DOS NOCIONES DE OBJETO EN EL TRACTATUS. A. Tomasini Bassols
DOS NOCIONES DE OBJETO EN EL
TRACTATUS. A. Tomasini Bassols*
PresentaciĆ³n de PATRICIA GARRIDO
ELIZALDE:
No todo lo que brilla es
oro, no se encuentra oro sin el brillo
En el recorrido de Lacan es
preciso distinguir rutas principales de
los caminos secundarios, requerimos despejar ciertas encrucijadas, situar
desvĆos, conexiones y diĆ”logos que se habrĆan trazado con anterioridad. En esta
gramĆ”tica analĆtica podemos encontrar distintos momento -susceptibles de
fechar- de connivencia de Lacan con
Wittgenstein. Muy tempranamente con el tema de āno hay metalenguajeā,
pero tambiĆ©n en la elaboraciĆ³n de la
lĆ³gica de la relaciĆ³n del sujeto con el
significante, o bien en la crĆtica de la filosofĆa y la concepciĆ³n de la
operaciĆ³n analĆtica. En esta ocasiĆ³n en
el taller de lecturas del seminario Les Non Dupes Errent- nos interesa
el estatus de la escritura del Real /escritura del Borromeo/objetos topolĆ³gicos:
discursivos, en su aplanamiento, o bien espaciales. Se ve, pese al carƔcter
estratƩgico de estos momentos de
encuentro, han quedado en un
plano secundario y por ello poco
comentado, no obstante, vueltos pĆŗblicos en el seminario. (Patricia Garrido Elizalde)
No cabe duda de que uno de los
atractivos del famoso Tractatus Logico- Philosophicus de Ludwig Wittgenstein es
la variedad de lecturas o interpretaciones que permite no soĢlo con respecto a
pensamientos individuales y a lo que podriĢa verse como su mensaje global o
uĢltimo, sino inclusive respecto a nociones teĢcnicas, gracias a las cuales
adquiere el libro su extraordinaria nitidez y belleza. Son, en efecto, ya
incontables las controversias a que han dado lugar nociones tractarianas clave
como las de nombre, estado de cosas, retrato (Bild), forma loĢgica, realidad,
espacio loĢgico, mostrar, decir, etc. Ahora bien, habriĢa que decir que las
poleĢmicas referentes al significado real de las aseveraciones del Tractatus
fueron, si no generadas, siĢ propiciadas tanto por el caraĢcter oracular del
texto como por el silencio casi total de su autor en torno a eĢl. Ello
facilitoĢ la gestacioĢn de interpretaciones prima facie convincentes pero que,
estudiadas a la luz de las ideas directrices del libro, no parecen a final de
cuentas ser aceptables. En este trabajo, me propongo examinar tan soĢlo una nocioĢn,
usada en el Tractatus y de importancia filosoĢfica fundamental, pero que rebasa
el marco de los conceptos estrictamente wittgensteinianos. Me refiero a la
nocioĢn de sustancia la cual, obviamente, se vincula con el concepto
tractariano de objeto. En lo que sigue, por consiguiente, hareĢ una
presentacioĢn de lo que tal vez sea la interpretacioĢn maĢs recurrente de la
nocioĢn de objeto y la sometereĢ a criĢtica. Posteriormente, ofrecereĢ lo que
considero que es la lectura correcta del texto, recurriendo para ello a las
sumarias elucidaciones que el propio Wittgenstein ofreciera unos 12 anĢos
despueĢs de haber completado su Tractatus.
No estaraĢ de maĢs apuntar que es
desde las primeras secciones del libro que Wittgenstein siente la necesidad de
recurrir a la nocioĢn de sustancia. De acuerdo con la lectura maĢs usual de
esta parte de la obra, lo que en estas secciones se estaĢ haciendo es articular
una doctrina metafiĢsica, en el sentido maĢs puro o estricto de la expresioĢn,
es decir, una teoriĢa abstracta de la realidad. El problema con esta lectura es
que se hace de la nocioĢn de sustancia del Tractatus una nocioĢn filosoĢfica
maĢs y se incorpora de este modo al joven Wittgenstein a una tradicioĢn que
supuestamente estaba combatiendo. HabriĢa tal vez que reconocer que las
formulaciones del propio Wittgenstein invitan o, quizaĢ mejor, incitan a una
lectura āconvencionalā. Sin embargo, esta interpretacioĢn, a la que
identificareĢ como la āinterpretacioĢn metafiĢsicaā de la nocioĢn de sustancia,
adolece de serias deficiencias. Antes de enumerar algunas de ellas, empero,
seraĢ indispensable reconstruirla, por lo menos en sus lineamientos maĢs
generales. Posteriormente, la contrastareĢ con la que llamare la āconcepcioĢn
elucidatoriaā. ConcluireĢ con un
diagnoĢstico acerca de la
coherencia y la utilidad de la nocioĢn de sustancia entendida de este segundo
modo teniendo en mente no soĢlo el resto de la obra, sino la filosofiĢa en
general.
