Lacan, sesión del 9/04/1974

De formación del analista, taller  viernes 27/01/2017, participación en los gastos 10 U$A -su equivalente en la moneda nacional de cada país-, interesados escribir a: sladogna@gmail. com

Una sesión de un seminario oral de Jacques Lacan 

Jacques Lacan inventó el objeto a, y otras cuestiones. Sus formas de avanzar implicaban modificar, rechazar, alterar, mover de lugar los conceptos previos. Mediante esos cambios eran conceptos acabados, terminados, que se caían esas cuestiones al mismo tiempo, cambiaban su lugar concpetual ¿...? En está sesión del seminario oral de 1973-1974(lenondupeerrent) Lacan realiza una serie de mutaciones, cito una: el objeto a se lo puede imaginar, incluso se lo puede localizar escrito en el corazón de diagrama borromeo y al mismo tiempo, en tanto escrito, no es nada que relacione con lo verdadero del sentido común y corriente "Esto es lo verdadero de tal o cual cosa".

Otro de los conceptos acabados fue modificar, desplazar los términos  que sostenían su proposición del 9/10/1967 -existen dos versiones de las mismas, escritas por el mismo Lacan, pproposiciones respecto del pase al lugar de analista-. Esa proposición dice algo sobre el acceso al lugar del analista: a partir de 1873/1974 ya no se trata de un título universitario "Usted a partir de hoy es Licenciado o Maestro o Doctor", el pase trata de un título "para...", un título que al igual que la elección del sexo, no se realiza solo por él que se autoriza, sino que en esa autorización él está acompañado por "algunos otros (autres)" Así articula tiempo y superficie. Si, escribí "elección del sexo", lo hice pues Lacan al modificar sus fórmulas cuánticas pasó denominarlas "formulas de la sexuación" proponiendo quitar la "X" por el objeto a, será ese objeto quien acompañe a tal o cual a realizar su elección, que por cierto, se aleja de la formulación naturalista que dio Freud al encuentro con el sexo("La anatomía es destino...") , además,  con la mutación del dispositivo del pase rompe definitivamente con cualquier clase de "formación del analista"..

Está sesión permitirá al lector leer de otra manera la intervención, es decir, leer a posteriori - après coup, después del golpe- la intervención de Lacan del 3/11/1973 , "Intervención de Lacan sobre el pase en el congreso de la EFP en La Grand-Motte"  una versión ha sido publicada en este blog: http://www.escucharte.info/2016/12/jacques-lacan-jamas-hable-de-formacion.html.


Jacques Lacan Seminario oral de 1973-1974, "lenonduperrent"* (*¿Lograremos inventar en castellano una forma de decir las dos cuestiones que ese título articula sin recurrir a su aplastamiento mediante una explicación histórica de sus componentes. Explicar un neologismo intenta suprimir una creación, a la cual Jacques Lacan era muy afecto a las creaciones neológicas. Se aceptan propuestas AS).

Sesión del 9 de Abril de 1974

Hoy, por razones de elección personal, voy a partir de una pregunta, pregunta que desde luego me planteo, creyendo al menos que la respuesta está aquí —se trata de una broma, ustedes lo saben— la pregunta ¿Qué es lo que Lacan, aquí presente, ha inventado? Ustedes saben que a la palabra "inventado" la puse por delante, la hice reconocer —si puedo decirlo por ustedes al menos en apariencia, ligándola a lo que la necesita, es decir el saber. El saber se inventa, dije lo que la historia de la ciencia parece atestiguar bastante bien, según creo. Entonces, ¿qué es lo que inventé yo? Esto de ningún modo quiere decir que yo forme parte de la historia de la ciencia porque mi punto de partida es otro, el de la experiencia analítica.


Bueno. Responderé — puesto que se entiende que ya tengo la respuesta— responderé para poner las cosas en marcha: el objeto a. Es evidente que no puedo agregar el objeto a por ejemplo. Esto se advierte de inmediato, no es entre otras cosas que he inventado el objeto a, como algunos se imaginan. Porque el objeto a es solidario, por lo menos al comienzo del grafo quizás sepan que es ni siquiera estoy seguro pero, en fin, algo así:

Digo esto porque en el punto en que nos encontramos, es necesario. Del grafo, por lo tanto, del que es una determinación, y especialmente en el punto en que se plantea la pregunta ¿Que es el deseo si el deseo es el deseo del Otro? En fin, de allí salió. Esto no quiere decir por supuesto que no está en otra parte. Está en otra parte también está también en el esquema llamado L, y también en los cuadrípodos de los discursos a los cuales creí deber hacer lugar, en fin, hace algunos años.

