Erick Vázquez entre amigos... Teléfono voz, amistad: un afuera que está dentro
Teléfono voz, amistad: un afuera que
está dentro*
* Erick Vázquez entre amigos...
Recuerdo bien que alguna vez fuiste criticado por mencionar justo el tema de la amistad,
si mal no recuerdo,dijiste "si no fuera por la amistad el
análisis no sería posible"
La pandemia del corona virus no se
parece a nada anterior. No tenemos ningún antecedente con qué compararlo
efectivamente. La metáfora de la guerra -porque es una metáfora, y no una
analogía- es incorrecta y sólo nos conduce a comprender menos; si Agamben,
Preciado, Zizek y otros nombres no hacen más que repetir sus teorías usuales
ante una realidad que las demuestra inadecuadas es porque hay algo en la
circunstancia actual de un virus que se resiste a ser pensado con esas
herramientas. Las teorías de a quienes recurro tradicional para entender el
presente las encuentro rebasadas y hasta irresponsables, como el texto de
Preciado en El País el pasado 28 de marzo:
Los Gobiernos llaman al encierro y al
teletrabajo. Nosotros sabemos que llaman a la descolectivización y al
telecontrol. Utilicemos el tiempo y la fuerza del encierro para estudiar las
tradiciones de lucha y resistencia minoritarias que nos han ayudado a
sobrevivir hasta aquí. Apaguemos los móviles, desconectemos Internet. Hagamos
el gran blackout frente a los satélites que nos vigilan e imaginemos juntos en
la revolución que viene.
Es inconsecuente y mesiánico convocar
a que dejemos de comunicarnos entre nosotros con la finalidad de que cada quien
en su encierro imagine la revolución que viene. Soy crítico de arte, por mis
propios recursos poco entiendo. Mi manera de comprender suele ser la de hablar
con los artistas, y con mayor frecuencia con aquellos a quienes me ata un lazo
de amistad, por la sencilla razón de que los oficios del arte y la crítica, en
la medida en la que distinguen con dificultad la vida pública de la privada,
obligan a una congruencia. Llamé a mi amiga Elisa, ensayista y guitarrista, con
la que había perdido el contacto durante años (eso hace una catástrofe en su
proximidad, relativiza la distancia así como la gravedad curva el paso del
tiempo). Esa ausencia larga en la espera mientras timbraba intermitente la
llamada se traducía en no saber qué esperar, qué decir, cómo iba reaccionar
después de tanto año, pero en cuanto escuché su voz toda incertidumbre se
desvaneció y ya sólo éramos como siempre. La amistad se distingue de cualquier
otra relación en la velocidad con la que se actualiza, que es parecida a la
velocidad de la luz, tan rápida que parece instantánea. Pero no se trata sólo
de la velocidad con la que el lazo amistoso actualiza el sentido y las
afecciones, fue el timbre de su voz el que organizó años de ausencia y miles de
kilómetros de distancia. Hay algo en el timbre que es indisociable a la
identificación y al sentido que permite el intercambio de las voces.
Teléfono es una
palabra muy nueva, el vocablo Tele-phoné se traduce, literalmente del
griego, distancia-voz humana y fue usado por Alexander Graham
Bell para bautizar su invención. En el 10 de marzo del 1876, Graham Bell escribió por la noche una carta a su papá, Melville Bell, en donde le decía:
Un discurso
articulado fue transmitido de manera inteligible esta tarde. He construido un
aparato nuevo operado por la voz humana. Por supuesto, no está terminado aún,
pero algunas frases pudieron entenderse. Me encontraba en la habitación del
instrumento transmisor y el señor Watson en otra habitación, con el instrumento
receptor, lejos del alcance del oído. Llamé por el transmisor “Sr. Watson,
venga aquí, necesito verlo”, ¡y vino! Este es un gran día para mí. Presiento
que por fin he dado con la solución a un gran problema, y el día está cercano
en el que los amigos podrán conversar sin salir de casa.
Le escribía a su padre, pudo haber
dicho “padres e hijos”, “socios y hermanas”, pero decidió escribir “los
amigos podrán conversar sin salir de casa”. Ese mismo año Graham Bell fundó
lo que más adelante sería la Bell Telephone Company, registrando los primeros
dos números telefónicos de la historia, el No. 1 para su propio estudio, y el
No. 2 asignado al domicilio de su amigo y colega, Thomas Watson. En 1914, más
de tres décadas después, Graham Bell realizó la primera llamada de larga
distancia, de Nueva York a San Francisco, esta vez con la prensa y el gobierno
presenciando de ambos lados la conexión. Graham Bell, consciente de que la
Historia lo escuchaba, quiso repetir su ya famosa frase: Mr. Watson, come
here. I want you. La historia del
teléfono está ligada a la historia de la amistad.
