Rita Segato: profanación cuerpo de mujeres...rasgar tejido social
Treinta años de espera, dos
siglos de condena // Verónica Gago (tomado de http://anarquiacoronada.blogspot.com.ar/2016/03/treinta-anos-de-espera-dos-siglos-de.html)
Entrevista a Rita Segato
La antropóloga Rita Segato fue
una pieza clave en el histórico juicio que, en Guatemala, por primera vez
expuso un crimen de género como un crimen de Estado. Las quince mujeres mayas
festejaron las condenas a 240 y 120 años de prisión para quienes las sometieron
a esclavitud sexual y doméstica en un cuartel de descanso del ejército cuando
ya empezaba el proceso de paz. Segato, responsable del peritaje que desnudó la
maquinaria de sometimiento como rutina militar en la guerra represiva, explica
cómo se aplicó aquí su concepto de “pedagogía de la crueldad” y por qué esta
sentencia y sus fundamentos sientan un precedente en todo el continente y
aportan también para pensar los femicidios y el cuerpo de las mujeres como
campo de batalla.
Por primera vez, una nación juzga
un crimen de género como crimen de Estado cometido durante el período de la
guerra represiva en Guatemala. Las protagonistas de esta victoria histórica
fueron quince mujeres mayas q’eqchi’es
que desde hace tres décadas piden justicia por lo que sucedió en el período
autoritario, durante los años 80. El tribunal acaba de concluir sus trabajos,
que se desarrollaron durante todo el mes de febrero, y terminó por condenar a
240 y 120 años de cárcel, respectivamente, a los dos militares responsables: el
coronel Esteelmer Reyes Girón y el ex comisionado militar, Heriberto Valdez
Asig. Pero su eficacia legal y simbólica los sobrepasa ampliamente ya que este
caso –conocido como Sepur Zarco, el nombre de la aldea q’eqchi’ donde se ubicó el “Cuartel de descanso” militar– es, sin
lugar a dudas, un hito ejemplar tanto por la condena como por los argumentos
que le dieron cuerpo. Y, sobre todo, porque provee un vocabulario, una voz
querellante y un precedente jurídico sin igual para la elaboración conceptual,
política y de teoría de género para las múltiples formas de guerra que hoy se
despliegan contra las mujeres, haciendo de su cuerpo el principal territorio de
la contienda.
¿Cómo fue el encuadre del caso?
Agentes de un Estado sometieron a
un grupo de mujeres indígenas a esclavitud sexual y doméstica –esta última
sentida con tanto dolor como la primera por las querellantes-, durante seis
años, de forma rutinaria y “coreografiada”, como dije en el juicio, en un
cuartel militar “de descanso”, después de desaparecerles a sus maridos porque
aspiraban a los títulos de su tierra ancestral. Decimos que se trata de un
crimen de género de lesa-humanidad porque agentes estatales son acusados de
trato inhumano, cruel y degradante mediante rutinas de acceso sexual forzado
como forma sistemática de ejecutarlo, así también como otras formas igualmente
importantes de sometimiento compulsorio como la entrega forzada de servicios
domésticos y la obligatoriedad de presencia en “turnos” en el espacio del
cuartel militar o, como única alternativa, la condena a muerte de sus hijos en
el destierro a la montaña. Mi argumento central, que conseguí probar, es que no
se trató de un proceder espontáneo y de causa libidinal, resultante de la
testosterona de la soldadesca, sino de una estrategia de guerra. Una estrategia
diseñada quirúrgicamente, resultante ciertamente de una asesoría de expertos,
llevada a efecto mediante una programación que llamé “neurobélica” de los
soldados que luego, cuando se decide que la guerra terminó, es suspendida por
la misma secuencia de mandos que la había instalado.
¿Cómo usas la palabra esclavitud
para la cuestión sexual y doméstica específicamente en tu peritaje?