Y después quien sabe quizás es cuestión de que venga a ponerse en el lugar de la x en las ya celebres fórmulas cuánticas, a las que hoy llamaré —pues esta mañana al despertarme escribí algunas notas— llamaré "de la sexuación". Mientras me hallaba tomando esas notas me surgió esto de lo que es curioso que nunca oiga sus ecos; hasta en Roma, adonde fui a dar una vueltita, se oyó hablar de esas fórmulas cuánticas lo que prueba ya una difusión, apreciable. Y se me plantearon preguntas a saber: si por ser cuatro, las fórmulas cuánticas podrían situarse en alguna parte de una manera que tuviere correspondencias con las fórmulas de los cuatro discursos. Esto no es forzosamente infecundo, pues lo que evoco es que el objeto a viene al lugar de las x de los fórmulas que llamo "fórmulas cuánticas de la sexuación"


*
(*Esta introducción del objeto a en las formulas de la sexuación fue añadida por Alberto Sladogna, siguiendo la mutación que Lacan propone a las llamadas “fórmulas cuánticas”)


, y tengo necesidad de reescribirlas, lo que seguramente no es inútil; evoco esto, que son las que se marcan $Fx  a la izquierda' y que se continúan con otras cuatro fórmulas que están así, en cuadrado :

De esto habría podido volverme algo si por cierto no pidiera un poco de esfuerzo, pero quisiera hacerles observar que esas fórmulas llamadas "cuánticas de la sexuación" podrían expresarse de otro modo, lo que quizás permitiría avanzar. Voy a darles lo que de eso se implica. Podría decirse así: "el ser sexuado no se autoriza más que por él mismo". En el sentido de que puede elegir quiero decir que aquello a lo cual uno se limita, para clasificarlo varón o mujer en el estado civil, no impide que él puede elegir. Esto, por cierto todo el mundo lo sabe. El ser sexuado no se autoriza más que por sí mismo; pero yo agregaría "y por algunos otros" /En francés, el otro se escribe “autre”, ver seminario oral "De un O(A)tro al otro/autre"/.






¿Cuál es el estatuto de esos otros /En francés se dice “autre/ en este caso salvo que es en alguna parte, no digo en el lugar del Otro /Autre/, es en alguna parte que se trata de situar, saber dónde se escriben mis formulas cuánticas de la sexuación? Porque diría incluso esto, y me adelanto bastante si yo no las hubiera escrito ¿sería tan verdadero que el ser sexuado no se autoriza más que por él mismo?


Parece difícil discutirlo, dado que no se ha esperado a que yo escriba las fórmulas cuánticas de la sexuación para que haya un serio montón de gente que uno engancha, como puede, a la homosexualidad. Ni de un lado ni del otro. Esto sería indiscutiblemente cierto salvo que cosa curiosa, parece que aunque se haya mostrado desde el comienzo de los siglos llevó tiempo engancharlo a esos términos como por azar inadecuados el término "homosexual", por ejemplo. Es curioso que yo pueda decir inadecuadas, es totalmente inadecuado como nominación. Mucho antes no se disponía de esos términos por ejemplo, se le llamaba, por un lado — y el hecho de que se los distinguiera de una manera seria hasta darles un lugar diferente en el mapa geográfico es ya suficientemente indicativo— se llamaba a eso por un lado "Sodomitas". "Sumus enim sodomitas". Escribía un príncipe que creo era de la familia de los Conde: Sumus enim sodomitas igne tantum perituri. Decía esto para tranquilizar a sus compañeros en el momento en que atravesaban un río: nada puede ocurrirnos, no vamos a ahogarnos, ya que somos igne tantum perituri, sólo pereceremos por el fuego, por lo tanto estamos protegidos.

Mientras tanto, ¿no habría podido ocurrírsenos en la Escuela que es eso lo que equilibra mi decir que el analista no se autoriza más que por él mismo? Esto no quiere decir que él esté sólo para decidirlo como acabo de hacerles observar en lo que se refiere al ser sexuado. Diría incluso más lo que escribí en las formulas implica al menos que para hacer al hombre es preciso que al menos en alguna parte esté escrita la formula cuántica que acabo de escribir, y que él existe — es una escritura— él existe, ese x que dice que no es verdadero, como fundamento de excepción, que no es verdadero que phi de x, a saber, que lo que soporta en la escritura la función preposicional donde podemos escribir lo que se refiere a esa elección del ser sexuado, que no es verdadero que ella se sostengan, se sostenga siempre, que incluso la condición para que la elección pueda ser hecha en positivo, es decir para que haya hombre, es que en alguna parte haya castración.

Si digo, pues, que el analista no se autoriza más que por él mismo —y es algo tan abrumador pensar en ello— que si el analista es algo del modo "ser nombrado-para" (etre nommé-a), para analista si puedo decir, para el análisis, bajo esa forma que quiere decir, en fin, miembro asociado, miembro titular, miembro no se qué, todo lo que así intente, con lo que quise hacer reír en un pequeño articulo marcando el escalafón de lo que denomine las Suficiencias, los Zapatitos, hasta las Beatitudes ... ser nombrado para la Beatitud, ¿no es algo que en sí puede hacer reír un poco? Esto hizo reír, pero no mucho porque en la época en que lo escribí no interesaba más que a los especialistas, y ellos no se ríen, por cierto, pues estaban en el sistema.