Es una
circunstancia un poco distinta la del teléfono moderno porque los aparatos con
los que cargamos son algo más que un teléfono, como artefactos de voz
despiertan ya sospecha, preferimos textear o en su defecto enviar un audio,
pero aún así se trata de la voz humana, mientras leemos los textos escuchamos
al interior la voz de quien los escribe. En todo caso la línea telefónica -
las frecuencias de los celulares pasan por líneas- replica la historia de una
etimología. La raíz indoeuropea distingue claramente el origen de cuerda, *ǵʰer-, que
pasó al griego arcaico chordé para referirse a los intestinos estirados
que servían a los instrumentos musicales, un acorde un conjunto de tripas
tensadas al mismo tiempo; el origen de corazón es por su parte nítidamente
ubicado en el indoeuropeo como *ḱḗrd, que pasó
al griego antiguo como kardía y de ahí al latín Cor,
corazón. Hasta ahí la raíz de las palabras es distinguida con claridad, pero ya
desde muy temprano ambos sentidos empiezan a trenzarse. Para dar un ejemplo ilustre,
cuando el emperador Adriano le preguntó al filósofo Epicteto qué era la
amistad, éste respondió: armonía. Quid es amicitia? Concordia. Ya en el
latín clásico Concordia significaba literalmente la afinidad de los
corazones, pero en el uso designaba el moderno “armonía” en sentido musical, es
decir, una consonancia de cuerdas. El moderno español cordura tendría
que ver con una relación al corazón, pero también con la cuerda que resuena,
como en un recuerdo.
No hay mamífero que en un encierro
prolongado no se empiece a dar de topes contra la pared. Es el teléfono, la phoné
y no la imagen visual, lo que en el actual aislamiento le otorga sentido a mi
realidad inmediata, la voz humana, la de los semejantes, la resonancia con la
que me identifico. Si ahorita me preguntaran ¿Qué es la amistad? Respondería:
La cordura. Una cuerda que nos mantiene en línea, una línea fonética que nos
permite pensar incluso lo impensable de una realidad sin referencias inmediatas.
En 1927 se hizo la prueba de la
primera llamada trasatlántica. Desde que se trataba de un ensayo técnico no se
involucraron grandes personalidades, pero se conservan las voces anónimas de
los ingenieros en la Librería del Congreso de los Estados Unidos, transcritas
por Cary O’Dell. Una voz
con acento americano pregunta ¿Me escuchas? ¿Me escuchas? ¿Me escuchas mejor
ahora? Otra voz con acento inglés le responde y hablan un poco sobre el
clima, llovía en Londres y el sol brillaba en Nueva York. En un punto de la
conversación el americano dijo: Distance doesn’t mean anything
anymore. We are on the verge of a very highspeed world…¿Qué es una
línea? Es difícil de describir porque la respuesta corta es que se trata del
espacio en sí, es decir, una densidad igual a sí misma, una superficie. Mi
amiga Renard, pintora y filósofo de oficio, me ha ayudado a entender porqué
Euclides para definir lo comprendido entre dos puntos escribía γραμμὴ, un “trazo”. Una línea es la expresión de su ocupación en el espacio, el sonido es la
materialización instantánea de la distancia, la voz humana es la procesión
armónica de la presencia; una línea que, hasta donde entiendo, opera de esta
manera exclusivamente dentro de los límites de la amistad, y que no podría
corresponder por ejemplo a las instancias del amor, las de la sujeción de una
pareja en particular. Barthes, en sus Fragmentos de un discurso amoroso,
desarrolla el fenómeno de la llamada telefónica entre amantes:
A Freud, al parecer, no le gustaba el teléfono, a él que
le gustaba, sin embargo, escuchar. ¿Tal vez sentía, preveía, que el teléfono es
siempre una cacofonía, y que lo que deja pasar es la mala voz, la falsa
comunicación? A través del teléfono, sin duda, se intenta negar la separación
—como el niño que al temer perder a su madre juega a manipular sin descanso un
cordel—; pero el cable del teléfono no es un buen objeto transicional, no es un
cordel inerte; está cargado de un sentido, que no es el de la unión, sino el de
la distancia: voz amada, fatigada, escuchada por teléfono: es el “fading” en toda su angustia. En primer lugar
esta voz, cuando me llega, cuando está ahí, cuando se mantiene (a duras penas),
no la reconozco jamás enseguida; se diría que sale de debajo de una máscara.
