Fromm su experiencia freudiana, 1995
TRANSMISIÓN
FREUDIANA:
LA
EXPERIENCIA DE ERICH FROMM
Alberto Sladogna
El
poeta no debe proponer jamás un pensamiento sino un objeto, es decir que
incluso al pensamiento debe hacerle tomar una pose de objeto.
Francis
Ponge
Sé
que aún se me ignora. Podemos tomar a Erich Fromm como un nombre dentro del
psicoanálisis que no me menciona. El libro de Erich Fromm “La crisis del
psicoanálisis” –él considera que hay menos gente que se analiza en
Norteamérica- me ha sorprendido, no me menciona. Para él soy un desconocido.
Jacques
Lacan, Londres, 1975.
INTRODUCCIÓN
Freud
inventó el psicoanálisis sin tener claridad sobre los principios que surgían de
esa experiencia; ¿era posible hacerlo de otra manera? Esa característica forma
parte de cada invento. Los fundamentos surgen a-posteriori. El psicoanálisis es una experiencia subjetiva íntima
a partir de la cual se fabrican los medios necesarios para transmitir un saber
surgido de ella como lo revela S. Freud al construir La interpretación de los sueños con sus producciones oníricas.
Cada
invención conlleva una dosis de docta ignorancia. Una dosis también localizable
en otras prácticas: la etnología descubrió el obstáculo del informante luego de
estudiar por más de cien años los rituales de antropofagia. Un estudio reciente
reveló que esa práctica es un relato…de los informantes. Claude Lévi-Strauss
–partidario de la realidad del rito- toma precauciones cuando estudia las
articulaciones entre el canibalismo y una enfermedad hereditaria, el kuru, en la Nueva Guinea. Dice:
Sin embargo la
prudencia se impone, ya que las prácticas de canibalismo descritas por los
informantes indígenas con una prodigiosa abundancia de detalles ya habían
desaparecido en el momento en que comenzaron las investigaciones. No
disponiendo de observaciones directas y de ninguna experiencia de campo, no se
puede afirmar que el problema haya sido resuelto definitivamente.[1]
Las
matemáticas, 5.000 años después de las primeras operaciones con números,
produjeron un texto: Fundamentos de la
aritmética –investigación lógico-matemática sobre el concepto de número, de
G. Frege, editado en 1879.
Cuando
Freud inventó el psicoanálisis lo hizo sin someterse él mismo a las “reglas”[2]
de la cura analítica. Así, las “reglas” permiten ubicar la excepción. Esa
excepción tiene consecuencias sobre las bases de su experiencia e incide en el
estilo freudiano de transmisión de su clínica y de su doctrina. La situación de
la transferencia –en los casos donde está en juego el acceso al lugar de
analista- se ha revelado como uno de los puntos sensibles de incidencia de la
excepción. El psicoanálisis queda afectado en su práctica –y en consecuencia,
en su existencia misma- si, a partir de su accionar, no produce las razones
necesarias y suficientes de tal o cual maniobra analítica, sea en la cura, sea
en la enseñanza, sea en la transmisión.
Ubicar
esas razones (o la ausencia de ellas) provoca modificaciones substanciales: así
es posible distinguir las diversas prácticas analíticas que se derivan de las
razones doctrinarias que transmite tal o cual analista. Contar con las razones
necesarias y suficientes le permite al psicoanálisis abordar incógnitas de su
práctica guiado por la operación de despejarlas. Esa guía brinda un instrumento
ajeno a una norma previa frente a los hechos en el terreno clínico o
doctrinario, en lugar de pasarlos por el tamiz de tener que responder a lo que
se “debe esperar”, se inicia la acción de despejar la incógnita aceptando que
así sucedió. Jacques Lacan abrió una operación semejante con su intervención en
el campo del psicoanálisis, en especial, por medio de la acción del corte y
pegado efectuado en la lectura del texto de Freud.[3]
Lacan
destacó el lugar de la destitución subjetiva en el pasaje de la posición de
analizante a la posición de analista, en su “Proposición del 9 de octubre de
1967” sobre el analista de la Escuela”:[4]
“El ser del agalma, del sujeto supuesto
saber, completa el proceso del psicoanalizante, en una destitución
subjetiva”.[5]
Lacan introdujo así una incógnita en la articulación sobre el fin de una cura:
el procedimiento del pase. Subrayó un elemento de la incógnita: en el pase, si
el pasante es un psicoanalizante, es un psicoanalizante en una posición
singular pues habla de “sus” razones, las de él, para ocupar el lugar de analista, a diferencia de un
psicoanalizante en intensión que habla guiado por sus síntomas. Esa
singularidad abre el pase hacia el terreno del analista, lo desplaza del fin
del análisis, aunque ese fin opera en algunos casos como su disparador. Esa
destitución no gobierna u orienta la cura ex
cátedra o ex nihilo, es un elemento doctrinario surgido de la experiencia
del psicoanálisis…didáctico. Por ello puede abordarse el tema por su excepción.
Los casos donde no se llega a efectuar.
Para
medir los alcances de la destitución seguiremos las huellas de la experiencia
de Erich Fromm, formado en la didáctica del Instituto de Berlín, en 1932. Un
psicoanalista en función, “puesto que funcionan como analistas, lo que quiere
decir que hay gente que se analiza con
ellos”.[6]
Fromm llegó a México a fines de 1950 y desarrolló durante cerca de 25 años una
“clínica” y una “doctrina”. Su enseñanza tuvo impacto en la cultura.[7]
Los temas que él abordó tienen una coincidencia temática y cronológica con las
enseñanzas que desarrollaba Lacan a partir de 1951, en París: el complejo de
Edipo, la ética, la formación del analista, los postulados “teóricos” de Freud,
el zen, etc. Esa coincidencia subraya que a E. Fromm los problemas del
psicoanálisis no le eran ajenos.
Seguiremos,
de manera particular, su forma de acceso al lugar del analista y el impacto de
ella en su enseñanza como analista. Tomamos como “experiencia de Fromm” a los
testimonios que él dejó en publicaciones doctrinarias, autobiográficas, y en la
correspondencia que pudimos consultar. También damos albergue a los testimonios
aportados por aquellos que estuvieron concernidos por esas enseñanzas.
Este
recorrido anuda la situación del psicoanálisis en México, 1994, con la
invención del psicoanálisis freudiano, en la Viena de principios de siglo, pues
se trata de un analista formado en Munich y Berlín entre los años 1920 y 1930.
Este elemento subraya, si no el carácter freudiano, al menos un punto de origen
de las posiciones de Erich Fromm. Su acceso al lugar del psicoanalista siguió
los mecanismos previstos por la institución creada por Freud, en 1910, la Internacional Psychoanalytical Association
(I.P.A.). Fue en la policlínica de Berlín donde Eitingon instituyó la carrera
didáctica. En una carta de Fromm a Martín Jay, fechada el 14 de mayo de 1971,
le precisa su posición:
No he dejado nunca el
freudismo…a menos que se identifique a Freud con su teoría de la
libido…Considero que el logro básico de Freud es su concepto de inconsciente,
sus manifestaciones en la neurosis, los sueños, etc., la resistencia y su
concepto dinámico del carácter. En cualquier caso, nunca renuncié al
psicoanálisis, nunca he querido formar una escuela propia. Fui separado como
miembro de la International
Psychoanalytical Association, a la cual había pertenecido, y soy todavía
(1971) miembro de la Washington Psychoanalytic Association, que es una
institución freudiana[8].
Fromm,
pese a no dejar “nunca el freudismo”, al ser “separado” de la I.P.A. mantiene
su pertenencia a una “institución freudiana” y rechaza la constitución de “una
escuela propia”. Ante la maniobra institucional, él responde con otra, se
asocia a una institución freudiana, donde el síntoma revela su identificación;
maniobra semejante desarrolló Edward Glover: ante su inminente expulsión de la asociación
británica por las diferencias con M. Klein se inscribe en la asociación suiza,
conservando así la membrecía y su puesto en la I.P.A.[9]
Jacques Lacan, en 1953, renunció a la Societé
Psychanalitique de Paris, y fingió demencia ante la comunicación de la Dra.
Eissler –presidenta en turno de la I.P.A.- que le informaba la cancelación de
su membrecía a ese organismo. Abandonó esa posición el 21 de junio de 1964 al
fundar la École Française de Psychanalyse,
llamada luego École Freudienne de Paris.
La vacilación entre Française y
Freudienne, no le impidió constituir una école, misma que para el público era la “école de Lacan”. Ante maniobras semejantes encontramos
consecuencias distintas.
CERO:
INVENCIÓN DEL PSICOANÁLISIS
Freud
inventó y transmitió esa experiencia al público, tarea que requiere de enorme
energía. En sus textos encontramos solicitudes a sus colegas para obtener
elementos confirmatorios de tal o cual hipótesis sostenida opr él. En 1912, en
el Zentralblat für Psychoanalyse, se
lee:
A los colegas que
ejercen el análisis les solicito que reúnan y analicen cuidadosamente sueños de
sus pacientes cuya interpretación autorice la inferencia de que los soñantes
han sido en su primera infancia espectadores de un comercio sexual.[10]
Ocupado
en su invención no tenía energía ni tiempo ni encontró otras posibilidades de
transmisión, así fue como lo hizo. El tiempo de inventar y el de su transmisión
no tienen sincronía, están desfasados, sus operaciones se realizan en registros
y lugares distintos, como Freud lo señala: el primero en la experiencia
directa;[11]
el segundo en la escritura de esa experiencia.[12]
La invención abre las puertas a la transmisión cuando un fragmento del invento
ha cesado de no escribirse. La escritura propicia condiciones para precisar o
reconocer las hipótesis en juego y también para que una contra-experiencia sea
admitida en el campo del invento; verbigracia, mientras que para Freud no había
fin del análisis para Melanie Klein, M. Balint, J. Lacan y otros psicoanalistas
esa experiencia tenía lugar. En las enseñanzas de E. Fromm detectamos un sesgo
bizarro: lo que se acaba es el psicoanálisis[13]
y se abre el infinito de la experiencia “humanística” justo en el punto donde
él hace suya una proposición freudiana: el autoanálisis.[14]
¿Cuál
era la respuesta al invento freudiano entre los primeros analistas? Muchos sólo
tuvieron como posibilidad responder a la solicitud de Freud. Así leemos en una
carta de Freud a Ferenczi:
el domingo último
recibí la visita de nuestro lejano principiante Sutherland, de Sagar, India, un
hombre muy simpático. Está traduciendo la Interpretación
de los sueños. Tras de él está Berkeley-Hill, un hombre más joven, que está
psicoanalizando hindúes y acumulando toda clase de confirmaciones.[15]
La
confirmación apunta al grado de verosimilitud de una hipótesis pues ella
requiere que otros le otorguen o no verosimilitud, sin embargo debemos tener en
cuenta que una ausencia de confirmación no implica un rechazo de la experiencia
como lo indica la posición de L. Wittgenstein. El filósofo refuta las hipótesis
de Freud sobre la interpretación de los sueños sin hacer objeción a la
experiencia del psicoanálisis.