Pero esto implicaría de todos modos que esa fórmula que produje en cierta proposición totalmente axial reciba los pocos complementos que implican que si seguramente uno no puede ser nombrado-para el psicoanálisis, esto no quiere decir que cualquiera pueda entrar en el como un rinoceronte en la porcelana; es decir, sin tener en cuenta que sería preciso que se inscriba aquello que yo espero venga a escribirse, porque no es como cuando invento, como cuando invento lo que preside la elección del ser sexuado; aquí yo no puedo inventar, por la razón de que un grupo, un grupo es real. E incluso es un real que no puedo inventar por el hecho de que es un real nuevamente emergido. Puesto que mientras no había discurso analítico, no había analista. Por eso enuncie que hay psicoanalista, por ejemplo yo era testimonio de ello, pero esto no puede querer decir que hay un psicoanalista. Sería una mira propiamente histérica decir que al menos hay uno por ejemplo; no sigo en absoluto esa pendiente, no estando por naturaleza en la posición de la histeria. Yo no soy Sócrates, por ejemplo. Donde me sitúo en fin, ya lo veremos eventualmente, por qué no, pero por hoy no necesito decir más al respecto.


Por lo tanto, hay cosas a nivel de lo que emerge de real, bajo la forma de un funcionamiento diferente ¿de qué? de lo que al fin de cuentas tiene que ver con letras puesto que de letras se trata; esto es lo que quise producir en mis cuatrípodos puede haber una manera con la cual cierto lazo se establece en un grupo, puede haber algo nuevo y que sólo consista en cierta redistribución de letras. Esto sí puedo inventarlo.

Pero la manera de continuar con esta nueva ordenación de letras para engancharles un discurso esa manera supone una continuación, justamente: y por qué no, como se me pregunto en Roma, pues allí se me pregunto cuál era el lazo de las cuatro formulas cuánticas llamadas de la sexuación, cuál era su lazo con la fórmula — de ella
se trata
del discurso analítico tal como creí deber ante todo proponerlo. Empalmarlas sería darles ese desarrollo que haría que en una escuela, la mía por qué no, con alguna suerte, que en una escuela se articulara esa función de la cual la elección del analista, la elección de serlo no puede sino depender. Porque al autorizarse sólo por él mismo él no puede con ello sino autorizarse también por otros. Me reduzco a ese minino porque precisamente, espero que algo sí invente del grupo sin volver a deslizarse por el viejo carril, aquel del que resulte que en razón de viejas costumbres — contra las cuales después de todo se está tan poco precavido que son ellas las que conforman la base del discurso llamado universitario— uno sea nombrado <nommé-á> —para, para un título.

Esto nos impulsa, nos impulsa porque elijo ser impulsado por ello — pero a ustedes los impulsa al mismo tiempo pues me escuchan— a tratar de precisar el lazo que hay entre lo que yo llamo inventar el saber, y lo que se escribe. Está bien claro que hay un lazo, sólo se trataría de precisarlo. Dicho de otro modo, lo que se palpa, percatarse de ello preguntarse ¿dónde se sitúa la escritura? Esto es lo que desde hace mucho tiempo trato de indicarles, sustituyendo — lo que hice muy temprano— sus ... deslizándome,. si puedo decir, en el enunciado que intenté dar de Función y Campo de la palabra y del lenguaje; sin embargo, a cierto artículo, cierto escrito pivote, no lo intitulé "La instancia del significante en el inconsciente" lo intitulé "La instancia de la letra" y es alrededor de letras como quizás recuerden siquiera brumosamente, que S, S1, S2, etc., sobre s sobre s minúscula, en fin, es todo lo que — implicando todo esto cierta relación que he enhebrado a la metáfora, y cierto otra a la metonimia— alrededor de esto hice girar un número de proposiciones que pueden ser consideradas como un forzamiento, quiero decir dar cierta instancia no de la letra sino de la lingüística, pero les hago observar que la lingüística no procede de otro modo que las otras ciencias, es decir que ella sólo procede de la instancia de la letra, de allí la instancia de la lingüística, pasando por la letra, en fin, para proponer algunas observaciones a quienes practican el análisis.

Esto no impide que por cierto, pues yo creía que con el tiempo, en fín ... están esos surrealistas con los que se me da la lata cuando se pretende escribir artículos sobre mi, de esos surrealistas yo conocí a uno que por entonces sobrevivía, Tristan Tzara; le pasé La instancia de la letra y no le dio ni frio ni calor, ¿por qué? porque esto demuestra lo que les hacia notar — quizás lo hayan entendido— en mi último seminario, que al fin de cuentas, con todo ese jaleo no sabían muy bien lo que hacían.

Pero esto se explica, en suma, por el hecho de que eran poetas, y como lo hizo notar hace mucho tiempo Platón, no es para nada forzado, es incluso preferible que el poeta no sepa lo que hace. Esto es lo que da a lo que hace su valor primordial. Ante lo cual en verdad no queda sino bajar la cabeza, si es que puede hacerse cierta analogía, cierta homología, digamos — pero con ese sentido aproximativo para la palabra homo que es el que les señalé hace un rato cierta homología entre lo que tenemos como obras de arte y lo que recogemos en la experiencia analítica.

Interpretar el arte es lo que Freud siempre descartó, siempre repudió; lo que llaman psicoanálisis del arte es todavía más descartable que la famosa psicología del arte, que es una noción delirante. Al arte debemos tomarlo como modelo, como modelo para otra cosa, es decir, hacer de él ese tercero que aún no está clasificado, ese algo que se apoya en la ciencia por una parte y por la otra toma al arte como modelo , e iría aún más lejos: que no puede hacerlo sino en la espera de tener que darse al final por vencido.