Además, el otro está ahí siempre en instancia de partida; se va dos veces,
mediante su voz y mediante su silencio: ¿a quién hablar? Nos callamos juntos:
acumulación de dos vacíos. “Te voy a dejar”, dice cada segundo la voz del teléfono.
Hay una angustia, una insuficiencia,
entre los amantes que se llaman por teléfono, para una pareja la línea es la constatación
de una incertidumbre, y es recurrente el ritual de jugar a quién cuelga
primero. Cuando jugueteábamos con el cordón del teléfono jugábamos
verosímilmente con la línea cordial, la mismísima vena cava. Entre amigos, por
el contrario, sencillamente nos decimos ya voy a colgar e inmediatamente
suena el tono intermitente, sin rencor, con la certeza de que el sentido de la
relación va actualizarse en cuanto la conexión se reestablezca. A diferencia de
las llamadas entre los amantes, entre los amigos una línea es un asunto de
comprensión, la comprensión de una distancia.
Las razones que se encuentran detrás
de la invención del teléfono son extraordinarias. Melville Bell, el padre de
Alexander Graham, desarrolló en el 1867 el concepto de lenguaje visual, un
alfabeto fonético para articular la letra visible con la imagen acústica en
base al aparato fonador, es decir, un alfabeto universal, una herramienta para
enseñar a los sordos a usar sus cuerdas vocales, su cuerpo para hacer sonidos
inteligibles en el lenguaje articulado para que otros escuchas pudieran
entender. El lenguaje visual de Melville Bell es lo que en la actualidad usamos
para comprender cómo se pronuncian las palabras en idiomas ajenos, el
instrumento que usamos para escudriñar lo que más de tres milenios atrás debió
escucharse como la lengua madre común a casi todas las lenguas de India, Asia y
Europa. Eventualmente Graham Bell perfeccionó el
sistema que su padre había publicado bajo el título Visible Speech: The
Science of Universal Alphabetics, y Graham Bell acabaría por desarrollar además
un espectrograma para hacer visible el registro
de la voz en patrones legibles, el timbre identificatorio, mismo que ahora
podemos ver agitarse en nuestros celulares cuando hacemos una grabación de voz,
medida de los decibeles, la medida del sonido en relación al oído humano así
nombrada a partir de su inventor, Bell.
La madre de Alexander Graham era una
destacada violinista que perdió el oído gradualmente, empezó a ayudarse con un
cuerno para amplificar la voz de su hijo y poder mal que bien entenderle. Cuando
Graham Bell cumplió doce años su madre había perdido todo sentido de la
escucha, y de la música también. Graham Bell, antes de dedicarse a la invención
electromagnética, seguía los pasos de su padre como un avanzado pedagogo para
la enseñanza de los sordomudos. Graham Bell no inventó el teléfono para
resolver las distancias entre los hogares y las naciones, ese fue un afortunado
accidente, Graham Bell intentaba resolver la sordera de su madre, y
eventualmente la sordera de su propia esposa Mabel Hubbard. El teléfono es el
resultado de una búsqueda por desarrollar un aparato prostético para solucionar
la sordera de quienes amaba. Ambas, la madre y la esposa del inventor del
teléfono, a decir de la correspondencia que se conserva las influencias más
grandes de su vida, no podían escucharlo. El teléfono, la voz humana a
distancia, es una invención culminante de tres generaciones de científicos que
estuvieron en cuerpo y alma concernidos por la problemática de la voz y la
sordera.
La voz humana es una emisión muy
peculiar porque resuena dentro del propio cuerpo al mismo tiempo que proyecta
su imagen acústica, y en eso es más bien parecida al tacto, que toca al mismo
tiempo que la propia piel es sentida, (el lenguaje de señas, en donde las manos
se tocan entre sí, es análogo a la voz) y tal vez por eso la conversación, a
diferencia del sólo intercambio de miradas, resulte tan confortante, porque la
voz es una vibración física que toca el interior del oído, y tal vez por eso
resulte imposible violentar con la voz sin agredir el propio cuerpo. Mi amigo
Alberto Sladogna me mostró esta analogía que Freud hace en Consejos al médico
para el tratamiento psicoanalítico, de 1912:
[El médico] debe volver hacia el inconciente
emisor del enfermo su propio inconsciente como órgano receptor,
acomodarse al analizado como el auricular del teléfono se acomoda al micrófono.