Curiosamente, aunque en forma
indirecta la nocioĢn de sustancia es utilizada en muchas ocasiones, la palabra
āsustanciaā no es empleada en el Tractatus maĢs que cuatro veces. El orden de
las proposiciones en las que aparece es, a primera vista por lo menos, el
loĢgicamente adecuado. Lo primero que se nos dice, en 2.021, es que āLos
objetos constituyen la sustancia del mundo. Es por eso que no pueden ser
compuestosā.1 AquiĢ la idea de sustancia queda de inmediato ligada a la nocioĢn
de simplicidad y, por ende, de indestructibilidad. Este requerimiento es
importante porque, por lo menos desde la perspectiva de la metafiĢsica
tradicional, por ser simples los objetos no necesariamente son objetos de
experiencia. Que su existencia sea tan soĢlo inferida es algo que queda
indicado por el pronunciamiento siguiente: āSi el mundo no tuviera sustancia,
entonces el que una proposicioĢn tuviera sentido dependeriĢa de que otra fuera
verdaderaā.2 ĀæQueĢ quiere decir esto? La explicacioĢn se puede rastrear en el
Tractatus, pero se le halla en forma un poco maĢs expliĢcita en los Notebooks 1914-1916.
En el fondo, la idea es sencilla, por lo que ofrecereĢ raĢpidamente mi
reconstruccioĢn. Lo que no hay que perder de vista, sin embargo, es que desde
la perspectiva del Tractatus tiene que haber objetos que cumplen con los
requerimientos usuales de lo que en la tradicioĢn es visto como āsustanciaā.
En el texto del 17 de octubre de
1914, Wittgenstein afirma que es posible elaborar una descripcioĢn del mundo
mediante proposiciones generales uĢnicamente. A primera vista, esto parece
inobjetable: podemos en principio tener una lista completa de los estados de
cosas enunciados mediante proposiciones de la forma:
(ō°x)(ō°y)(ō°z)
... (ō°ō°) (ō°ō°) (ō°ō°)
(ō°x & ō°y
& ō°z & .....)
esto es, una descripcioĢn
puramente formal del mundo. SeriĢa, por decirlo de alguĢn modo, una
descripcioĢn enteramente impersonal, una descripcioĢn meramente abstracta y sin
punto de vista. Una descripcioĢn asiĢ seriĢa factible porque se supone que el
mundo podriĢa quedar representado loĢgicamente sin que para ello tuvieĢramos
que especificar de queĢ se estaĢ hablando, i.e., sin usar nombres. PodriĢamos
decir cosas como āHay una cosa de cuatro patas amarilla junto a otra que tiene
respaldo y es del mismo color, encima de la primera hay un florero con 10
flores de formas irregulares y de distintos colores .....ā, etc., y asiĢ
enunciar todos los hechos del mundo. Se pregunta Wittgenstein: āPero Āæno
1 L. Wittgenstein, Tractatus
Logico-Philosophicus (London: Routledge and Kegan Paul, 19878), 2.021. 2
L. Wittgenstein, ibid., 2.0211.
es acaso posible describir por
completo el mundo como un todo mediante proposiciones completamente generales?