Durante
un viaje a los EE.UU, Freud introdujo una metáfora célebre en el psicoanálisis:
“No saben que les traemos la peste”.[16]
Esta metáfora es una metáfora de la transmisión, dado que ésa es la
característica de una peste: transmitirse. Esa metáfora ¿brinda una imagen
pertinente de su objeto? En la topología subjetiva desarrollada por P. Souri[17]
la presentación de la singularidad es uno de sus ejes organizadores; ese eje
organiza la transmisión de esa topología subjetiva. Cada objeto al ser
presentado tiene que dar cuenta al máximo de sus singularidades. Tomemos un
objeto trivial, una camisa, si se requiere su exhibición para venderla –una
forma de transmisión; no es lo mismo utilizar una plancha para subrayar sus
bordes, cortes, pliegues y otras singularidades que emplear una aplanadora para
ese fin. Con el empleo de una aplanadora las singularidades quedarían
aplastadas. Si regresamos a la metáfora de la peste encontramos que ella
aplasta las singularidades del objeto que intenta transmitir, el psicoanálisis.
Llevada a sus consecuencias últimas debe considerarse, por ejemplo, el
horizonte de la inoculación y su neutralización. ¿No es este el mecanismo para
la elaboración de las vacunas? El estilo de transmisión de la peste encontró
rápidamente antídotos, lo cual llevó a Freud a intentar distintas vías de
trasmisión: una institución creada a partir de la imagen de la iglesia y el
ejército –la I.P.A.-; una cofradía de caballeros –los siete anillos del comité
secreto, encargado de velar la transmisión del psicoanálisis-; las cartas y,
por último, una variación del sistema epiclére
–herencia familiar-[18]
no a través del yerno (caso del epiclerato estudiado por Jean Allouch)[19]
sino a través de una hija retenida para ejecutar la función de cuidar el “fuego
del hogar” (la tradición y transmisión de la tradición) en la casa paterna; en
el caso de Freud fue la función desempeñada por su hija Anna Freud,
psicoanalista activa dentro de la I.P.A.[20]
UNO:
LA PESTE Y LA APARICIÓN DEL PSICOANALISTA
La
peste transmisora del psicoanálisis tuvo efectos en las modalidades de acceso
al lugar del analista. Freud, a partir de su Selbstanalyse, no estaba advertido de que una experiencia podía
permitir el paso a ese lugar sin que se confundan los significantes subjetivos
de la “persona” analista con los del analizante. Erik Porge llamó la atención
sobre la dificultad de traducir ese término alemán por “autoanálisis” sin
lograr proponer otra traducción.[21]
Abordemos esa dificultad por otro camino: la invención del psicoanálisis por
Freud a partir de una excepción:[22]
En el origen, más que “autoanálisis” no hubo análisis a secas. ¿Con quién se
podría haber llevado a cabo en el momento en que se lo inventaba? El término de
“autoanálisis”, es el nombre púdico de esa situación excepcional. Una excepción
que no fue obstáculo para el invento y por el contrario formó parte de él. Tan
no fue un obstáculo que Freud escribe La
interpretación de los sueños cumpliendo con una de las reglas fundamentales
del psicoanálisis freudiano: la asociación libre.
Sin
embargo, Jung, en 1912, le advertía a Freud sobre la pertinencia de un análisis
para quien se interesara en la práctica analítica. La respuesta de Freud fue el
análisis didáctico. Por la didáctica freudiana el candidato queda convertido en
un creyente del invento freudiano. Así se transmitía el nombre de Freud: cada
análisis confirmaba la creencia. Este sistema de transmisión es una peste:
inoculado el paciente-candidato con el bacilo del inconsciente se le dejaba
partir par a que procediera a su vez a inocular a otro, quien a su vez
reproducía el ciclo del contagio. Así Abram Kardiner nos cuenta que:
Freud…pensaba que una vez
descubierto el complejo de Edipo y entendida la homosexualidad inconsciente,
cuando uno sabía el origen y la fuente de todas estas reacciones, algo ocurría
que le permitiera a uno traducir
estas comprensiones en la vida actual y por lo tanto modificarla.[23]
Y
luego concluía:
Sin embargo, en cuanto
tocaba a mí, su invitación de que yo debería elaborar sobre todo esto,
solamente me dejó perplejo. De aquí en adelante el análisis continuó a la
deriva.[24]
Al
regresar a los EE.UU. Kardiner lleva consigo una carta de Freud donde se
documentaba la autorización para el ejercicio del psicoanálisis, en especial,
ejercicio de la didáctica.
Propagado
el psicoanálisis, surgió un síntoma cuando esos pacientes “que hacían la
experiencia del inconsciente” pasaban a ocupar el lugar de analistas. A ese
síntoma Freud lo bautizó, haciendo gala de delicadeza, con un nombre sutil:
psicoanálisis silvestre. Un efecto notorio de esa situación era el desbalague
en la clínica, así como en su doctrina, y en contrapartida, un realce nunca
visto de su nombre. Ese nombre sostenía los análisis de los nuevos analistas.
En 1910, escribía:
Hace algunos días
acudió a mi consulta, acompañada de una amiga, una señora que se quejaba de
padecer estados de angustia. La enferma pasaba de los cuarenta y cinco años,
pero aparecía bien conservada y se veía claramente que no había perdido aún su
femineidad…un joven médico al que hubo de consultar le había explicado que la
causa de su angustia era la necesidad sexual. No podía prescindir del comercio
masculino, y para recobrar la salud había de recurrir a una de las tres
soluciones siguientes: reconciliarse con su marido, tomar un amante o
satisfacerse por sí misma. Esta opinión había desvanecido en la paciente toda
esperanza de curación, pues no quería reanudar su vida conyugal, y los otros
dos medios repugnaban a su moral y a su religiosidad. El médico le había dicho
que su diagnóstico se fundaba en mis descubrimientos científicos, y acudía a mí
[¿quién acudía a él? ¿ella o él?] para que se lo confirmase definitivamente.[25]
Este
escrito concluía informando la creación de la I.P.A., para salir al encuentro
de un problema. ¿Cuál? La respuesta salvaje a la transferencia, Freud
transfirió la respuesta a una institución y a un procedimiento, el análisis
didáctico:
En la primavera de 1910
hemos fundado una asociación `psicoanalítica que hace publicar los nombres de
sus miembros, con objeto de poder rechazar toda responsabilidad derivada de la
actuación de aquellos que no pertenecen a nuestro grupo y dan, sin embargo, a
sus procedimientos médicos el nombre de psicoanálisis.
La
I.P.A. era una institución destinada a proteger del salvajismo de la
trasferencia a la doctrina, hoy día estamos al tanto de sus resultados: el
salvajismo encontró un hábitat, una reserva ecológica, en la institución.
Nótese que el “salvajismo” proviene del texto citado, a tal grado que en él se
localiza la exclusión que afectará a Freud para constituir una escuela de
psicoanálisis. El “salvajismo” proviene de la fomentación y fermentación de las
pasiones amorosas que desataba el invento, y justamente de eso el artículo
confiesa no querer saber nada. Agreguemos que la didáctica ha conocido y conoce
diversas modalidades en el campo analítico, sus formas no siguen necesariamente
los postulados freudianos. Como en el caso de los psicoanalistas húngaros[26]
o en el de J. Lacan, que la ubicaba como efecto a-posteriori de la cura.
Ante
las pasiones amorosas desatadas por el invento del psicoanálisis y la
fomentación trasferencial que ello conllevaba, el movimiento psicoanalítico,
con la participación de Freud, no encontró otro remedio que imponerles un
encuadre estándar para las sesiones, un proceso académico institucional,
llamado “análisis didáctico” para los candidatos y una lista de nombres. Los miembros
de esa lista tendrían su “responsabilidad” en la cura ¿protegida? ¿avalada?
¿reconocida? ¿autorizada? Por la institución. Esa institución legisló el
psicoanálisis didáctico (1920) e impidió estudiar las respuestas “salvajes” del
analista a los movimientos transferenciales suscitados por él.
A
pesar de estos inconvenientes, Freud logró insertar, en forma sui generis su invención en la cultura.
Una inserción que estaba más allá de sus cálculos y con una fuerza aún vigente.
El carácter literario de sus textos, la novela clínica de sus cinco
psicoanálisis, contribuyó a esa situación. Un efecto similar ofrecen los textos
de E. Fromm, en castellano, inglés, alemán, e italiano,[27]
mientras que en lengua francesa su obra, como la de otros freudianos, sigue siendo
desconocida. [28]
Notemos que la inserción freudiana no fue ajena a su transmisión y al hecho de
que otros tomaron, gracias a ella, el lugar de psicoanalistas.
Las
respuestas “salvajes” tenían por virtud indicar una crisis en la formulación de
la trasferencia. Freud las confirmaba pues coincidiendo con la nueva
institución, distribuye los siete anillos: Abraham, Rank, Sachs, Jones,
Eitingon, Ferenczi y el suyo. Hanns Sachs, colaborador cercano de Freud,
redactor de textos que llevan la firma de Freud (cfr.: Algunas consideraciones sobre el concepto del inconsciente en
psicoanálisis), describía la distribución de los anillos:
El regalo de estos
anillos implicaba una significación simbólica precisa; nos recordaba que
nuestras relaciones mutuas tenían el mismo centro de gravedad. Nos daba también
consciencia de pertenecer a un grupo en el grupo, aunque ningún lazo explícito
existía o ninguna tentativa para convertirse en una organización separada haya
sido hecha.[29]
Este
testimonio confirma la existencia de un problema: el destino de la trasferencia
en los “candidatos” a analistas. ¿Cómo resguardar la práctica subjetiva,
íntima, del análisis de una trasferencia no efectuada en el analista? La
formación de la trasferencia no incluía como posibilidad la salida de la
posición de analizante en intensión, no estaba contemplada su efectuación. El
resguardo se extendía también a la invención clínica y doctrinaria del
psicoanálisis, pues una lectura de los textos freudianos bajo trasferencia sólo
trasmitía la peste; así la lectura de La interpretación
de los sueños condujo a M. Klein, a Erich Fromm, a Hanns Sachs al diván.
