Michel Foucault: Una introducción a una vida no fascista
Una introducción a la vida no
fascista
(Prefacio escrito en inglés por Michel Foucault para la edición estadounidense de El
Anti-Edipo. Traducción y notas: Federico
Yamamoto, texto localizado gracias a una mención efectuada por Paola Alejandra Ramírez González, miembro del taller de lecturas ¡Bienvenido Félix/z Guattari!)
Durante los años 1945-1965 (me
estoy refiriendo a Europa), había una forma determinada de pensar
correctamente, un estilo de discurso político determinado, y una ética del
intelectual determinada. Uno tenía que estar familiarizado con Marx, y no dejar
que los propios sueños se aparten demasiado de Freud. Y uno debía tratar los
sistemas de signos –el significante– con el mayor de los respetos. Estos eran
los tres requisitos que hacían aceptable la extraña ocupación de escribir y
enunciar una cuota de verdad sobre uno mismo y sobre su tiempo.
Luego vinieron los breves,
apasionados, jubilosos y enigmáticos cinco años. A las puertas de nuestro
mundo, allí estaba Vietnam, por supuesto, y el primer gran golpe a los poderes
establecidos. Pero aquí, al interior de nuestros muros, ¿qué era exactamente lo
que estaba ocurriendo? ¿Una amalgama de políticas revolucionarias y
antirrepresivas? ¿Una guerra librada en dos frentes: contra la explotación
social y la represión psíquica? ¿Una oleada de libido modulada por la lucha de
clases? Tal vez. En cualquier caso, fue esta interpretación dualística tan
familiar la que se arrogó los eventos de aquellos años. El sueño que, entre la
Primera Guerra Mundial y el fascismo, lanzó su hechizo sobre las partes más
soñadoras de Europa –la Alemania de Wilhelm Reich, y la Francia de los
surrealistas– había vuelto y prendido fuego la realidad misma: Marx y Freud en
la misma luz incandescente.
¿Pero, fue realmente eso lo que
ocurrió? ¿Se retomó el proyecto utópico de los treinta, esta vez a nivel de la
práctica histórica? ¿O hubo, por el contrario, un movimiento hacia luchas
políticas que ya no se conformaban al modelo prescrito por la tradición
marxista? Hacia una experiencia y una tecnología del deseo que ya no eran
freudianas. Es verdad que se levantaron las viejas pancartas, pero el combate
viró y se expandió hacia nuevas zonas.
El Anti-Edipo muestra, primero
que todo, cuánto terreno ha sido cubierto. Pero hace mucho más que eso. No
pierde tiempo desacreditando viejos ídolos, aunque sí se divierte mucho con
Freud. Lo más importante, nos motiva a ir más lejos.
Sería un error leer El Anti-Edipo
como la nueva referencia teórica (ustedes saben, esa tan anunciada teoría que
finalmente abarca todo, que por fin totaliza y nos devuelve la confianza,
aquella que nos han dicho “necesitamos desesperadamente” en nuestros tiempos de
dispersión y especialización en los que falta la “esperanza”). Uno no debe
buscar una “filosofía” entre la extraordinaria profusión de nociones nuevas y
conceptos sorpresa: El Anti-Edipo no es un Hegel relumbrón. Creo que El
Anti-Edipo puede ser leído mejor como un “arte,” en el sentido implicado, por
ejemplo, en el término “arte erótico.” Informado por las nociones aparentemente
abstractas de multiplicidades, flujos, arreglos, conexiones, el análisis de la
relación del deseo con la realidad y con la “máquina” capitalista brinda
respuestas a preguntas concretas. Preguntas que no tienen tanto que ver con por
qué esto o aquello, sino con cómo proceder. ¿Cómo introducir el deseo en el
pensamiento, en el discurso, en la acción? ¿Cómo el deseo puede y debe
desarrollar sus fuerzas dentro del dominio político y crecer en intensidad en
el proceso de desbaratar el orden establecido? Ars erotica, ars theoretica, ars
politica.
De ahí los tres adversarios
afrontados por El Anti-Edipo. Tres adversarios que no tienen la misma fuerza,
que representan grados distintos de peligro, y que el libro combate de maneras
diferentes:
(1) Los ascetas políticos, los
militantes tristes, los terroristas de la teoría, aquellos que quieren
preservar el orden puro de la política y del discurso político. Burócratas de
la revolución y funcionarios civiles de La Verdad.
(2) Los pobres técnicos del
deseo—psicoanalistas y semiólogos de cada signo y síntoma—que quieren subyugar
la multiplicidad del deseo a la ley doble de estructura y carencia.
