Jacques -Alain Miller ¿Qué decimos al decir Lacan?
Subo este texto de Jacques-Alain Miller siguiendo una tradición de l'école lacanienne de psychanalyse, a la que pertenezco desde casi su inicio, se participó de actividades de la institución que dirije J. A Miller (ver la intervención efectuada por Jean Allouch allí; en la revista artefactos, una revista de análisis de la elp, se contó con un texto que brindó J. A. Miller; algo semejante ocurrió en la revista L'unbévue, incluso J. A. Miller no impidió la edición en francés del seminario de Jacques Lacan "El fracaso del Un-Desliz es el amor. A la manera del seminario oral de Jacques Lacan de 1976/1977",...). Dar lugar a las posiciones de otros psicoanalistas con los cuales se puede o no coincidir colabora con interrogar nuestros horizontes que solemos, en exceso confundir con los único horizontes validos posibles. Se trata de un reportaje efectuado por Pablo Chacon en el año 2012, subido a https://redpsicoanalitica.com/2017/03/1. (Alberto Sladogna)
¿Qué decimos al decir Lacan? reportaje a Jacques-Alain Miller
...
-El orden simbólico no es más lo que era. ¿Podría decir
qué era y lo que será?
-La declinación del orden simbólico no es un axioma del psicoanálisis. Los
cambios se constatan, están en todos lados. En la actualidad, hay otra idea de
familia, otra práctica, otros conceptos. El de hoy es un nuevo mundo. La
función del padre no es la de antes. Eso se dice desde la Revolución Francesa.
No hay que olvidarse que se le cortó la cabeza al rey. Y que la Revolución
Industrial fue otro punto de inflexión. Es cuando empieza a hacerse sentir el
poder del capitalismo, los efectos que Karl Marx describió tan bien: hacer
desvanecer lo que parecía estable, inmóvil. Entonces podría decirse que el
padre ya no tenía la gloria social y legal anterior. Y con una cierta igualdad
de condiciones que la revolución favorece, la idea del pater familias, que
viene de la Roma antigua, se encuentra recortada. Balzac, en sus novelas,
señala la caída de la imagen paterna a mitad del siglo XIX.
-En “La mujer de treinta años”, en “Papá Goriot”…
-Exactamente. La paternidad, en esa novela, está degradada. Y eso pareciera que
cada generación lo redescubre. Un siglo después, Hannah Arendt escribe un
artículo sobre la declinación de la autoridad en los Estados Unidos. Esto es
parte del derrumbe progresivo de un orden simbólico que era fuerte, antiguo.
Lacan, que formalizó el Edipo, a la vez dijo que –como está jugada– en la
historia contemporánea el padre no tendría siempre la dirección del show, del
espectáculo. Eso no podrá mantenerse. Y en eso estamos. Lo vemos en los casos
clínicos. Ahora, el padre y la madre son iguales en las decisiones
fundamentales que toma un analizante. Pero siempre puede decirse que los símbolos
son semblantes o construcciones: es una construcción nuestra idea del tiempo,
del espacio, de la política, etcétera; construcciones que empezaron, y que
pueden terminar. Eso lo desarrolló Ludwig Wittgenstein con los juegos de
palabras. De otra manera también lo hizo Michel Foucault. Y de otra manera Ian
Hacking. Se trata de representaciones simbólicas que se mueven, al contrario de
lo real, que queda en su lugar. Pero creo que debemos avanzar en la idea de que
lo real también está tocado. Ese es el paso.
-Lo real está tocado por la técnica.
-Por la técnica, porque la técnica se metió con lo real, con eso que parecía
fuera de nuestra acción, de nuestras posibilidades. Pero la civilización ha
penetrado en la fábrica de lo real. La prueba misma es que podemos hacer
desaparecer el planeta con una bomba. Podemos destruir la naturaleza. Alterar
el clima. Y ahora, hasta cambiar la especie humana, como piensa el filósofo
alemán Peter Sloterdijk; cambiarla por una especie de superhumanidad… lo
felicito por su optimismo. La cuestión es que se ha logrado entrar en una zona
completamente desconocida. Eso tiene consecuencias para pensar a nivel de la
experiencia analítica. Lacan lo ha pensado mucho en la dimensión simbólica.
Pero a nivel de lo real, de lo que resiste a la simbolización, queda algo que
es superreal. No es un límite absoluto. Eso se condensa más y más. Pero se
percibió bajo el rostro de la destrucción. Pasar de las “guerras amables” entre
ejércitos a la destrucción masiva de poblaciones civiles… eso es imparable. El
movimiento mismo de la ciencia parece el espectáculo de la pulsión de muerte en
acción. Pero tratemos de decirlo de manera menos romántica: se ha tocado lo
real.
-¿Cómo saberlo, cómo detectarlo?