Lo que para nosotros atestigua la experiencia analítica es que nos hallamos frente a lo que yo diría verdades indomables de las que debemos testimoniar, sin embargo, como tales, pues son las únicas que pueden permitirnos definir cómo, en la ciencia, lo que tiene relación con el saber, el saber inconsciente, cómo en la ciencia puede esto constituir lo que yo llamaría un borde, es decir, aquello de lo que la ciencia misma como tal está, a falta de una palabra mejor, yo diría "estructurada". Si lo que anticipo para ustedes responde a algo, quiero decir que ustedes me han esperado bastante antes de que yo enuncie que no hay relación sexual, eso es lo que quiere decir.

Además, señalo que esto no implica decir que lo poco de real que sabemos — que se reduce al número— que lo poco de real que sabemos, si es tan poco, estriba en el famoso agujero, en el hecho de que en el centro está ese topos, que uno no puede más que tapar; ¿con qué?: con el imaginario, pero esto no quiere decir que el objeto a sea imaginario. Es un hecho que él se imagina, se imagina con lo que se puede, a saber, con lo que se chupa, lo que se caga, lo que hace la mirada, lo que domina la mirada en realidad, y después, después la voz. Los dos últimos en el número, en todo caso seguramente el último lo agregue a la lista en tanto que se imagina.

Pero el hecho de que se imagine no quita nada al alcance del objeto a como topos, quiero decir como lo que squeeze para dar su imagen, nada más, para dar su imagen que sólo tiene una ventaja, la de ser una imagen escrita: la que di en el nudo borromeano. El objeto a, es allí que eso se anuda. Hay pues dos caras, en el objeto a: una cara que es tan real como resulte posible, sólo por el hecho de que se escribe. Ven lo que trato de hacer: trato de situarles lo escrito como ese borde del real, situar sobre ese borde.

Para darles, ya que es preciso, otra cosa que esta abstracción, como ustedes dirían, porque justamente lo sensible aquí es que no es abstracción. Es duro como el hierro. No porque una cosa no sea suculenta es abstracta. Es divertido que yo experimente aquí la necesidad — al ser el deseo del hombre el deseo del Otro—, que yo experimente aquí la necesidad de tomarme una pequeña escansión-broma, para hacerles notar que es divertido: una cosa, una pequeña muestra anecdótica que voy a darles. Es bastante curioso, por ejemplo, que el saber, en tanto que se invente, pasa así, como les diré: cuando Galileo percibió algunas de esas invenciones que trastornaban completamente el saber relativo al Real celeste, tuvo el cuidado de anotarlo, y en la forma siguiente. Envió a algunas personas cierto número de dísticos latinos, dos versos, no más, en los cuales, por los cuales él podía en cierto modo dejar la cosa fechada, y al tomar cierto número de letras de tres en tres, por ejemplo, demostrar que había inventada la cosa imposible de hacer tragar en su época que él la había inventado ya en determinada fecha. Quiero decir que eso quedó inscripto indiscutiblemente por la manera misma como hizo esos dísticos, cuyo contenido poco importa además dado por cierto que en ese género es posible escribir cualquier cosa, esto no le hace nada a nadie; todo lo que le interesa al que recibe una carta de un personaje como Galileo, no es lo que éste quiso decir, sino que se tiene un autógrafo; y la manera en que se abre en cierto modo lo que llamaremos aparente idiotez de los dos versos estaba inscripta, la fecha 'la fecha de tal cosa" la cosa de que se trataba, a saber acerca del cielo, y el principio de los trayectos que permite ver que la caída, allí, no se ilustra de una manera por cierto sólo divertida, sino que tienen ustedes muchas otras ilustraciones pues como lo he hecho he insistido en ello con pies de plomo, es evidente que si la lógica es lo que digo, la ciencia del Real y no otra cosa, si justamente lo propio de la lógica, como ciencia del real, es precisamente hacer de la verdad sólo un valor vacío, es decir, exactamente nada de nada, algo de lo que simplemente pueden inscribir que no, no-V es F, es decir falso, o sea una manera de tratar la verdad que no tiene ningún tipo de relación con aquello que llamemos comúnmente verdad.

Esta ciencia del real la lógica se ha abierto, no pudo sino abrirse a partir del momento en que se pudo vaciar bastante de su sentido a las palabras para sustituirles letras, pura y simplemente. La letra es en cierto modo inherente a ese pasaje al real. Aquí es divertido poder decir que lo escrito estaba allí para dar pruebas ¿de qué? de la fecha de la invención. Pero al dar pruebas de la fecha de la invención, da pruebas también de la invención misma; la invención es el escrito, y lo que exigimos en una lógica matemática es precisamente esto que de la demostración nada descanse sino sobre una cierta manera de imponerse a sí mismo una combinatoria perfectamente determinada de un juego de letras.

