Antonin Artaud, Carta a los médicos jefes de los asilos de locos, 1925
Carta a los médicos jefes de los asilos de locos1
Señores,
No nos asombra encontrarles inferiores para una tarea para la que hay pocos predestinados. Pero nos sublevamos contra el derecho atribuido a los hombres, limitados o no, de sancionar con el encarcelamiento perpetuo sus investigaciones en el campo del espíritu.
¡Y qué encarcelamiento! Se sabe -no lo bastante- que los asilos lejos de ser asilos, son prisiones espantosas donde los detenidos suministran mano de obra gratuita y cómoda, donde la crueldad es regla, y todos toleran esto. El asilo de alienados, bajo el manto de la ciencia y la justicia, es comparable al cuartel, a la prisión, al presidio.
No plantearemos aquí la cuestión de los internamientos arbitrarios, para evitarles la molestia de una salida fácil. Afirmamos que gran número de sus huéspedes, perfectamente locos según la definición oficial, están internados arbitrariamente. No admitimos que se obstaculice el libre desarrollo de un delirio, tan legítimo, tan lógico como cualquier otra sucesión de ideas o de actos humanos. La represión de las reacciones antisociales es tan quimérica como inaceptable. Todos los actos individuales son antisociales. Los locos son las víctimas individuales por excelencia de la dictadura social; en nombre de esta individualidad que es lo propio del hombre, exigimos que se libere a estos galeotes de la sensibilidad, pues además no es potestad de las leyes encerrar a todos los hombres que piensan y actúan.
Sin insistir en el carácter perfectamente genial de las manifestaciones de algunos locos, en la medida en que somos capaces de apreciarlas, afirmamos la legitimidad absoluta de su concepción de la realidad y de todos los actos que de ella se desprenden.
Recuérdenlo mañana por la mañana a la hora de la visita,
cuando intenten sin léxico hablar con estos hombres sobre los que,
reconózcanlo, no tienen más ventaja que la de la fuerza.
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