Cae muro de Berlín: lapsus colectivo no es individual, ni singular...Alberto Sladogna
Prólogo: El lapsus solo es colectivo no es individual, ni singular por Alberto Sladogna
La caída del muro de Berlín (1989), un lapsus calami: Simple, subo esta información del
blog Unai
Mezcua. Subrayo que esta experiencia – el lapsus de la caída del muro-
renueva, muta las teorías analíticas respecto del lapsus en un aspecto, lo cual
no es poco, es enorme: la experiencia de este lapsus muestra que su fuerza
performativa- cambiar las vidas subjetivas de quienes están concernidos por él-,
es un acontecimiento que no se deja atrapar por la individualidad, ni tampoco por la singularidad de uno o de cada
uno, se trata de un efecto subjetivo colectivo que no es nada sino un nuevo
sujeto surgido a partir de una singularidad compartida, de una singularidad con
otros, sin estas características que muestra esta experiencia las jugadas teóricas
y de la experiencia corren el riesgo de borrar la novedad, el acontecimiento
subjetivo en un aspecto: ese lapsus es subversivo e fábrica una subjetividad
sin antecedentes. El muro se cayó/calló a partir del componente material múltiple:
(RSI funcionando al mismo tiempo sin molestarse unos con otros).
Gunter Schabowski, un lapsus
calami
El nueve de noviembre de 1989 una
incómoda pregunta del periodista Riccardo Ehrmann hizo perder los nervios a un
portavoz comunista, Gunter Schabowski, quién se equivocó al decir que “las
fronteras de la RDA quedaban abiertas de inmediato”. Minutos después,
los berlineses del Este y el Oeste derribaban el Muro de la Vergüenza y se
veían las caras de nuevo por primera vez en veintiocho años
En la mañana del jueves, nueve de
noviembre de 1989, los berlineses del Este y del Oeste se despertaron en mundos
distintos por última vez. Hasta ese día, un muro de ideas, hormigón, alambre de
espino y minas antipersonales, patrullado por el Ejército Nacional Popular de
la República Democrática Alemana, dividía la ciudad desde su construcción en
1961. Entre ciento veinticinco y doscientas setenta personas -según la fuente-
murieron al intentar cruzarlo. Al anochecer de ese nueve de noviembre el muro
sería derribado sin derramar una sola gota de sangre. Notemos que mientras os
berlines de uno y otro lado se escandalizaban con muy justa razón del muro,
nunca en la época de Hitler se escandalizaban de forma semejante ante la
masacre cometida contra más cien mil homosexuales, varios miles de gitanos,
cientos de infantes que sufrían de síndrome de Down, o de ciudadanos judíos
obligados a barrer las calles y luego deportados para ser gaseados.
Pero en las primeras horas de la
mañana de ese día aún nadie podía siquiera imaginar que el Muro caería alguna
vez. Y mucho menos, esa misma noche. No obstante, la situación tampoco era de
tranquilidad absoluta en la República Democrática Alemana. Durante todo 1989,
se habían ido recrudeciendo las protestas y manifestaciones ciudadanas, que
pedían un mayor aperturismo del régimen comunista y facilidades para viajar al
Oeste. Ello llevó a Erich Honecker, líder de la RDA desde 1976, a renunciar a
su cargo como Presidente del Consejo de Estado, el 18 de octubre de 1989,
siendo reemplazado por Egon Krenz pocos días más tarde. Además, desde que el 23
de agosto se habían relajado un poco las restricciones para pasar la frontera
entre Alemania y Austria, miles de alemanes habían huido al bloque capitalista
a través del país magiar. Alemania Oriental se vaciaba a marchas forzadas.
Por ello, el 6 de noviembre se
hizo público el proyecto de una nueva legislación para viajar, que sería muy
criticado por el gobierno checoslovaco, porque entendía que aumentaría mucho la
emigración desde la RDA a través de
Checoslovaquia. Por ello, el SED decidió, el 7 de noviembre, regular los viajes
al exterior, facilitándolos. Era una medida arriesgada, pero había que frenar
la presión de la calle, que pedía más libertad, como fuera, al grito de “Nosotros
somos el pueblo” (‘Wir sind das Volk!’)
Con ello, volvemos al nueve de
noviembre. A las diez de la mañana, Egon Krenz abre la sesión del Comité
Central que debe estudiar las medidas para frenar las fugas al Oeste. Mientras,
en la Jefatura Superior de la Policía Popular se ultima la nueva normativa de
pasaportes y viajes. Cuatro horas más tarde, un chófer de la policía lleva al
Comité Central el documento, que se hace llegar entrega al Secretario General
Krenz. La normativa tiene que permanecer en secreto hasta las 04:00 del día 10,
para que todos los puestos fronterizos puedan recibir la información y preparar
las medidas.
A las cuatro de la tarde, Krenz
lee la nueva normativa a sus colegas de la Nomenklatura, en la dirección del
Partido. Probablemente, nadie en esa sala se diera cuenta de la magnitud de lo
que iban a aprobar: un relajamiento de las condiciones para viajar sin
precedentes en la RDA. Es posible que considerasen que, pese a aprobar dicha
medida, podrían más tarde dar instrucciones a la Volkspolizei -“la policía del
pueblo”- en el sentido de endurecer la medida antes de que se hiciera
efectiva el día diez.
