Spinoza, Freud: cuerpo, transmisión
Se presenta una carta de Spinoza de 1664 junto con un fragmento de Freud. Ambos documentos abordan (con siglos de supuesta distancia) de
diversas formas lo que le ocurre a un padre en su cuerpo ante la muerte de un
hijo, así como lo que esas experiencias enseñan tanto a Spinoza como a Freud. En el tiempo de su escrito Spinoza
no había tenido una experiencia semejante - él no tuvo hijos-; Freud viviría esa experiencia veinte años después de escribir ese fragmento. Los documentos van acompañados de notas de lectura: una a cargo
de Diego Sztulwark y otra de Alberto Sladogna.
Spinoza, carta
17 dirigida a Peter Balling
SPINOZA, PRESAGIO Y PATERNIDAD,
por Diego Sztulwark
El 20 de junio de 1664 Spinoza
escribió desde Voorbug, Holanda, una carta a su amigo Peter Balling que lo
consultaba por un sueño en el que había escuchado gemidos de su hijo momentos
antes de enterarse que efectivamente su éste, a quien creía sano, acababa de
morir de grabe enfermedad. ¿Son posibles los presagios?
Notablemente afectado Spinoza se
entrega a un razonamiento tan curioso como apasionante. Evoca primero su propia
experiencia rememorando un sueño de imágenes vivaces -“cierto brasileño negro y
mugriento”- que luego desaparecían al despertar, y hace la diferencia luego
entre su experiencia -a la que califica de “pura imaginación”- de la de Balling,
a la que concede un asombroso poder de captar algo de la realidad.
Para explicar esta aptitud
extraordinaria de la mente Spinoza parte de explicar que los hechos de la
imaginación derivan de la constitución del cuerpo (como cuando la fiebre y
otras alteraciones causan delirios) o bien de la mente (cuando la imaginación
acompaña los caminos del entendimiento; siendo un hecho que casi nada podemos
entender sin que en ese rastro formemos alguna imagen). A lo que agrega que la
imaginación que proviene de una afección del cuerpo se explica en un presente
puro y sólo la que procede de la mente puede “presentir confusamente algo que
ha de tener lugar”.
Para explicar semejante
afirmación Spinoza recurre a un ejemplo similar al de su amigo Balling: un padre
que ama mucho a su hijo -escribe Spinoza- forma con él “casi una y la misma
cosa”. Y dado que “ha de haber en el Pensamiento una idea de las afecciones de
la esencia del hijo y de lo que de ellas se sigue, pues el padre, por la unión
que hay entre él y su hijo, es parte de este último” y ya que es preciso que
“el alma del padre participe de la esencia del ideal del hijo y de las
afecciones de ésta”, es perfectamente posible que un padre presagie un
acontecimiento decisivo en la vida de su hijo siempre que se trata de un
acontecimiento reciente, no extravagante y que la constitución del cuerpo del
padre no esté perturbada ni ocupada con preocupaciones que turben sus sentidos
exteriores. En lo que parece ser un misticismo racional, Spinoza vincula el
amor –en este caso paterno, siendo que él no fue padre- al engendramiento común
de las esencias y a un tipo particular de intuición a la que se accede a partir
de la imaginación.
Sigmund Freud: La interpretación de los sueños,
1899-1900, Capítulo VII - Psicología de
los procesos oníricos
Entre los sueños que me han sido
comunicados por otras personas se encuentra uno que reclama ahora especialmente
nuestra atención. Su verdadera fuente me es desconocida, pues me fue relatado
por una paciente, que lo oyó, a su vez, en una conferencia sobre el sueño y a
la que hizo tal impresión que se apresuró a soñarlo por su cuenta; esto es, a
repetir en sus propios sueños algunos de sus elementos para expresar con esta
transferencia una coincidencia en un punto determinado. Los antecedentes de
este sueño prototípico son como sigue: un individuo había pasado varios días,
sin un instante de reposo, a la cabecera del lecho de su hijo, gravemente
enfermo. Muerto el niño, se acostó el padre en la habitación contigua a aquella
en la que se hallaba el cadáver y dejó abierta la puerta, por la que penetraba
el resplandor de los cirios. Un anciano, amigo suyo, quedó velando el cadáver.
Después de algunas horas de reposo soñó que su hijo se acercaba a la cama en
que se hallaba, le tocaba en el brazo y le murmuraba al oído, en tono de amargo
reproche: «Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?» A estas palabras despierta
sobresaltado, observa un gran resplandor que ilumina la habitación vecina,
corre a ella, encuentra dormido al anciano que velaba el cadáver de su hijo y
ve que uno de los cirios ha caído sobre el ataúd y ha prendido fuego a una
manga de la mortaja.
