A cruzar los dedos antes de entrar para protegernos ¿De qué?, texto de Alberto Sladogna, psicoanalista,@sladogna



A cruzar los dedos antes de entrar para protegernos ¿De qué?

La existencia, entonces, del ateo en el verdadero sentido, no puede concebirse, en efecto, más que en el límite de una ascesis, de la que nos parece precisamente que no puede ser más que una ascesis psicoanalítica, quiero decir, del ateísmo concebido como negación de esta dimensión de una presencia, en el fondo del mundo, de la omnipotencia. (Lacan, 19/06/1963)

En la vida hay una tendencia religiosa de atribuir “todo” lo que ocurre a un grupo, a una persona, a una serie de personas y por supuesto, en última instancia a Dios. Recordemos esa frase terrible de “Así lo quiere –o lo dispuso- Dios”. Ese régimen religioso sostuvo la tripartición de los poderes del Estado. A imagen y semejanza de la trinidad de Dios- Espíritu Santo-Hijo se encuentra la tripartición del Poder Ejecutivo-Legislativo-Judicial (Cfr.: Giorgio Agamben, El Reino y la Gloria. Una genealogía teológica de la economía y del gobierno. Homo sacer II, Adriana Hidalgo Editora, B.A., 2008)

Ese régimen tripartito está roto, su quiebre estructural no permite reparación alguna. En ese punto comienza a tomar un lugar una forma de fantasma, una institución anónima, su mejor ilustración es lo que se llama el mercado. Esa institución no es localizable, no se sabe dónde está ni como funciona pese a ello cuando el mercado se molesta nuestros bolsillos son saqueados sin tener alguien o un grupo de personas a quienes imputar el saqueo, solo es un efecto del mercado. Es una novedad, una organización fantástica tiene sentimientos de los cuales debemos cuidarnos como fue hace siglos cuando la furia de Yahvé alertaba a los creyentes de las cosas que les ocurrirían, en ese momento los habitantes recordaban esa furia. Yahvé destruyó Sodoma


Les propongo leer un texto  que informa de una singular exposición de objetos funebres. Las empresas que se ocupan de “ lo único seguro en la vida es esto”, declaró un empresario del ramo. Si, la muerte ya es un elemento del mercado de inversiones a futuro realizadas en el presente cotidiano. La cifra que esa industria maneja es del orden de los 90 millones dólares anuales en un país de pequeña escala económica como es la Argentina.

Esa operación -tornar la muerte al lugar de objeto del mercado, una mercancia- nadie la propuso, no hay una persona o un grupo que haya indicado que se despliegue esa transformación. Esa industria  incluye, hoy: Ataúdes automáticos, velorios con webcam, tanatopraxia, joyas fabricadas a partir de cabellos de los difuntos, etcétera. Estos son los objetos que exhibe Funexpo.

Esos elementos modificaron los estilos, las formas y la manera de recibir, darle lugar a la muerte, a la muerte de un ser querido u odiado. Ese cambio lo explican¡¡¡Los empresarios!!! quizás comienza a ser hora de que el psicoanálisis tome nota de un cambio que pone en tela de juicio elementos elaborados por Sigmund Freud cuando escribió: Duelo y melancolía .Ver al respecto el texto de Jean Allouch " Erótica del duelo en tiempos de la muerte absoluta". Esos cambios también construyen nuestras vidas subjetivas -no hay inconsciente ni formaciones del insconsciente por fuera de la historia cultural- pues las maneras y los sentimientos que una muerte puede provocarnos no son naturales, ellos están construidos por los despliegues del lazo social en el que esa muerte y nuestra vida se despliega.

Les presentó el texto de Soledad Vallejos: A cruzar los dedos antes de entrar (Página12, 30/08/2012). Su título remite a una superstición ¿Alguien quedará al margen de los efectos de esos cambios en la vida y en la muerte? Cambios que impactan sobre el objeto que causa un deseo a partir de la muerte de un ser querido u odiado por el sobreviviente. El texto de Soledad Vallejos no carece de una comicidad irónica que en estos temas es más que bienvenida.

A cruzar los dedos… texto de Soledad Vallejos.

Las empresas locales de cochería inauguraron ayer en Buenos Aires la Funexpo, una muestra sobre la industria del ramo. Cajones automáticos, velorios con webcam, tanatopraxia.  Cómo competir en un mercado que factura 900 millones de dólares por año, por Soledad Vallejos

“Lo único seguro en la vida es esto”, dice el empresario fúnebre Antonio Flores. Alrededor reina el silencio. Un poco más allá del coqueto sector de sillones blancos, apenas traspasan la puerta, los visitantes se topan con cuatro ataúdes que giran, verticales, como en un carrusel sin descanso; de uno totalmente estático emerge un mar de volados blancos. Otros tantos, en posición horizontal, parecieran más tradicionales, hasta que lentamente, sin que nadie se acerque, nadie lo toque, por puro automatismo de un dispositivo mecánico, se ve la tapa de uno subir y bajar. Desde ahí hasta los sillones, cualquiera puede encontrar también fotos de ¿falsos? difuntos, servicios web posmortem, especialistas en nuevas tendencias de cuidados estéticos pre velatorio, formación académica para gestión de cocherías, joyas con diamantes fabricados a partir de cabellos humanos...

