Pablo Chacón reportaje a Jorge Baños Orellana "La novela de Lacan", cuestiones
Prólogo: Agradezco a Pablo Chacón
su autorización para subir este reportaje y al mismo tiempo, le agradezco su
digno ejercicio de entrevistador, práctica que hace surgir cuestiones, si
cuestiones interesantes frente a una novela , La novela de Lacan escrita por
Jorge Baños Orellana. Esas cuestiones permiten hacer surgir detalles,
puntualizaciones que Jorge Baños O., llevado por las preguntas de Pablo Chacón,
deja abiertas para los lectores y para los lectores de "La novela de
Lacan" . Ese implica airear un poco la atmósfera sobrecargada de ritornelos
en esa literatura "delirante" -calificativo, clasificación debida a
Jacques Lacan- que compone las parcelas del "mundo"(¡¡¿¿??!!)
psico...analítico.
“Errado estará el lector que
piense que novelar fue un atajo”
En La novela de Lacan, el
psicoanalista y escritor Jorge Baños Orellana entrega el primero de los tres
volúmenes que componen la historia secreta de la formación, tutela y magisterio
de Jacques Lacan sobre el espectro entero de esa práctica desde la mitad del
siglo XX hasta la actualidad.
El libro, publicado por la casa
"El Cuenco de Plata", es una pieza literaria, historiográfica y
psicoanalítica única, acaso sólo comparable a la Operación Masotta de Carlos
Correas.
Baños Orellana es miembro de la
Ecole Lacanienne de Psychanalyse y publicó El idioma de los lacanianos y El
escritorio de Lacan. Desde 2004 dirige el grupo de investigación
argentino-chileno Lecturas cronológicas de Lacan.
Esta es la conversación que
sostuvo con Pablo Chacón para la agenciaTélam.
T : ¿Cómo empezaste esta
investigación?
B : En realidad tuvo un comienzo
bicéfalo: por una parte, nació un interés por poner al descubierto hasta qué
punto la cultura material (desde la arquitectura hasta los aparatos domésticos)
siempre incidieron y siguen incidiendo, casi siempre sin que lo advirtamos,
cuando los psicoanalistas buscamos modelos para la elaboración teórica. Eso
comenzó con una ponencia acerca de cómo la revolución urbanística del trazado
de la ciudad de Viena, que había ocurrido durante la infancia y la juventud de
Freud, se reflejaba asombrosamente en el esquema del aparato psíquico que Freud
dibuja para El yo y el ello, con consecuencias de peso. La presenté casi como
un chiste, pero con un importante respaldo documental, en un congreso de la
Federación Latinoamericana de Semiótica sobre el tema de la cotidianeidad,
organizado por mis amigos Oscar Steimberg y Oscar Traversa.
Llevaba el título Los bulevares
vieneses en la obra de Freud: la influencia del libro de los Pasajes de Walter
Benjamin era patente en mi trabajo. Poco después ensayé lo mismo con Lacan;
incluí varios de esos resultados en el libro: llamativamente en las analogías
que muestro entre su grafo del deseo y el prototipo edilicio del petit-hotel u
hotel particular parisino. Buena parte de las cuarenta y siete imágenes de La
novela… tienen que ver con avances de este comienzo benjaminiano.
T : Por ese constado viene el
acento que ponés en los ventanales, las vidrieras, los espejos como también en
la metalurgia de los balcones y portales que rodearon la infancia de Lacan.
Pero no sólo a él le afectan las cosas cotidianas; también se muestra como la
misma presión de los objetos y la geografía modela la teoría de maestros y
rivales de Lacan. Recuerdo como, en Clerámbault, el trazado de los canales de
su ciudad natal, Bourges, subyacería en muchas expresiones y figuraciones de su
doctrina del automatismo mental. ¿Y cuál fue el otro comienzo?
B : El otro fue estrictamente
psicoanalítico. Está situado en nuestra tradición de los grupos de estudio de
Lacan; excepto que, a contrapelo de lo que se acostumbra hacer, privilegia al
primerísimo Lacan. Para quien ignore cómo entró su obra en la Argentina, lo que
digo puede parecer una rareza; pero lo cierto es que en nuestro accidentado
y demorado acceso a sus escritos y
seminarios, algo que comienza en los 70 y aún está por completarse, el primer
Lacan fue el último en llegar.
El acceso público a sus primeros
artículos es bien reciente y, tomando en cuenta la repercusión mínima que
tuvieron, se puede decir que llegaron demasiado tarde. En un intento de
rescatar, de reconstruir esos comienzos, abrimos un grupo de investigación con
porteños y chilenos que ya lleva siete años. Nos dedicamos a auscultar, en esas
viejas páginas, el pasaje de Lacan de la neuropsiquiatría al psicoanálisis. Se
trata de una auténtica novela de formación, una Bildungsroman.
