El diálogo entre los intelectuales Michel Foucault y Gilles Deleuze
fue publicado inicialmente en la revista L'Arc, Nº 49, 1972. Reproducido
del libro "Un diálogo sobre el poder y otras conversaciones" (Alianza
Editorial).
FOUCAULT: Un maoísta me decía: "Comprendo
perfectamente por qué está Sartre con nosotros, por qué hace política y
en qué sentido la hace; en cuanto a ti, en realidad lo comprendo
bastante, ya que siempre haz planteado el problema del encierro. Pero a
Deleuze, realmente, no lo comprendo". Esta afirmación me asombró
sobremanera, ya que para mí la cosa está muy clara.
DELEUZE: Tal vez es que estamos viviendo de una
nueva manera las relaciones teoría-práctica. La práctica se concebía
como una aplicación de la teoría, como una consecuencia, o bien, al
contrario, como inspiradora de la teoría. De cualquier modo, sus
relaciones se concebían bajo la forma de un proceso de totalización,
tanto en un sentido como en el otro. Es posible que, para nosotros, la
cuestión se plantee de otra manera. Las relaciones teoría-práctica son
mucho más parciales y fragmentarias. Por una parte, una teoría siempre
es local, relativa a un pequeño campo, aunque puede ser aplicada a otro,
más o menos lejano. La relación de aplicación nunca es de semejanza.
Por otra parte, desde que la teoría profundiza en su propio campo se
enfrenta con obstáculos, muros, tropiezos que hacen necesario que sea
relevada por otro tipo de discurso (es este otro tipo de discurso el
que, eventualmente, hace pasar a un campo diferente).
La práctica es un
conjunto de relevos de un punto teórico a otro, y la teoría, un relevo
de una práctica a otra. Ninguna teoría puede desarrollarse sin encontrar
una especie de muro y se precisa de la práctica para perforar el muro.
Por ejemplo, tú comenzaste analizando teóricamente un lugar de encierro
como el asilo psiquiátrico del siglo XIX en la sociedad capitalista.
Luego, desembocaste en la necesidad de que la gente precisamente
encerrada se pusiese a hablar por su cuenta, que efectuase un relevo (o
bien, al contrario, tú ya eras un relevo a su respecto), y esa gente se
halla en las prisiones, está en las prisiones. Cuando organizaste el
grupo información prisiones, lo hiciste sobre esta base: instaurar las
condiciones en las que los mismos prisioneros pudieran hablar. Sería
completamente falso, como parece que decía el maoísta, afirmar que
pasabas a la práctica aplicando sus teorías. Allí no había ni aplicación
ni proyecto de reforma, ni encuesta en el sentido tradicional. Allí
había algo distinto: un sistema de relevos en un conjunto, en una
multiplicidad de piezas y de pedazos a la vez teóricos y prácticos. Para
nosotros, el intelectual teórico ha dejado de ser un sujeto, una
conciencia representante o representativa. Los que actúan y luchan han
dejado de ser representativos, aunque sea por un partido, un sindicato
que se arrogarían a su vez el derecho de ser su conciencia. ¿Quién habla
y quién actúa? Siempre es una multiplicidad incluso en la persona que
habla o actúa. Todos nosotros somos grupúsculos. Ya no hay
representación, sólo hay acción, acción de la teoría, acción de la
práctica en relaciones de relevos o redes.
FOUCAULT: Me parece que la politización de un
intelectual se realizaba tradicionalmente a partir de dos cosas: su
posición de intelectual en la sociedad burguesa, en el sistema de la
producción capitalista, en la ideología que produce o impone (estar
explotado, reducido a la miseria, rechazado, "maldito", acusado de
subversión, de inmoralidad, etc.) su propio discurso en tanto que
revelaba una cierta verdad, en tanto descubría relaciones políticas allí
donde no se percibían. Estas dos formas de politización no eran ajenas
una a otra, pero tampoco coinciden forzosamente. Se daba el tipo del
"maldito" y el tipo del "socialista". Estas dos politizaciones se
confundieron con facilidad en ciertos momentos de reacción violenta por
parte del poder, después del 48, después de la Comuna, después de 1940:
el intelectual era rechazado, perseguido, en el mismo momento en que las
"cosas" aparecían en su verdad, cuando no era preciso decir que el rey
estaba desnudo. El intelectual decía la verdad a los que todavía no la
veían y en nombre de los que no podían decirla: conciencia y elocuencia.