Planteo aquí la pregunta ¿acaso el anagrama, ya que de eso se trataba en los versos de Galileo que el anagrama en el nivel donde el querido Saussure se rompía la cabeza en privado, acaso el anagrama no está allí simplemente para dar pruebas de que esa es la naturaleza de lo escrito incluso cuando aún no se tiene la idea de nada a probar? ¿Acaso el anagrama, en el nivel en que Saussure se interrogaba, o sea en el nivel donde en los versos llamados saturnales puede encontrarse justamente el número de letras necesario para designar un dios, sin que nada del cielo pueda socorrernos para saber si era la intención del poeta haber rellenado lo que tenía que escribir, ya que lo escrito funcionaba ya, por haberlo rellenado con cierto número de letras que fundan el nombre de un dios? se siente aquí que incluso cuando no está soportado por nada, por nada que podamos atestiguar, ¿es preciso que admitamos que es lo escrito lo que soporta, que hay aquí una suerte de entidad de lo escrito? ¿Cómo traduciremos "entidad"? ¿la empujaremos del lado del ser o del lado del ente? ¿es οὐσἰα o es ον ? Creo que será mejor abandonar esta dirección.

Y les propongo algo que tiene su interés por ir en el mismo sentido de lo que ya había trazado; como un viejo sabio lo hizo notar, en la época en que al menos ya se sabía escribir lo que se imponía del lenguaje, una ruta que sube es la misma que la que baja; entonces, podría proponerles como fórmula de lo escrito el saber supuesto sujeto. Que haya algo que atestigua que una fórmula parecida pueda tener su función, es en todo caso hoy lo mejor que encuentro para situar a ustedes la función de lo escrito a lo cual nos ha introducido nuestra pregunta sobre la entidad de lo escrito, οὐσἰα u ον on, para situar el hecho de que se define ante todo por cierta función por un lugar de borde.

Es bien evidente — la he señalado así de manera incidental, porque me paso el tiempo explicándome con las filósofos— es bien evidente que este es mi propio materialismo. Bueno, lo digo apenas, porque me importa un bledo del materialismo. Ese cierto materialismo que está allí desde siempre, y que consiste en besarle el trasero a la materia en nombre de que ella sería algo más real que la forma, en fin, esto por cierto ya fue condenado. Fue condenado a partir del materialismo histórico, que estrictamente no es otra cosa que una resurgencia de la Providencia de Bossuet. En todos los casos, esa materia de lo escrito, de lo escrito su puesto, como es un poco nuevo, en fin, merecería que se lo exprimiera un poco, para volver a nuestro objeto a fundamental. Que se lo explotara un poco, al menos por un tiempo.

Que esa explotación se torne posible quiere decir, precisamente, — si traducen ustedes la modalidad como les enseñé a hacerlo—, quiere decir que eso deja de escribirse, y de ningún modo lo contrario. Es preciso que eso deje de escribirse para que pruebe algo. Es decir que no deja de partir otra vez. Pero justamente esa es la escansión de la que intento darles una idea una escansión curiosa. Porque la pulsación que implica –o sea lo que todos saben que sólo puede ser necesario lo posible, a saber, lo que yo sitúo por el dejar de escribirse, y justamente lo que no deja de repetirse — algo que hemos sabido tocar— en esa función producida genialmente por Freud: la repetición.

Se trata de una cosa fundamental y cuya aproximación intento aquí para ustedes, la aproximación de que eso instituye un tiempo dos. Lejos de hacer el tiempo lineal, eso instituye un tiempo dos como totalmente fundamental. Y hasta llegaría a preguntar a quienes pudieran decirme de ello un pedacito — y me divertiría mucho que se me respondiera sobre eso— lo siguiente, tomando un conjunto de dimensiones, conjunto que no supone nada cardinal sino, digamos, un conjunto finito. cómo determinar sobre ese conjunto de dimensiones, por qué no imaginar la dimensión tal como la defino, es decir, allí donde se sitúa el decir, cómo llegar a formular esto: que si partimos de la idea de la función del dos, dos dimensiones se sitúan allí de un lado de la superficie, pero el dejar y no dejar (de escribirse) como acabo de decirles, ¿no es esto acaso lo que constituye exactamente el alcance de lo escrito? Dicho de otro modo, sobre un conjunto de dimensiones, que no determinaremos por anticipado, ¿cómo encontrar lo que constituye función-superficie, y lo que, para mi decir, constituiría función-tiempo simultáneamente? Lo cual de todos modos está muy cerca, muy cerca del nudo que les sugiero.

En otro tiempo perpetré algo que se llamó el tiempo lógico. Y es curioso que haya puesto en segundo tiempo el tiempo para comprender, el tiempo para comprender lo que hay que comprender. Es la única cosa de esta forma que hice lo más depurada posible, la única cosa que había que comprender. Es que el tiempo para comprender no va si no hay tres. A saber, lo que llamé el instante de ver, después la cosa a comprender, y después el momento de concluir. De concluir, como creo haberlo sugerido bastante en ese artículo, de concluir de través. Sin lo cual, si no hay esos tres, no hay nada que motive lo que manifiesta con claridad el dos, o sea esa escansión que he descrito, que es la de una detención, la de un cesar y un recomienzo. Gracias a lo cual resulta evidente que son los únicos movimientos convincentes, que sólo valen como prueba en la medida en que los tres personajes — de los que ustedes saben que se trata de que salgan de la prisión— como por azar, sólo pueden hacerlos funcionar como prueba en el après-coup de esas escansiones; hacerlos funcionar como prueba, es decir, hacer lo que les es demandado, no solamente que hayan salido, lo cual es de un movimiento muy natural, sino además que en eso son idénticos, a saber, cada uno estrictamente a los otros dos. Tienen lo mismo, la misma arandela, negra o blanca, en la espalda. No pueden, como se les pide, explicarlo sino por el hecho de que todos han efectuado el mismo ballet para salir. Tal es la única explicación.