¿Cómo salían de allí? Hanns Sachs, antes de morir, escribe:
Mi primera lectura del
libro titulado Traumdeutung [La interpretación de los sueños] fue
para mí un hecho capital –como el encuentro con una “mujer fatal”- el resultado
fue más que benéfico…Cuando terminé el libro, había encontrado el objeto de mi
existencia; numerosos años después descubrí que eso podía, igualmente, hacerme
vivir.[30]
Una
protección –la I.P.A.- convoca a otra protección –los anillos- que a su vez
llama a otra, y así, ad infinitum. Un
infinito propuesto por Freud, en su
texto de 1937, Análisis terminable e
interminable,[31]
donde hace la siguiente precisión:
Todo analista debería hacerse
de nuevo objeto de análisis periódicamente, quizá cada cinco años, sin
avergonzarse por dar ese paso. Ello significaría, entonces, que el análisis
propio también, y no sólo el análisis terapéutico de enfermos, se convertiría
de una tarea terminable [finita] en una interminable [infinita] (Los corchetes
son del traductor)
Si
bien Freud matiza su aseveración distinguiendo este problema de la conclusión
de la labor analítica, debemos constatar que el matiz no limó la afirmación.
Esa aseveración se ligó con una proposición: el autoanálisis. Proposición que
Fromm hace suya en un escrito póstumo: Del
tener al ser. Los primeros freudianos no lograban incorporar el sesgo de la
trasferencia en la transmisión. La protección les jugó una mala pasada, ¿de qué
habría que proteger al psicoanálisis? Además, la experiencia de análisis y su
transmisión no fueron de la mano, pese a una opinión muy aceptada; basta
recorrer algunos episodios del movimiento analítico para constatarlo.[32]
El testimonio de H. Sachs ilustra este inconveniente en la trasmisión del
psicoanálisis:
Ésta es mi confesión.
Tengo razones para creer que Freud no encontró en mí algunas de las cualidades
a las cuales atribuía tanto valor, faltaba algo en nuestra relación. Este algo
que crea una intimidad espontánea entre dos personas del mismo género y del
mismo tono…Estaba consciente en todo momento, sin embargo lo había admitido
como una parte necesaria de la relación entre el maestro y el eterno discípulo.[33]
Sachs
testimonia así su condición de eterno
discípulo -¡Qué enormidad! Es una maldición infernal, toda la vida estudiando
al maestro Freud. No obstante, confesión a cuestas,[34]
fue el primer analista didacta, tarea a la que fue llamado por Eitingon y que
desempeñó en el Instituto de Berlín. El caso de H. Sachs, ¿no ilustra un caso
de análisis interminable?
DOS:
UN EMBUTIDO PROHIBIDO
¿Cómo
se inserta Erich Fromm en esta urdimbre de transferencias sin efectuación y
transmisión del psicoanálisis? Hanns Sachs fue el último de los cuatro
analistas que visitó. Los pormenores de un acontecimiento ayudan a precisar el
lazo entre la peste freudiana, H. Sachs y E. Fromm.
Para
ello recurrimos a Rainer Funk, quien escribe al dictado de Fromm “una biografía
autotestimonial”, donde recoge –sin obviar su participación- aquello que Fromm
le narra cerca del final de su vida. Así, en la primera de forros leemos: “Fromm –Vida y obra- Con testimonios de
Erich Fromm y documentación gráfica reunida por el autor”. Fromm hace este
relato a sabiendas de su publicación; un relato hecho en los últimos años de su
vida cuando la fragilidad de su salud –reiterados ataques cardíacos- anunciaba
un cercano desenlace, momentos donde ya no se tiene mucho que perder, y por
ello, varios fragmentos de la verdad pueden darse a la luz.
Así
tenemos acceso al “alejamiento” de Fromm de la práctica ortodoxa del judaísmo.
Este movimiento participa de lo que hemos llamado un acontecimiento en la vida
de Fromm. Sigamos paso a paso el relato.
Fromm
pasa revista a las relaciones que mantuviera por más de cinco años con el Dr.
Salman Baruch Rabinkow, un rabino perteneciente al judaísmo jasídico jabad. Con
él tomaba clases de Talmud todos los días, durante cinco años. Rabinkow tenía
una interpretación humanista del judaísmo que residía en la autonomía del
individuo y en su desarrollo. He aquí un elemento del acontecimiento: la escena
sobre la cual va a desarrollarse otra escena. Esa escena de fondo muestra el
final de una relación de amado-amante (erastés-eromenós)
entre el maestro del Talmud y su alumno. La relación con Rabinkow concluye en
1926, año donde se desarrolla otra escena, misma donde tendrá lugar el
acontecimiento. Con el telón de fondo de la ruptura con un maestro de la
ortodoxia, Fromm se dirige a la “ruptura” con ella.
Esa
ruptura tenía peso para Fromm tanto que Rainer Funk intercala el siguiente
comentario:
Cuan dramático fue ese
paso en aquel momento lo aclaró Fromm gustosamente con el relato de su caída en
pecado.
Este
es el relato de esa caída:
Ocurrió en 1926 en
Munich, donde le retenía su formación psicoanalítica. La práctica ortodoxa
estricta implicaba también el evitar toda comida no kosher, es decir no comer
carne de cerdo y mucho menos un embutido hecho de esa carne. Fromm estaba
frente a un kiosco, inhaló el aroma del chorizo de cerdo que estaba sobre la
parrilla, dudó un rato, se dio ánimo y lo compró para comerlo. Fromm llevó a
cabo exteriormente lo que ya venía haciendo interiormente: junto a sus maestros
del Talmud había comido del árbol del conocimiento; ese acto de desobediencia
fue –como en el caso de Adán y Eva- no su perdición sino un paso hacia su
propia vida. Respecto de la cultura y la praxis religiosa judías, vale para él
lo que formuló sobre Adán y Eva y su relación con la naturaleza: “Con este
primer paso de cortar los lazos entre el hombre y la naturaleza comienza la
historia –y la alienación-. Como hemos visto, ésta no es la historia de la
‘caída’ del hombre sino la historia de su despertar y de este modo del comienzo
de su elevación”. Estas afirmaciones las escribió Fromm cuarenta años después
en Y seréis como dioses. En este
libro –en el que se nota la entrega con que fue escrito- siguen vivos sus
maestros judíos y también revive aquel Fromm que fuera talmudista hasta 1926.[35]
De
este relato se desprende que:
a)
La ruptura con Rabinkow ocurrió durante su estancia en Munich, estancia
motivada por “su formación analítica”;
b)
El relato habla de una escena: Fromm compra un chorizo de cerdo, “se dio ánimo
y lo compró para comerlo”;
c)
La narración incluye un comentario “Fromm llevó a cabo exteriormente lo que ya
venía haciendo interiormente: junto a sus maestros del Talmud había comido del
árbol del conocimiento”;
d)
Teniendo en cuenta esta versión encontramos una calificación de la acción
desarrollada pro Fromm: “ese acto
fue…no su perdición sino un paso hacia su propia vida”.
e)
Se trataba de un “despertar” que no carecía de “alienación”.
f)
El fragmento que citamos corresponde al final de un capítulo, el II; luego
sigue el III titulado “De la experiencia talmúdica a la psicoanalítica…”; ni
Fromm, ni su biógrafo, cayeron en la cuenta de que el episodio del “embutido de
cerdo” se producía en el marco de su “formación analítica”.
Estos
elementos parecen configurar el mecanismo descrito por Freud en su texto Recordar, repetir, elaborar. Cuando el
paciente no recuerda algo en el análisis lo actúa. Lacan acentúa la actuación y
desplaza el problema del campo de la memoria a la dirección de la cura y la
transferencia; así la actuación del paciente es una mostración dirigida al
psicoanalista para que éste recuerde que está allí como analista. El apartado
(f) nos permite decir que ese episodio de Fromm constituye una actuación en
público, cualquiera la podía ver, su psicoanalista entre otros, especialmente
él pues le estaba dirigida, sesgo subrayado por Lacan como dirección del acting-out. Indiquemos otro componente
de la actuación: Fromm no dice haber comprado y comido el embutido, sino que
hizo el acto[36]
de “comprarlo” para “comerlo”, o sea que el acto de comerlo, según el relato,
quedó postergado, sin embargo la escena fue llevada a cabo en público, y
publicada; esa escena recibe el nombre de “caída en pecado”, en principio
frente a la ortodoxia judía; ¿su análisis quedaba fuera de los alcances de la
escena? Tanto Fromm como su biógrafo dejan testimonio de que algo no entró en
la cuenta, o no pertenecía a esa cuenta o que no fue tomado en cuenta.
Fromm
estaba en Munich ocupado en “su formación” con su primer analista F. Reichman.
Esta
es la única entre sus cuatro curas de las que Fromm relata “su” final. Cuatro
años más tarde, en su primera sesión de análisis con Hanns Sachs –cuarto
analista-, compelido por la asociación libre, Fromm lanza la siguiente
asociación:
Ya que tengo que decir
todo, quiero decirle que cuando lo vi, pensé que Ud., tiene ‘cara de cerdo’. El Dr. Sachs –comenta
Fromm- contestó de una manera muy
estúpida, como no lo haría un analista muy experimentado, pero estaba muy
lastimado, debió haber tenido sus propios problemas con su cara; dijo ‘No creo
que yo le disgustara. Afuera, en el guardarropa, Ud., puso su sobretodo cerca
del mío’. El guardarropa era más bien angosto, era imposible colgar mi sobretodo en otro sitio.[37]
Esta
palabra impuesta, “cara de cerdo”, mantiene una relación metonímica –derivado
de- con el embutido de cerdo que cuatro años antes marcaba su caída en pecado.
Además, al agregar que era “imposible colgar mi sobretodo en otro sitio”, nos
indica que, pese a ese imposible, Fromm encontraba un lugar donde sostener el
abrigo, el guardarropa de Sachs. ¿Qué ocurrió entre su primer análisis
–didáctico- y el último?
TRES:
UNA ABOLICIÓN DIVERTIDA
Fromm
actúa la escena del embutido de cerdo
–“lo compra para comérselo”- y cercena su relación con la ortodoxia. Mostrar
ese intento de cercenamiento ¿era una señal de subjetivación? La reaparición
del significante cerdo, cuatro años después, señala que la cuestión seguía su
curso. Por otro lado, se puede constatar la insistencia en los textos de Fromm,
una y otra vez, del significante ortodoxia. Avancemos una hipótesis: Fromm, al
no saber lo que perdía al transgredir la prohibición de la ortodoxia, quedó en
un estado tal que busca abrigo en el análisis con Hanns Sachs. Y allí encuentra
a…Freud, de acuerdo a la descripción que F. Möllenhorf hace del consultorio de
Hanns Sachs:
El diván estaba colocado
de tal modo que el analizado quedaba frente a un busto de Freud colocado sobre
un alto pedestal de madera. Sachs no decía mucho durante la sesión. Cuando
hablaba las frases eran concisas y breves, y le encantaba formular las
interpretaciones siempre que fuera posible, con citas de poetas y
escritores…Sin duda, la ‘función especular’ dominaba la sesión.[38]
¿Cuáles
fueron los efectos para Fromm de ese encuentro con el busto de Freud? Un
encuentro con la mirada de Freud, una mirada bastante rígida al provenir de una
efigie. Mirada que no sólo lo miraba a él, sino también a su analista.