(El problema brota de todas partes). SiĢ, el mundo podriĢa ser descrito
exhaustivamente por proposiciones completamente generales y, por consiguiente,
sin usar ninguna clase de nombres u otros signos denotativos. Y para llegar al
lenguaje cotidiano soĢlo necesitariĢamos introducir nombres, etc., diciendo,
despueĢs de un ā(ō°x)ā, āy este x es Aā y
asiĢ sucesivamenteā.3 Casi inmediatamente despueĢs, sin embargo, Wittgenstein
se percata de que una lista de enunciados existenciales, inclusive si fuera
verdadera, no constituiriĢa, estrictamente hablando, un retrato o descripcioĢn
del mundo, una representacioĢn de la realidad (a picture of the world). Una
lista asiĢ estariĢa dejando escapar algo fundamental, puesto que el anaĢlisis
de las proposiciones revela que con ella no habriĢamos llegado todaviĢa a la
estructura uĢltima del lenguaje y de la realidad. O sea, podemos todaviĢa
analizar las proposiciones de dicha lista, soĢlo que al hacerlo nos veriĢamos
forzados a recurrir a nombres. EĢstos, obviamente, tendriĢan que ser
significativos y, por lo tanto, tendriĢan que ser nombres de algo, puesto que
en el marco de la teoriĢa denotativa de los nombres que se propone en el
Tractatus ser significativo es lo mismo que referir. Es precisamente porque los
componentes de las proposiciones elementales o atoĢmicas denotan o refieren que
eĢstas, que no son otra cosa que concatenaciones de nombres, tienen un sentido
y pueden enunciar hechos. Si ello no fuera asiĢ, nos veriĢamos en la extranĢa
situacioĢn de que los sentidos de estas proposiciones uĢltimas dependeriĢan de
que las proposiciones existenciales, de las cuales son el anaĢlisis, fueran
verdaderas. Pero esto no puede ser, puesto que una proposicioĢn elemental como
āfaā ya es significativa y no tiene por queĢ esperar para su significacioĢn a
que otra proposicioĢn sea verdadera. El mundo, por consiguiente, tiene que
tener una sustancia, esto es, un objeto denotado por un nombre de una
proposicioĢn elemental. AsiĢ, aunque es incuestionable que una descripcioĢn
puramente formal del mundo es posible, la representacioĢn genuina de la
realidad se obtiene soĢlo cuando se usan nombres y se apunta a objetos.
Wittgenstein llega entonces, el 21 de octubre, a un punto terminal en su
meditacioĢn: lo que eĢl habiĢa pensado que era la descripcioĢn loĢgica del
mundo es tan soĢlo una descripcioĢn abstracta y es parasitaria de su
descripcioĢn real, porque las proposiciones como ō°a
no dependen para su significatividad de expresiones como ā(ō°x,) ō°xā
(noĢtese que la inversa no vale). El nuĢcleo del argumento, por consiguiente,
es que las proposiciones elementales ya tienen un sentido propio e
independiente de las proposiciones cuantificadas y el que tengan sentido se
explica parcialmente por el hecho de que sus componentes son nombres. Dado que
estamos hablando de proposiciones elementales, aquello a lo que los nombres
apuntan es a objetos uĢltimos. Son estos objetos la sustancia del mundo y lo
que Wittgenstein estaĢ sosteniendo, sobre la base de consideraciones
loĢgico-linguĢiĢsticas, es que el mundo tiene que tener una sustancia. Si el
nombre āaā es significativo es porque denota algo, a saber, su significado y
eso que denota es un objeto. Eso,
sea lo
3 L. Wittgenstein, Notebooks 1914-1916 (Oxford:
Basil Blackwell, 1979), p. 14 e.
que sea, tiene que existir. AquiĢ
aparece otro de los rasgos tradicionales de la sustancia: los objetos tienen
que existir, es decir, su existencia no es contingente. Si el mundo no tuviera
sustancia, entonces no podriĢamos introducir nombres, en cuyo caso no
podriĢamos tener una descripcioĢn completa de la realidad.
De acuerdo con la lectura
tradicional, por consiguiente, los objetos son la sustancia del mundo y su
modalidad de ser es la de la necesidad, pero Āæpor queĢ dice Wittgenstein en
2.0231 que āLa sustancia del mundo soĢlo puede determinar una forma y no
propiedades materialesā4? La respuesta resulta evidente si recordamos la concepcioĢn
de āmundoā del Tractatus. El mundo del Tractatus es, a final de cuentas, un
mundo estaĢtico. El mundo, se nos dice, no es sino la totalidad de los hechos y
es loĢgicamente posible que dispusieĢramos aquiĢ y ahora de una enunciacioĢn de
la totalidad de los hechos que lo conforman. AsiĢ como no diriĢamos que Marte y
Venus no estaĢn en el mismo mundo simplemente porque ocupan porciones
diferentes de espacio, tampoco podamos hablar de mundos distintos soĢlo porque
aludimos a distintos tiempos. Las distintas ubicaciones en el tiempo de los
estados del mundo no nos autorizan a hablar de mundos distintos. Los hechos de
todos los tiempos son componentes del mundo. El mundo se compone de sus estados
y eĢstos son todos. De ahiĢ que podamos decir, en alguĢn sentido, que el mundo
es a-temporal y estaĢ dado ya, aquiĢ y ahora, en su totalidad.