(3) Por último pero no menos
importante, el gran enemigo, el adversario estratégico es el fascismo (mientras
que la oposición de El Anti-Edipo a los anteriores es más bien un compromiso
táctico). Y no solamente el fascismo histórico, el fascismo de Hitler y
Mussolini—que fue capaz de movilizar y utilizar tan efectivamente el deseo de
las masas—sino también el fascismo en todos nosotros, en nuestra cabeza y en nuestra
conducta cotidiana, el fascismo que nos hace amar al poder, desear aquello
mismo que nos domina y nos explota.
Diría que El Anti-Edipo (y sus
autores me perdonarán) es un libro de ética, el primer libro de ética escrito
en Francia en mucho tiempo (tal vez eso explique por qué su éxito no estuvo
limitado a una “audiencia” particular: ser anti-edípico se ha convertido en un
estilo de vida, una manera de pensar y de vivir). ¿Cómo evitar ser fascista,
aun (especialmente) cuando uno cree ser un militante revolucionario? ¿Cómo
librar nuestros dichos y nuestros actos, nuestros corazones y nuestros
placeres, del fascismo? ¿Cómo revelar y poner en evidencia el fascismo
arraigado en nuestra conducta? Los moralistas cristianos buscaban las huellas
de la carne alojadas en lo más profundo del alma. Deleuze y Guattari, por su
parte, persiguen los rastros más tenues de fascismo en el cuerpo.
Ofreciendo un modesto tributo a
San Francisco de Sales**, uno podría decir que El Anti-Edipo es una Introducción
a la Vida No-Fascista.
Este arte de vivir contra toda
forma de fascismo, ya sea actual o inminente, conlleva cierto número de
principios esenciales que sintetizaría de la siguiente manera si fuera a hacer
de este gran libro un manual o guía para la vida cotidiana:
• Libera la acción política de
toda paranoia unitarista y totalizante.
• Desarrolla la acción, el
pensamiento y los deseos por proliferación, yuxtaposición y disyunción, y no
por subdivisión y jerarquización piramidal.
• Deja de creer en las viejas categorías
de lo Negativo (ley, límite, castración, falta, carencia), que el pensamiento
occidental sacralizó durante tanto tiempo como una forma del poder y un acceso
a la realidad. Prefiere lo que es positivo y múltiple, diferencia en vez de
uniformidad, flujos en vez de unidades, arreglos móviles en vez de sistemas.
Cree que lo que es productivo no es sedentario sino nómade.
• No pienses que uno tiene que
estar triste para ser militante, incluso si aquello contra lo que uno está
luchando es abominable. Es la conexión del deseo con la realidad (y no su
retirada hacia formas de representación) lo que posee fuerza revolucionaria.
• No utilices el pensamiento para
fundamentar una práctica política en La Verdad; ni utilices la acción política
para desacreditar, como mera especulación, una línea de pensamiento. Utiliza la
práctica política como un intensificador del pensamiento, y el análisis como
multiplicador de las formas y dominios para la intervención de la acción
política.
• No le demandes a la política
que restituya los “derechos” del individuo, tal como los ha definido la
filosofía. El individuo es producto del poder. Lo que hace falta es
“des-individualizar” por medio de la multiplicación y el desplazamiento,
combinaciones diversas. El grupo no debe ser un lazo orgánico que une
individuos jerarquizados, sino un constante generador de des-individualización.
• No te enamores del poder.
Incluso podría decirse que a
Deleuze y Guattari les importa tan poco el poder que trataron de neutralizar
los efectos de poder ligados a su propio discurso. De ahí los juegos y trampas
desparramados a lo largo del libro, que hacen de su traducción una verdadera
proeza. Pero no son las trampas tan familiares de la retórica: ésta se dedica a
influenciar al lector sin que él sea consciente de la manipulación, y en última
instancia a persuadirlo en contra de su voluntad. Las trampas del El Anti-Edipo
son las del humor: tantas invitaciones para que uno se fastidie, para que deje
el texto a un lado y se vaya dando un portazo. A menudo el libro lo lleva a uno
a creer que todo es diversión y juegos, mientras algo esencial está ocurriendo,
algo de extrema seriedad: la localización de todas las formas de fascismo,
desde las más enormes que nos rodean y nos aplastan hasta las más diminutas que
constituyen la tiránica amargura de nuestras vidas diarias.
Notas:
* Extraído de Anti-Œdipus.
Capitalism and Schizophrenia, traducción del francés al inglés realizada por
Robert Hurley, Mark Seem y Helen R. Lane, Minneapolis, University of Minessota
Press, 1983, pp. 11-4. Este prefacio fue escrito por Foucault directamente en
inglés.
** Sacerdote del s. xvii y obispo
de Ginebra, conocido por su Introducción a la Vida Devota.
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