El camino para explicar esto es bien encantador, y además evidente eso no comporta entre ellos ninguna especie de identidad de naturaleza, pero veamos la ilustración, el comentario al margen que doy de ello, a saber, que es así como los seres se imaginan una universalidad cualquiera; en este apólogo — ya que se trata de un apólogo— no hay huella de la menor relación entre los prisioneros, ya que esto precisamente les está prohibido: comunicarse entre sí; ellos son, simplemente, se identifican o distinguen por tener o no tener un disco blanco o un disco negro en la espalda. Pido disculpas por haberme extendido tanto para las personas que nunca han abierto los Escritos, no estaría mal en este caso, por cierto. Definir por lo tanto lo que en un conjunto de dimensiones constituye al mismo tiempo superficie y tiempo, he aquí lo que les propongo como continuación a lo que les propuse acerca del tiempo lógico en mis Escritos.

¿Fui acaso un mal Juez cuando respondí que el objeto a era quizás lo que yo había inventado? Tal vez, pero en todo caso lo seguro es que nadie lo inventó aparte de mí. Sin embargo, puedo ser un mal Juez y en eso no carece de relación con la οὐσἰα que hace poco usé como trapo si mi esquema del discurso analítico es verdadero, debo hacer que ese objeto a llegue a ser, tengo que hacerlo advenir. No es el Yo (Je), en mi caso, es decir, aquí en el momento en que estoy ante ustedes. Es el a. Ese lugar de nadie es desde luego, como el nombre de persona lo indica, un lugar de rango a ocupar, de falsa apariencia. Se trata de ocupar el rol del analista. Y en esto he anticipado algo, algo que se plantea con la pregunta, siempre la misma "¿puedo serlo?'. Autorizarse, eso todavía puede andar, pero serlo, es otro asunto. Aquí, se forja evidentemente lo que enuncié acerca del verbo "desser". El analista, yo lo dessoy: el objeto a no tiene ser.


En su momento insistí lo suficiente sobre aquello por lo que los psicoanalistas muestran júbilo: esa cara, ese soporte, ese patetismo del objeto a cuando toma la forma del, desecho. Insistí mucho sobre eso; una vez fui a Burdeos y les expliqué que la civilización era la cloaca, que de ello no hay estrictamente ninguna especie de otra huella, y que es asimismo algo muy extraño, que hay que aplicarse a eso. Que no se sepa que todos los otros animales que existen atestan la tierra con sus desechos cuando es totalmente singular que todo lo que hace el el hombre acaba siempre en el desecho. Una sola cosa que conserve una pequeña dignidad son las ruinas, pero salgan al menos un poquitito de vuestros cascarones para advertir el número de autos inservibles que se apilan en ciertos lugares, y advertir que allí donde ponen ustedes el pie lo ponen sobre algo donde se ha intentado, por todos los medios, recomprimir viejos desechos para no quedar sumergido en ellos, literalmente.

Si ... ¡es un asunto, éste! es todo el asunto de la organización. De la organización imaginaria, si puede decirse. Simular con la muchedumbre, porque ella es la otra cara de lo que antes llamé la elección, el grupo, simular con la muchedumbre — y siempre tenemos que vérnoslas con ella para sacar de allí un grupo—, simular con la muchedumbre algo que funciona como un cuerpo. Pero ese objeto a, sin embargo, qué es lo que ... o cuál es la cara de lo que les interesa, no cuando lo escribo, porque lo escribo lo menos que puedo, tengo demasiado sentido de mis responsabilidades para no dejarle a ese escrito su chance, su chance de que cese, pero que, si no cesa, de, su prueba. Pero aquí, cuando charlo ¿qué les interesa de ese a del que hablo? Hay algo que puede ocurrírseme, por que es como todo el resto, yo invento para lo que tiene que ver con el saber, pero para lo que tiene que ver con la verdad, no invento, a la verdad me la traen, tengo barriles enteros.

Y aquí hay un tipo que vino a verme, no podría decir cuanto tiempo hace, además no quisiera que se reconozca, vino a decirme que lo que le hacía falta ¡era mi voz! No una voz para un voto, la voz. No, pero es esta una cuestión muy seria para mí, pues es la voz, porque es bien evidente que hay algo aquí, no es una cuestión de timbre, si el objeto a es lo que digo, no hay que confundir la fonética con el fonema. La voz se define por otra cosa que por registrarse en un disco y en una banda magnética de la que tantos disfrutan; esto no tiene nada que ver. La voz puede ser estrictamente la escansión con la que les cuento todo esto. Estoy persuadido de que hay aquí una fuente de vuestra acumulación en este recinto, acumulación hoy decente. Hay algo, así, que está ligado al tiempo que pongo en decir las cosas, ya que el objeto a está ligado a esa dimensión del tiempo. Es completamente distinto de lo que tiene que ver con el decir.