Ahora bien, imaginemos el mundo
como un kaleidoscopio de hechos: cada configuracioĢn de piezas nos da un estado
determinado. Movemos el kaleidoscopio y tenemos otra configuracioĢn, esto es,
otro estado general posible del mundo, otro mundo posible. Los objetos, se
entiende, no pueden determinar queĢ estados de cosas se van a producir, entre
otras razones porque no mantienen entre siĢ ninguna clase de viĢnculos, como
los causales. Esto es lo que Wittgenstein expresa diciendo que los objetos no
ādeterminan propiedades materialesā. Lo que en cambio siĢ determinan son las
posibilidades de combinacioĢn, por la auto-evidente razoĢn de que los objetos
pueden combinarse uĢnicamente en los modos en que pueden hacerlo. Los objetos,
por lo tanto, fijan las posibilidades de combinacioĢn, lo cual equivale a decir
que determinan una forma. Formas de los objetos son, por ejemplo, espacio,
tiempo y ser coloreado. Los objetos deben tener un color, pero cuaĢl color sea
es algo contingente, casual; deben estar en el espacio, pero en que posicioĢn,
eso lo establece la experiencia; y asiĢ sucesivamente. En otras palabras: los
objetos soĢlo tienen propiedades formales. EĢstas, empero, no son propiedades,
estrictamente hablando, sino posibilidades de concatenacioĢn.
4 L. Wittgenstein, ibid., 2.0231.
Llegamos finalmente al uĢltimo
pronunciamiento de Wittgenstein en el que aparece expliĢcitamente la nocioĢn la
sustancia. En 2.024, eĢl afirma: āLa sustancia es lo que subsiste
independientemente de queĢ sea el casoā.5 Es relativamente claro, me parece,
por queĢ Wittgenstein dice eso. Aunque los objetos soĢlo determinan una forma,
en el sentido recieĢn aclarado, son tambieĢn un contenido en el sentido de que
nuestras proposiciones versan, a final de cuentas, sobre ellos. En este sentido
son el contenido de nuestras proposiciones. Por otra parte, los hechos del
mundo son contingentes. Los hechos, lo dijimos, resultan de configuraciones
particulares de los objetos. Lo uĢnico que cambia son, pues, las combinaciones
mismas de objetos, no estos uĢltimos. Los objetos, esto es, la sustancia del
mundo, son efectivamente independientes de lo que es el caso, es decir, los
hechos del mundo. En este sentido, subsisten independientemente de lo que
acaezca.
En resumen: desde la perspectiva
de la interpretacioĢn tradicional, hay algo a lo que podemos llamar la
āsustancia del mundoā, conformada por ciertas entidades misteriosas llamadas
āobjetosā. Los objetos son entidades reales y ello con independencia de que
sean objetos de experiencia o no. MaĢs bien, los objetos son las entidades que
es necesario postular para que la representacioĢn de la realidad sea posible.
De ahiĢ que la sustancia del mundo no sea sino la totalidad de los objetos
trascendentales.
A pesar de ser atractiva y casi
imponerse como āobviaā, yo pienso que esta interpretacioĢn es completamente
errada. La primera inconformidad que nos asalta es precisamente la idea de que
hacer del Tractatus un texto en el que se aboga por una metafiĢsica particular
es algo que no concuerda con el enfoque wittgensteiniano de la filosofiĢa en
general. La interpretacioĢn tradicional, por lo tanto, torna el pensamiento de
Wittgenstein irremediablemente inconsistente. RecueĢrdese que seguĢn el
Tractatus el discurso metafiĢsico es simplemente asignificativo. DejaĢndonos
guiar por el principio de caridad, hariĢamos bien entonces en no atribuirle a
su autor el despropoĢsito de ofrecer una nueva doctrina, por sutil o
sofisticada que sea, de la clase de teoriĢas que eĢl expliĢcitamente rechaza.