Jacques
Lacan señaló que cuando algo de la vida del sujeto queda cercenado (Verwerfung),[39]
el efecto es una abolición simbólica. Así el “Hombre de los lobos” de la
castración no quería saber nada, escribió Freud, en ese punto se produce en él
la alucinación del dedo cercenado. Lacan va indicar un punto de cruce entre el
simbólico y el real, sin intervención del imaginario, donde se puede producir
una alucinación sufrida por el sujeto o el acting-out que el sujeto actúa.[40]
Señalemos que esa abolición de la ortodoxia, actuada en 1926, tuvo
consecuencias. La misma se llevó a cabo invirtiendo sus efectos, Fromm quedó
atrapado por el resto de su vida en una religión que lleva en su nombre el
significante “psicoanálisis”. Convengamos que actuar el levantamiento de la
prohibición ortodoxa no implica necesariamente un ajuste de cuentas con la
religión; así Fromm presentándose como psicoanalista no ortodoxo se mantenía
dando vueltas alrededor de un eje: la ortodoxia freudiana. Esa inversión surgió
en un análisis y fue producto de esa experiencia, una inversión divertida por
ciertos componentes picantes producidos por el embutido. Algo ya queda en claro:
a Erich Fromm no se le puede “reprochar” falta de análisis: encaró en cuatro
ocasiones la experiencia.
CUATRO:
EL IMPOSIBLE SE FUNDA POR UNA FORCLUSIÓN
DIVERTIDA
¿De
dónde proviene la fuerza que esas inversiones tienen sobre E. Fromm? Viene de
una experiencia sufrida por él bajo una forma divertida. Para avanzar algo
sobre este imposible –el imposible, decía Lacan, es uno de los nombres del
real- recurrimos a una proposición de Fromm escrita en su primer texto de
psicoanálisis El dogma de Cristo (1930):
El método del
psicoanálisis individual es por lo tanto un método “histórico”: la comprensión
del desarrollo emocional sobre la base del conocimiento de la historia de la
vida del individuo.[41]
Fromm
se mantiene muy cerca del planteamiento freudiano; recordemos que para Freud el
trauma jugó un papel importante; hecho traumático que servía de disparador,
entro otros, del ataque histérico e incluso de las alucinaciones que
presentaban algunas de sus pacientes. Para Freud y Fromm, a falta de una
apreciación correcta de la trasferencia, los elementos de la historia
reconducen al esquema de lo ocurrido con los padres y dejan de lado un hecho
textual: se trata de una historia hablada dirigida al analista.
¿Qué
ocurrió con Fromm y su “desarrollo emocional”? Encontramos un elemento
histórico, quizás traumático, a los veintiséis años de edad, en 1926, año de la
“adquisición del embutido de cerdo”. Uno de los componentes de la puesta en
escena calificaba al episodio como “un acto”. ¿De qué acto se trataba? Sabemos
de su relación con la “caída en pecado”, metáfora empleada en ocasiones para
hablar de la iniciación sexual. Un acto ligado a una caída, ¿no sabemos de qué
o de dónde o hacia dónde se caía? Sólo se caía y punto.
Hemos
detallado la sincronía entre la ruptura con el Dr. Rabinkow, su maestro en el
Talmud, y la escena de la compra del embutido. Allí se hizo el “acto de
comprar”, ahora encaremos otra clase de acto. Se trata de un acto escrito pues
se hace con él un acta: Erich Fromm se casa con su analista Frieda Reichman con
quien se encontraba en “formación
analítica”.[42]
Nos
autorizamos a decir que se casa con su analista dado que el proyecto de
casamiento fue discutido por ambos con un tercer analista, Karl Landauer; en
esa discusión “decidieron continuar el análisis de E. Fromm con otro analista”.[43]
La construcción del párrafo no deja claro a quienes comprende ese “decidieron
continuar el análisis”, amén de que los involucrados por ese “quienes”
continúan “el análisis de Fromm”, éste sólo queda como objeto no como un sujeto
que quiere continuar su análisis. Esa extraña construcción gramatical ¿no es el
índice de que algo difícil de ubicar, en sus consecuencias, sucedió en el
transcurso del análisis de E. Fromm con Frieda Reichmann? El biógrafo se ve
llevado a dar un contexto de este casamiento:
Erich Fromm conoció el
psicoanálisis a través de Frieda Reichmann. Frieda Reichmann fue su primera
analista, y así como Sandor Rado se casó con su paciente Emmy, y Wilhelm Reich
con su paciente Annie Pink, así también la relación terapéutica de Frieda
Reichman y Erich Fromm terminó en casamiento.[44]
En
el contexto queda claro el lugar de Rado y Reich –los analistas- que se casaron
con sus pacientes; cuando llega al caso de Fromm ubica el casamiento como
término del mismo, y en efecto, la experiencia parece indicar que en esos casos
el análisis no puede continuar. Sin embargo, en este caso, el psicoanálisis
continuó pues Fromm lo conoció “a través de Frieda Reichmann” y allí decidió
dedicarse a su práctica como psicoanalista, mientras continuaba su análisis con
el Dr. Wilhelm Wittenberg, luego con Karl Landauer y por último con Hanns
Sachs. Curas donde carecemos de datos para establecer si la decisión tomada, en
su primer análisis, de instalarse como psicoanalista, haya sido un tema
abordado y, si lo fue, tampoco hay elementos para establecer si Fromm asoció el
casamiento con esa decisión.
Volvamos
a Frieda Reichmann, psicoanalista egresada del Instituto de Berlín, donde tomó
su análisis didáctico con Hanns Sachs, en 1923. En 1924 ella abrió un sanatorio
en Heildelberg: “sanatorio que era una
especie de pensionado y de hotel judeo-psicoanalítico”, de acuerdo a la
imagen transmitida por los asistentes. Un lugar condensado:
sanatorio-pensionado-consultorio-¿sinagoga?, allí regían de manera estricta las
leyes de la alimentación de la ortodoxia…judía, o sea, kosher, sólo kosher y
nada más que kosher; más allá, prohibido estaba el embutido de cerdo.
Los
visitantes a ese sanatorio tenían como condición para ser aceptados “pasar por
un psicoanálisis”; así, al acompañar a una paciente de Frieda, Golde Ginsburg
–una anterior prometida de Erich-, Fromm comienza su análisis con Reichmann. La
acción de mostrar –actuación de Fromm en el transcurso de su toranálisis o torapeuticum con Reichman- hace nudo con la ruptura con su maestro
rabínico. Es necesario precisar entonces que el acto de casarse con su analista
es un paso más allá. No es lo mismo mostrar que realizar un acto. Además, en la
experiencia analítica nada obliga a interponer una muralla china entre el acting-out y el acto de casarse.
En
el estado actual de nuestro trabajo se puede sostener que E. Fromm llega al
acto de casamiento por la vía de su actuación (una trasferencia sin análisis);
actuación que encuentra una mano que sale a su encuentro: su analista que hace
ante la actuación un acto al casarse con él el 16 de junio de 1926. Esta
respuesta de Reichman fue seguida por una disertación en público, sobre el
ritual de las comidas judías, Das
jüdische Speiseritual (Berlín, diciembre 1926, publicado en Imago, 13, 1927).
R.
Funk informa que Erich y Frieda abandonaron juntos “la praxis religiosa
orientada según la ortodoxia judía”; y luego subraya que en la primera
publicación de Fromm, Der Sabbath,
“testimonia tal como la contribución de su mujer sobre el ritual de comidas
judío- sobre los ‘efectos’ del psicoanálisis”.[45]
Funk escribe un “tal como”, y entonces, la contribución de la mujer de Fromm se
limita al ritual de las comidas judías; el resto de la frase tiene uno
‘efectos’ entrecomillados que recaen sobre el psicoanálisis. Si se tratara sólo
de atribuir esta escritura a la edición castellana –de una calidad pésima-
hemos de recordar que en el sanatorio fundado por Frieda Reichmann: “antes de
cada comida, se leían y discutían breves trozos de la Biblia y otros libros de
la Sabiduría: después de las comidas se discutían los problemas y las
dificultades surgidos en la vida comunitaria. El sabat se celebraba de modo
especialmente festivo”, de acuerdo al texto de Angelika Schönhagen: Frieda Fromm-Reichmann, Leben und Werk
(1980).[46]
Nuevamente
los avatares del significante nos vuelven a sorprender. La práctica analítica
de Reichman se presentó alejada de la ortodoxia
y estaba caracterizada desde su inicio por el tratamiento de sujetos
psicóticos, esquizofrénicos en particular. El lector tomará en cuenta su
audacia en la clínica que fundó en Heildelberg; allí los analizantes tanto
aquellos que recibían tratamiento ambulatorio como los internos formaban una
comunidad. Ella establecía una diferencia entre los que deambulaban y los
internos, sin embargo al mismo tiempo los reunía en una como unidad; E. Fromm, ¿a qué sector de la misma pertenecía? Quizás
no sea necesario responder si acordamos con Lacan que “ser psicótico es creerse
una neurosis”, y que “sólo los psicóticos con síntomas neuróticos tienen la
audacia de hacer un psicoanálisis”, afirmaciones producidas luego de más de
treinta años de experiencia.
Tenemos
otro elemento a tomar en cuenta, de acuerdo a G. Reichmann, una alumna de Frieda,
ésta era:
… amada a la vez que
temida por sus alumnos. Era amada por su calidez, penetración y empatía
respecto de todos, temida por sus agudas observaciones de las reacciones
transferenciales neuróticas de los candidatos a psicoanalistas era su trabajo
con los pacientes.
Funk,
luego de darnos este testimonio, escribe: “la asociación de calidez y empatía
por un lado, y de talento intelectual por otro vuelve comprensible el poder de
atracción y deslumbramiento que tuvo sobre pacientes y alumnos y también sobre
Fromm”. No podemos más que constatar otra vez el desconocimiento que su
“comprensión” impone, dado que olvida que eso fue lo que produjo en Frieda su
paciente Erich. Ella dio una respuesta poco ortodoxa a la trasferencia, una
respuesta ¿salvaje? Por su carácter de apresurada, una respuesta ¿divertida? La
topología del amor es como una mano que tendida hacia una flor ve salir de la
flor una mano que viene a su encuentro. La respuesta de Reichman ante el
apremio de su paciente arroja luz sobre un accidente amoroso en el transcurso
de una cura, no podría ser de otro modo tratándose de una experiencia
organizada por el amor de transferencia, pues proviniendo del amor, su adjetivo
“de trasferencia” no le quita poder. Quién juega con fuego, como señaló Freud,
está advertido que puede quemarse. Y en esta situación F. Reichman respondió
con un valor agregado a la trasferencia (más-iva) de su paciente, valor que los
condujo a la interrupción de ese análisis.