Porque lo único seguro en la vida es que las personas, tarde o temprano, mueren, y allí comienza “un evento más en la vida social”. Es que hasta mañana en Costa Salguero [CABA, Argentina] se realiza por tercera vez Funexpo, la “Convención Internacional de Servicios Exequiales” que reúne a gran parte de la industria fúnebre local con pares de la región y más allá.

Nieto del fundador de Empresa Flores, funeraria tradicional de Tucumán, hijo del continuador, padre de las nuevas incorporaciones en la firma, el empresario Flores conoce el paño lo suficiente como para decir que hay algo así como una nueva muerte: “una forma moderna”. Así como hay ceremonias para nacimientos, bautismos, comuniones, bodas, la muerte está dejando de ser algo solamente triste para volverse un evento social más. “Aquello se festeja; ahora el velatorio está adquiriendo cada vez más la forma de homenaje”, no sólo en países de tradición sajona y consumismo para cada etapa de la vida, sino también, sorpresa, en Argentina.

Entonces, ¿hay nuevas tendencias en la industria porque hay otras maneras de ver la muerte? Sin ser tan taxativo sobre qué comportan las miradas, de lo que Flores no tiene dudas es de que en Argentina ese universo de empresas generalmente familiares (“la gran mayoría son pymes”) en el que también destacan algunas, aunque pocas, corporaciones (“más que nada en Buenos Aires”) y algunos capitales extranjeros (chilenos, norteamericanos, españoles), se está profesionalizando. “Hay que competir, diferenciarse. Por eso crece la oferta de servicios” asociados con aquello que el muerto no verá, pero sus deudos definitivamente sí.

De acuerdo con las últimas estimaciones de la Federación Argentina de Entidad de Servicio Fúnebre y Afines (Fadedsfya, el equivalente a una cámara profesional del sector), en el país cada año se facturan más de 900 millones de dólares en el sector de servicios exequiales.  A esos números se los puede desglosar en más de 26 mil servicios cada mes, repartidos entre cerca de 1500 empresas funerarias y más de 400 cementerios privados. Casi veinte mil personas viven de esta industria en el país. Y el número, como la oferta, crece.

Como la vida, la muerte está cada vez más animada por cuidados cosméticos, busca de prolijidad, servicios prepagos y hasta nuevas tecnologías. No sólo en los últimos diez años los pedidos de cremación treparon de un dígito a casi el 40 por ciento de las opciones.

También se está volviendo, sino furor, al menos tendencia marcada la tanatopraxia. “Tiene sus beneficios”, explica Flores al referir la práctica de adecuar el cuerpo “para que esté más presentable”; “La muerte es un sufrimiento, estresa al cuerpo, por eso adecuarlo, que es más que maquillarlo, sirve para que la persona tenga realmente aspecto de dormida” y su última imagen, la que perdurará en los deudos, resulte, por así decirlo, más vital.

Ese trabajo, que realizan profesionales formados en el exterior (“acá ahora algunos de esos que viajaron empiezan a formar a otros. Yo hice viajar a empleados míos, uno estuvo seis meses estudiando en España”, cuenta Flores), que no demora más de una hora, ya no limita su público a ricos y famosos, en especial porque no resulta demasiado costoso.

Además, la labor de embellecimiento puede tener públicos impensados, gracias a las tecnologías. Es un servicio más, ni el hit ni el menos valorado, pero existe y sí, se usa: algunas casas fúnebres ofrecen el servicio de transmisión web de velatorios. Es tan sencillo como que la cámara instalada en la sala mortuoria transmite su señal online. La funeraria brinda a la familia del difunto un código único, con el que cualquiera, conectado a Internet desde cualquier lugar del mundo, pueda ingresar y compartir el momento. Se estila.

En Argentina, el de la industria de las exequias es, cree Flores, un universo de tradiciones: tal vez por eso cuesta innovar, o al menos homogeneizar ciertas costumbres. Por ejemplo, el “seguro de sepelio”. En el interior, cuenta el empresario, “se usa mucho. Explotamos ese seguro que es como uno de vida pero para el sepelio. Pagas una cuota mensual, y cuando sucede un siniestro, estás cubierta. En Buenos Aires no se usa. En el interior solemos hacerlo porque lo cobra directamente la empresa fúnebre, pero acá por lo general ese seguro es independiente de la empresa, lo cobra otro sector, que después contrata puntualmente a la empresa. Es cuestión de costumbres. En Estados Unidos también se usa mucho, allá lo llaman pre-need. Y en España, seguro de deceso”.

–En Argentina, ¿hay indicadores de que la industria exequial vaya a crecer hacia esas costumbres de consumo al estilo de las norteamericanas?

–Sí, claro que sí. Pero va a llevar tiempo. Yo diría que en diez años la industria va a ser otra. Mucho más grande. Es cuestión de tiempo y trabajo.

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