De ahiĢ que, si tomamos en serio lo que Wittgenstein nos dice acerca de sus
āproposicionesā, no podremos ver en las primeras secciones del libro otra cosa
que una especie de mito, cuyo objetivo principal seriĢa el de permitir explicar
la naturaleza del lenguaje. Esta es la liĢnea de interpretacioĢn de, por
ejemplo, B. F. McGuinness que, aunque no la suscribo totalmente de todos modos
me parece maĢs aclaratoria que la tradicional. AdemaĢs, la interpretacioĢn
metafiĢsica se enfrenta a toda una serie de dificultades āinternasā, como la de
estar en la imposibilidad de ofrecer un soĢlo ejemplo de objeto y, en general,
la de generar la sensacioĢn de que hablar de objetos y de sus
5 L. Wittgenstein, ibid., 2.025.
propiedades, tanto formales como
materiales, a final de cuentas es hablar de entidades incomprensibles. Por
uĢltimo, y maĢs importante en mi opinioĢn, habriĢa que senĢalar que hay por lo
menos otra interpretacioĢn, una maĢs, la cual no deberiĢa ser ignorada, entre
otras razones porque fue el mismo Wittgenstein quien, hacia finales de los
anĢos 30, la puso en circulacioĢn. Por mi parte, pienso que esta es la correcta
y, por lo tanto, es a eĢsta a la que llamareĢ la āinterpretacioĢn elucidatoriaā.
Veamos raĢpidamente queĢ nos dice.
Un problema que plantea la
nocioĢn de sustancia es el de determinar la naturaleza de objetos. En la
interpretacioĢn metafiĢsica del Tractatus, como vimos, hablar de los objetos es
hundirse en el maĢs oscuro de los misterios. En la nueva interpretacioĢn, en
cambio, si bien la utilidad del concepto de objeto sigue siendo la de hacer
posible y explicar la significatividad de nuestras expresiones, dicho concepto
se vuelve comprensible pues aparece ligado de un modo claro y comprensible a la
experiencia. En esto hay un cambio y un progreso porque, como se sabe, en el
Tractatus la teoriĢa del conocimiento es deliberadamente evitada y, por ello,
esta primordial conexioĢn no es explicada.
Yo creo que fue debido a las
muĢltiples incomprensiones generadas por el estilo del Tractatus que
Wittgenstein se sintioĢ forzado a regresar sobre ciertos temas y una de las
primeras sorpresas nos la deparan justamente sus aclaraciones respecto a los
objetos. Y lo primero en relacioĢn con ellos que eĢl senĢala es que,
contrariamente a lo que muchos habriĢan pensado, la nocioĢn de objeto āestaĢ
conectada con la induccioĢnā.6 Esta aseveracioĢn tiene dos interpretaciones
posibles. Primero, podriĢa querer decir que el concepto de objeto fue obtenido
inductivamente; segundo, podriĢa significar que el concepto de objeto esta
loĢgicamente ligado al de aplicaciones inductivas de signos. Es obvio que la
primera lectura ha de ser descartada: nosotros no podemos hacerle decir a
Wittgenstein que el concepto de objeto es un concepto inductivo, porque
automaĢticamente convertimos dicho concepto en un concepto empiĢrico (como,
e.g., el de entropiĢa) y es evidente que pertenece a otra categoriĢa. Esta
interpretacioĢn nos llevariĢa por la senda perdida del empirismo, una
filosofiĢa que poco tiene que ver con la TeoriĢa PictoĢrica y, en general, con
la filosofiĢa del Tractatus. De ahiĢ que nuestra uĢnica opcioĢn viable sea la
segunda interpretacioĢn. PregunteĢmonos entonces: si no es a la manera de
meĢtodo y resultado ĀæcoĢmo vincula Wittgenstein la sustancia con la induccioĢn?
La posicioĢn de Wittgenstein es,
creo yo, clara y convincente. Recordemos que el periodo durante el cual
Wittgenstein produce estas aclaraciones es el de su mayor cercaniĢa con el
fenomenalismo de Russell y con el empirismo loĢgico. Wittgenstein acepta que lo
que el anaĢlisis de la experiencia revela es que eĢsta es
6 Ludwig Wittgenstein and the Viena Circle.
Edited by B. F. McGuinness (Oxford: Basil Blackwell, 1979), p. 255.