Algunos
años después de la boda y consumado el divorcio legal, Frieda Fromm-Reichman
hace otro pasaje al acto advertido, advertido de sus consecuencias. En mayo de
1939 presentó en la reunión anual de la American
Psychoanalytic Association, en Chicago,[47]
un trabajo titulado: Problemas de la
trasferencia en los esquizofrénicos. La exposición comenzaba así:
La mayoría de los
autores psicoanalíticos sostienen que no se puede tratar psicoanalíticamente a
los pacientes esquizofrénicos, pues son demasiado narcisistas como para
entablar con el psicoterapeuta una relación interpersonal que sea
suficientemente confiable y consecuente para la tarea psicoanalítica. Freud,
Fenichel y otros autores se han percatado de que para que los analistas puedan
trabajar con psicóticos debe encontrarse una nueva técnica para aproximarse
psicoanalíticamente a los pacientes. La técnica que utilizamos con los
psicóticos es diferente de nuestro enfoque de los psiconeuróticos. Esto no es
el resultado de la incapacidad del esquizofrénico para establecer una relación
personal consistente con el terapeuta, sino que se debe a sus reacciones
transferenciales extremadamente intensas y sensibles.[48]
Se
trata de un acto advertido de sus consecuencias, de ahí que ella se apoya en
Freud para exponer su nuevo abordaje a condición de minimizar las elaboraciones
del profesor que impedían el
tratamiento de esos mismos padecimientos.[49]
Un deslizamiento que tiene un costo; Frieda Fromm-Reichman abandona el uso del
término psicoanálisis para su práctica e introduce el término de psicoterapia,
misma con el que será conocida su contribución al tratamiento de la psicosis.
El hecho es paradójico: mientras abandona el nombre de “psicoanalítica” para su
práctica, despliega una actividad con pacientes esquizofrénicos fundada con el
núcleo mismo del psicoanálisis: la transferencia.
El
acto desarrollado por Frieda Fromm-Reichmann dejó al descubierto las dificultades
que afronta una salida de la ortodoxia; esa salida no es algo a esgrimir –por
parte del analista- como una consigna: “Combatir la ortodoxia”, pues la
ortodoxia –en este caso- es uno de los nombres del sujeto-supuesto-saber, piedra fundamental de la transferencia. Sin
embargo convengamos que para ella el acto tuvo un valor resolutorio, a nivel
subjetivo, a grado tal que luego no encontramos, hasta el momento, el término ortodoxia –salvo el artículo de 1927- en
ningún otro texto firmado por ella. Además, el cambio producido en su apellido,
pasaje de Frieda Reichmann a Frieda Fromm-Reichmann puede leerse como el
impacto de esa subjetivación; pese al divorcio civil (1940) retiene ese
apellido, y más aún, son pocas las personas que asocian el componente Fromm del
apellido con Erich Fromm. En efecto, ella se quedó con algo de su paciente. Se
produjo una inversión: fue la “psicoanalista” quien separó del paciente un
objeto; un objeto, el apellido, cargado libidinalmente para ella. Del lado del
paciente ¿qué efectos produjo esta inversión? ¿qué consecuencias resultaron de
esto? Esta inversión ¿produjo algún efecto en E. Fromm como psicoanalista?
QUINTO:
UN REAL EN BUSCA DE DESTINO
Entre
los efectos del incidente sobre E. Fromm como psicoanalista pueden señalarse
dos: 1.- Fromm decide durante su primer análisis –con ¿Frieda Reichman?/¿Frieda
Fromm-Reichman?/¿con ambas?-[50]
dedicarse al ejercicio del psicoanálisis; 2.- en sus escritos mantiene con
elevada frecuencia la reiteración del significante ortodoxia, un tema que él no abandonó. Luego del incidente por las
objeciones de K. Landauer, Fromm es “derivado” a otro analista: el Dr. Wilhelm
Wittenberg; luego siguió un período con Karl Landauer, para llegar por último
con Hanns Sachs. No conocemos el tenor de la intervención de K. Landauer, sólo
sabemos de sus efectos: la pareja psicoanalista-paciente se separa. Fromm
comienza su deriva. El “accidente” o la “resolución”[51]
en su análisis con Frieda Reichmann dejó inconclusa la labor subjetiva de Fromm
ante la ortodoxia; las articulaciones
de ese significante para él comienzan con la ruptura con el Dr. Rabinkow, su
maestro, rabino del judaísmo jasídico. Esa ruptura no es ajena al acting-out del embutido de cerdo.
El
camino para esa subjetivación se presentó complicado para Fromm, pues a partir
del casamiento con Frieda comienza su derivación
¿Nos daremos cuenta de la enormidad de ese término “derivar”: algo que flota en
la corriente sin arribar al puerto o a la playa en más de una ocasión? Aquí
viene a la memoria la imagen de la botella en el mar conteniendo un mensaje que
no regresa a su emisor pues no encuentra al receptor. Esa deriva parece
detenerse, en forma provisoria, cuatro años después del casamiento, cuando
acaba la convivencia armónica entre los miembros de la pareja, y Fromm inicia
su última experiencia analítica con Hans Sachs. A Fromm sólo le quedó como
camino el psicoanálisis para hablar de esa situación. Un caso particular de
“analizante en extensión”. Y de eso habló desde su posición de analista, la
disyunción entre verdad y saber quedó en souffrance,
o mejor dicho, sufrida. Veamos.
A
fines de los años cincuenta, Fromm es descubierto en San José Purúa por el Dr.
González Enríquez, quien lo invita a dar un seminario en la ciudad de México.
De acuerdo con Jorge Derbez el tema causaría conmoción entre los asistentes:
De El lenguaje olvidado expone ante nosotros –alborozados,
sorprendidos- la reinterpretación del Edipo, mito matriarcal, conflicto de
autoridad: el verdadero drama de Joseph K., el personaje de El proceso, de Kafka; el sentido de los
mitos de la creación, las diversas maneras de interpretación de los sueños. El
Dr. Fromm nos cautiva de inmediato por su calidad humana, por su espíritu
científico, por su claridad didáctica.[52]
Notemos
el impacto subjetivo, la seducción que ejerce sobre su público, y subrayemos
uno de los temas: la reinterpretación del Edipo, mito matriarcal. El lector
tomará en cuenta que Fromm tenía como guía las formulaciones de Bachofen en su
libro Das Mutterrecht (El
matriarcado) publicado en 1861. De esa guía Fromm obtiene algunos elementos para
sus formulaciones; citaré dos relativas al seminario que desarrollaba en
México.
Respecto
de Edipo:
Analizando la trilogía
de Edipo se ve que su tema principal es la lucha contra la autoridad paterna y
que las raíces de esa lucha van hasta la antigua lidia entre los sistemas
sociales del matriarcado y el patriarcado.
De
allí extrae el lugar que ocupa Edipo:
Edipo, lo mismo que
Hemón y Antígona, representa el principio del matriarcado; los tres atacan un
orden social y religioso basado en el poder y los privilegios del padre,
representado por Layo y Creón.[53]
En
ese texto, El lenguaje olvidado,
tenemos la posibilidad de leer, antes de la introducción, una frase del Talmud:
Un sueño que no ha sido
comprendido es como una carta que no ha sido abierta (A dream which is not understood is like a letter which is not opened).
Luego,
en la introducción, leemos la misma
cita pero distinta:
Los sueños que no han
sido interpretados son como cartas que no han sido abiertas (Dreams which are not interpreted are like
letters which have not been opened).
Las
diferencias entre ellas son dos: a.- Pasaje del singular al plural, en la
primera es un sueño, en la segunda
escribe los sueños; de una carta se pasa a las cartas; b.- La primera cita introduce el
significante understood
(comprendido), en la segunda aparece el significante interpreted (interpretados). Leamos ahora la consecuencia que saca
Fromm del último de los párrafos citados:
Sueños y mitos son,
verdaderamente, importantes mensajes que nos enviamos a nosotros mismos. Si no
entendemos el lenguaje en el que están escritos, dejaremos de enterarnos de
muchas cosas que sabemos y nos decimos en esas horas en las que no estamos
ocupados manejando el mundo exterior.[54]
Dado
que son sus conclusiones, tomamos las mismas al pie de la letra: No es que de
ese “saber” Fromm no entendiera algo, sino que de ese saber no quería entender
nada. El inconsciente es ese capítulo de la historia marcado por un blanco, un
capítulo censurado[55]
y que en ese caso la experiencia indica que algo de esa verdad puede ser
reencontrado, proponemos leer sus conclusiones como la respuesta del autor al
acto fallido, al error de escritura revelado por la diferencia entre las dos
citas, diferencias que nos permite catalogar a ese error de acto fallido mayúsculo. El acento de
mayúsculo está presente en el pasaje del singular al plural de las cartas
-¿ortodoxia, acting-out, casamiento
qué papel juegan en esa variación?-; el cambio de “comprendido” a
“interpretado” o de “interpretado” a “comprendido”. Ese pasaje apunta a un
lugar y a una manera donde aparece un fragmento de la verdad. Veamos de qué se
trata.
IN
SEXTO: LA ALUCINACIÓN NEGATIVA, UN ESTILO DE LECTURA
El
fragmento de verdad subjetiva se revelará mediante un estilo discursivo que
proponemos llamar: alucinación negativa, un estilo de lectura, descrito por
Freud.