Ese es el tenor de la denuncia
elevada a la Corte por Mujeres Transformando el mundo, organización que,
presidida por la abogada Paula Barrios, condujo de forma magistral, francamente
deslumbrante y efectiva, este proceso que hizo llegar, después de recorrer un
camino azaroso y lleno de obstáculos, la voz de las mujeres hasta la tarima de
los jueces. La “obligatoriedad de disponibilidad sexual y doméstica” es lo que
se entiende por “esclavitud sexual y doméstica”. Argumenté que allí se dio una
rutina de sometimiento e intervención expropiadora en el territorio-cuerpo de
las querellantes. El término “esclavitud doméstica” la diferencia del servicio
doméstico contratado y, en mayor o menor medida, remunerado y libre. Mediante
el uso del término “esclavitud” se indica su extracción por coerción, la
ausencia de remuneración y, en este caso, además, se suma el onus –carga– de la obligación de aportar
los insumos por parte de las víctimas, retirándolos de sus propias familias
para entregarlos a una tropa de ocupación que eliminó a sus cónyugues
desaparecidos, torturados, y localizados en una fosa común. (N.de E.: Como surge del testimonio de las
querellantes, ellas debían aportar la harina para las tortillas que debían cocinar
a los militares y también el jabón para lavar sus uniformes, todo bajo amenaza
de muerte).
Una vez más, ¿por qué el cuerpo
de las mujeres? ¿Qué se juega ahí?
Se trata de una estrategia de las
guerras difusas contemporáneas que entiende que en la agresión por medios
sexuales al cuerpo de las mujeres se alcanza el centro de gravedad que mantiene
en pie el edificio de la comunidad. Por eso digo que es una guerra entre
hombres que se hace en el cuerpo de las mujeres. Así se rasga el tejido social
comunitario, se instala el autodesprecio, el endo-racismo y el racismo
intrapsíquico, pues el método es la profanación. El cuerpo de la mujer
alegoriza el cuerpo social, y la dominación sobre el mismo simboliza el poder
jurisdiccional sobre un territorio. Las mujeres y sus crías, además de ser
seres humanos que sufren en su cuerpo y en su espíritu la saña de los verdugos,
son además figuras de intenso poder enunciativo y símbolos de futuro de sus
comunidades y pueblos, y la pieza intermediaria, la interpuesta persona a
través de la cual se atraviesa el daño a la colectividad en su conjunto. En el
daño a sus mujeres y sus crías, también, se revela la impotencia de un
colectivo que debería ser capaz de mantenerlas bajo su protección y custodia:
éste es un esquema arcaico, ancestral, que permanece intacto en el imaginario
colectivo.
¿Podrías explicar un poco más
estos conceptos de racismo?
El endo-racismo se genera
mediante el reclutamiento forzado de hombres indígenas de las aldeas ocupadas
para actuar como Comisionados y Patrulleros a cargo de tareas compulsorias de
delación, represión y masacre, y de participar en la apropiación del cuerpo y
servicios domésticos forzados de mujeres de su mismo pueblo. Podríamos llamarle
de acriollamiento forzado, es decir, la captura del hombre indígena y mestizo a
la función de apropiador, lo que requiere que pase a despreciarse a sí mismo y
depende de que sea dócil a la pedagogía racista que le impone despreciar su
raza en sí mismo y en aquellos que vienen de una historia común consigo.
¿Cómo sería el vínculo que marcas
entre racismo y guerra entonces?