siempre de āaparienciasā de
objetos y nunca de los objetos mismos. Todo lo que vemos lo vemos desde una
perspectiva dada y, por razones obvias, no es posible decir que hay un punto de
vista privilegiado que las comporte o sintetice a todas. Podemos, ciertamente,
decir una infinidad de cosas acerca del mundo y sus objetos pero, en todo caso,
nuestros enunciados, para que sean significativos, tendraĢn que ser
verificados. Ahora bien, verificar es el proceso de aprehensioĢn cognitiva
(perceptual) de apariencias de objetos, nunca de los objetos mismos. Por otra
parte, Wittgenstein sigue manteniendo el atomismo radical del Tractatus. En
estas condiciones el problema es que, si nos atuvieĢramos uĢnica y
exclusivamente a lo dado en la experiencia, es decir, a las apariencias,
entonces el lenguaje no podriĢa funcionar o, mejor dicho, no podriĢa ni
siquiera gestarse y no podriĢamos hablar de verificacioĢn o de no verificacioĢn
de enunciados. El lenguaje puede funcionar soĢlo si, ademaĢs de lo mutante
(apariencias, sense-data), se asume algo estable, esto es, soĢlo si opera una
nocioĢn como la de objeto, puesto que lo que se necesita es la idea de algo que
sea el sujeto de las apariencias. Ahora bien, en lugar de concebir los objetos
como misteriosas āentidadesā de alguĢn tipo, Wittgenstein ahora los presenta
como una āhipoĢtesisā generada en conexioĢn con procesos inductivos que versan
sobre las apariencias y que las unifican. Dado que no podriĢa haber un lenguaje
si para cada aparicioĢn usaĢramos un nombre, necesitamos suponer que las
apariciones son de algo no fugaz como ellas, que es lo que las tiene y las
presenta. Es, pues, para unificar la multiplicidad de la experiencia y poder
generar un genuino lenguaje que promovemos āhipoĢtesisā como la de los objetos.
En este contexto āhipoĢtesisā significa āno un enunciado sino maĢs bien una ley
para la construccioĢn de enunciadosā.7 No podemos eliminar a priori otras
hipoĢtesis concebibles. A nosotros, empero, la que de hecho nos funciona es la
de los objetos. Esto merece un par de palabras aclaratorias.
Es evidente que Wittgenstein no
estaĢ empleando āhipoĢtesisā en su significado maĢs usual, esto es, en el
sentido de las ciencias naturales. La āhipoĢtesisā de los objetos no estaĢ
sometida a las mismas exigencias de justificacioĢn y verificabilidad que las
hipoĢtesis cientiĢficas. Una hipoĢtesis cientiĢfica que nunca es verificada
tiene que ser rechazada. No es asiĢ, sin embargo, como hacemos nuestras o
descartamos hipoĢtesis como la de los objetos. āInclusive si los enunciados a
los que conduce son falsos, una hipoĢtesis no queda refutadaā.8 En este ānivelā
semaĢntico y episteĢmico, la justificacioĢn la confiere no una explicacioĢn
causal maĢs, las predicciones a que deĢ lugar, etc., sino la praxis, la
utilidad linguĢiĢstica, los logros praĢcticos que para la comunicacioĢn se
obtienen mediante su aplicacioĢn. La justificacioĢn de la hipoĢtesis de los
objetos, por lo tanto, āreside en lo que logra, i.e., en la simplificacioĢn a
la que conduceā.9 El concepto de objeto nos sirve entre otras
7 Ibid., p. 255. 8 Loc. cit.
9 Loc.
cit.
razones por ser el maĢs simple
para conectar las apariencias (experiencias) y para permitir formular
enunciados, predicciones, hipoĢtesis cientiĢficas y demaĢs.
El concepto inductivo de objeto
es perfectamente congruente con los pronunciamientos ya enunciados referentes a
la sustancia. Los objetos, por ejemplo, son simples, puesto que son justamente
lo que permite unificar de manera sistemaĢtica la multiplicidad de las
apariencias. Sin embargo, el objeto no es concebido en ninguĢn momento como una
siĢntesis, una coleccioĢn o una suma de apariciones. Contrariamente a lo
propuesto por Russell, el objeto no es una āconstruccioĢn loĢgicaā, un conjunto
de sense-data organizado de determinada manera. El argumento de Wittgenstein en
contra de la teoriĢa russelliana es definitivo: la nocioĢn de clase, de la cual
se tiene que servir Russell, āno tiene nada que ver con la induccioĢnā.10 La
idea es obvia: la identidad de un conjunto no se altera por el orden de sus
elementos, pero nuestras percepciones no quedan constituidas como un mero
conglomerado de actos de percepcioĢn, sino porque dichos actos o estados estaĢn
ordenados de una manera determinada. Nuestras percepciones no son caoĢticas.