El decir no es la voz. Y ser amado — pues ustedes me aman, por supuesto— ser amado por uno o por otro, no es nada parecido. El decir que el objeto a comporta, en fin, es toda clase de cosas que incluso dejé sentado por escrito, "Subversión del sujeto y dialéctica del deseo..." y patatín y patatán; esto se halla en un camino muy diferente del de la exhibición de la voz. O sea, de un testimonio — hay que decirlo— patético, de su calce en todo el asunto.

El decir, por el contrario, no es tampoco lo escrito. El decir no es tampoco lo escrito, no basta con tener algo que decir para quedar arruinado por saber mucho de ello. Se trata de una distinción que mucho me gustaría se metiera en vuestras cabecitas. Si, incluso sobre lo que tiene que ver con la verdad, es conveniente saber. Es conveniente saber en tanto se trata, en todo instante, de inventar, para responder a su tejido de contradicciones, a la verdad, y por eso el primer paso a dar es seguirla en todos sus melindres. No se trata simplemente de que la mentira forme parte de ella, insistí bastante, ¿no es cierto? Y es preciso ver, en fin, lo que ella es capaz de hacerles hacer.

La verdad, mis buenos amigos, conduce a la religión. Nunca entienden nada de lo que les digo con esto, porque parezco burlarme cuando hablo de la religión. Pero no me burlo. ¡rechino! Ella conduce a la religión, y a la verdadera, como he dicho. Y como es la verdadera, justamente por eso habría que sacar algo de ello para el saber. Es decir, algo que inventar. Y bien, están hartos de hacerlo, y no lo lograrán mañana. Porque en todo esto ustedes no ponen absolutamente ninguna seriedad. Es evidente que quienes inventaron las más bellas cosas del saber, los nombro, es una lista de premiados: ¡Pascal, Leibniz y Newton! Newton, ¿se dan cuenta de lo que escribió Newton sobre el libro de Daniel y sobre el Apocalipsis de San Juan? Nunca miraron eso, desde luego, porque no se les ofrece en edición de bolsillo, pero lo lamento. Tampoco les reprocho no haber ido a buscarlo. Habría que hacer una edición de bolsillo con eso, y bien traducida. Él creía firmemente en la religión. Y los otros dos... me parece difícil renunciar a la evidencia. Sólo hablan de eso. Ninguna otra cosa les interesa.

Cuando pienso que tengo que ir a buscar en medio de una montaña de memoriales dirigidos al cura de París lo que Pascal escribió sobre la cicloide, por ejemplo, que es el tipo mismo de esos pasos que hicieron que se haya inventado, y no otra cosa, el cálculo integral, ¿se imaginan ustedes que el cálculo integral es otra cosa que escritura?
La parábola de donde ha partido, hablo de la parábola dibujada, la parábola y luego cualquier otra lúnula o lo que fuere, en fin, son cosas escritas, en ninguna otra tocamos mejor lo que tiene que ver con el real. Los tres estaban apasionados por lo Verdadero. Lo Verdadero de la verdadera.

El camino a seguir es exagerar. Si no interrogan como conviene a lo verdadero de la Trinidad, están listos, están listos como ratas, como el Hombre de las Ratas. ¡Es evidente sin embargo que la religión tiene sus límites! En fin, vuelvo de Italia, ustedes comprenden, me encuentro bañado por cuerpos que chorrean por todas las paredes, no hay otra cosa en Italia, cuadros hasta reventar; y además es totalmente magnífico, pero no veo por qué yo haría proh pudor ! /Oh honte ! , ¡Oh vergüenza / ante ese chorreo de los cuerpos, aunque en fin, esto da al menos su límite a la cosa, muestra al menos que se está en la verdad, y que uno se queda en ella, que no se sale de ella. Lo que hace falta, de lo que se trataría, es de salir de ella, de la verdad, y no veo otros medios que inventar, y para inventar de la manera correcta, de la manera analítica, es preciso exagerar, abundar en ese sentido. Sí.

Hay sólo una cosa igualmente molesta y con la que quisiera terminar hoy si ustedes me lo permiten. No es casual que esté entre mis alumnos, una mujer, ella está hecha así, aquélla, en fin, que hizo toda una charla sobre el deseo de saber; por cierto no fue en mi casa que lo agarró... Ni siquiera he sugerido cosa semejante. No hay sombra de deseo de saber, puesto aparte aquello sobre lo que me interrogo y sobre lo que no tengo nada que decirles porque nada sé de ello, es que están las matemáticas, que no pueden producir, me parece, a menos que se trate de un efecto del inconsciente, que no producen el menor deseo, pero sin embargo es curioso ver que la matemática, continúa. Uno se imagina que hay entre las personas de vuestra especie, en fin, que los matemáticos están aquí ... pienso que quizás no hay dos en esta sala, hablo de verdaderos, de apasionados: no hay el menor deseo de saber. No hay el menor deseo de inventar el saber.