La explicación de este sueño
conmovedor es harto sencilla y fue acertadamente desarrollada, según me
comunica mi paciente, por el conferenciante. El resplandor entró por la puerta
abierta en la estancia donde se hallaba reposando el sujeto, y al herir sus
ojos, provocó la misma conclusión que hubiera provocado en estado de vigilia;
esto es, la de que la llama de un cirio había producido un fuego en un lugar
cercano al cadáver. Es también muy posible que, antes de acostarse, pensara el
padre en la posibilidad de tal suceso, desconfiando de que el anciano encargado
de velar al cadáver pudiera pasar la noche sin pegar los ojos. Tampoco nosotros
encontramos nada que objetar a esta solución y nos limitaremos a agregar que el
contenido del sueño tiene que hallarse superdeterminado y que las palabras del
niño habrán de proceder de otras pronunciadas por él en la vida real y
enlazadas a circunstancias que hubieron de impresionar al padre. La queja
«estoy ardiendo» pudo muy bien ser pronunciada por el niño durante su
enfermedad bajo los efectos de la fiebre, y las palabras «¿no lo ves?» habrán
de corresponder a otra ocasión cualquiera ignorada por nosotros, pero
seguramente saturada de afecto.
Una vez que hemos reconocido este
sueño como un proceso pleno de sentido y susceptible de ser incluido en la
coherencia de la actividad psíquica del sujeto, podemos dar libre curso a
nuestro asombro de que en tales circunstancias, en las que lo natural parecería
que el sujeto despertase en el acto, haya podido producirse un sueño. Esta
circunstancia nos lleva a observar que también en este sueño se da una
realización de deseos. El niño se conduce afectivamente en él como si aún
viviera y advierte por sí propio a su padre de lo sucedido, llegando hasta su
lecho y tocándole en el brazo, como lo hizo probablemente en aquel recuerdo del
que el sueño toma la primera parte de sus palabras. Así, pues, si el padre
prolonga por un momento su reposo es en obsequio de esta realización de deseos.
El sueño quedó antepuesto aquí a la reflexión del pensamiento despierto porque
le era dado mostrar al niño nuevamente en vida. Si el padre hubiera despertado
primero y deducido después la conclusión que le hizo acudir al lado del
cadáver, hubiera abreviado la vida de su hijo en los breves momentos que el
sueño se le presentaba. Sobre la peculiaridad que en este sueño atrae nuestro
interés no puede caber la menor duda. Hasta ahora nos hemos ocupado
predominantemente de averiguar en qué consiste el sentido oculto de los sueños,
por qué camino nos es dado descubrirlo y cuáles son los medios de que se ha
servido la elaboración onírica para ocultarlos. Los problemas de la interpretación
de los sueños ocupaban hasta aquí el centro de nuestro campo visual; pero en
este punto tropezamos con el sueño antes mencionado, que no plantea a la
interpretación labor ninguna y cuyo sentido aparece dado sin el menor disfraz;
pero que, sin embargo, conserva los caracteres esenciales que tan singularmente
distinguen al fenómeno onírico de nuestro pensamiento despierto. Una vez que
hemos agotado todo lo referente a la labor de interpretación, nos es dado
observar cuán incompleta continúa siendo nuestra psicología del sueño.
Pero antes de dirigir nuestro
pensamiento por estos nuevos derroteros queremos hacer un alto y volver los
ojos atrás con objeto de comprobar si en nuestro camino hasta aquí no hemos
dejado inadvertido algo importante, pues no nos ocultaremos que hemos recorrido
ya la parte cómoda y andadera del mismo. Hasta ahora todos los senderos por los
que hubimos de avanzar nos han conducido, si no me equivoco mucho, a lugares
despejados, al esclarecimiento y a la comprensión total; pero desde el momento
en que queremos penetrar más profundamente en los procesos anímicos que se
desarrollan en el sueño, todas nuestras rutas desembocarán en las tinieblas. Ha
de sernos imposible esclarecer totalmente el sueño como proceso psíquico, pues
esclarecer una cosa significa referirla a otra conocida, y por el momento no
existe conocimiento psicológico ninguno al que podamos subordinar aquellos
datos que como base de una aclaración pudiéramos deducir del examen psicológico
del fenómeno onírico. Por el contrario, nos veremos obligados a establecer una
serie de nuevas hipótesis relativas a la estructura del aparato anímico y al
funcionamiento de las fuerzas que en él actúan, hipótesis que no podemos
desarrollar mucho más allá de su primera conclusión lógica, so pena de ver
perderse su valor en lo interminable. Aun cuando no cometamos falta alguna en
nuestros procesos deductivos y tengamos en cuenta todas las posibilidades
lógicamente resultantes, la probable imperfección de la concatenación de los
elementos amenazará echar por tierra todos nuestros cálculos. La más minuciosa
investigación del sueño o de otra cualquier función aislada no es suficiente
para proporcionarnos deducción alguna sobre la construcción y el funcionamiento
del instrumento anímico, pues para lograr tal resultado habremos de acumular
todo lo que un estudio comparativo de una serie de funciones psíquicas nos
demuestre como constantemente necesario. Así, pues, las hipótesis psicológicas
que hemos extraído del análisis de los procesos oníricos habrán de esperar
hasta que puedan ser agregados a los resultados de otras investigaciones
encaminadas a llegar al corazón del mismo problema partiendo de otros distintos
puntos de ataque...