-Bien, la idea más sofisticada de lo real en la física matemática es la
mecánica cuántica. Y hasta hoy, los físicos y los filósofos se pelean para
saber de qué real se trata en esa mecánica. No hay acuerdo. Eso disgustaba a
Albert Einstein. Pero es un terreno fecundo para las ideas barrocas. Porque no se
entiende qué cosa es ese real que se ha descubierto.
-Es como si no fuera nada.
-Algo así. Se pensó que podían ser los átomos. Hasta que se descubrieron
partículas subatómicas. Nadie está tranquilo con lo real actual. Antes existía
el materialismo. Se decía: es la materia. Sin embargo, la materia es muy
distinta de lo que pensaba el materialismo del siglo XVIII, o el materialismo
de Marx o el de Lenin. Eso tiene consecuencias para pensar nuestro real en la
experiencia analítica.
-¿En qué sentido?
–
-¿Y en análisis?
-Lo que se produce de más íntimo en un análisis, es que nadie puede saber nada
con anticipación; la idea de la ciencia justamente, es que todo se puede saber
con anticipación, se puede prever, y que con una ley se puede decir “esto es
posible”, “esto es imposible”. Si se piensa el encuentro entre dos seres a
nivel sexual, por ejemplo, no hay una ley previa, no hay un programa; los
animales sí lo tienen. Pero para la especie humana, a ese nivel, hay una parte
del programa que no está escrito. Es lo que Lacan nombra ausencia de proporción
sexual. Hay un agujero en lo real. Lo real del sexo, en la especie humana, no
dice nada; existe la contingencia, el encuentro, la invención, la construcción,
los semblantes: el matrimonio, en algunas culturas es una sola mujer, en otras
culturas son cuatro, en otras una más, tres escondidas. Cada cultura tiene su
originalidad. Pero no se encuentran perros que copulen de una manera en China y
de otra en la Argentina. En la naturaleza existe una constancia.
-¿Ninguna constancia para el viviente?
-Lo que parece una ley general es que los primeros encuentros con el goce del
cuerpo dejan marcas que no se borran. Eso es muy curioso. Porque esos
encuentros son azarosos. En las estructuras clínicas, el encuentro con el goce es
algo desmesurado, no previsto. En general, es traumático y deja una marca.
Debajo de las conexiones significantes se puede encontrar ese punto. Y se debe
encontrar. No se puede deducir.
-Una curiosidad… ¿usted vio la película “Shame”?
Se cuenta una historia…
-Ni se le ocurra contármela, la voy a ver. Algo escuché de una adicción al
sexo. En principio, recomiendo leer el último número de la revista Registros,
dedicado a los hombres. Está muy bien, y es muy divertida. Los hombres son los
antiguos amos, caídos, degradados. Por la emergencia de las mujeres. Y aunque
esto es relativamente reciente, los antiguos amos se encuentran desorientados.
Los hombres no se ubican bien frente a la femineidad emergente, que reivindica
un cambio en muchas categorías. La cultura está armada para controlar el goce
femenino, que es incontrolable. Pero desde el comienzo de la civilización, ése
era un factor que había que dominar, encuadrar, controlar. Pero cambiaron los
tiempos. El diablo ahora saltó.
-¿El diablo?
-El goce femenino, sí, que tiene el poder de perturbar todas las categorías.
Las culturas pueden pensarse como maneras de encajonar al goce femenino. Sin
éxito. Se feminizan las profesiones. ¿Y por qué habría que resistir la
feminización? Seguramente las mujeres sostendrán la práctica analítica en el
siglo XXI. Lacan decía que las mejores analistas eran las mujeres. Y también
las peores.
-¿Qué piensa usted de la sociedad del espectáculo que
teorizó Guy Debord?
-Debord era una manera de tratar la vida cotidiana como hecha de semblantes.
Pero terminó suicidándose. Supongo había encontrado algo que no era
espectáculo.
-Lo real…
-Puede suponerse. A veces, los espíritus más ágiles, los más irónicos de una generación,
terminan aplastados. Se los traga algo bajo la frazada. Eso es el saber del
analista. Cuando sabe que puede venir el hombre de negocios más exitoso, y en
el consultorio mostrar otra cara.
-Hubo mucha gente, como nunca, en el Congreso de la AMP.
-Fue una alegría ver tanta cantidad de gente, tantos jóvenes. ¿Qué decir? Que
hay una llamada posible al psicoanálisis para responder a los trastornos
contemporáneos. Y creo que a medida que la sociedad de control se refuerza, los
impasses que provoca le han dado al psicoanálisis una nueva urgencia, ya sea a
nivel terapéutico o del pensamiento.
-¿Su opinión sobre las nuevas tecnologías de
comunicación?
