que el sujeto puede aprender allí cómo es que eso
se produjo. En este sentido, y sólo en este sentido, un análisis es didáctico.
Pero si el sujeto no ha hecho más que aprender a aprender a pulsar los botones
adecuados para que eso se abra en el inconsciente, y bien, permítanme decirlo,
no ha aprendido gran cosa. No aprendió que de ese saber que yo defino como
articulado -ésta es la esencia de aquello en lo que insisto cuando digo que el
inconsciente esta estructurado como un lenguaje- cada cual, a su manera, y en
un punto exclusivamente local, es el efecto. La pura y simple dependencia. Si
se limitó a aprender como hacer para que otros se den cuenta, esto es poco
frente a lo que se reveló ante él en la experiencia analítica. Piense el
analista lo que piense, el sujeto no lo aprendió en absoluto, pero eso se
reveló ante él. Es una dimensión muy diferente del aprender. Su primer
movimiento es no saber por que punta asirla.
Esto explica que, en definitiva,
el pase sólo podrá ser juzgado, como ha dicho alguien esta mañana, por el
esfuerzo de aprehensión de quienes, al haberse expuesto a ese pase, vivieron de
él la experiencia y quizá, por una vez, el diálogo. Esto, por ahora,
manifiestamente a ustedes les tiene que faltar, va que después de todo no es
tan viejo. Los que encuentran que se han ofrecido a esa experiencia no son
viejos, y cabe preguntarse si es ahora cuando se hace preciso que ofrezcan de
ella vaya a saber qué inscripción, dibujo, caricatura, o si tienen que dejarlo
madurar.
Lo indudable es que, si me atreví
a introducir esta experiencia, no fue para que yo mismo interviniera en ella.
Ustedes podrán pensar lo que fuere, pero a nivel del jurado de confirmación no
opero sino con la discreción más extremada. Me dirán ustedes que como la
discreción también quiere decir discernimiento, yo tal vez opere más de lo que
confieso, ¿por qué no? Por mi parte, tengo la sensación de estar esperando. Si
de lo que produce esa experiencia no tenemos resultados más luminosos para
ofrecerles, es a causa de esta discreción, que va mucho más allá de la discreción,
que pertenece al orden de la espera. Por mi parte, y pido disculpas, me limito
a esperar lo que de eso resultará efectivamente, incluido un modo muy distinto
de recoger el testimonio.
Pero que, sencillamente, alguien
me proponga aquí otra forma de recogerlo. Quise evitar el retorno a las viejas
usanzas, el carácter magistral que siempre se desprende del hecho de que
alguien esté allí como candidato. Consiento en que al passant se lo llame
candidato o cándido ***** qué importa; lo importante es que el que lo oye no se
muestre altanero. Por eso pedí expresamente que los passeurs se eligieran sólo
entre los más nuevos, y que los eligiese su analista, independientemente, lo
subrayé, de su consentimiento. En algunos casos los que ocuparon la posición de
passeur se las dieron de analistas, y esto no es, en absoluto, lo que esperamos
de ellos. Lo que esperamos de ellos es un testimonio, una transmisión, la
transmisión de una experiencia en cuanto precisamente no se dirige a un viejo
de la vieja guardia, a un mayor.
Con respecto al pasadizo, la
fisura por la cual intenté hacer pasar mi pase, habría podido inventar yo uno
más sutil; pero era preciso no complicar demasiado las cosas, y sí permanecer
en el orden de lo que se hace. Habría podido demandarles que se hicieran
prestidigitadores, por ejemplo, ¡pero se dan ustedes cuenta del cansancio que
eso habría producido! El resultado es algo enteramente nuevo, y en ninguno de
los que a él se presentaron careció el pase de efecto. Estos efectos tal vez
sean deterioros y, después de todo, ¿por qué no? Cualquiera sabe que a
nosotros, los de la especie humana, fabricados como estamos, el deterioro es lo
mejor que nos puede suceder.
Pues bien, aquí estoy, con los
deterioros a cuestas. No es más inútil por eso, pues como se me hizo notar, si
hay alguien que se lo pasa pasando el pase, ése soy yo.
Texto establecido por J.A. Miller
El original estenografiado se
publicó en las "Lettres de l'Ecole freudienne", nº 15, junio de 1975
(pp. 185-193).
Traducción: Irene Agoff
NOTAS
* En el original, "acte de
maître". Maître es vocablo cuya polisemia facilita a Lacan en este texto-y
en tantos otros-la promoción de unas vías asociativas que la traducción al
castellano anula. Por ejemplo, la acepción de maître como "maestro",
capital para la comprensión de la parte del articulo en que se alude, lo
mencionamos en otra nota, al Seminario Encore (N. de T.)
** Juego intraducible entre
maître (amo-maestro) y magister (dómine, pedante). (N. de T.)
*** Así optamos por traducir
"où ils sont faits comme des rats", forma dada a la locución francesa
"être fait comme un rat", que significa poco más o menos, "caer
en la trampa". Pero téngase en cuenta que los animales mencionados en la
lección aludida al comienzo del párrafo (Cap. XI de Le Séminaire-Livre XX,
Encore) son, precisamente, ratas (N. de T.)
**** En el original, "leur
apprendre à apprendre". Apprendre posee ambos sentidos,
"enseñar" y "aprender", y consideramos que en el texto unas
veces se trata de "enseñar a aprender", como en este caso, y otras,
del "aprender a aprender"; esto sin perjuicio de tener en cuenta,
para su inteligencia, la homofonía con à-prendre, "a tomar" (véase
Encore, pp. 127 y 128). (N. de T.)
***** Juego con la homofonía
entre candidat, "candidato", y candide-a, que traducimos por
"cándido" (N. de T.)
Versión tomada del blog de Pablo Peusner: http://elpsicoanalistalector.blogspot.com.ar/2008/05/jacques-lacan-sobre-la-experiencia-del.html
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