Sexo como moral ,entrevista a Michel Foucault
El sexo como moral .Entrevista a
Michael Foucault
E: ¿Sigue pensando que su primer
volumen de la Historia de la sexualidad, publicado en 1976, es esencial para
comprender cómo somos?
M. Foucault: Bueno, actualmente
me interesa más lo relacionado con las técnicas del yo que el sexo... El sexo
es bastante aburrido.
E: A los griegos tampoco les
interesaba demasiado ¿verdad?
M. Foucault: Desde luego que no.
Para ellos esa no era una cuestión importante comparada con lo que decían sobre
la alimentación o el régimen. Me resulta sumamente interesante el lento
desplazamiento de interés que se produjo desde la alimentación (una
preocupación omnipresente en Grecia) hacia la sexualidad. Durante los primeros
siglos del cristianismo también la alimentación era un tema de mucha mayor
importancia que el sexo. Por ejemplo las reglas monacales revelan que el
problema que atraía más atención era el de la alimentación. Luego detectamos un
progresivo desplazamiento del interés a lo largo de la Edad Media, de modo que
a partir del el siglo XVII el tema prioritario es la sexualidad.
E: El segundo tomo de su Historia
de la sexualidad (El uso de los placeres) trata casi exclusivamente el
tema del sexo.
M. Foucault: Sí. En ese volumen
he tratado de mostrar que en el siglo IV a. C. el código de restricciones y
prohibiciones de los griegos es prácticamente el mismo que el de los primeros
moralistas y médicos del Imperio Romano. Pero creo que la forma que tenían de
integrar estas prohibiciones relativas al yo es totalmente diferente. En mi
opinión, la razón es que el objetivo principal de esta ética era estético. En
primer lugar, esta especie de ética era únicamente un problema de elección
personal. En segundo lugar, estaba reservada a una minoría de la población; no
se trataba en absoluto de imponer un modelo de conducta para todo el mundo. Lo
que se intentaba era, en realidad, tener una existencia hermosa y dejar en la
posteridad un recuerdo honorable de la propia vida. Desde luego, esta especie
de ética no era una tentativa de normalización aplicable al resto de la
población.
Leyendo a Séneca, a Plutarco y al
resto de estos autores, me dio la impresión de que se planteaban un gran número
de problemas relacionados con el yo (la ética del yo, las tecnologías del yo) A
partir de ahí me surgió la idea de escribir otro libro que tratara distintos
aspectos de las antiguas tecnologías paganas del yo. Se compone de diferentes
escritos sobre el yo: el papel que tienen la lectura y la escritura en la
constitución del yo, la experiencia médica del yo, etc.
Lo que más me sorprende de la ética
griega es que se preocupaban más de su propia conducta moral o ética, y de la
relación que mantenían consigo mismos y con los otros, que de las cuestiones
religiosas. ¿Qué ocurre tras la muerte? ¿Intervienen los dioses, o no? Estos
son asuntos de poca importancia para ellos, ya que no estaban relacionadas con
su ética. Además, esta ética no iba ligada a un sistema legal. Las leyes que
regulaban la conducta sexual no eran muy numerosas ni tenían demasiada fuerza.
A los griegos lo que les interesaba era constituir una ética que fuera una
estética de la existencia.
Pues bien, me pregunto si no se
plantea en la actualidad un problema bastante similar, teniendo en cuenta que
la mayoría de nosotros no creemos ya que la ética esté fundada en ninguna
religión, ni deseamos que exista un sistema legal que regule nuestra vida
privada. Por otra parte, los actuales movimientos de liberación no logran
encontrar principios sobre los cuales sustentar una nueva ética. Aunque tienen
necesidad de una ética, no encuentran más que pretendidos conocimientos
científicos acerca de lo que es el yo, el deseo, el inconsciente... Estos
paralelismos son sorprendentes.
E: ¿Cree usted, entonces, que los
griegos ofrecen una alternativa atrayente y plausible?