Es evidente que la violencia no
pasa de los hogares campesino-indígenas a la guerra, como ha sido, en general,
la lectura eurocéntrica y en especial de la cooperación española. Y sí, en cambio,
de la guerra a los hogares. Al punto que no existe en lengua maya queqchi, y en general en las lenguas
mayas, ninguna palabra para “violación”. Por eso quedé perpleja cuando mi tesis
fue respaldada por el peritaje lingüístico. Cuando las mujeres empezaron a
contar lo que les había sucedido no tenían léxico, no tenían en su lengua
ningún término para el acto de violación, y la palabra que usaron, lo más
próximo que encontraron es la palabra maya para “profanación”. (Rita se refiere
a la palabra “muxuk”, reproducida en
varios medios locales, junto a otra frase de las querellantes: “Maak’al chik inloq’a”, que se traduce
como “me quedé sin respeto/sin dignidad”). Es esencial alejar la comprensión de
estos hechos tanto del mundo de la intimidad, como de la violencia de género de
orden doméstico y también de una espontaneidad fruto del caos y del descontrol
propios de la guerra. Y sobre todo es necesario dejar de atribuir al orden de
género de los hogares campesino-indígenas las causas del mal que les sobrevino
a partir de la guerra y como consecuencia de la guerra. Las violencias sexuales
que se ejecutaron en la guerra, tanto las violaciones como la rutina de
esclavitud sexual y doméstica a que fueron reducidas las mujeres son de manual,
fueron pautadas y practicadas por los soldados a partir de lo que se podría
llamar “programación neurobélica” y obedecieron a una secuencia de mandos. Nada
tuvieron de espontáneas o de resultantes de una “cultura machista”. Así lo
revelaron los soldados a las mujeres en algunas ocasiones y, sobre todo, se
comprueba con la suspensión de esa práctica cuando las mujeres fueron recogidas
en cuarteles de cuidado y rehabilitación al iniciarse el proceso de paz.
¿Se trataría más bien de lo que
venís llamando “pedagogía de la crueldad”?
Por un lado, la truculencia es la
única garantía del control sobre territorios y cuerpos, y de cuerpos como
territorios, y, por el otro, la pedagogía de la crueldad es la estrategia de
reproducción del sistema. Con la crueldad aplicada a cuerpos no guerreros,
sobre todo, se aísla y potencia la función propiamente expresiva de estos
crímenes, función que, como he destacado en todos mis análisis anteriores, es
inherente e indisociable en todos los tipos de violencia de género. Es
necesario recordar y reafirmar que éstos no son crímenes de motivación sexual,
como los medios y las autoridades siempre insisten en decir para privatizar y,
de esa forma, banalizar este tipo de violencia ante el sentido común de la
opinión pública, sino crímenes de guerra, de una guerra que debe ser
urgentemente redefinida a la luz de una expansión constante de una esfera
para-estatal en nuestro continente. Ese proceso continúa. Las guerras
represivas se transformaron en guerras de corporaciones armadas de tipo
mafioso, escena en franco proceso de expansión en nuestro espacio continental.
¿Esta guerra tiene a la
desposesión de bienes comunes, en particular la tierra, como uno de sus
objetivos estratégicos? Hablaste también de una población no completamente
conquistada, ¿en qué sentido?
La elección de las víctimas,
todas ellas esposas de hombres que, en los Comités de Tierras, intentaban
informarse sobre la situación de títulos de las tierras que ancestralmente
ocupaban, compitiendo de esta forma con los intereses de los finqueros de la
región delata una definida selectividad. El interés de los finqueros era seguir
explotando la tierra sin otorgar derechos a sus ocupantes ancestrales y contar
con la mano de obra indígena fragilizada, que perpetuaba el régimen servil
colonial semi-esclava o servil de los habitantes de las aldeas que, como Sepur
Zarco, se encontraban dentro o en el borde de sus fincas, en una situación de
títulos de propiedad inciertos. Y sí, considero Guatemala un país donde la
conquista no logró concluirse, un país todavía victorioso frente al dominio
conquistador. No podría de otra forma ser país de una mayoría maya tan vital y
deslumbrante. De ahí el manifiesto odio y tenebroso racismo de las elites
blanqueadas, que pierden control por ese hecho y que, también, son presas de la
furia al ver en el espejo su propia imagen como habitantes de un país
no-blanco, un país vencedor frente a la blancura, un país que, en su gran
mayoría, no desertó de su mayanidad.
Esta “crueldad expresiva”, como
vos también la nombrás, sin embargo excede a contextos y paisajes comunitarios,
¿verdad?