De la misma manera en que el receptor vuelve a mudar en ondas sonoras las
oscilaciones eléctricas de la línea incitadas por ondas sonoras, lo inconsciente del médico se habilita para
restablecer, desde los retoños a él comunicados de lo inconsciente, esto inconsciente mismo que ha determinado las
ocurrencias del enfermo.
Freud utiliza la analogía del
teléfono con referencia a la “regla analítica fundamental” justamente porque la
voz resuena dentro del cuerpo y un amigo nos escucha para ayudarnos a pensar lo
que decimos. La voz del teléfono articula el afuera con el adentro, ni afuera
ni adentro, está en nuestra carne por vía de los agujeros corpolares que son
zonas erógenas de contacto con los otros. Dice un relato quizás mítico, es
decir real, que Freud fue el primero o de los primeros abonados al teléfono en
Viena, Austria. Lacan produjo una ocurrencia al teléfono “Hola... ¿Lacan? Ciertamente No…”(Cfr. Jean Allouch…).
El teléfono funciona como un
artefacto para escucharse a sí, si es cierto que un amigo es una especie de
imagen de sí mismo (exemplar aliquod intuetur sui). No hablo más
que del puro intercambio de timbres de voz que armoniza un sentido excedente
los cuerpos que resuenan, según mi amigo y músico Fernando Vigueras, el timbre en
tanto asunto de las relaciones entre los armónicos y la identidad constituye un
acorde único a un cuerpo en particular, instrumento o animal, un tema digno
de las ciencias de la complejidad. La amistad parece reducirse
a una fórmula de tiempo y presencia, una resonancia. La amistad es la
identificación de un timbre específico reconocible en el oído, y al que podemos
responder en consonancia con la verdad desnuda para hacer sentido de, incluso,
el aislamiento de una realidad disgregante y opresiva. Paul Preciado en otro texto más reciente " Paul B. Preciado en cuarentena. La conjura de los perdedores" escribió: "Volví a mi ordenador y abrí mi correo electrónico: y ahí estaba, un mensaje de mi ex titulado "pienso en ti durante la crisis del virus"(3/04/2020).
Erick Vázquez entre amigos...
Interesante pensar el lugar del "amigo" como lugar del analista. Coloquialmente se dice "un analista no es amigo". Ciertamente no lo es, pero funciona como tal en muchos casos. El "amor de transferencia" como facilitador o motor del análisis puede repensarse desde : el ansia de los amantes frente al vacío o la comprensión del amigo frente a la ausencia. Que implica soportar el ansia de un analizante? o tambien del analista...
ResponderEliminarEl vacio hace mover al analisis tanto como los silencios en la musica.
Voy a decir una tontería, una ocurrencia, pero veo que en ese texto hay un “Pase” de lo que Alberto ha estado haciendo, diciendo.
ResponderEliminarAntes, antes de la pandemia. Cuando habías estado trabajando consistentemente por internet, y desde luego antes de este texto, esa actividad telefónica era situada por otros fuera de “contexto”. Al menos del “texto” que compartían los psicoanalistas cercanos. Por lo que acabo de leer la comunicación que se ha dado por Skype, Ya sea en la consulta o en los talleres que hemos estado trabajando, y la “presencia”, está ahí en la voz en el cuerpo, y desde luego en un tema que has trabajado como es el de la amistad que ha permitido a través de la distancia y el tiempo que sigamos trabajando
Muy buen articulo. La actual pandemia y la oferta creciente de analistas por internet solo confirma que lo que ya se hacia, se podía hacer. Wilhelm Fliess y Freud sostuvieron una tupida correspondencia, se dice, que Fliess ocupo el lugar de escucha para Freud. Freud analizo a el pequeño Hans de manera indirecta, es decir, a través de su padre. El trabajo de Alberto Sladogna ha sido pionero en el uso del internet.
ResponderEliminarEl comentario de Rago me hizo pensar que si la transferencia se entendiese así como algo cercano a la amistad para algunos que argumentan que no hacen la experiencia de pasar por el divan porque no se quieren enamorar de su analista no tendrian ese argumento. Tal vez tendrian otro... tal vez ninguno
Me gustó el texto por hacer zoom al "afuera que está dentro". Hay una canción de Caifanes que dice: "afuera no te miro, solo adentro".
ResponderEliminarEl mirar hacia adentro en el tema de la amistad necesariamente nos confronta con uno mismo y esto puede tener muchas consecuencias que cada quien elabora desde su particular subjetividad.
Personalmente, el tema del teléfono ha jugado situaciones muy importantes en mi historia por lo cual agradezco las referencias etimológicas, históricas artísticas y psicoanalíticas.
Saludos