Ahora bien, los intelectuales han descubierto, después de las
recientes luchas, que las masas no los necesitan para saber: ellas saben
perfectamente, claramente, muchos mejor que ellos; y además lo dicen
muy bien. Sin embargo, existe un sistema de poder que intercepta,
prohibe, invalida ese discurso y ese saber. Poder que no está tan sólo
en las instancias superior de la censura, sino que penetra de un modo
profundo, muy sutilmente, en toda la red de la sociedad. Ellos mismos,
los intelectuales, forman parte de ese sistema de poder, la propia idea
de que son los agentes de la "conciencia" y del discurso forma parte de
ese sistema. El papel de intelectual ya no consiste en colocarse "un
poco adelante o al lado" para decir la verdad muda de todos; más bien
consiste en luchar contra las formas de poder allí donde es a la vez su
objeto e instrumento: en el orden del "saber", de la "verdad", de la
"conciencia", del "discurso". Por ello, la teoría no expresará, no
traducirá, no aplicará una práctica, es una práctica. Pero local,
regional, como tú dices: no totalizadora. Lucha contra el poder, lucha
para hacerlo desaparecer y herirlo allí donde es más invisible y más
insidioso, o lucha por una "toma de conciencia" (hace mucho tiempo que
la conciencia como saber fue adquirida por las masas y que la conciencia
como sujeto fue tomada, ocupada, por la burguesía), sino por la zapa y
la toma del poder, al lado, con todos los que luchan por ella, y no en
retirada para esclarecerlos. Una "teoría" es el sistema regional de esta
lucha.
DELEUZE: Eso es una teoría, exactamente como una
caja de herramientas. No tiene nada que ver con el significante… Es
preciso que eso sirva, que funcione. Y no para sí misma. Si no hay gente
para servirse de ella, empezando por el mismo teórico que entonces deja
de ser teórico, es que no vale nada, o que no ha llegado su momento. No
se vuelve a una teoría, se hacen otras, hay otras por hacer. Es curioso
que haya sido un autor que pasa por un intelectual puro, Proust, quien
lo haya dicho tan claramente: tratad mi libro como unos lentes dirigidos
hacia fuera y si no os van bien tomad otros, encontrad vosotros mismos
vuestro aparato que forzosamente es un aparato de combate. La teoría no
se totaliza, se multiplica y multiplica. Es el poder el que por
naturaleza efectúa totalizaciones y tú, tú lo dices exactamente: la
teoría está por naturaleza en contra del poder. Desde que una teoría
penetra en tal o cual punto, choca con la imposibilidad de tener la
menor consecuencia práctica, sin que se produzca una explosión, con la
necesidad de otro punto. Es por esta razón por la que la noción de
reforma es tan estúpida e hipócrita. O bien la reforma es elaborada por
gente que se pretende representativa y hace profesión de hablar por los
otros, en nombre de los otros, con lo cual se produce una instalación de
poder, una distribución de poder a la que se añade una representación
acrecentada. O bien es una reforma reclamada, exigida por aquellos a los
que concierne, con lo cual deja de ser una reforma, es una acción
revolucionaria que, desde el fondo de su carácter parcial, se ve
determinada a poner en cuestión la totalidad del poder y de su
jerarquía. Ello es evidente en las prisiones: la más minúscula, la más
modesta reivindicación de los prisioneros basta para deshinchar la
seudorreforma Pleven. Si los niños llegasen a hacer oír sus protestas en
una escuela de párvulos, o incluso simplemente sus preguntas, eso
bastaría para provocar una explosión en el conjunto del sistema de la
enseñanza. En verdad, este sistema en el que vivimos no puede soportar
nada: de ahí su fragilidad radical en cada punto, al mismo tiempo que su
fuerza de represión global. En mi opinión, tú has sido el primero en
enseñarles algo fundamental, tanto en tus libros como en el campo
práctico: la indignidad del hablar por los otros. Quiero decir: nos
burlábamos de la representación, decíamos que estaba acabada, pero no se
sacaba la consecuencia de esta conversión "teórica", a saber, que la
teoría exigía que la gente involucrada hablase por fin prácticamente por
su cuenta.