La crueldad expresiva denota la
existencia de una soberanía para-estatal que controla vidas y negocios en un
determinado territorio y es particularmente eficaz cuando se aplica al cuerpo
de las mujeres. Este “método” es característico de las nuevas formas de la
guerra no convencionales, inauguradas en nuestras dictaduras militares y
guerras sucias contra la gente, en las guerras internas, en las guerras
llamadas “étnicas”, en la soldadesca asalariada de las empresas militares
privadas, en el universo de los sicariatos que trabajan para las mafias, y en
el accionar para-estatal de las fuerzas estatales de seguridad en tiempos de
“democracia real”. Por eso hablo de una nueva conflictividad informal y de
guerras no-convencionales que configuran una escena que se expande en el mundo
y, en especial, en América Latina, con muchas fases. Allí, la crueldad
expresiva es la estrategia, y el cuerpo de mujeres y niños es el objetivo
táctico, para alcanzar, por la ejemplaridad y truculencia, el tejido social en
su centro de gravedad.
¿Cuál es la singularidad y la
importancia de este juicio?
El Estado guatemalteco constituyó
un tribunal para juzgar exclusivamente y como tema central del juicio un crimen
de género, perpetrado por medios sexuales, como crimen de guerra -en este caso
de guerra interna, represiva. Esto nunca había sucedido anteriormente, pues
siempre estos crímenes fueron mencionados y considerados como agregados a los
crímenes de guerra de interés general y significación universal: aquéllos
contra los hombres y contra poblaciones en su conjunto, y en los casos en que
se juzgó por esclavitud sexual como crimen de guerra separadamente siempre fue
en tribunales de conciencia o simbólicos, como en el clásico caso de las
mujeres coreanas por los japoneses. La importancia fue enfatizar la forma
quirúrgica en que, a través de la mujer, se agredió la comunidad y los
principios de reciprocidad y mancomunamiento que la articulan, pues en el mundo
comunitario el par conyugal garantiza los intereses reproductivos y productivos
de la aldea, de la comunidad, del pueblo, es decir, garantiza la posibilidad de
su continuidad, el proyecto histórico de continuar como pueblo.
Su significación es también
especial para el continente, donde la cuestión de los femicidios parece no
tener límite…
Se lo dije a la jueza: este
juicio y su sentencia no solamente interesan a las mujeres querellantes, sino
también a toda la nación guatemalteca, a América Latina por entero, también al
mundo, incluyendo a los propios acusados, que muy probablemente no tuvieron
noción de qué pieza jugaron en esa guerra sucia ni para quién trabajaron. Los
acusados tuvieron penas de más de un siglo y la última foto muestra el júbilo
de las mujeres maya queqchies después
de esperar treinta años por justicia y reparación. Un aspecto muy importante de
la reparación material, moral y comunitaria que ellas reclaman, entendida desde
su propia perspectiva, es que el Estado, a través de la sentencia ejemplar,
declare y establezca públicamente su inocencia, condición indispensable para
que la comunidad las reintegre y pueda reconstituirse, sanar su tejido social.
Lo más impresionante fue su gran coraje todo este tiempo, sin asustarse –pues
el enemigo nunca dejó de ser truculento– y sin desistir.
Después de leer esta entrevista, pienso sobre el acoso callejero que vivimos las mujeres en México, y de como están surgiendo estrategias de defensa desde nosotras pero cuando esto sucede, la violencia se hace mas dura y evidente, que pasa la sociedas ya ha integrado un lugar claro de mensajes y conquistas de territorio desde un cuerpo ajeno? nuestros cuerpos a propósito de esta chica y lo que publicó en redes y es horrible las respuestas ante la posición de buscar justicia y reestablecer esa dignidad que otro anula media actos de violencia? aquí dejo el linkhttp://www.buzzfeed.com/raquelmiserachi/desvistieron-a-una-mujer-en-la-calle-y-la-reaccion-de-la-gen#.cjQxK13em5
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarAcuerdo contigo, quizás, en la próxima ocasión sería pertinente que firmes el comentario con el nombre que puedas pues el territorio de lo "anónimo" suele ser empleado por quien ejercen violencia sobre los cuerpos de otros.En efecto cómo dices hoy,el cuerpo de las mujeres se ha convertido en un territorios de guerra y de rapiña, gracias por comentar
Eliminarhttp://www.buzzfeed.com/raquelmiserachi/desvistieron-a-una-mujer-en-la-calle-y-la-reaccion-de-la-gen#.cjQxK13em5
ResponderEliminarFue un error de dedo y opciones, saludos Alberto!
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