Unos días después de la
muerte de su padre se llamó a un médico; ella lo ignoró absolutamente, como a
todos los extraños, mientras yo le hacía demostración de todas sus rarezas…el
médico procuraba meter basa, hacérsele notable; en vano. Era la verdadera
“alucinación negativa”…en sus ausencias alucinatorias proliferaban figuras
terroríficas.[56]
Y
luego en otro texto, precisa:
…según la queja de la
muchacha poseía el don de la ‘alucinación negativa’, o sea el arte de no ver ni
reconocer a las personas aunque estuvieran presentes.[57]
La
alucinación negativa –no carece de parentesco con el síndrome de Cotard-, abre
las puertas para acercarnos a la posición subjetiva de Erich Fromm cuando leía
a Freud. El estilo es el hombre, el hombre al que nos dirigimos. El estilo de
la alucinación negativa se despliega en los textos doctrinarios del
psicoanálisis “humanista”. En este punto un lector crítico tendría condiciones
para hacer una objeción pues la alucinación negativa fue y es descripta como un
fenómeno perceptivo, ¿cómo señalar su presencia en los escritos de Fromm? Tomo
la crítica y sigo sus consecuencias. Si es así, por su estilo en un texto, es
posible dar cuenta de fenómenos que se presentan como perceptivos, llamo en mi
defensa al conjunto del saber acumulado en el terreno de la psiquiatría
clásica: ensalada de palabras, esquizografías, esquizofasias, escritos
inspirados,[58]
lengua fundamental, escritura automática, estereotipos, lenguajes neológicos,
etc.; allí tenemos un terreno para avanzar en el estudio de fenómenos que
tienen una presentación del orden perceptivo, y sin embargo, una lectura
orientada por el ternario lacaniano de real-simbólico e imaginario estaría en
condiciones de subvertir su carácter perceptivo.[59]
Abordar
ese fenómeno por el sesgo de la percepción es fallar en el blanco y al mismo
tiempo se cierra el acceso al tema para el psicoanalista. Reconocemos el
abordaje clásico de Esquirol, para él “la alucinación es una percepción sin
objeto”. Sin embargo la obra de la psiquiatría clásica no se detuvo allí, así
es posible localizar los textos de J. Seglas: Les troubles du langage chez les aliénés (1892); Pathogénie et physiologie pathologique de
l’hallucination de l’ouïe (1897), así como su colaboración en el Traité de pathologie mentale (1903). Este
autor reformuló el campo de estudio de las alucinaciones cuando desplazó el
fenómeno del campo perceptivo al territorio del lenguaje, desplazamiento
provocado por los avances de la neurología de su época sobre las afasias. Este
cambio de ubicación le permite escribir lo siguiente sobre las experiencias
vividas como perceptivas:
tan extraño como esto
pueda parecer en un primer acercamiento, estos son en realidad, y estas
alucinaciones en definitiva no son, como nosotros los hemos visto, más que
alucinaciones verbales motrices…
G.
Lanteri-Laura –por su trabajo nos hemos guiado en estas líneas- concluye lo
siguiente: “Venimos de analizar en detalle, gracias al ejemplo proporcionado
por los trabajos de J. Seglas, que a partir del momento donde el modelo de las
afasias ha suplantado a otros y hace de las alucinaciones un grupo de fenómenos
médicamente pensables por referencia a una importante adquisición de la
neurología [el estudio de las afasias]…; se trataría ya no de una percepción
sin objeto sino de la irrupción innegable del lenguaje viniendo de otro lado”.
Seglas estudia la alucinación como un efecto de alienación –ajenidad- que sufre
el enfermo frente al lenguaje, y entonces, escucha su voz como ajena, como
exterior a él.[60]
Lacan obtuvo enseñanzas de esa psiquiatría de la que fue contemporáneo y
participó activamente. Él comenta una intervención de Jean Hyppolite, referida
a la alucinación del “Hombre de los lobos”, por la vía la escritura acercando
el fenómeno al palimpsesto imaginario cuando: “El texto interrumpiéndose deja
al desnudo el soporte de la reminiscencia” (Escritos
1, p. 376). También es justo señalar que aún el psicoanálisis se enfrenta a
un terreno sin explorar, una terra
incognita, constituida por el amplio campo que las alucinaciones recubren.
Ahora
vayamos al estilo de la alucinación negativa practicado por E. Fromm, en uno de
sus textos doctrinarios, mismo que fue el tema de su primer seminario en
México. En El lenguaje olvidado al
exponer su posición ante el complejo de Edipo, comienza por poner en tela de
juicio –invirtiendo-[61]
los desarrollos de Freud –el hombre al que constantemente se dirige- de la
siguiente forma:
Si la interpretación de
Freud fuera correcta, el mito tendría que decirnos que Edipo conoce a Yocasta
sin saber que es su madre, se enamora de ella y luego mata a su padre, también
sin saber que lo es. Pero el mito no dice en ninguna parte que Edipo se sienta
atraído por Yocasta o se enamore de ella. La única razón que nos dan del
matrimonio de Edipo con Yocasta es la de que ésta forma parte del premio, junto
con el trono.[62]
Esta
es la lectura que hace Fromm del texto de Sófocles y de las interpretaciones de
Freud, subrayo que su lectura se organiza a partir de exigirle al mito una
formulación luego como no contiene la formulación que él le solicita deduce que
la interpretación de Freud no es correcta. Dejaré de lado el problema de la
corrección o no del trabajo de Freud sobre el complejo de Edipo –corrección que
M. Klein, Lacan y otros analistas cuestionaron- sólo me interesa subrayar el
método de las críticas lanzadas por Fromm. La lectura de Fromm se inspira en
Sófocles y deja de lado la construcción[63]
freudiana del mito, llamado después de cierto tiempo “complejo de edipo”. Esa
equivalencia le juega una mala pasada, pues de Sófocles a Freud media la
distancia signada por la invención del psicoanálisis, lo que hace de cada una
de ellas no sólo versiones distintas sino que ocupan lugares en estructuras
diferentes. Sin embargo, al leer a Sófocles, quizás suponiendo que leía a
Freud, su método pasa por alto, no ve, mejor dicho, no lee un párrafo entero de
la obra comentada. Se trata de la respuesta de Yocasta a un temor de Edipo:
Edipo: ¿Y cómo no temer
al lecho de mi madre?
Yocasta: ¿Por qué ha de
estar sujeto a miedo el hombre, que es gobernado por los casos del azar y no
tiene presciencia clara de ninguna cosa? Mejor es vivir a la ventura, como cada
uno pueda. Tu no temas a la boda con tu madre; son muchos los que en sueños se
han unido a su madre…[64]
La
convicción de Fromm no podía verse afectada pues su lectura de Sófocles leía de
una manera negativa aquello que contradecía su hipótesis. Y al mismo tiempo,
esto es el nudo del asunto, su método[65]
de lectura es víctima de las condiciones que él critica. Fromm prosigue:
Pero estamos al menos
en condiciones de formular una hipótesis, a saber, que el mito puede ser
entendido no como un símbolo del amor incestuoso entre madre e hijo, sino en la
rebelión del hijo contra la autoridad del padre en la familia patriarcal; que
el matrimonio de Edipo y Yocasta no es más que un elemento secundario, uno de
los símbolos de la victoria del hijo, que toma el lugar del padre y con él
todas sus prerrogativas.[66]
El
curso de su trabajo continúa con el análisis de Edipo rey, Edipo en Colona, Antígona y escribe lo siguiente:
Vemos que el tema común
de las tres tragedias es el conflicto de padres e hijos. En Edipo rey Edipo mata a su padre Layo,
que había tratado de eliminar al niño. En Edipo
en Colona Edipo da rienda suelta a su intenso odio hacia sus hijos, y en Antígona encontramos el mismo odio entre
Creón y Hemón. El problema del incesto no
existe ni en las relaciones de los hijos de Edipo con su madre, ni en las
Hermón con la suya, Eurídice. Interpretando Edipo
rey a la luz de toda la trilogía, parece plausible suponer que también en Edipo
rey el tema es el conflicto de padre e hijo, y no el problema del incesto.[67]
¿De
qué habla esta alucinación negativa? En primer lugar, Fromm acepta el papel de
la rivalidad entre el hijo y el padre; esa rivalidad constituye el núcleo
imaginario del complejo de Edipo fabricado por Freud; en segundo lugar Fromm
invierte los postulados de Freud, así Jorge Derbez afirma que en el seminario
de San José Purúa se presentaba una “reinterpretación del Edipo, mito
matriarcal”. La inversión no lo saca de la estructura donde está inserto; en
tercer lugar excluye el incesto (“El problema del incesto no existe”) y con
ello el real de la sexualidad. Fromm se guía por Bachofen y sin embargo deja de
lado una observación del etnólogo alemán.
En
efecto, por su trabajo, Bachofen descubre, por lo menos, tres figuras de la
dominación asociadas con las mujeres y la madre: a) el estado hetáirico,
gestado por el caos de las marismas lujuriosas, hecho de relaciones múltiples y
caprichosas entre la mujer y los hombres, donde el principio femenino domina y
el padre es nadie; b) el estado demeteriano originado en las sociedades de las
amazonas, que instaura un régimen ginecocrático, allí el padre y el marido
están bajo el dominio de la mujer; c) y por último, el estado patriarcal o
apolíneo, donde se corrompe el matriarcado en formas amazónicas o dionisíacas.[68]
¿A cuál de estos estados corresponde “el Edipo, mito matriarcal” que Fromm
abordaba en su seminario?
El
texto de Fromm (El lenguaje olvidado)
deja ver fragmentos de una verdad, en souffrance,
sobre los efectos de un cercenamiento de su relación con la ortodoxia, un
cercenamiento producido por el cruce de un elemento real –la ruptura con el
rabino Rabinkow- y un elemento simbólico, el significante ortodoxia. Ese cruce
no incluyó el elemento imaginario –la escena del embutido; esa carencia emergió
sin que Fromm estuviese en condiciones de verlo, por el sesgo de la
transferencia –ahí se produce el pasaje al acto de su analista- y quizás
subjetivar un elemento de la suposición que jugaba allí. Se trata de un
lenguaje olvidado demasiado presente. Un real que, parece, no fue puesto en
juego en sus otras curas analíticas, sin lograr con él constituir un saber.
Luego de su análisis con H. Sachs, Fromm quien ya ejercía el psicoanálisis,
abandona públicamente la teoría de la libido de Freud y la práctica del diván,
pasa al cara a cara.[69]
SÉPTIMO:
¡OTRA VEZ! PROBLEMAS EN LA TRASFERENCIA
El
abandono de la “teoría de la libido” le cuesta a Fromm el alejamiento de la
Escuela de Frankfurt, misma donde había obtenido una cordial bienvenida como
representante del psicoanálisis. Al respecto resulta interesante leer las
críticas de Horkheimer, en 1942, y luego de Adorno, en 1946.[70]
Críticas que las articulaciones frommianas no encontraron, de manera tan
razonada, en el campo del psicoanálisis freudiano. Señalemos que los
componentes risueños de la energética freudiana no tienen más fundamento que
eso, su carácter risueño, sin embargo, Fromm pasa de la risa al registro
trágico: nos ofrece una vía de amor vaciada del deseo. El deseo es uno de los
nombres que la libido sólo encontrará en Lacan.