FOUCAULT: Y cuando los prisioneros se han puesto a
hablar, ya tenían una teoría de la prisión, de la penalidad, de la
justicia. Esta especie de discurso contra el poder, este contra-discurso
mantenido por los prisioneros o por los llamados delincuentes, eso es
lo que cuenta y no una teoría sobre la delincuencia. Este problema de la
prisión es un problema local y marginal, ya que no pasan más de 100.000
personas por año por las prisiones: en la actualidad en Francia tal vez
hay 300 o 400.000 personas que han pasado por la prisión. Ahora bien,
este problema marginal conmueve a la gente. Me sorprendió ver cómo podía
interesarse por el problema de las prisiones tanta gente que no estaba
predestinada a entender este discurso de los detenidos y cómo finalmente
lo entendían. ¿Cómo explicarlo? ¿No ocurrirá que, de un modo general,
el sistema penal es la forma en la que el poder en tanto que poder se
muestra del modo más manifiesto? Meter a alguien en la prisión,
mantenerlo en la prisión, privarle de alimento, de calor, impedirle
salir, hacer el amor…etc., ahí tenemos la manifestación de poder más
delirante que uno pueda imaginar. El otro día hablaba con una mujer que
había estado en la prisión y me decía: "y a mis cuarenta años me
castigaron un día poniéndome a pan seco". Lo que sorprende en esta
historia no es sólo la puerilidad del ejercicio del poder, sino también
el cinismo con el que se ejerce ese poder, de la forma más arcaica, más
pueril, más infantil. Reducir a alguien a pan y agua es lo que nos
enseñaron cuando éramos unos niños. La prisión es el único lugar donde
el poder puede manifestarse en su desnudez, en sus dimensiones más
excesivas, y justificarse como poder moral. "Tengo razón en castigar,
puesto que tú sabes que está mal robar, matar…" Esto es lo fascinante de
las prisiones; por una vez el poder no se oculta, no se enmascara, se
muestra como feroz tiranía en los más ínfimos detalles, cínicamente, y
al mismo tiempo es puro, está enteramente "justificado", puesto que
puede formularse enteramente en el interior de una moral que enmarca su
ejercicio: su bruta tiranía aparece entonces como dominación serena del
Bien sobre el Mal, del orden sobre el desorden.
DELEUZE: Por esto, lo contrario también es cierto.
No sólo los prisioneros son tratados como niños, sino que los niños son
tratados como prisioneros. Los niños sufren una infantilización que no
es la suya. En este sentido es cierto que las escuelas son un poco
prisiones, y las fábricas mucho más. Basta ver una entrada en la
Renault. O por otra parte: tres bonos para hacer pipí durante la
jornada. Tú has encontrado un texto de Jeremías Bentham del siglo XVIII
que, precisamente, propone una reforma de las prisiones; en nombre de
esa gran reforma establece un sistema circular en el que la prisión
renovada sirve de modelo y en el que se pasa insensiblemente de la
escuela a la manufactura, de la manufactura a la prisión y a la inversa.
Esta es la esencia del reformismo, de la representación reformada. Por
el contrario, cuando la gente se pone a hablar y a actuar en su propio
nombre no opone otra representatividad a la falsa representatividad del
poder. Por ejemplo, recuerdo que decías que no hay justicia popular
contra la justicia, pues eso pasa a otro nivel.
FOUCAULT: Pienso que, por debajo del odio que el
pueblo tiene a la justicia, a los jueces, tribunales y prisiones, no hay
que ver tan sólo la idea de otra justicia mejor y más justa, sino, en
primer lugar y ante todo, la percepción de un punto singular en el que
el poder se ejerce a expensas del pueblo. La lucha antijudicial es una
lucha contra el poder y yo no creo que sea una lucha contra las
injusticias, contra las injusticias de la justicia, y una mejora en el
funcionamiento de la institución judicial. A pesar de todo, es
sorprendente que cada vez que ha habido motines, rebeliones, sediciones,
el aparato judicial ha sido el blanco, al mismo tiempo y del mismo modo
que el aparato fiscal, el ejército y las otras formas del poder. Mi
hipótesis, pero no es más que una hipótesis, es que los tribunales
populares, por ejemplo, en el momento de la Revolución, fueron, para la
pequeña burguesía aliada a las masas, un modo de recuperar, de recobrar
el movimiento de lucha contra la justicia. Y para recuperarlo,
propusieron este sistema del tribunal que se refiere a una justicia que
podría ser justa, a un juez que podría dictar una sentencia justa. La
misma forma del tribunal pertenece a una ideología de la justicia que es
la de la burguesía.
DELEUZE: Si se considera la situación actual, el
poder forzosamente tiene una visión total o global. Quiero decir que las
actuales formas de represión, que son múltiples, se totalizan
fácilmente desde el punto de vista del poder: la represión racista
contra los inmigrados, la represión en las fábricas, la represión en la
enseñanza, la represión contra los jóvenes en general. No hay que buscar
la unidad de todas esas formas tan sólo en una reacción frente al Mayo
del 68, sino mucho más en una preparación y organización concertadas de
nuestro futuro próximo. El capitalismo francés necesita con imperiosidad
unas "reservas" de desempleo, y abandona la máscara liberal y paternal
del pleno empleo. Este es el punto de vista desde el que hallan su
unidad: la limitación de la inmigración, una vez dicho que se confiaban a
los inmigrados los trabajos más duros e ingratos –la represión en las
fábricas, puesto que se trata de volver a proporcionar al francés el
"gusto" por un trabajo cada vez más duro-, la lucha contra los jóvenes y
la represión en la enseñanza, puesto que la represión policíaca es
tanto más viva cuanto menos necesidad de jóvenes hay en el mercado de
trabajo. Toda clase de categorías profesionales van a ser invitadas a
ejercer funciones policíacas cada vez más precisas: profesores,
psiquiatras, educadores de toda clase, etc. Ahí nos encontramos con algo
que ya anunciaste hace tiempo y que se pensaba que no iba a poder
producirse: el fortalecimiento de todas las estructuras de encierro.