Luego la nocioĢn de clase, por siĢ sola, no podriĢa bastar para dar cuenta de
ellas. Hasta aquiĢ no parece haber mayores problemas. Sin embargo, siĢ se
plantea un conflicto serio entre la idea inductiva de objeto y la idea de que
eĢstos son elementos constitutivos de los estados de cosas, de los hechos
simples: si el objeto es una āhipoĢtesisā construida para facilitar la
inteligibilidad de la experiencia, entonces ya no es una entidad, no se puede
entonces āmostrarā y ser conocido directamente. Es evidente que hay aquiĢ
potencialmente un problema grave para la interpretacioĢn inductivista de los
objetos (sustancia), acerca del cual sin embargo no me pronunciareĢ en este
ensayo.
ĀæSobre quieĢn recae el merito de
haber āconstruidoā la hipoĢtesis que vuelve inteligible la experiencia y
permite la comunicacioĢn? Si algo pudiera reivindicar para siĢ el merito en
cuestioĢn, este algo seriĢa nuestro lenguaje natural mismo. āLa estructuracioĢn
lograda por nuestro lenguaje consiste, por lo tanto, en reunir todos esos
innumerables aspectos en una conexioĢn asumida hipoteĢticamenteā.11 Esta
āhipoĢtesisā (al igual tal vez que otras que operan, por asiĢ decirlo,
subrepticiamente) es puesta en evidencia por el uso de los nombres. SeriĢa el
desconocimiento de la loĢgica de nuestro lenguaje lo que nos hariĢa ver en esa
āhipoĢtesisā (i.e., en el modo como conectamos los elementos de la experiencia)
entidades de alguĢn tipo. Los objetos no son como los elementos de los estados
de cosas, aunque en ambos casos usemos nombres, puesto que necesitamos una
conexioĢn fija y, como bien dice Wittgenstein, āEsa conexioĢn inalterable es
significada por una palabraā.12
10 Ibid., p. 257. 11 Ibid., p. 256. 12 Ibid.,
p. 257.
El objeto es, pues, un
prerrequisito del lenguaje, subyacente a procesos inductivos que se ejercen
sobre lo que es real, i.e., las apariencias experimentadas, vividas, a las
cuales agrupa. Pero, como Wittgenstein observa, no deja de ser sorprendente que
āel predicado ārealā se le adjudique a los objetos y no a los fenoĢmenos, que son
lo uĢnico dadoā.13 SeguĢn Wittgenstein, esto tiene que ser asiĢ porque, dado
que los objetos abarcan o comprenden todas nuestras experiencias posibles,
incluimos en ellas tambieĢn a las futuras. EĢstas, por asiĢ decirlo, se
convierten en reales en la medida en que son integrables a las restantes de un
mismo cuerpo de experiencias (las miĢas, por ejemplo), aunque obviamente no son
reales en el mismo sentido en que lo son las que tengo en este momento. Lo que
permite hablar de su realidad es, por consiguiente, la hipoĢtesis de los
objetos. Gracias a la hipoĢtesis āobjetosā puedo hablar de experiencias que
seraĢn miĢas y que todaviĢa no tengo. Asumiendo que la experiencia estaraĢ
asociada con un objeto determinado, una experiencia futura puede alterarme ahora.
