Una escultura…, ¿rizomática? por María Gutiérrez Zúñiga
Una escultura…, ¿rizomática?[1] por María Gutiérrez Zuñiga
Una de las torsiones efectuadas
en el pasaje Freud – Lacan, -evidentemente operado en la transición y producción
de los saberes de la época de la que cada uno formó parte- es la posición en
que se plantea al (psico)análisis[2]
en relación al arte. Si bien Sigmund
Freud aspiraría a conformar una base hermenéutica suficiente para interpretar al
artista mismo a través de su obra;[3] en contrapartida, Jacques Lacan propondría a
los analistas estar muy atentos a los secretos que el misterioso performance del artista eventualmente
puede susurrar, revelando algo que nos concierne tanto como a nuestro hacer. Se
trata, pues, no de interpretar, comprender (y reducir); sino, en todo caso, de
dejarse tomar por ese enigma que la obra plantea para su autor, y embarcarse en
la trayectoria que ella emprende una vez que se le deja salir del interior del
taller.
Precisamente, como uno de esos
gajes afortunados de la amistad, recientemente entré en contacto con una obra
de quien se considera solamente una hacedora de escultura: Virginia Gutiérrez
Ovalle. Sin nombre todavía y sin firma, la pieza en mis manos me asombró y
cautivó completamente. Al girarla, ella pasaba de una forma a otra, como si se
moviera y se estuviera produciendo aún, presentando lo que era un devenir. Al
paso de las horas, pensé: “¡es un rizoma guattari-deleuziano!”.
Y es que la
pieza aparece como una superficie interior-exterior, permeable, que torsiona y
florece continuamente, y donde cada uno de sus pliegues y agujeros parecieran
el testimonio de su relación permanente, “constituyente” y productiva con lo
Abierto.
Al comentar esta ocurrencia
del “rizoma” con Virginia, ella expresó lo siguiente:
… hacer este tipo de obra, es al principio un juego, una exploración y
finalmente una especie de meditación. Todo desaparece y sólo son las manos que
sin pensamientos se conectan con algo que se impone y que se manifiesta
proporcionando un gran gozo. Me encanta esto del "rizoma", porque
justamente lo que aspiró, es a que las piezas inviten al espectador a
recorrerlas en este infinito devenir que somos.
Con la anuencia de la artista, y gracias a la idea y gentileza de
Alberto Sladogna de incluir esta nota en el blog de Escucharte, he aquí
algunas imágenes de esta singular obra escultórica, las cuales pudieran
suscitar interés y, tal vez, abrir un
diálogo en torno a estas cuestiones, como al que ella invita en acto…
[1] Se hace cita al concepto propuesto por Guilles Deleuze y Félix
Guattari en: Mil mesetas.Capitalismo y
esquizofrenia. Pre-textos, España, 2002.
[2] Se pone entre paréntesis “psico”, precisamente porque la experiencia de Lacan lo llevó a
sustraerle al análisis su enclave en un psiquismo, como lo habría instaurado
Freud.
Me parece muy interesante como la pieza juga con nuestra visión. Me ha dejado muy reflexiva. Gracias María por compartir tu nota.
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