Entonces, frente a esta política global del poder, se dan repuestas
locales, contrafuegos, defensas activas y a veces preventivas. Nosotros
no hemos de totalizar lo que se totaliza por parte del poder y que
nosotros sólo podríamos totalizar restaurando formas representativas de
centralismo y jerarquía. En cambio, lo que tenemos que hacer es llegar a
instaurar vínculos laterales, todo un sistema de redes, de bases
populares. Y esto es lo difícil. En todo caso, para nosotros la realidad
no pasa totalmente por la política en el sentido tradicional de
competición y distribución del poder, de instancias llamadas
representativas al modo de PC o de la CGT. La realidad es lo que hoy día
pasa efectivamente en una fábrica, en una escuela, en un cuartel, en
una prisión, en una comisaría. De tal modo que la acción implica un tipo
de información de una naturaleza completamente diferente de las
informaciones de los periódicos (así por ejemplo, el tipo de información
de la Agence de Presse Liberation).
FOUCAULT: Esta dificultad, nuestro embarazo para
encontrar las formas de lucha adecuadas, ¿no proviene de que aún
ignoramos lo que es el poder? Después de todo, ha sido preciso esperar
al siglo XIX para saber lo que era la explotación, pero quizá todavía no
sabemos qué es el poder. Marx y Freud quizá no bastan para ayudarnos a
conocer eso tan enigmático, a la vez visible e invisible, presente y
oculto, ocupado en todas partes, que se llama el poder. La teoría del
Estado, el análisis tradicional de los aparatos de Estado, no agotan sin
duda el campo de ejercicio y funcionamiento del poder. Actualmente,
sabemos aproximadamente quién explota, hacia dónde va el beneficio, por
qué manos pasa y dónde se vuelve a invertir, mientras que el poder…
Sabemos perfectamente que no son los gobernantes quienes detentan el
poder. Sin embargo, la noción de "clase dirigente" no está ni muy clara
ni muy elaborada. "Dominar", "dirigir", "gobernar", "grupo de poder",
"aparato de Estado", etc., aquí hay todo un conjunto de nociones que
piden ser analizadas. Asimismo, sería preciso saber hasta dónde se
ejerce el poder, mediante qué relevos y hasta qué instancias, a menudo
ínfimas, de jerarquía, control, vigilancia, prohibiciones, coacciones.
En todo lugar donde hay poder, el poder se ejerce. Nadie, hablando con
propiedad, es su titular y, sin embargo, se ejerce en determinada
dirección, con unos a un lado y los otros en el otro; no sabemos quién
lo tiene exactamente, pero sabemos quién no lo tiene. Si la lectura de
tus libros (desde el Nietzsche hasta lo que presiento de Capitalismo y
esquizofrenia) ha sido para mí tan esencial, se debe a que me parece que
van muy lejos en la posición de este problema: bajo ese viejo tema del
sentido, significado, significante, etc., por último, la cuestión del
poder, de la desigualdad de los poderes, de sus luchas. Cada lucha se
desarrolla alrededor de un lar particular de poder (uno de esos
innumerables pequeños lares que pueden ser un jefecillo, un guardia de
H.L.M., un director de prisiones, un juez, un responsable sindical, un
redactor jefe de un periódico). Y designar los lares, los núcleos,
denunciarlos, hablar de ellos públicamente, es una lucha, no es porque
nadie tuviera aún conciencia de ello, sino porque tomar la palabra sobre
este tema, forzar la red de información institucional, nombrar, decir
quién ha hecho qué, designar el blanco es una primera inversión del
poder, es un primer paso para otras luchas contra el poder. Si discursos
como, por ejemplo, los de los detenidos o los de los médicos de las
prisiones son luchas, se debe a que al menos por un instante, confiscan
el poder de hablar de la prisión, actualmente ocupado por la
administración a solas y sus cómplices reformadores. El discurso de la
lucha no se opone al inconsciente: se opone al secreto. Eso tiene el
aspecto de ser menos importante. ¿Y si lo fuese mucho más? Existe toda
una serie de equívocos a propósito de lo "oculto", de lo "reprimido", de
lo "no dicho", que permiten "psicoanalizar" a bajo precio lo que deber
ser objeto de lucha. El secreto tal vez sea más difícil de conocer que
el inconsciente. Los dos temas que todavía ayer podíamos encontrar
frecuentemente: "la escritura es lo reprimido" y "la escritura es con
pleno derecho subversiva", me parece que revelan un cierto número de
operaciones que es preciso denunciar severamente.
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