Ese
abandono está anudado a otros abandonos: el diván y la trasferencia. Comencemos
por el diván ¿cuáles son sus razones para abandonar el uso del diván? En 1979,
al escribir sobre la trasferencia, nos relata una experiencia:
Toda la constelación
del analista silencioso, pretendidamente desconocido, que ni siquiera se supone
que debe contestar a una pregunta, y su posición, sentado detrás del analizado
(el volver la cabeza para echar una mirada de frente al analista es algo que
prácticamente se considera tabú), en realidad da por resultado que durante la
hora el analizado se sienta como un niñito. Ya que ¿acaso hay otra parte donde
la persona adulta se halle en tal postura de pasividad, en la que todas las
prerrogativas se hallan del lado del analista, y al analizado se le obliga a
expresarle a un fantasma, sus pensamientos y sentimientos más íntimos, y esto
no como acto voluntario, sino como una obligación moral que éste acepta no bien
conviene en ser un paciente analítico? Desde el punto de vista de Freud, esta
infantilización del analizado es perfectamente conveniente, puesto que la
intención principal radica en descubrir o reconstruir su niñez temprana.[71]
Aquí
Fromm pega en el blanco; en efecto, es pertinente su mofa de esa imagen de la
práctica analítica. Su agudeza crítica cobra más valor pues pone de relieve un
elemento ausente en esa imagen (imagen que goza de prestigio en los manuales de
psicoanálisis y en los mass-media).
El gran ausente es la práctica del análisis; basta recorrer algunos testimonios
de los pacientes de Freud para encontrar una soltura y una movilidad del
psicoanalista que ofrece otra imagen. Así Freud en la puerta de su consultorio,
de pie, cara a cara con un paciente, T. Reik, que terminaba su última sesión,
antes de partir a los EEUU, le dice: “No me imaginaba que su yo fuese tan
débil”. Por otro lado Fromm incluye un elemento que no se sostiene, salvo para
él: “Desde el punto de vista de Freud, esta infantilización”. Esa afirmación
carece de sostén textual, es supuesta a un texto. Basta recorrer la obra de
Freud para constatar la ausencia del término “infantilización” articulado con
el término “transferencia”. Sin embargo, Fromm junto con otros analistas
freudianos, suponen ese saber a Freud. Esa suposición permite una formulación
del a trasferencia, en términos de estrategia de poder: “¿acaso hay otra parte
donde la persona adulta se halle en tal postura de pasividad, en la que todas
las prerrogativas se hallan del lado del analista, y al analizado se le obliga
a expresarle a un fantasma sus pensamientos y sentimientos más íntimos”. Esta
posición se sostiene a partir de conservar intacto al sujeto supuesto saber: Freud en la ocasión. Si el analista reduce
la transferencia a una estrategia de poder, ¿cómo explicar que haya analizantes
cuyas transformaciones subjetivas culminan en la terminación de su cura?
Es
en este texto crítico donde Fromm –en una cita a pie de página- informa de su
abandono del diván y el pasaje al cara a cara, junto con ello da sus razones
para tener dificultades ante las manifestaciones del amor de transferencia:
Algunos de mis maestros
del Instituto de Berlín se echaban pequeñas siestas durante el análisis y
hablaban de ellos sin tapujos. Otros pretendían que durante la siestecita
habían tenido un sueño acerca del analizado que les daba mayor discernimiento
que si hubieran escuchado…Estos adormilamientos eran harto naturales. Por
experiencia propia durante los años en que analicé según la técnica de Freud,
sé lo terriblemente fatigoso que me era estar sentado detrás del analizado, sin
ningún contacto con el o la paciente y escuchando a la voz monótona e
incesante, que por nada debía interrumpir. De hecho, fue ese aburrimiento el
que convirtió en tan insoportable la situación, que comencé a cambiar la
técnica.[72]
El
testimonio es su experiencia en el Instituto de Berlín, allí se comenzó a
estandarizar la formación del analista en un análisis didáctico. Compartimos
con Fromm un punto de una de sus conclusiones .debía ser toda una ardua tarea
–para el paciente- estar sosteniendo un diálogo cinco o seis días por semana,
durante cuarenta y cinco o cincuenta minutos. También debía ser bastante
molesto, arduo y fastidioso, -para el analista- estar obligado a tener que
sostener ese estándar en todos los casos, o en todas las sesiones de un mismo
caso. La “misma” tarea para todos sin distingos; “misma”, pues analizante y
analista son elementos del procedimiento analítico, sin embargo pese a estar
juntos, por suerte para el analizante, no están revueltos, al menos eso es lo
que se espera del analista. La posición de Fromm hace surgir preguntas. ¿Basta
con hacer eso cara a cara para que la situación cambie? Si los pacientes hacían
tamaño esfuerzo, ¿qué nos impide tomar ese esfuerzo como la medida fuera de
patrón que puede adquirir en tal o cual caso la trasferencia?
Fromm,
como psicoanalista sólo extrae una consecuencia de “su” aburrimiento: se aburre
con todos. Notemos que la escena no deja de ser chusca: si a un niño se le
narra de manera reiterada, continua y monótona un cuento, se duerme; incluso es
un método que ellos, en ocasiones, buscan obtener de sus padres. Fromm no
aceptaba esos “adormitamientos harto naturales”, aceptarlo sería tanto como
localizar la “infantilización” del lado de él: su lugar de analista. Por
último, de nuevo la ortodoxia le juega una mala pasada, ¿cuál es el motivo para
descartar que una “siestecita” no sea una forma –como tantas otras- de
intervención del analista en tal o cual caso? Más aún, ¿por qué deberíamos
descartar de entrada que el analista se duerma y sueñe durante el transcurso de
una sesión? Ese sueño podría tener una indicación del caso en curso, o aún más,
el caso podría suscitarlo. Para aceptar esto es necesario dejar de lado la
“ortodoxia” freudiana, e incluso la indicación de Freud en La interpretación de los sueños, pues él no admitía la producción
de elementos nuevos en el sueño, para Freud siempre traen el mensaje de un deseo
sexual del pasado. Incluso en ese mismo texto Freud dice que los sueños
protegen el dormir, mientras se sueña el soñante sigue durmiendo, a decir
verdad, esa fue su experiencia del sueño y el dormir, la clínica nos enseña
muchos casos, Lacan entre otros, donde el sueño hace despertar al soñante.
OCTAVO:
LOS LÍMITES DE UNA EXPERIENCIA
La
posición en que lo dejó el acting-out
es una posición de ceguera donde él no podía verse pues no tenía a su alcance
una imagen, recordemos que un actor puede estar bajo la mirada de alguien y sin
embargo no se ve en la escena, es el público quien lo ve. Esa actuación en el
real de su análisis le provocó un sueño incomprensible, y lo sumió en un estado
de duermevela, entre el sueño y la vigilia, sin posibilidad de abrir una carta
durante toda su vida. En esa experiencia Fromm se encontró sometido a un límite
que no encontró subjetivación en ninguno de sus intentos de análisis
posteriores, al menos en los testimonios que él nos dejó. Conviene remarcar que
Fromm no se resistía al análisis, al contrario, lo buscaba y lo siguió buscando
en sus posiciones como psicoanalista. Se veía obligado a escribir como
analizantes en intensión cuando ocupaba el lugar de analista en extensión. La
combinación del acting-out con el
acto de casarse, tomado por el lado de Fromm –en ese momento era un analizante
de F. Reichmann- parece decirnos que no era eso –casarse- de lo que se trataba
sino de otra cosa, la ortodoxia: una
opinión recta, que en teología subraya la conformidad con el dogma de una
religión.
En
efecto, en esas posiciones se seguía dirigiendo a alguien, que en ese momento
sólo podía reiterar una dificultad: Fromm se dirigía a Freud, en efigie, dado
que la muerte del profesor cerró todo
camino a la presencia.[73]
A partir de allí el único camino que le quedó fue la crítica, el reproche y el
amor hacia los postulados de aquellos elementos que en la obra freudiana
revelaban a la persona de Freud.
La
pasión amorosa no careció de consecuencias en la cogida que el público brindó y
brinda a las posiciones de Fromm. Si el teatro de Shakespeare se mantiene por
los fragmentos de verdad contenidos en él, ¿quién puede poner en tela de juicio
que algo de la verdad es trasmitida por la obra frommiana? El impacto de la
obra de Fromm trascendió con creces las fronteras de México. Mientras ella
carece de importancia doctrinaria para los analistas, su aceptación por el gran
público se revela cuando la principal casa editora de textos psicoanalíticos de
Argentina, edita y reedita de manera constante sus obras. En México se sostiene
que se trata de un fenómeno “típico del D.F.”[74]
Una breve investigación demostró la importancia como vía de acceso al
psicoanálisis que juegan los textos de Fromm, amén de un hecho insólito, más
específico de nuestras tierras: no pocos psicoanalistas ortodoxos de la
Asociación Psicoanalítica mexicana o de sus filiales locales hablan del
psicoanálisis siguiendo el estilo de Fromm.
Estos
elementos corroboran una hipótesis: Erich Fromm, hoy día es uno de los nombres
de un síntoma que aqueja al psicoanálisis. Ese síntoma está asentado en el
lugar del analista y seguirá allí si seguimos sosteniendo ciertos postulados de
Freud que están en el origen del mismo: la trasferencia como repetición y el
autoanálisis como desembocadura de la cura. El autoanálisis es una de las
fuentes mayores de la crisis de fundamentos de nuestra práctica, pues
convengamos que hacer un análisis para luego continuarlo de por vida en un
autoanálisis sólo puede fomentar el alejamiento del psicoanálisis.
La
experiencia de Erich Fromm nos transmite elementos de la práctica y de la
experiencia freudiana del psicoanálisis. Esos fragmentos nos permiten ilustran
algunos de los componentes originarios del psicoanálisis. Esa experiencia de
Fromm permite precisar el hilo organizador de las enseñanzas de Lacan:
desplazar los problemas en la cura del analizante a las posiciones ante la
transferencia del analista. ¿Cuáles son las razones de ese desplazamiento?
En
primer lugar, la obra de invención del psicoanálisis y muchos otros avances de
la doctrina analítica se deben a la actividad del analizante: “El psicoanálisis
depende de aquel que debe ser llamado psicoanalizante: Freud el primero en la
ocasión, demostrando que pueden concentrar en él la totalidad de la experiencia.”[75]
En segundo lugar, la definición del analista por el costado del analizante
permite el procedimiento de la cura pero obscurece las razones del analista
para producir tal o cual intervención cuando está concernido por el lugar que
ocupa. Y en tercer lugar, dado que los análisis, en más de una ocasión, tienen
una conclusión donde el analista queda como resto y es destituido, Lacan retoma
el interrogante sobre la función del analista y el hecho de que haya sujetos
dispuestos a ejercerla pese a que ella implica “que…a él [al psicoanalista] le
corresponde perder allí el agalma”.[76]
La
experiencia de Erich Fromm nos revela una situación donde ese hallazgo de Lacan
–la pérdida del agalma del costado del analista- se constata pero invertido
dado que durante su primera experiencia analítica a Fromm, su analista –Frieda
Reichmann- le toma el nombre y se lo queda ella –Frieda Fromm-Reichmann-. Hemos
llegado al fin de nuestro recorrido, no es posible encontrar en el
psicoanálisis lo mejor, pues como lo informa el refrán “Lo mejor es enemigo de
lo bueno”. Tanto lo “bueno” como lo “mejor” ante una experiencia concreta
presionan para dejar de lado las enseñanzas que de ella se obtienen. En
psicoanálisis no hay necesidad de defender ninguna verdad última. Cada verdad
sólo se encuentra con el límite del no-todo es posible. Algunas de las
precisiones efectuadas por Lacan, algunos fundamentos que él nos transmitió no
resuelven el problema, a veces sólo logran demostrar la compleja estructura que
interviene en tal o cual suceso analítico. En este caso hemos recorrido los
avatares de una no-efectuación de la destitución subjetiva.