A las cinco y media, Gunter
Schabowski, nuevo responsable de Comunicación del Partido, deja la reunión del
Comité Central para dar una conferencia de prensa a la que habían sido
invitados los corresponsales extranjeros -entre ellos, José María Siles,
corresponsal de TVE, quién realizaría una magnífica cronología de los hechos en
2009-. Egon Krenz le da a Schabowski el papel de los viajes, pero no le
advierte del embargo.
Schabowski narrará la reunión del
Comité Central con el habitual tono gris y monótono de los portavoces
comunistas. Los periodistas atienden, medio distraídos, a lo que a todas luces
parece otra aburrida rueda de prensa donde un portavoz oficial maquillará la
verdad y dirá lo que más convenga al Gobierno. No así Riccardo Ehrman, delegado de la
Agencia de noticias italiana ANSA, quién tiene una pregunta difícil para
Schabowski. Tras mantenerle un buen rato con la mano alzada, Schabowski
finalmente le concede el turno de palabra, algo poco habitual en las ruedas de
prensa comunistas -que por cierto, parecen servir de modelo a muchos políticos
y entrenadores de fútbol en el mundo de hoy, que se niegan a admitir cuestiones
de los periodistas, pero esa es otra historia-.
“Está bien. Vamos a ver qué tiene
que preguntar nuestro colega italiano”, dijo Schabowski
Entonces, Ehrman lanzó su
pregunta, que cayó como una bomba al portavoz de un Gobierno poco acostumbrado
a las preguntas, y mucho menos, a las incómodas.
“Señor Schabowski, ¿cree usted que
fue un error introducir la Ley de Viajes hace unos días?”
Schabowski se puso nervioso, como recuerda el
propio Ehrman en una entrevista para Televisión Española. Entonces, se puso sus
gafas, se rascó la cabeza y leyó un papel. “Para evitar incidentes, los
ciudadanos de la RDA podrían ir al Oeste, esta vez sin pasaporte ni visado:
sólo mostrando el carné de identidad o un documento parecido”. Ehrman
fue uno de los pocos periodistas presentes que se dieron cuenta del alcance de
sus palabras: “quedaba claro -recuerda en la misma entrevista de TVE- que esto
significaba que el Muro había caído”. Entonces, Peter Brinkmannº, un
periodista de Bild Zeitung, también sorprendido por la declaración de
Schabowksi, le preguntó sin darle tiempo ni a respirar:
“Wann tritt das in Kraft??” ¿A partir de
cuándo?
“Schabowski -recuerda José María
Siles- volvió a consultar los papeles y, sin mirarle a la cara –estaba
demasiado ocupado buscando una fecha, que no encontró por estar en la página
siguiente-, respondió.
“Ab sofort“. Inmediatamente.
Eran las las siete menos diez de
la tarde, y el tiempo que le quedaba al Muro de Berlín se medía en minutos.
Inmediatamente tras abandonar la
rueda de prensa, Ehrman envió una crónica a ANSA. A las 19.31, la Agencia
distribuyó a todo el mundo una información titulada “El Muro de Berlín ha caído”.
Fue el primero, quizás porque ningún otro creía de verdad que la rueda de
prensa hubiera supuesto el funeral del Muro de la Vergüenza. Rápidamente, los
periodistas de todo el mundo, incrédulos, se hacían eco de la noticia. La
información también corrió como la pólvora entre los alemanes del Este, muchos
de los cuales veían canales de televisión de Berlín Occidental, el lado
capitalista.
Los berlineses salieron
masivamente a la calle. Del lado oriental, la gente comenzó a agolparse cerca
del Muro, ansiosa por pasar al otro lado. En el paso de Bornholmerstrasse, Harald
Jäger, teniente coronel de la Stasi, la odiada Policía secreta de
la RDA, que había visto en televisión la rueda de prensa, decidió abrir el
acceso. Jäger no había recibido ninguna orden del Gobierno, pero la presión era
insoportable y temía que alguno de sus soldados abriera fuego, tal y como
recuerda en una información de el periódico El Correo.: Creo que eran las 23.30 horas cuando tomé la
decisión. Le dije a mi gente que levantaran las barreras. Cuando la multitud
comenzó a cruzar la frontera me temblaban las rodillas, pero no tenía otra
alternativa.
Al poco, los berlineses de los
dos lados se encaramaron al Muro, derribándolo incluso con sus propias manos
desnudas. Fue el principio del fin del Bloque comunista, el cual, minado por
los problemas económicos y étnicos, por las hambrunas, la falta de los más
elementales productos básicos y por los enfrentamientos internos, iniciaría un
veloz desplome, que finalizaría el 26 de diciembre de 1991, cuando el Soviet
Supremo de la URSS anunció que “la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas
ha sido desmantelada”.
No hay comentarios: