VINCENT DE GAUJELAC: ¿Neurosis de clase? prólogo de @slagona







 Vincent de Gaujelac publicó en editorial Del Nuevo Extremo, Neurosis de clase. Trayectoria social y conflictos de identidad (Buenos Aires, Argentina,2014) aquí unos fragmentos de un reportaje. Lo publico pues más allá de sus postulados teóricos -se pueden o no compartir- él localiza cuestiones en qué la sociedad, el socius, la cultura, la política reciben una luz para aclarar algunas de sus penumbras. Una luz que surge de los hechos estudiados como ocurre con una obra de arte que afecta. Esa luz está presente, o es posible recomponerla el día de hoy, gracias a la lectura modificadora -si, leer modifica al lector junto con el texto-  de un artículo de Sigmund Freud, "El sepultamiento del complejo de Edipo"(1924)  Un alumno de Freud se asustó por ese título, Sándor Ferenczi, y  en una carta a Freud, le hizo notar que el título era "excesivo" pues parecía influenciado por un artículo de Otto Rank acerca del «trauma del nacimiento». La respuesta de Freud fue que "acaso...si" . La expresión «sepultamiento» (Untergang; dissolution, disolución) es performativa, sepulta el complejo.  Ahí Freud compartía su excesiva apertura con las lecturas que hicieron de ese performativo Jacques Lacan junto con Gilles Deleuze y Felix Guattari en "El Anti-edipo. Capitalismo y esquisofrenia". Lo que nos permite una pregunta ¿Esqueizoanálisis?

“El individuo es producto de una historia de la cual trata de convertirse en sujeto”
Vincent de Gaujelac es sociólogo. Su sociología clínica está en el cruce entre la sociología, el psicoanálisis de Freud  y la filosofía. Es una mirada sobre las intersecciones que produce la vida cotidiana y trata de ofrecer un horizonte para abordar para esas cuestiones.
–Ha estudiado los conflictos de las personas que cambian de clase o cultura, y los definió como “neurosis de clase”. ¿Qué quiere significar con este concepto que une términos de la psicología y la sociología?
–La hipótesis básica en relación con este enfoque es que, aunque sea elegido voluntario o sea padecido, el cambio de clase social genera conflictos, pero no siempre neurosis de clase. Conflicto, por ejemplo, es el hecho de estar confrontado a habitus diferentes; habitus es un concepto sociológico que remite a la idea de que uno internaliza maneras de ser y de hacer en función de la posición social de origen. Es la idea de que hay gente mal educada o bien educada. Elevé en francés no sólo es más educado sino más alto en relación con la estructura social, y esta idea en francés también remite a la idea de que las personas que son más elevadas serían también las personas más educadas. La idea es que hay violencia en las relaciones sociales, entre las clases sociales, que se traduce en procesos de descalificación, desvalorización, justamente en función de estas maneras de ser y de hacer.
Después hay otros conflictos que están ligados a los cambios de posición social: el hecho de sentirse superior o inferior y de internalizar sentimientos de ilegitimidad o conflictos de lealtad en relación con los orígenes sociales de cada uno. Por ejemplo, alguien que tiene una fuerte promoción social, un ascenso, puede vivirlo como una traición de clase. Yo había visto por ejemplo que, entre mis colegas universitarios, algunos hacían lo que llamé en ese momento una “neurosis de tesis”: no lograban pasar su tesis no por una cuestión de que fueran incompetentes sino porque vivían como un conflicto muy fuerte el hecho de convertirse en doctores, como si estuvieran traicionando sus orígenes, ocupando una posición dominante. Entonces, todos esos cambios de clase siempre son conflictivos, pero no necesariamente generan neurosis. La tesis que desarrollo en el libro La neurosis de clase es que para que esos conflictos se vuelvan neuróticos tienen que apoyarse sobre otros conflictos de otro origen, que el psicoanálisis nos permite ver, por el lado de la etiología sexual de las neurosis y por el lado de los conflictos edípicos y más inconscientes. De ahí el interés de este concepto, “neurosis de clase”, para tratar de establecer puentes entre la psicología y la sociología.
–¿Hay un tratamiento para la neurosis de clase?
–Hay que entender que no hay nada patológico en la neurosis de clase. Son conflictos existenciales. Entonces no tienen nada que ver con la medicina, ni con el psicoanálisis, sino con un tratamiento que tiene más que ver con una reflexión sobre la historia personal, sobre los conflictos ligados a la historia. Por eso, con colegas desarrollamos grupos de implicación y de investigación donde la gente viene a trabajar sobre su historia para tratar de entender mejor los conflictos. La idea de la implicación y la investigación tiene que ver con desarrollar en un mismo lugar el trabajo sobre sí mismo, y la aprehensión de los mecanismos y procesos que operan para entender los conflictos de la propia historia. Habitualmente esos trabajos están separados. El trabajo sobre sí mismo se hace en psicoterapia y la investigación se hace en la universidad. Estos grupos tratan de articular en un mismo espacio esa doble preocupación, doble manera de hacer investigación sobre sí mismo.
–¿Cuáles son actualmente los sectores más propensos a sufrir esos conflictos? ¿Inmigrantes, clase obrera, diversidades sexuales?
–Todas esas personas están ciertamente tocadas por esto. Pero estos conflictos son vividos con mayor dificultad cuanto más se los viva de manera aislada y solitaria. Por ejemplo, cuando toda la familia emigra y está confrontada al mismo problema, las solidaridades familiares hacen que uno se sienta menos tomado por un conflicto interior y que uno entienda que lo que le pasa tiene que ver con cuestiones sociales y económicas que están en juego y que producen ese malestar que uno puede estar sintiendo. Lo mismo pasa cuando uno cambia de clase social, si es el único o si es toda. En las minorías sexuales ocurre que por lo general la persona se siente única en su especie, por eso es importante que estas personas puedan entender y unirse con gente que tiene los mismos problemas. Es por eso que nosotros en los grupos de implicación e investigación privilegiamos el trabajo grupal, para que se den cuenta que no son sólo ellos los que están confrontados a este tipo de conflictos.
–Más allá de la lucha de clases, usted dice que en estos momentos hay una “lucha por lugares”, algo por lo que las personas se ven exigidas a construir su propio empleo. ¿Cada persona está “condenada a realizarse”?
–Efectivamente una de las hipótesis es que, hoy por hoy, la lucha por los lugares viene a sustituir la lucha de clases. La idea es que, hasta fines del siglo XX, la identidad heredada era el determinante esencial del destino de las personas. Es decir, los hijos de obreros eran obreros, los de campesinos eran campesinos y sus hijos serían a su vez campesinos. Y así. Entonces la reproducción social era la ley. Hoy en día, la movilidad social se ha convertido más en la ley. Por razones objetivas, hace un siglo más del 50 por ciento de la población activa en Francia era campesina; hoy no son más que el 3 por ciento. Un 35 por ciento era obrero y hoy queda de un 10 a un 15 por ciento. Y las clases sociales están explotando, la clase de los campesinos ya no es una verdadera clase social. La lucha por los lugares significa que cada individuo es remitido a sí mismo para tener una existencia social. Cuenta sólo consigo mismo. Es un fenómeno mundial. Es el individualismo, la ideología de la realización de sí mismo, y también es la ideología de la gestión que se desarrolló mucho con el neoliberalismo, que dice que cada individuo es el empresario o emprendedor de su propia vida. El yo de cada individuo es un capital que la persona tiene que fructificar, desarrollar. Entonces, la posición social ya no dependería tanto de lo que heredan sino de su capacidad, de su voluntad. Esa es la lucha de los lugares, la lucha que cada individuo tiene que realizar para tener una existencia social.
–¿Qué consecuencias tiene?
–En esa lucha se encuentra en competencia con los demás, evidentemente, lo que al mismo tiempo es una emulación y una alienación, pero sobre todo produce mucha tensión psicológica, ya que el individuo internaliza la idea de que si no tiene éxito es porque él mismo no sirve o es malo, es inútil, no está bien formado o está demasiado capacitado. Es una de las razones por las cuales aparecen los trastornos psicológicos, las enfermedades narcisistas o las tensiones en el trabajo como el estrés o el burn-out. Todos esos síntomas están ligados a esa lucha por los lugares.
–¿Cuáles son los costos de la excelencia y de la exclusión en las sociedades actuales? ¿Podemos decir que la desigualdad provoca el estrés y la vergüenza, más que los componentes personales?
–Hemos visto desarrollarse en las empresas, pero también en los colegios, las consecuencias de estas luchas por los lugares. Por un lado, la lucha por la excelencia para tener los mejores lugares en las empresas y en la sociedad, en la política, lo que se traduce en una competencia encarnizada. Por otra parte, las consecuencias por el lado de la exclusión, porque la excelencia produce exclusión. La excelencia es salir por encima. La exclusión es salir por abajo. Pero de alguna manera es la misma raíz y hay una contradicción fundamental que está ligada a esa exigencia de excelencia. Ser excelente es ser fuera de lo común. Si todo el mundo está fuera de lo común, ¿en qué se transforma el mundo común? Ahora bien, el mundo común, según Hannah Arendt, es construir la convivencia, el estar juntos de la sociedad. Por eso la búsqueda de la excelencia es destructiva para la sociedad.

1 comentario:

  1. No estoy de acuerdo, el mundo de la excelencia, también es para incluir

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