El
recorrido por estos avatares revela que los fines de análisis se producen de
una forma distinta de lo que se esperaba, cada fin tiene la forma que el
analizante encuentra, en ese punto “Los de afuera son de palo”. ¿Acaso esas
formas ponen en tela de juicio algunos de esos fines? Cada experiencia responde
diciendo que se trató de otra cosa, allí se abre la vía para abordar una
cuestión que está más allá de ese fin: el a
punto de acto que puede alcanzar un acto advertido donde el analizante pasa
a la posición de analista dotado de sus razones necesarias y suficientes.
Tlalpan, febrero, 1995.
[1] Claude Lévi-Strauss, “Estados alterados”, Cultura, El Nacional, México, DF., 13/11/1993. Es
la traducción de un texto publicado en Il
corriere de la Sera, tanto el título como los encabezados están promovidos
por la falta de consistencia de las argumentaciones expuestas; una ausencia que
contrasta con la solidez de los trabajos de C. Lévi-Strauss.
[2] Tres reglas fundamentales para Freud: la “asociación libre”, la
“atención flotante”, y el “someterse al procedimiento analítico”, esta última
dirigida en exclusiva al “psicoanalista”.
[4] De este texto hay dos versiones, la primera tal cual fue enunciada por
Lacan publicada en Ornicar?, 1
Petrel, Madrid, y otra, la 2da. publicada en Scilicet, 1, Paris, Seuil, 1968.
[6] Jacques Lacan, Psicoanálisis,
Radiofonía y Televisión, Anagrama, Barcelona, 1977, pp. 97-98. El subrayado
es de Lacan. Notemos que se define la función a partir del analizante.
[8] Martín Jay, La imaginación
dialéctica –una historia de la Escuela de Frankfurt-, Taurus, Madrid, 1989,
pp. 156-157. De aquí en adelante, cuando no se cite un texto en su lengua
original, el lector tendrá en cuenta que se trata de traducciones publicadas en
nuestra lengua.
[9]
Phyllis Grosskurth, Melanie Klein, son
monde et son oeuvre, PUF, Paris, 1990, p. 454.
[10] Sigmund Freud, “De la historia de una neurosis infantil (el “Hombre de
los Lobos”)”, en Obras completas,
Amorrortu, Bs.As., 1979, Vol. XVI, p. 4.
[11] S. Freud, en “Conferencias de introducción al psicoanálisis” (1916-17
[1915-17]) escribió: “No puedo anticiparles, desde luego, lo que ustedes
obtendrán de mis comunicaciones en cuanto a comprensión del psicoanálisis, pero
algo puede asegurarles: oyéndolas no habrán aprendido a realizar una indagación
psicoanalítica, ni a ejecutar un tratamiento de esa índole”.
[12] S. Freud, Ibid., agregaba:
“Siempre hay bastantes personas que, a pesar de tales incomodidades, se sienten
atraídas por algo que puede constituirse en un nuevo fragmento del saber”.
[13] Remito al reciente libro de V. Saavedra La promesa incumplida de E. Fromm, Siglo XXI, México, 1994.
[14] E. Fromm en Del tener al ser,
Paidós, Barcelona, 1991. Es su obra póstuma y la edición la hizo Rainer Funk.
Allí leemos: “El único objetivo realista es la liberación total. Objetivo que bien podríamos llamar humanismo radical (o revolucionario).”
p. 23. El subrayado es del autor.
[17] P. Soury, Cadenas, nudos y
superficies en la obra de Jacques Lacan, Xavier Boveda, Bs.As., 1984
[18] Jesper Svenbro, prhasikleia,
anthropologie de la lectura en grèce ancienne, E. de la découverte, París,
1988. Para este caso ver el cap. 5 titulado: “La fille du scripteur Kallirhoè
et les trente prétendants”.
[20] Cfr.: James Strachey en el “Prólogo General”, edición en castellano de
Amorrortu Editores de Sigmund Freud,
Obras Completas.
[21] Cfr.: Erik Porge, Clínica del
psicoanalista, El mono de la tinta, Bs.As., 1991. Agreguemos que
autoanálisis es un término ausente en las proposiciones sobre el fin del
análisis avanzadas tanto por Melanie Klein, M. Balint y J. Lacan.
[23] Abram Karkiner, Mi análisis con
Freud-reminiscencias-, Joaquín Mortiz, México, 1979, pp.67-68. El subrayado
es mío.
[25] Sigmund Freud, “El psicoanálisis ‘silvestre’”, 1910. Esto no fue
obstáculo para las respuestas “salvajes” de Freud ante el caso de la “joven
homosexual”, el caso “Dora”; y el cado del “Hombre de los lobos”.
[26] Cfr. Miguel F. Sosa, “El control: una dificultad de nominación”, en Puntuación y estilo en psicoanálisis,
Libros de artefacto, Sitesa, México,
1989.
[27] Como muestra tomemos el caso de Psicoanálisis
de la sociedad contemporánea, FCE. México, sólo en castellano lleva 16
reediciones. Desde 1956 a la fecha lleva una reedición cada dos años.
[28] Cfr.: François Davoine, La
locura Wittgenstein, Libros de artefacto,
Epeele, México, 1994. Es un texto donde quizás por primera vez, en lengua
francesa, aparecen los nombres y enseñanzas de Harry S. Sullivan y Frieda
Fromm-Reichman.
[29] Hanns Sachs Freud, mon maître et mona mi, Denoël,
Paris, 1977, pp. 135-136.
[30] Hanns Sachs, Ibíd, p. 8.
Nótese que una mujer fatal no es tan peligrosa, al menos así resultó para la
vida de Sachs.
[31] S. Freud, op.cit., vol.
XXIII. El traductor da elementos para sostener que el título del artículo puede
pasarse al castellano como “Análisis finito e infinito”.
[32] Cfr.: Alberto Sladogna, “Recorrido del nudo locura-psicosis”, Artefacto, 4 Epeele, México, 1994.
[33]
Hanns Sachs, op.cit., p. 16.
[34] Póstuma pues Freud ya estaba muerto cuando Sachs la hizo, y por ende
Freud no podía invitarlo a pasar al diván; póstuma pues fue hecha meses antes
de que la muerte alcanzaría al propio Sachs.
[37]
Rainer Funk, op.cit., p. 74-75.
[46] Citado por R. Funk, op.cit.,
p. 64. Si algún lector de Artefacto
está en condiciones de obtener un ejemplar le agradeceré hacer llegar la
comunicación a la redacción de la revista.
[47] Ciudad donde emigró
por invitación de Henry S. Sullivan, y a la cual llegó en compañía de Erich
Fromm.
[48] Frieda Fromm-Reichman, en Psicoterapia
intensiva en la esquizofrenia, Hormé, 3ra. edic., 1978. La edición advierte
que el título original en inglés era Psychoanalysis
and Psychotherapy.
[49] Cfr.: Alberto Sladogna, “Recorrido del nudo locura-psicosis”, en Artefacto, 4, Epeele, México, 1994.
[50] Sólo una investigación y lectura de documentos que hoy no están a nuestro
alcance, quizás, posibilitan responder a estos interrogantes.
[51] Entrecomillamos dado que todavía quedan algunas zonas sombras que
impiden tener una aproximación a los efectos de ese episodio del lado de Fromm.
[52] Cf. Salvador Millan et al., Erich
Fromm y el psicoanálisis humanista, Siglo XXI, México, 1981, p. 29.
[54]
Erich Fromm, The forgotten language,
Rinehart Co., N. York, 1951, pp. 2-10.
[57] Sigmund Freud, El delirio y los
sueños en la ‘Gradiva’ de W. Jensen,
op.cit., Amorrortu, Bs.As., 1979, Vol. IX.
[58] Jacques Lacan: De la psychose
paranoïaque dans ses rapports avec la personnalité, suivi de Premiers écrits
sur la paranoia, Seuil, Paris, 1975, crf: “Écrits “inspirés”:
Schizographie”, pp. 365-382 [Hasta este momento por razones desconocidas este
texto no está incluido en la edición castellana de la tesis de Lacan].
[59] Écrits inspirés et langue fondamentale, dossier editado por la revista L’Unebévue,
febrero de 1994.
[60] G. Lanteri-Laura, Les
hallucinations, Masson, Paris, 1991, pp. 53-72 [Hay edición castellana:
FCE, México, 1994]. El lector de la obra de Lacan encontrará elementos de suma
importancia no sólo sobre el tema de la alucinación sino para localizar el
terreno desde el cual Lacan comenzó a proponer sus profundas modificaciones al
psicoanálisis.
[61] La inversión de algo no cambia la estructura, por ejemplo, si los de
arriba pasan a estar abajo y los de abajo pasan a estar arriba, se conserva la
estructura al pasar de una posición a otra, en fin, águila y sol perteneces a
ambos lados de la misma moneda.
[63] Cfr.: el trabajo de Miguel F. Sola, sobre los caminos desarrollados
por Freud para arribar a “su formulación pública –exotérica-“ del complejo de
Edipo como núcleo de toda neurosis. También, véase el artículo de C. Dormer “El
Deseo de la Madre, la razón del Complejo de Edipo”, ambos en este número.
[64] Sófocles, Edipo rey,
traducción del griego de Francisco Rodríguez Adrados, Aguilar, Madrid, 1973, p.
96.
[68] Cfr. Giles Deleuze, Presentation
de Sacher-Masoch, Editions de Miniut, 1967. [Hay edición castellana].
[69] El lector tomará en cuenta que dejamos en suspenso el papel de la
sexualidad en el pasaje al acto, sin mayor documentación sería agregar por el
momento un exceso interpretativo que no daría luz a las zonas de sombras que el
caso nos revela.
[71] E. Fromm, Grandeza y
limitaciones del pensamiento de Freud, Siglo XXI, México, 6ra.ed., 1986,
pp. 56-57.
[72]
Erich Fromm, op.cit., pp. 56-56.
[73] Sobre los “motivos” de Fromm para dirigirse al psicoanálisis y a Freud
consúltese al artículo de María C. Jauregui L. en este número de Artefacto.
[76]
J. Lacan, op.cit., p. 23.
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