En fin, hay un deseo de saber atribuido al Otro. Esto se ve. Así surgen las manifestaciones de complacencia del niño en sus "por qué". Todo lo que planten como pregunta está hecho para satisfacer lo que él supone que el Otro quisiera que él preguntara. No todos los niños, porque les haré una cosita, es preciso que de vez en cuando les dé algo que ponerse en la boca, esa cosa atribuida al Otro se acompaña muy a menudo por un "muy poco para mí".

Un "muy poco para mí" del que el niño da pruebas bajo esa forma en la que estoy seguro que ustedes no han pensado, pero como saben yo también aprendo algo de ello todos los días, me educo, me educo por cierto en la línea de lo que me gusta, en la línea de lo que invento, forzosamente, pero en fin, no me falta alimento, y si supieran como yo, hasta ese punto, lo que ya ilustré sobre la anorexia mental al enunciarla por medio de esta acción, porque una acción enuncia: "yo como nada".

¿Pero por qué yo como nada? Esto no se lo han preguntado, pero si le preguntan a los anoréxicos, o más bien si los dejan venir... yo lo he preguntado porque ya me encontraba en mi venita de invención sobre el tema; ¿y qué me respondieron? Es muy claro: ella estaba tan preocupada por saber si comía que para desalentar ese saber, ese deseo de saber ¡se habría dejado reventar de hambre, la chiquilla!

Es muy importante esta dimensión del saber, y también advertir que no es el deseo quien preside el saber, sino el horror.

Sí. Me dirán ustedes que hay personas que trabajan y que trabajan para obtener una cátedra. Pero, ustedes comprenden, esto no tiene nada que ver con el deseo de saber, se trata de un deseo que, como siempre, es el deseo del Otro, y ya he explicado que basta que el Otro desee para que por cierto se caiga bajo su efecto; el deseo del hombre es el deseo del Otro, pero el circuito es más o menos complicado: hay el deseo del otro que se comunica al mismo nivel, porque el sujeto nada ya en el otro.

Está también la histérica. La histérica es otro asunto, tendré que retomar mi esquema para mostrarles el lugar exacto que ocupa el saber para la histérica: es un saber particularmente especificado, un saber del que ella recoge un trasto. Sí. Es un saber que no lleva lejos. Un saber que, para atenernos al origen, muy a menudo no es producido por el discurso, el deseo del Otro, sino que le es pasado, por así decir.

Quiero decir que es muy posible que una persona que no tenía el menor deseo de saber nada, igualmente se haya dado cuenta de que, en la sociedad, el discurso universitario asegura a los que saben un buen lugar, y se lo pasa a la muchacha, a la chiquilla que deviene histérica — y justamente por eso— le pasa la idea de que es un instrumento de poder. Naturalmente, ella recibe la cosa, sin saber que es por eso, la recibe en su primerísima infancia, y éste es un caso bien frecuente de transmisión del deseo de saber, pero es algo adquirido de una manera totalmente secundaria; en otras palabras, lo que trato de meterles en la cabeza y a propósito de esta experiencia, la experiencia del niño que naturalmente les habla de esos por qué, de esos por qué que conciernen (...), por qué qué, por qué nacen niños, cómo se hace, etc., y todo lo que ellos quieran, se trata de oír algo que da placer, mostrar que hacen todo como si se interesaran por ello, pero ya cuando lo saben lo reprimen, y lo reprimen inmediatamente, no piensan más en ello; en fin, es preciso tener una idea un poco más clara de lo que pasa realmente. Ese deseo de saber, en la medida en que toma sustancia, toma sustancia del grupo social.

En verdad, no me voy a contentar con esta respuesta para lo que tiene que ver con la invención matemática; está bien claro que hay apasionados, quiero decir que no era una manera de hacerse valer en la Sorbona resolver los problemas de la cicloide; que hubo, en fin, tiempos milagrosos, tiempos que quisiera ver reproducirse bajo la forma de los psicoanalistas, quisiera ver reproducirse en ellos esa especie de república que hacía que Pascal se carteara con Fermat, con Roberval, con Carcavi, con montones de personas vinculadas entre sí por algo que no se sabe qué es y que se había producido, esto es lo que un día quisiera sacar de la historia, no se sabe qué se había producido que hacía que hubiera gente que deseaba saber más y más a propósito de esas cosas inverosímiles que se designan así, la cicloide


; ustedes saben qué es, si es un círculo, una ruedita que gira alrededor de otra, vean qué puede dar eso, yo no sé, una cosa que se llama cardioide, y hay montones de otras, pero nada como el hecho de que estaban chiflados por eso; y esto, créanlo, en ese momento no reportaba nada ante ningún Señor; les daba una reputación estrictamente entre ellos, no salían de allí.

Desde luego, de allí ha salido vuestra televisión, esa televisión gracias a la cual están ustedes definitivamente embrutecidos, pero en fin, no lo hacían para eso; ellos contribuyeron al objeto a, por cierto, pero justamente sin saberlo, a pesar de lo cual lo realizaron tanto mejor cuanto que el objeto era el objeto a, es decir, ése del que están ustedes hartos; lo realizaron tanto mejor cuanto que, sin saber adónde iban, pasaron por la estructura, por la estructura que les dije, a saber: ese borde del real.

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