M. Foucault: Por supuesto que no;
no busco soluciones fáciles. Un problema no se resuelve acudiendo a las
soluciones que se propusieron en otros tiempos y para otras gentes. Mi
intención no es hacer una historia de las soluciones, y por eso no puedo
aceptar el término "alternativa". Más bien, lo que trato de hacer es
hacer es una genealogía de los problemas y de las problematizaciones. Aunque mi
actitud no es apática, sino que conduce a un activismo que no excluye el
pesimismo.
E: Sin embargo, aunque la vida de
los griegos no fuera perfecta, parece ofrecer una alternativa seductora al
permanente autoanálisis del cristianismo.
M. Foucault: Bueno, la ética
griega estaba relacionada con una sociedad puramente masculina, donde existía
la esclavitud; una sociedad en la que las mujeres eran seres sexualmente
inferiores y en la que, si estaban casadas, debían cumplir con su función de
esposas.
E: La mujer estaba dominada, pero
el amor homosexual, sin duda, estaba menos problematizado que ahora.
M. Foucault: Eso no es tanto como
parece. En la cultura griega existe una abundante y destacada literatura sobre
el amor de los muchachos, y los historiadores han visto en ello la prueba de
que los griegos lo practicaban. Pero eso prueba también que esa clase de amor
suscitaba problemas. En efecto, si no hubiera ningún problema, los griegos
habrían hablado de él en los mismos términos que al hablar del amor
heterosexual. Ocurría que se consideraba inadmisible que un joven destinado a
convertirse en hombre libre pudiera ser dominado y utilizado como un objeto
para placer de otro. Una mujer o un esclavo podían hacer el papel de pasivos,
ya que ello formaba parte de su naturaleza y de su estatus social. Todas estas
reflexiones filosóficas sobre el amor de los jóvenes prueban que los griegos no
podían integrar esta práctica con normalidad en el ámbito de su yo social. Ni
tan siquiera podían llegar a imaginar que existiera la posibilidad de una
reciprocidad de placer entre el muchacho y un hombre adulto. Así, Plutarco, por
poner un ejemplo, cuando dice que el amor a los muchachos es problemático no es
porque considere que ese tipo de amor sea contra natura. Lo que dice es:
"No puede haber reciprocidad en las relaciones físicas entre un muchacho y
un hombre".
E: Hay algo que señala
Aristóteles acerca de la cultura griega que usted no ha mencionado, pero que a mí
me parece muy importante: el tema de la amistad. En la literatura clásica la
amistad es el lugar del reconocimiento mutuo. Al leer tanto a Aristóteles como
a Cicerón, parece que la consideran la virtud más elevada, pues es
desinteresada y duradera, no tiene precio, y no niega el placer.
M. Foucault: El uso de los
placeres es un libro sobre ética sexual, no sobre el amor, la amistad o la
reciprocidad. Es significativo que Platón, cuando trata de fundir la amistad
con el amor hacia los muchachos tenga que desechar las relaciones sexuales. La
amistad es recíproca, cosa que no ocurre con las relaciones sexuales: en las
relaciones sexuales uno tiene que ser activo o pasivo, penetrar o ser
penetrado. Donde hay amistad es difícil que existan relaciones sexuales; una de
las razones por la que los griegos sintieron la necesidad de justificar
filosóficamente este tipo de amor es que no se concebía la reciprocidad física.
En el Banquete, Jenofonte nos dice que Sócrates señalaba que en las
relaciones entre un adulto y un muchacho, este no es más que el espectador del
placer del hombre; aún más, que es deshonroso para el muchacho sentir cualquier
tipo de placer en la relación con el adulto.
Lo que quisiera plantear,
entonces, es lo siguiente: ¿somos capaces de tener una ética de los actos y de
su placer que considere el placer del otro? ¿Es el placer del otro algo que
pueda ser integrado en nuestro propio placer, sin referencia a la ley, al
matrimonio o a cualquier otra obligación?
(...)
E: ¿Y cuál era el concepto que
tenían los griegos de desviación?