T : ¿Y cuánto hay de novela en La
novela de Lacan?
B : Si definimos a lo novelesco
por la presencia de ciertos procedimientos narrativos, se trata de un novela
con derecho propio. El diálogo telefónico de treinta páginas de Lacan con
(André) Masson, a propósito de un gesto del seminario La angustia; o el
monólogo interior de Pierre Janet, mientras participa del juicio que la cumbre
de la psiquiatría francesa le realiza a la novela Nadja de André Breton; o la
reunión dominguera de Clérambault con uno de sus asistentes que termina a los
gritos; o la larga caminata que tiene Lacan de la noche de 17 de febrero de
1930, después de separarse de Victoria Ocampo, y en el curso de la cual decide
el tema de su tesis, son algunos de los muchos ejemplos que no podrían
encontrarse fuera del género novelesco. Sin embargo, lo que cuentan no son
acontecimientos ficticios en un sentido convencional.
Si no puede asegurarse que hayan
sucedido tal cual, no es tampoco improbable que así hayan ocurrido. Nunca se
sabrá. Ahora bien: lo que Lacan conversa telefónicamente con Masson, está
respaldado por las cartas y otros papeles del último; lo que rememora Janet, es
un resumen, te aseguro que muy prolijo, de su tesis doctoral acerca del
automatismo psicológico, y lo que dice de su paciente Raymond Roussel, proviene
de investigaciones recientes de los problemas que Roussel tuvo con los
tribunales. Y otro tanto puede afirmarse de las razones y la fecha en que el
joven Lacan efectivamente giró sus intereses psiquiátricos hacia la cuestión de
la paranoia.
T : Ergo…
B : Estaría muy errado el lector
que suponga que el recurso de novelar fue un atajo, un pecado de pereza. Por el
contrario, se trata de un procedimiento que exige un durísimo trabajo de
reconstrucción nunca exigido al ensayo teórico. Además, es una escuela de
tolerancia: no nos permite ni por un instante mostrar un desprecio hacia los
rivales de Lacan, hacia los antipsicoanalistas.
La escena se cae si en las
discusiones que, por ejemplo, el joven Lacan tuvo con su maestro más
anti-freudiano, llamado Georges Heuyer, presentáramos a este último como un
idiota. La exigencia de verosimilitud novelesca no lo concede. ¿Cómo puede ser
tan imbécil aquel que tu protagonista eligió como tutor y coautor en una media
docena de sus primeros textos?, nos objetaría el espíritu de la novela. En un
escrito psicoanalítico convencional, en cambio, uno puede ser intolerante,
maniqueo hasta la estupidez y puede pasar sin escándalo.
T : De alguna manera, eso
recuerda a Freud diciendo que el arte suele adelantarse a los descubrimientos
científicos, y pregunto, de paso, si Lacan no se mantuvo siempre a la zaga
-como diría Eric Hobsbawn- con respecto al surrealismo, a Joyce, a las
vanguardias de su época. Varios pasajes de tu libro parecen afirmarlo.
B : Sin duda es lo que le sugiere
Masson, cuando lo provoca observando que Dalí ya había inventado el objeto a en
ese artículo, por cierto extraordinario, de 1935 titulado Psicología no
euclidiana de una fotografía, y agrega, riendo para sus adentros, que el
cross-cap modificado, que Lacan presenta en una célebre reunión del seminario
La angustia, de 1963, hubiese sido aprobado como parte de la sección Objetos
matemáticos de la muestra surrealista de la galería Ratton y que es una pena
que lo presente con treinta años de atraso.
Pero es una provocación, un
intento de ponerlo en aprietos. Poner al protagonista en aprietos es un mandato
básico de una novela: ninguna novela de Lacan que se precie puede permitirse el
culto a la personalidad que gravita sobre ponencias y aún tesis doctorales de
muchos citadores de Lacan. Desde luego, el objeto a de Lacan no es lo mismo que
el carretel no-euclídeo que muestra Dalí, y reproduzco a página completa en el
arranque del tercer capítulo.
Ese carretel es, bien visto, un
precursor del objeto a lacaniano, pero no es su hermano gemelo. Pero esa
exageración de Masson sirve para que nuestro héroe admita algo que nunca
escuché decir entre nosotros: que el escrito Más allá del principio de realidad
es, en buena medida, un plagio del discurso con que Breton inauguró la muestra
de la galería Ratton… En este caso, el reloj de Lacan no atrasa: escribe lo
suyo un par de meses después de publicado lo de Breton. ¡Qué originalidad, qué
valentía, qué grandeza la de ese Lacan de treinta y cinco años que va a tomar
de esa fuente del surrealismo, la misma de la que sus colegas -incluidos los
psicoanalistas- se alejaban prudentes como si sembrara la peste!
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