Franco "Bifo" Berardi: tiempos de mutación
FRANCO “BIFO” BERARDI. TIEMPOS DE
MUTACIÓN, diálogo con
María Muñoz ( http://a-desk.org/magazine )
Franco “Bifo” Berardi (Bolonia,
1949) es filósofo, teórico post-marxista e importante figura del movimiento
autonomista italiano. Graduado en Estética por la Universidad de Bolonia, fue
fundador del fanzine A/Traverso y promotor de Radio Alice, primera radio pirata
italiana. Vivió en París, donde conoció a Guattari, en Nueva York y San
Francisco. En 2002 fundó TV Orfeo, primera televisión comunitaria italiana.
Actualmente es profesor en la Academia de Brera (Milán). Ha escrito numerosos
ensayos sobre las transformaciones del trabajo y los procesos de comunicación
en el capitalismo postindustrial. Desde hace más de cuarenta años sigue las
mutaciones de la subjetividad social y reflexiona sobre movimientos de
resistencia en el contexto del hipercapitalismo.
Barcelona, 11 de noviembre. Nos
encontramos con Berardi una hora antes de la presentación de su libro
Fenomenología del Fin. Sensibilidad y Mutación Colectiva (Caja Negra Editora,
2017) en La Central del Raval.
Me gustaría empezar con Internet
como medio de difusión masivo. Tu trabajo se ha ocupado de cómo la tecnología y
el entorno digital transforman nuestra capacidad de sentir. ¿Qué hay de la
relación con la teoría estética, en tanto que se refiere a lo sensible?
La relación entre tecnología y
formas estéticas me ha interesado desde siempre. Al inicio me interesaban los
movimientos sociales, pero con la aparición de las radios libres en Italia en
1976-1977, mi atención se centró en la relación entre movimiento social y
tecnología, especialmente en las formas estéticas y artísticas que comportan.
Mi problema fue conceptualizar el fenómeno radiofónico. Por ello, el equipo de
Radio Alice, en el que todos estábamos en “sintonía” —nunca mejor dicho— se
focalizó en una comunicación poética anexionada al movimiento social autónomo.
La relación entre movimiento, forma artística y tecnología ya en los años
setenta mostraba una innovación radical hoy conocida como “red”, que en esta
época era evocadora de posibilidades comunicacionales y políticas. La novedad
en Radio Alice fue la conexión entre el teléfono y el micrófono, la
transmisión. Aunque hoy nos parece banal, fue totalmente innovadora en la
Italia de la época: cualquiera que llamaba entraba en directo. Provocó una ruptura.
Tanto, que incluso el periódico derechista de Bolonia nos acusó de promover una
comunicación obscena.
Entiendo que, como oyente, el
participar por teléfono suponía una comunicación bidireccional frente a la
puramente receptora de la televisión…
Exactamente. Para el grupo, la
conexión telefónica inmediata y bidireccional suponía un nuevo paradigma en
comparación con el céntrico de la televisión y la radio de aquel tiempo.
Afinaría más diciendo que, en las últimas décadas, la batalla de los medios de comunicación
es entre el teléfono como medio multicéntrico, reticular y rizomático y la
televisión como medio esencialmente central y unidireccional. El nacimiento y
desarrollo telemático de Internet como medium supone el entrelazado de los dos
niveles, el rizomático y el centralizado —la pantalla y el teléfono.
Durante mi estancia en San
Francisco a finales de los ochenta, mis conexiones con la cibercultura [1] se
refuerzan. Allí encontré gente alejada de la cultura política europea aunque
similar a mis elecciones estéticas y comunicacionales. La cultura ciber es un
fenómeno con raíces en California, una continuación de la contracultura de los
sesenta, el Free Speech Movement [2] y especialmente el ciberpunk [3]. Allí
conocí a William Gibson, entre otros escritores afines a la literatura
ciberpunk. A comienzos de los noventa, la Red nos parecía una utopía
liberadora, un medio que permitía la ampliación de la dimensión democrática y
de las posibilidades de conocimiento, permitía tomar decisiones, actuar a nivel
económico y político de manera libertaria e igualitaria. La cibercultura fue
impactante en mi formación personal, de hecho trabajé mucho en el lanzamiento
de Internet como medio cultural a mi vuelta a Italia.
¿Cómo enfocaste el potenciar
Internet, como teoría del medio —quiero decir el medio como foco de estudio en
sí— o como contenido cultural?
En 1994 trabajaba para la
Universidad de Bolonia. Dentro de la institución organizábamos conferencias
internacionales, una de ellas fue Cibernauti (Cibernautas), la primera
conferencia de reflexión sobre nuevas tecnologías de red y cibercultura a nivel
italiano. Ya en este congreso se vislumbró que la utopía ciber debía
confrontarse con la realidad cultural y psíquica del público, de la sociedad.
En ese tiempo (1996) comencé a escribir Fenomenología del Fin, hace veinte
años. Yo quería escribir sobre la dinámica comunicacional de la Red, la ética y
el arte, pero el arte en Internet es un campo infinito de dimensión
inabarcable, incluso cuando comencé el texto. Decidí investigar sobre las
formas de comunicación a pesar de los contenidos estéticos; la forma misma del
medium y cómo este transforma la percepción, la dimensión psíquica y el
inconsciente de la sociedad en general. A día de hoy, no hace falta decir que la
utopía se ha convertido en una distopía, una realidad mucho más oscura.
Y, si la creciente exposición a
un flujo de información frenético satura nuestra sensibilidad, nuestro tiempo,
¿crees que incluso domina nuestra voluntad?
Internet es un modelo infinito
desde el punto de vista matemático, por su entrelazado e interconexión, un
proceso en continua apertura a nuevos panoramas. En el panorama actual, la
relación entre comunicación reticular y actuación política, social, erótica o
relacional sufren una mutación irreversible y a largo plazo que implica un
verdadero cambio genético de las formas culturales, no solo algunos
comportamientos, sino su genealogía psíquica misma. En mi opinión, hay dos
fenómenos fundamentales que marcan dicha mutación: el primero es la generación
de los procesos infoesféricos [4]. El ambiente de estimulación informativa es
tan denso, intenso y rápido que supera nuestra capacidad de elaboración crítica
y emocional consciente. El estímulo infoesférico, lo que llamamos informaciones,
no son solo signos, también son impulsos nerviosos que nos obligan a reaccionar
de un modo u otro. La crítica como capacidad cognitiva a lo largo de la época
moderna era la capacidad de discriminar, de elaborar críticamente el valor de
verdad o falsedad de cada enunciado o impulso. Cuanto más se acelera la
infoesfera y sus impulsos se multiplican infinitamente, más se pierde la
capacidad crítica de decisión. La elaboración emocional se hace confusa y causa
“pánico”. El caso de las fake news o post-truth, no es problema de que los
políticos mientan —siempre han mentido— sino de que la mente colectiva se ha
vuelto incapaz de criticar. Paul Horner, distribuidor clave de noticias falsas
en la campaña de Trump, mostró su asombro afirmando que la gente se ha vuelto
totalmente estúpida. Yo no lo creo, creo que simplemente no les importa, es un
impulso más.
El segundo fenómeno es la
descarnalización y la deserotización de la palabra, del lenguaje. Freud afirma
que el acceso a la dimensión del lenguaje es esencialmente afectivo. La
filósofa italiana Luisa Muraro [5] manifiesta que es la relación al cuerpo de
la madre, a su voz, la que nos permite entender la correspondencia entre
significado y significante. Una singularidad humana hablante ha garantizado esa
relación. Hoy esa garantía no existe: leí que el 80% de los niños de dos años
pasan cuatro horas al día delante de una pantalla, aprenden más palabras por
una máquina que por la voz humana. Así, la formación del lenguaje, el ingreso
en la comunicación, es maquínica, se pierde la relación con la carnalidad de la
voz. No soy tecnófobo, pero creo que esto lleva a una precariedad psíquica que
implica una incapacidad de interpretar los signos singularmente, se hace cada
vez más sintáctica, perfecta, conectiva, patronímica. La dimensión de la
ambigüedad: la mirada, la sonrisa, la alusión, las posibilidades de
interpretación que la humanidad siempre ha tenido se tornan duras, rígidas,
fijas; hasta manifestarse como epidemia de la incapacidad humana para
relacionarse. Según Giorgio Agamben [6], la voz es el punto de conjunción entre
el sentido y la carne, en el que la intención significativa se hace
singularidad erótica, carnal. Esta singularidad no es solamente el acceso a una
vida feliz, sino a una posibilidad de comunicación política y social efectiva.
¿Y qué hay de la democracia?
¿También ha sido reemplazada por procedimientos maquínicos, por algoritmos para
la selección automática? ¿Esa distopía ha pasado a ser una nueva forma de
totalitarismo?