M. Foucault: Según su ética
sexual la diferencia no estaba en preferir a los mujeres o a los hombres, ni en
hacer el amor de una u otra forma. Era más bien una cuestión de cantidad, y de
actuar como activo o como pasivo; en ser esclavo de los propios deseos o
maestro de ellos.
E: ¿Y si alguien hacía tanto el
amor que su salud podía resentirse?
M. Foucault: Eso era lo que ellos
llamaban "la hybris", el exceso. No se planteaban el tema de la
desviación, sino el del exceso o la moderación.
E: ¿Y qué hacían los griegos con
esa gente?
M. Foucault: Eran consideradas
personas de mala reputación.
E: ¿Pero intentaban curarlos o
llevarlos al buen camino?
M. Foucault: Bueno, existían
ejercicios para que uno aprendiera a gobernarse a sí mismo. Epicteto afirmaba
que uno debería poder mirar a una joven hermosa o a un muchacho bello sin
sentir deseo por ella o por él. Para conseguir esto era preciso convertirse en
maestro de uno mismo.
En la sociedad griega existía una
corriente de pensamiento que promovía la austeridad sexual; era esta una
creación de gentes cultivadas que deseaban dar a su vida belleza e intensidad.
Algo parecido ha ocurrido aquí desde el siglo XIX cuando, para alcanzar una
vida más bella la gente ha tratado de liberarse de la represión sexual inculcada
por la sociedad desde la infancia. En Grecia, probablemente Gide hubiera sido
un filósofo austero.
E: Así que, para alcanzar una
existencia hermosa los Griegos eran austeros, mientras que nosotros buscamos la
realización personal en la ciencia psicológica.
M. Foucault: Eso es. Contamos con
todo un tesoro de procedimientos, técnicas, y conceptos que han sido creados
por la humanidad. No es que podamos reactivarlos, pero al menos podemos
emplearlos como instrumentos para analizar la realidad actual y cambiarla.
Desde luego, no podemos elegir el mundo griego en vez del nuestro, pero
comprobar que algunos de nuestros principios éticos estuvieron ligados en
cierto momento a una estética de la existencia puede constituir un análisis
histórico útil. Durante siglos hemos estado convencidos de que existían
relaciones analizables entre la ética personal que rige nuestra vida cotidiana
y las grandes estructuras políticas y socio-económicas. Hemos pensado que no
podíamos cambiar nada de nuestra vida sexual o familiar sin que eso trastocara
la economía, el sistema democrático, etc. Considero que deberíamos
desembarazarnos de esa idea de que existe una relación necesaria entre la ética
y las estructuras sociales, económicas o políticas. Esto no significa,
naturalmente, que no existan relaciones, pero se trata de relaciones variables.
E: Entonces, ¿qué tipo de ética
podemos construir ahora que sabemos que entre la ética y las otras estructuras
existe una coagulación histórica y no una relación necesaria?
M. Foucault: Lo que me sorprende
es el hecho de que en nuestra sociedad el arte se haya convertido en algo que
no concierne más que a la materia, no a los individuos ni a la vida, que el
arte sea una especialidad hecha sólo por los expertos, por los artistas. ¿Por
qué no podría cada uno hacer de su vida una obra de arte? ¿Por qué esta lámpara
o esta casa pueden ser un objeto de arte pero mi vida no?
E: Entonces, si el hombre ha de
crearse a sí mismo sin recurrir al conocimiento ni a reglas universales ¿en qué
difiere su planteamiento del existencialismo de Sartre?
M. Foucault: Creo que desde un
punto de vista teórico, Sartre, a través de la noción moral de autenticidad,
retoma la idea de que debemos ser nosotros mismos, es decir, convertirnos en
nuestro verdadero yo. Pero podríamos ligar su pensamiento teórico con el
concepto de creatividad, y no con el de autenticidad. Si el yo no nos viene
dado, llegamos a una consecuencia práctica: debemos constituirnos a nosotros
mismos, fabricarnos, crearnos como si fuéramos una obra de arte.
(...)
Fuente: Le Nouvel Observateur,
junio de 1984.
http://identidades.org/fundamentos/foucault_moral.htm
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