Si se careciera de la hipoĢtesis de los objetos, el futuro perderiĢa (en el
sentido en que la tiene) su realidad y, por ello, su efectividad sobre el
sujeto se desvaneceriĢa. āA una persona que no tiene esperanzas, que no teme
nada, el mundo se le escapa. El mundo se vuelve āirrealāā.14 La realidad de los
objetos es la confirmacioĢn de una hipoĢtesis aparentemente realista, pero bien
miradas las cosas, āla creencia en la realidad es la creencia en la
induccioĢnā.15 Si no dispusieĢramos de nombres en conexioĢn con procesos
inductivos, el desenlace seriĢa el solipsismo maĢs descarnado y, junto con eĢl,
la locura. Debo enfatizar, sin embargo, que Wittgenstein sostiene que la
confirmacioĢn de una hipoĢtesis (en su sentido) no es equivalente a la
reificacioĢn de un algo metafiĢsico. āPor ninguĢn motivo debe suponerse que las
expectativas conectadas con una hipoĢtesis acerca de la existencia de un objeto
quedan satisfechas en todo momento. Los realistas tienen un vago sentimiento de
eso y lo emiten en forma poco clara diciendo āles objetos son realesā. Y,
despueĢs de todo, tienen razoĢn, si mediante la palabra ārealā no quieren decir
algo metafiĢsico, sino la confirmacioĢn de una hipoĢtesisā.16
Regresemos al Tractatus y
pregunteĢmonos: desde la nueva perspectiva, Āæpodemos decir que los objetos son
la sustancia del mundo? La respuesta tiene que ser afirmativa, porque queremos
diferenciarlos de lo que se nos aparece en la experiencia y que es fugaz,
transitorio, pasajero, momentaĢneo. ĀæSigue siendo cierto que si el mundo no
tuviera sustancia, entonces el que una proposicioĢn tuviera sentido dependeriĢa
de que otra fuera verdadera? Claro que siĢ, puesto que sin la hipoĢtesis de los
objetos no habriĢa manera de justificar nuestras aseveraciones en casos
particulares (e.g., que esta apariencia es de esta mesa, que esta experiencia
es miĢa, etc.). ĀæSe modifica el dictum de que la
13 Ibid., p. 260. 14 Ibid., p.
260. 15 Loc. cit.
16 Ibid., p. 260.
sustancia soĢlo determine una
forma y no propiedades materiales? En lo absoluto: los objetos no son maĢs que
el modo como conectamos apariencias bajo la forma de ley, esto es, de modo
regular y ordenado. No esta aquiĢ involucrada ninguna propiedad material,
puesto que la sustancia del mundo no es una entidad. ĀæSigue siendo la sustancia
lo que subsiste independientemente de lo que acaece? Ahora maĢs que nunca. Es
en ese sentido, como vimos, que los objetos son reales y que la nocioĢn misma
de realidad adquiere sentido y relevancia.
Creo, pues, que, sin ser
dogmaĢticos, podemos confirmar que hay una interpretacioĢn de lo que es la
sustancia del mundo de acuerdo con el Tractatus que no hace de ella nada
metafiĢsico. La gran ventaja de esta nueva interpretacioĢn es que conecta
significatividad con experiencia, evitaĢndonos el mundo de lo meramente
postulado, de lo trascendental. Puede verse de este modo que la nocioĢn de
sustancia en el Tractatus fue introducida, como parte de un āmitoā para dar
cuenta de la posibilidad de la representacioĢn simboĢlica y cognoscitiva del
mundo. En este sentido, la interpretacioĢn metafiĢsica no puede lograr su
cometido, puesto que no puede evitar caer en el misterio respecto a la
naturaleza de los objetos, no puede explicar queĢ es un objeto ni, por ende,
queĢ es un nombre en una proposicioĢn totalmente analizada. AdemaĢs, como dije,
quien la adopte hace de esa seccioĢn una seccioĢn metafiĢsica en el peor de los
sentidos y de este modo aniquila la original aspiracioĢn de Wittgenstein de
esclarecer lo que no se puede decir sin para ello ponerlo en palabras. MaĢs en
general, yo pienso que es soĢlo cuando es metafiĢsicamente interpretada que la
nocioĢn de sustancia se vuelve danĢina e inclusive absurda y ello no soĢlo en
el Tractatus. En la interpretacioĢn elucidatoria, esto es, anti-metafiĢsica, el
pensamiento de Wittgenstein en torno a la sustancia tiene, como trateĢ de hacer
ver, dos grandes momentos: en el primero, hace ver que dicha nocioĢn es
indispensable para explicar el funcionamiento del lenguaje y, por lo tanto, que
es indispensable para la verbalizacioĢn de la experiencia y la comprensioĢn del
mundo, y en el segundo nos aclara que la sustancia no es ni un algo ni una
nada. Y esto es elucidacioĢn filosoĢfica real.
*Alejandro Tomasini Bassols. El
interƩs mƔyor lo han constituido sobre
todo las filosofĆas de Bertrand Russell y de Ludwig Wittgenstein. Sin duda
alguna, parte de sus objetivos filosĆ³ficos es realizar en espaƱol anĆ”lisis
gramaticales (cuyos paradigmas estƔn desde luego en las obras del segundo
Wittgenstein), al modo como algunos destacados filĆ³sofos wittgensteinianos
(e.g., Norman Malcolm y Morris Lazerowitz) han mostrado que se pueden realizar.
Por otra parte, la filosofĆa tambiĆ©n debe, en su opiniĆ³n, ser de utilidad para
otros, de manera que se vuelve una obligaciĆ³n para quien la practica seriamente
rebasar el estrecho Ɣmbito de la academia y utilizar los beneficios que de la
filosofĆa se extraen para debatir en pĆŗblico cuestiones de interĆ©s general.
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