-Es fundamental, positiva. Hace años, cuando se introdujo Internet en nuestros
intercambios, en 1994, recuerdo haber escrito una intervención en el avión que
me traía a Buenos Aires, diciendo que íbamos a ver tres edades en la AMP.
Escribirse cartas, mandar postales. Eso no permitía la vida de una asociación
mundial. Era demasiado lento. Después, la segunda edad: el fax, que permitió
crear la Escuela Europea de Psicoanálisis. El fax permitía incidir sobre un
número de grupos y secciones de España e Italia con cierta rapidez. Con el
correo electrónico tuve la impresión (que antes no tenía) de que era el instrumento
que iba a permitir crear la AMP. Además de permitir publicar sin las
limitaciones del papel. Eso no se hubiera podido decir antes de estas nuevas
tecnologías.
-¿Por qué el psicoanálisis tiene mayor repercusión en los
países católicos que en los protestantes?
-Siempre fue así. Lacan era escuchado en Francia con muchas dificultades. Y
tuvo algunos alumnos en Bélgica y en Italia. Dos veces estuvo en España pero
entonces los españoles no iban a analizarse a París. El fin del franquismo
político ocurrió después de la muerte de Lacan.
-¿Y los argentinos?
-Lacan conoció a Oscar Masotta. Me lo presentó como “mi discípulo, mi alumno”.
Pero es en 1978 que llegan a París los primeros argentinos para ver a Lacan.
Ese movimiento recién empezaba y Lacan se estaba muriendo. Los argentinos que
habían viajado eran Roberto Harari, que fundó Mayéutica; Jorge Chamorro, que
está en la EOL, otros… Pero el encuentro decisivo, para mí, fue el que tuve con
Diana Rabinovich, que me convenció de ir a Caracas, donde estaba exiliada.
Estuve por primera vez en América latina en 1979, y conocí la importancia que
tenía Lacan en el mundo latino. Fue la ocasión para descubrir otro mundo del
cual no tenía idea. Y pensé que Lacan también podía conocerlo. Aceptó de
inmediato, y a pesar de su edad, estuvo en Venezuela en 1980. Esa es una
historia de países católicos, de cultura latina. En Alemania hay algunos grupos
interesados en Lacan, desde el punto de vista intelectual. En Estados Unidos es
apreciado en las universidades, por filósofos, críticos literarios, por los
estudios culturales. Pero casi no acceden a su práctica cínica… por la cultura,
el tipo de desarrollo, el estilo. Existen algunos grupos, pero casi como un
fenómeno marginal. Europa del Este estaba congelada. Y cuando las cosas se
abrieron, llegó la IPA (International Psichoanalytical Association) primero.
Sin embargo, tenemos alumnos y analizantes en Rusia, y en los países bálticos,
aunque allí también es muy fuerte la impronta norteamericana, que se opone a la
clínica de lo singular. Estamos activos igual.
-¿Y en Oriente?
-Japón era un interés de Lacan. Los psiquiatras han traducido muchos
seminarios, pero el país sigue siendo un enigma. El otro misterio es China,
donde Lacan circula mucho. He tenido varias ofertas para viajar. No lo haré
todavía. Seguro más adelante, por interés cultural, por saber cómo se transmite
a Lacan. Hay analistas lacanianos que funcionan muy bien, se han formado en
París.
-En China, tengo entendido, el individualismo no existe.
-Es cierto. Y tampoco en el psicoanálisis. Pero también es cierto que el
capitalismo está en tensión en ese país comunista, y son los líderes de nuestro
tiempo. Claramente existen fallas. China no parece ideológicamente estable. Por
eso supongo que en las condiciones actuales, las autoridades no permitirían
sino un psicoanálisis dócil al encuadre social y legal. Eso puede cambiar en el
futuro. De hecho, cuando empecé la campaña para la liberación de la
psicoanalista siria Rafah Nached, en el ministerio de Relaciones Exteriores de
mi país me dijeron que lo más útil sería tener firmas de los últimos países
amigos de Siria, entre los que estaba China. Y los diplomáticos no creían que
eso fuera posible. Pero logré que algunos chinos firmaran un petitorio por la
liberación de Rafah, si bien en términos generales, protocolares. Es una buena
señal. Y demuestra que cuando todo es controlado por un partido, ciertas cosas
empiezan a moverse lentamente. Por supuesto, si Lacan entrara en China, lo van
a desear sin sal, querrán un Lacan “chino”.
-¿Cómo sería un Lacan “chino”?
-Hay que permitirles hacerlo. En principio, creo que quieren aprender de
Occidente para desarrollar una vía “china” a Lacan. Pero para Lacan sería lo
mismo. Si se apoderaran de su pensamiento, aprenderán qué pensaba Lacan, sus
zonas inasimilables. Él se interesaba mucho por el pensamiento de la antigüedad
china. En ese punto Lacan también fue un adelantado.
(2012)
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