Epílogo: El cuerpo transmite más
allá y más acá de las palabras, Alberto Sladogna.
Estimado Diego Sztulwark te
agradezco continuar esta labor de hacer compartir hechos e interrogantes
afectivos. Este testimonio de Spinoza sobre hechos afectivos de un amigo -un
sueño es siempre un acto afectivo pleno de afectos- eso, ya por sí mismo es un
hecho corporal compartido entre ese amigo y Spinoza, sino ¿Cómo se escribiría
ese texto?
Los afectos organizan las
relaciones corporales modificando la diferencia entre adentro, mi cuerpo, con
el afuera, el cuerpo de un amigo, el cuerpo de un analizante. Ese nudo,
interior ∞ exterior, una cinta de moebius, al menos en mi práctica, permite
desplegar el ejercicio espiritual de un análisis. Si el analista no está
afectado por el dolor del analizante - la pérdida de un hijo- no hay ejercicio
espiritual posible, si no fuese así, citando a León Rozitchner, " ¿Cómo se
coge eso?" Creo que te has dado que este testimonio de Spinoza muestra su
impacto en Freud quién escribe en La
interpretación de los sueños,
Capítulo VII, La psicología de los procesos onírico, un relato
homologo a partir del testimonio
indirecto de una su paciente. Ella le transmite el sueño de un padre que se quedó
dormido en la habitación vecina al salón donde se está velando el cuerpo de su
hijo, y que un velador quedo encargado de resguardar el cuerpo. Al soñar
escucha la voz del hijo que le dice
"Padre, ¿no ves que estoy ardiendo?" Esa voz , un acto
corporal ¿viene de fuera, viene de adentro o viene del adentro/fuera del cuerpo
constituido por padre e hijo?
Lacan realiza en 1964 un
seminario oral, Los fundamentos del análisis, 1964 que coloca en su inicio bajo
los auspicios de Spinoza; luego hacia el final rectifica y muestra su
alejamiento de Spinoza ante el tema de Dios. Lacan pasó de una identificación
con Spinoza –ambos compartirían haber sido excomulgados- para luego reconsiderar
un hecho: como analista no puede ser miembro de una Iglesia y por ende no ha
sido excomulgado, se trata del momento, como lo señalo José Attal: “cuando el
psicoanálisis perdió a Spinoza” (Cfr.: José Attal, La no-excomunión de Jacques
Lacan. Cuando el psicoanálisis perdió a Spinoza). Lo que está en juego no es la
muerte de Dios, sino la muerte de una forma de Dios que afecta al colectivo
donde se ejerce el análisis.
Lacan despliega ese seminario al
calor de su exclusión, censura y prohibición del ejercicio del análisis que el ese
año decretó la IPA –International Psychoanalytical
Association . Entonces muestra
los nuevos fundamentos propuestos por Lacan para la experiencia del análisis.
En uno de sus apartados lo deja en claro, en la versión oficial a cargo de
Jacques Alan Miller, se lo titula: “El inconsciente freudiano y el nuestro”.
Lacan eliminó el complejo de Edipo como fundamento de la experiencia –“en la
experiencia no dice nada” y también lo quita de ser un fundamento de la teoría.
Los sueños que aquí se presentan
muestran otro horizonte para la práctica y la teoría del análisis, un más allá
de las palabras, el cuerpo como un lugar de eficacia material para afectar y
efectuar la cura analítica. La experiencia del análisis incluye el cuerpo de
sus participantes, es una experiencia que no se reduce solo a las palabras
¿Cómo dar cuenta del cuerpo y sus signos sin reducirlos a la dictadura de la
cadena…de la cadena de los significantes?
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