La anulación contemporánea de la
democracia no es un fenómeno político, la fuerza igualitaria política es
también un proceso de homologación maquínica. En el capitalismo contemporáneo
debemos usar la palabra gobernanza, no gobierno, gobierno implica la capacidad
de discriminar entre alternativas, de decidir de manera humana. Cuando el
mecanismo financiero contemporáneo comenzó su proceso de aceleración en los
años noventa, se impuso como forma de gobernanza: sus procesos son imposibles
de seguir por la mente humana, la relación entre finanzas y otras esferas de la
vida social se convirtieron en automáticos: signo y efecto. La tecnología
digital es perfecta para la automatización de los procesos de decisión y todos
tenemos la impresión de que no podemos hacer nada. Vivimos una dictadura
neoliberal financiera sin freno, donde las decisiones democráticas no se
respetan. Son tantas las aniquilaciones de la democracia últimamente que no voy
a citarlas. La coherencia del fenómeno lingüístico de la política contemporánea
está totalmente vinculada a la automatización de las decisiones fundamentales
que afectan a la relación entre comunidad y vida cotidiana. La libertad y
voluntad de elección no tienen dimensión colectiva. El poder no está en las
calles, eso es nostalgia, en las calles no hay nada, solo nuestros cuerpos.
Ejemplo de ello es el 15M o el movimiento Occupy. Fue importante porque
representó un cuerpo descerebrado y un cerebro extracorpóreo y posibilitó una
reconexión subjetiva, sin que ello permitiera ganar la batalla a la dictadura
financiera. Las finanzas son una abstracción, solo sabemos que existen en
números, algoritmos, en relaciones informacionales. Dicen que el centro es
Silicon Valley, yo no lo creo, creo que hay nodos por todo el mundo en los que
el poder se distribuye.
¿Todo eso se aplica al caso de
Catalunya?
La sensación de fin de democracia
se está identificando con una nueva —o vieja, no sé— forma de política
colectiva: el regreso al identitarismo. La identificación comunitaria nacional,
ética o religiosa parece ser una solución frente a la dictadura financiera.
Mira, pienso que Barcelona es uno de esos nodos, un centro de producción
creativa, intelectual e informática. En el interior de la red hay puntos
capaces de actuar a nivel sociopolítico y cultural, los que Florida [7] llamaba “ciudades creativas” en la época del
triunfalismo cibercultural. Hoy esas ciudades son esencialmente centros de
precariedad del trabajo cognitivo. Éste es el fenómeno que me interesa de la
insurrección catalana, no la causa identitaria —aunque sin duda ha producido un
efecto subjetivo interesante. Sobre el 1 de octubre, como bien dice Santi López
Petit: “No le deseo un estado a nadie [8], pero si los fascistas me dicen que
no puedo votar, voy y voto”. El problema no es constitucional o de creación de
la república, no estamos aquí para crear estados, sino para cancelarlos. El
estado, que era garantía del bienestar, se ha convertido en aval de que el
pueblo pagará la deuda infinita y metafísica de la banca central, universal,
global que no es más que esa abstracción. El enemigo no está en Madrid, allí no
hay nada, solo una conjunción de la gobernanza particularmente fascista, la
misma que hay en toda Europa, que se hace más fascista cuando la presión
financiera se hace más insoportable.
Entonces, ¿qué se puede hacer
cuando no se puede hacer nada?
Debemos sacar provecho de las
situaciones adversas. La Unión Europea debe colapsar definitivamente, pero no
para el regreso a la dimensión nacional. Como dijo Eco hace veinte años, el
modelo de la Unión Europea son las ciudades comunales. Eco, en su pensamiento
humanista, las define como lugares de decisión sobre experiencias vividas
colectivamente. El proyecto de Europa falleció tras Maastricht y la crisis de
2008, transformándose en una herramienta neoliberal del dictado financiero
global. Salir de esto significa sustraer, autonomizar, emancipar los nodos
conjuntivos de la red global desde el dominio intelectual y cognitivo. Debemos
reactivar la dimensión conjuntiva urbana mediante la insurrección,
entendiéndola como la herramienta que permite desplegar todas las posibilidades
de un cuerpo y de una condición subjetiva. Nuestra intención no es
contrarrestar la máquina, sino desarrollarla en nuestro interés, con sus
potencialidades útiles y enriquecedoras, igualitarias y libertarias que el
capitalismo hace imposibles.
Texto: María Muñoz (la
conversación con Franco Berardi fue en castellano).
[1] Cibercultura: conocimientos,
costumbres, modos de vida y expresiones surgidas por el uso de ordenadores,
teléfonos móviles y otros dispositivos tecnológicos vinculados al ciberespacio,
ámbito artificial creado por medios informáticos.
[2] Free Speech Movement, 1964.
http://fsm.berkeley.edu/free-speech-movement-timeline/
[3] Cyberpunk es un subgénero de
ciencia ficción que refleja visiones distópicas del futuro donde se combinan la
tecnología avanzada con un bajo nivel de vida (hackers como disidentes, punks
rebeldes).
[4] Infoesféricos, pertenecientes
a la infoesfera. La conceptualización más extendida es la que da Luciano
Floridi, basándose en biosfera para denotar el entorno informativo en el
conjunto constituido por todas las entidades informativas –incluyendo agentes–
sus propiedades, interacciones, procesos y relaciones mutuas.
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